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¿Cómo estás sanando?

Domingo, 8 de abril de 2018
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Del blog Pays de Zabulon:

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Amigo,
¿Cómo pues, eres tan sanador ?

Tu presencia es un bálsamo en mi vida,
abre espacios,
Desplaza fronteras,
Y todo esto sin palabras.

Toco tu cuerpo
Y eres tú quien me tocas sin gestos.
Toco tu corazón
Y mi corazón se abrasa,
se expande, crece.
Escruto tu mirada
Y tus ojos me reenvían mis profundidades.
saboreo tu sonrisa
Y todavía la aumentas para mí.

Guauu,
Esta presencia, allí, de repente,
Entre nosotros, fuera de nosotros …
Guauu,
¿ Que haces, amigo mío,
Que haces?

¿Bienamado por Dios,
Pequeño enviado del cielo,
¿Cómo pues, eres tan sanador ?

*

Zabulon

***

toucher

 

Aquel mismo domingo, por la tarde, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo:

La paz esté con vosotros.

Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.

Jesús les dijo de nuevo:

– La paz esté con vosotros.

Y añadió:

– Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros.

Sopló sobre ellos y les dijo:

– Recibid el Espíritu Santo.

A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá.

Tomás, uno del grupo de los doce, a quien llamaban «El Mellizo», no estaba con ellos cuando se les apareció Jesús.

Le dijeron, pues, los demás discípulos:

Hemos visto al Señor.

Tomás les contestó:

Si no veo las señales dejadas en sus manos por los clavos y meto mi dedo en ellas, si no meto mi mano en la herida abierta en su costado, no lo creeré.

Ocho días después, se hallaban de nuevo reunidos en casa todos los discípulos de Jesús. Estaba también Tomás. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo:

– La paz esté con vosotros.

Después dijo a Tomás:

– Acerca tu dedo y comprueba mis manos; acerca tu mano y mótela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino creyente.

Tomás contestó:

– ¡Señor mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

– ¿Crees porque me has visto? Dichosos los que creen sin haber visto.

Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro.

Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis en él vida eterna.

*

Juan 20,19-31

***

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El mundo tiene una ardiente sed de la paz de Dios, anhela ver resplandecer el arco iris de la divina gracia después de la tempestad, pero no consigue liberarse de la agitación y de la inquietud, puesto que es un mundo caído al que se le ha infligido el destino inexorable de no conocer la paz. Si se me preguntara en qué consiste esa paz, sólo podría sugerir la imagen de algo que sea transitorio para proporcionar la idea de lo que es imperecedero. Conocéis la paz de un niño adormecido, también sabéis algo de la paz que experimenta un hombre en sí mismo cuando encuentra a la mujer amada, algo de la paz que encuentra el amigo cuando mira a los ojos del amigo fiel; conocéis algo de la paz que experimenta un niño en brazos de su madre, de la paz que reposa en ciertos rostros maduros en la hora de la muerte; de la paz del sol vespertino, de la noche que lo cubre todo y de las estrellas perennes; conocéis algo de la paz de aquel que murió en la cruz. Pues bien, tomad todo eso como signo caduco, como símbolo pobre de lo que puede ser la paz de Dios. Estar en paz significa saberse seguro, saberse amado, saberse custodiado; significa poder estar tranquilo, tranquilo del todo; estar en paz con un hombre significa poder construir firmemente sobre la fidelidad, significa saberse una sola cosa con él, saberse perdonados por él. La paz de Dios es la fidelidad de Dios a pesar de nuestra infidelidad.

En la paz de Dios nos sentimos seguros, protegidos y amados. Es cierto que no nos quita del todo nuestras preocupaciones, nuestras responsabilidades, nuestras inquietudes; pero por detrás de todas nuestras agitaciones y de todas nuestras preocupaciones se ha levantado el arco iris de la paz divina: sabemos que es él quien lleva nuestra vida, que ésta forma unidad con la vida eterna de Dios.

Que Dios haga de nosotros hombres de su paz incomparable, hombres que reposen en él, aun en medio del trastorno de las cosas del mundo, que esta paz purifique y serene nuestras almas y que algo de la pureza y de la luminosidad de la paz que Dios pone en nuestros corazones irradie en otras almas sin paz; que nos convirtamos el uno para el otro, el amigo para el amigo, el esposo para la esposa, la madre para el hijo, en portadores de esta paz que viene de Dios.

*

Dietrich Bonhoeffer, Memoria y fidelidad,
Magnano 1995, pp. 146-149, passim.

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“Agnósticos”. 2º de Pascua – B (Juan 20,19-31)

Domingo, 8 de abril de 2018
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821286Pocos nos han ayudado tanto como Christian Chabanis a conocer la actitud del hombre contemporáneo ante Dios. Sus famosas entrevistas son un documento imprescindible para saber qué piensan hoy los científicos y pensadores más reconocidos acerca de Dios.

Chabanis confiesa que, cuando inició sus entrevistas a los ateos más prestigiosos de nuestros días, pensaba encontrar en ellos un ateísmo riguroso y bien fundamentado. En realidad se encontró con que, detrás de graves profesiones de lucidez y honestidad intelectual, se escondía con frecuencia una «una absoluta ausencia de búsqueda de verdad».

No sorprende la constatación del escritor francés, pues algo semejante sucede entre nosotros. Gran parte de los que renuncian a creer en Dios lo hacen sin haber iniciado ningún esfuerzo para buscarlo. Pienso sobre todo en tantos que se confiesan agnósticos, a veces de manera ostentosa, cuando en realidad están muy lejos de una verdadera postura agnóstica.

El agnóstico es una persona que se plantea el problema de Dios y, al no encontrar razones para creer en él, suspende el juicio. El agnosticismo es una búsqueda que termina en frustración. Solo después de haber buscado adopta el agnóstico su postura: «No sé si existe Dios. Yo no encuentro razones ni para creer en él ni para no creer».

La postura más extendida hoy consiste sencillamente en desentenderse de la cuestión de Dios. Muchos de los que se llaman agnósticos son, en realidad, personas que no buscan. Xavier Zubiri diría que son vidas «sin voluntad de verdad real». Les resulta indiferente que Dios exista o no exista. Les da igual que la vida termine aquí o no. A ellos les basta con «dejarse vivir», abandonarse «a lo que fuere», sin ahondar en el misterio del mundo y de la vida.

Pero ¿es esa la postura más humana ante la realidad? ¿Se puede presentar como progresista una vida en la que está ausente la voluntad de buscar la verdad última de nuestra vida? ¿Se puede afirmar que es esa la única actitud legítima de todo? ¿Se puede afirmar que es esa la única actitud legítima de honestidad intelectual? ¿Cómo puede uno saber que no es posible creer si nunca ha buscado a Dios?

Querer mantenerse en esa «postura neutral» sin decidirse a favor o en contra de la fe es ya tomar una decisión. La peor de todas, pues equivale a renunciar a buscar una aproximación al misterio último de la realidad.

La postura de Tomás no es la de un agnóstico indiferente, sino la de quien busca reafirmar su fe en la propia experiencia. Por eso, cuando se encuentra con Cristo, se abre confiadamente a él: «Señor mío y Dios mío». ¡Cuánta verdad encierran las palabras de Karl Rahner!: «Es más fácil dejarse hundir en el propio vacío que en el abismo del misterio santo de Dios, pero no supone más coraje ni tampoco más verdad. En todo caso, esta verdad resplandece si se la ama, se la acepta y se la vive como verdad que libera».

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

 

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“Porque me has visto, Tomás, has creído, -dice el Señor-. Dichosos los que crean sin haber visto”. Domingo 08 de abril de 2018. Domingo segundo de Pascua

Domingo, 8 de abril de 2018
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28-pasuaB2 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 4,32-35: Todos pensaban y sentían lo mismo:
Salmo responsorial: 117: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
1Juan 5,1-6. Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.
Juan 20,19-31: Porque me has visto, Tomás, has creído, -dice el Señor-. Dichosos los que crean sin haber visto.

Tras la muerte de Jesús, la comunidad se siente con miedo, insegura e indefensa ante las represalias que pueda tomar contra ella la institución judía. Se encuentra en una situación de temor paralela a la del antiguo Israel en Egipto cuando los israelitas eran perseguidos por las tropas del faraón (Éx 14,10); y, como lo estuvo aquel pueblo, los discípulos están también en la noche (ya anochecido) en que el Señor va a sacarlos de la opresión (Éx 12,42; Dt 16,1). El mensaje de María Magdalena, sin embargo, no los ha liberado del temor. No basta tener noticia del sepulcro vacío; sólo la presencia de Jesús puede darles seguridad en medio de un mundo hostil.

Pero todo cambia desde el momento en que Jesús –que es el centro de la comunidad- aparece en medio, como punto de referencia, fuente de vida y factor de unidad.

Su saludo les devuelve la paz que habían perdido. Sus manos y su costado, pruebas de su pasión y muerte, son ahora los signos de su amor y de su victoria: el que está vivo delante de ellos es el mismo que murió en la cruz. Si tenían miedo a la muerte que podrían infligirles “los judíos”, ahora ven que nadie puede quitarles la vida que él comunica.

El efecto del encuentro con Jesús es la alegría, como él mismo había anunciado (16,20: vuestra tristeza se convertirá en alegría). Ya ha comenzado la fiesta de la Pascua, la nueva creación, el nuevo ser humano capaz de dar la vida para dar vida

Con su presencia Jesús les comunica su Espíritu que les da la fuerza para enfrentarse con el mundo y liberar a hombres y mujeres del pecado, de la injusticia, del desamor y de la muerte. Para esto los envía al mundo, a un mundo que los odia como lo odió a él (15,18). La misión de la comunidad no será otra sino la de perdonar los pecados para dar vida, o lo que es igual, poner fin a todo lo que oprime, reprime o suprime la vida, que es el efecto que produce el pecado en la sociedad.

Pero no todos creen. Hay uno, Tomás, el mismo que se mostró pronto a acompañar a Jesús en la muerte (Jn 11,16), que ahora se resiste a creer el testimonio de los discípulos y no le basta con ver a la comunidad transformada por el Espíritu. No admite que el que ellos han visto sea el mismo que él había conocido; no cree en la permanencia de la vida. Exige una prueba individual y extraordinaria. Las frases redundantes de Tomás, con su repetición de palabras (sus manos, meter mi dedo, meter mi mano), subrayan estilísticamente su testarudez. No busca a Jesús fuente de vida, sino una reliquia del pasado.

Necesitará para creer unas palabras de Jesús: «Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel». Tomás, que no llega a tocar a Jesús, pronuncia la más sublime confesión evangélica de fe llamando a Jesús “Señor mío y Dios mío”. Con esta doble expresión alude al maestro a quien llamaban Señor, siempre dispuesto a lavar los pies a sus discípulos y al proyecto de Dios, realizado ahora en Jesús, de hacer llegar al ser humano a la cumbre de la divinidad realizado ahora en Jesús (Dios mío)..

Pero su actitud incrédula le merece un reproche de parte de Jesús, que pronuncia una última bienaventuranza para todos los que ya no podrán ni verlo ni tocarlo y tendrán, por ello, que descubrirlo en la comunidad y notar en ella su presencia siempre viva. De ahora en adelante la realidad de Jesús vivo no se percibe con elucubraciones ni buscando experiencias individuales y aisladas, sino que se manifiesta en la vida y conducta de una comunidad que es expresión de amor, de vida y de alegría. Una comunidad, cuya utopía de vida refleja el libro de los Hechos (4,32-35): comunidad de pensamientos y sentimientos comunes, de puesta en común de los bienes y de reparto igualitario de los mismos como expresión de su fe en Jesús resucitado, una comunidad de amor como defiende la primera carta de Juan (1 Jn 5,1-5).

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Dom 8.4.18. Tocar las llagas, iglesia de Pascua (con Tomás)

Domingo, 8 de abril de 2018
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30226790_960635467446979_5101204713420223472_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 2 pascua. Jn 20, 19-31. María Magdalena había “tocado a Jesús” en el huerto pascual, porque le amaba y por la alegría de saber que estaba vivo. Pero después tuvo que dejar de tocarle así (¡noli me tangere!), a fin tocarle/conocerle de un modo aún más hondo, llevando el Mensaje de la Vida de Jesús a los discípulos (Jn 20, 17).

Ella tocaba con amor, fue la primera de los resucitadas con Jesús en el huerto de Vida de Pascua.

A diferencia Magdalena, Tomás “el gnóstico” tuvo que aprender a tocar, bajar del mundo de los altos dogmas, de las ideas separadas, para retomar la experiencia concreta del amor de Jesús, que es la vida entregada por los otros, amor llagado. No basta con creer en Jesús de un modo separado; hay que creer en él y quererle tocando sus llagas, que son las llagas de mundo herido por (falta de) amor.

Es hermoso que el evangelio de Juan haya recogido la experiencia de María. Pero más hermoso aún es el hecho de que recoge la experiencia de Tomás, para enseñarnos así que la Pascua significa tocar con más fuerza, de un modo más hondo, como tuvo que aprender Tomás, un apóstol a quien la tradición dará gran importancia (como indica el evangelio de su nombre, no incluido en el canon, por sus tendencias gnósticas).

29792508_960866054090587_6992491689696761868_nTocar a Jesús, meter el dedo en su llaga, es descubrir la herida sangrante de la historia, vinculando así la resurrección con el dolor de los hombres y mujeres oprimidos, torturados, enfermos, asesinados (y con el amor de los hombres y mujeres que se aman, que se tocan y que de esa forma resucitan al amarse).

— Pascua es tocar y acompañar a Jesús en los llagado en los llagados de la vuda… Es dejarse encender e interrogar, aprender a sentir y transformarse desde los expulsados de la vida. No es saber simplemente de oídas, no es comentar de un modo abstracto en las noticias, sino implicarse desde dentro en el dolor concreto de los crucificados.

Pascua es también (al mismo tiempo) sentir en las manos y en los dedos, en el corazón y la mirada, el abrazo de amor de los hombres. No hay pascua de Jesús sin cuerpo a cuerpo de intimidad y cercanía, de varones y mujeres, de los niños y mayores, en los diversos tipos de encuentro y comunión, no para poseer sino para compartir, no para imponerse sino para abrir juntos caminos siempre nuevo de respeto y admiración. Así nos toca Jesús, así se deja tocar por nosotros.

images— Jesús resucita como pascua de amor en los heridos/expulsados y en los amantes, en una humanidad cuyo secreto pascual es descubrir y compartir la vida en gozo abierto a la esperanza de transfiguración no sólo de los vivos, sino también de los muertos y enterrados como Jeús, y de los muertos sin enterrar… en esta vieja tierra (cf. https://www.cristianosgays.com/2015/04/12/pascua-4-dom-12-3-15-tomas-la-herida-de-la-historia/).

Desde este fondo quiero retomar el evangelio de este día, domingo blanco (in albis) de resurrección a la vida, con el recuerdo agradecido de Tomás.

Tomas, una estación de Pascua

El recuerdo de Tomás nos lleva a la exigencia de conversión de un tipo de cristianismo puramente espiritual. Él se movía al principio fuera del espacio de dolor de los hombres concretos, como signo de una iglesia paralela, sin cruz real, sin comunidad abierta a los crucificados. Por eso no está en el primer grupo de aquellos que “ven” a Jesús y que así creen, pero sin formar parte de la verdadera Iglesia.

Pero él viene el “domingo” siguiente, algo le atrae, y no sólo “ve” a Jesús, sino que le toca. Esta experiencia de “conversión” de Tomás, que vuelve a la iglesia y que toca a Jesús forma parte esencial del misterio de la pascua cristiana. Así lo destaqué hace tiempo (en la postal de 15 4 07 de este blor), así lo vuelvo a destacar ahora, desde la perspectiva de esta Vía de Luz de la Resurrección.

Jesús resucitado sigue llevando en sus manos y en su pecho la herida de la historia, no sólo las llagas de los clavos y el corte de la lanza en su propio cuerpo, sino la llaga de los enfermos y expulsados, de los hambrientos y oprimidos de miles y millones de personas que siguen sufriendo a nuestro lado.

Tomás empezó siendo el apóstol de una espiritualidad sin compromiso social, sin entrega profética, sin solidaridad con los pobres y excluidos. No era un apóstol cristiano de Jesús crucificado, sino un diletante de la religión desencarnada que algunos siguen defendiendo.

Pues bien, según el evangelio, Tomás se convirtió, descubriendo y confesando en su vida la llaga de Cristo que sigue sufriendo en los pobres. El cristianismo no es una pura espiritualidad; es una religión de la “carne comprometida” y solidaria. Por eso, Jesús sigue diciendo a Tomás:
Mete tu mano en la llaga de los clavos, en mi pecho atravesada,
descubre mi presencia pascua en la herida de los crucificados de la historia.

La Gran Comunidad (Jn 20, 19-23)

Al principio, también ellos tenían miedo (Jn 20, 19). Eran una iglesia frágil, de miedo y de dudas, son comunidad que necesita la presencia del Señor. En este contexto se inscribe la visión:

A la tarde de aquel día primero de la s emana,y  estando cerradas las puertas del lugar donde estaban los discípulos,por el medio a los judíos,vino Jesús y se colocó en medio de ellos diciendo:

–¡La paz con vosotros!

Y diciendo esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Y les dijo de nuevo:

— ¡La paz con vosotros!
Como me ha enviado el Padre os e nvío también yo.Y diciendo esto sopló y les dijo:

– Recibid el Espíritu Santo,a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados;y a quienes se los retengáis les se rán retenidos (Jn 20, 19-23).

Los discípulos se encuentran reunidos en forma de comunidad eclesial que se ha separado ya del judaísmo rabínico. Tienen miedo y Jesús les conforta con su palabra y su presencia sensible (manos y costado), su envío y su poder de perdón. Es el Jesús “real” que vive en ellos, no una fantasía. Ellos son la iglesia reunida ante Jesús y por Jesús, que les envía a realizar su misión (a ofrece su perdón) del Señor resucitado.

Ésta es una experiencia comunitaria: Éste es el Jesús presente en los hermanos que se unen en su nombre y se perdonan, descubriéndose así transmisores de perdón:

– La Pascua es ante todo paz. Jesús saluda a sus discípulos dos veces, con la misma palabra: paz a vosotros (Eirênê hymin: 20,19.21). Sobre un mundo atormentado por la guerra y la violencia, ofrece Cristo paz fundante, creadora. Sobre una comunidad encerrada por el miedo extiende el Cristo pascual la gracia de su vida hecha principio de misión universal. Jesús es paz para aquellos que le reciben y para todos. Eso es pascua.

– La pascua es presencia gloriosa del crucificado. El Señor resucitado es el mismo Jesús que se entregó por los hombres. Como señal de identidad, como expresión de permanencia de su pasión salvadora, Jesús mostró a sus discípulos las manos y el costado (20, 20), en gesto que después va a recibir nuevo contenido ante el rechazo de Tomás (cf 20, 24-29). Creer en la pascua es descubrir el valor del sufrimiento, es descubrir a Jesús crucificado como Señor glorioso. En el fondo está la misma experiencia teológica de Lc: ¡Era necesario que el Cristo muriera…! (Lc 24, 26.46). En ese fondo está la más honda experiencia social: Jesús resucitado está en los que sufren sobre el mundo.

– La pascua se vuelve así Pentecostés. Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos diciendo recibid el Espíritu Santo (20,22), en gesto que evoca sin duda una nueva creación. El mismo Dios había soplado en el principio sobre el ser humano, haciéndole viviente (Gen 2, 7). Ahora sopla Jesús, como Señor pascual, para culminar la creación que en otro tiempo había comenzado. Leer más…

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Una aparición muy peculiar. Domingo 2º de Pascua. Ciclo B.

Domingo, 8 de abril de 2018
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expo3Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Todas las apariciones de Jesús resucitado son peculiares. Incluso cuando se cuenta la misma, los evangelistas difieren: mientras en Marcos son tres las mujeres que van al sepulcro (María Magdalena, María la de Cleofás y Salomé), y también tres en Lucas, pero distintas (María Magdalena, Juana y María la de Santiago), en Mateo son dos (las dos Marías) y en Juan una (María Magdalena, aunque luego habla en plural: «no sabemos dónde lo han puesto»). En Mc ven a un muchacho vestido de blanco sentado dentro del sepulcro; en Mt, a un ángel de aspecto deslumbrante junto a la tumba; en Lc, al cabo de un rato, se les aparecen dos hombres con vestidos refulgentes. En Mt, a diferencia de Mc y Lc, se les aparece también Jesús. Podríamos indicar otras muchas diferencias en los demás relatos. Como si los evangelistas quisieran acentuarlas para que no nos quedemos en lo externo, lo anecdótico. Uno de los relatos más interesantes y diverso de los otros es el del próximo domingo (Juan 20,19-31).

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

«Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:

«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

«Hemos visto al Señor».

Pero él les contestó:

«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

«Paz a vosotros».

Luego dijo a Tomás:

«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».

Contestó Tomás:

«Señor mío y Dios mío!».

Jesús le dijo:

«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Las peculiaridades de este relato de Juan

  1. El miedo de los discípulos. Es el único caso en el que se destaca algo tan lógico, y se ofrece el detalle tan visual de la puerta cerrada. Acaban de matar a Jesús, lo han condenado por blasfemo y por rebelde contra Roma. Sus partidarios corren el peligro de terminar igual. Además, casi todos son galileos, mal vistos en Jerusalén. No será fácil encontrar alguien que los defienda si salen a la calle.
  1. El saludo de Jesús: «paz a vosotros». Tras la referencia inicial al miedo a los judíos, el saludo más lógico, con honda raigambre bíblica, sería: «no temáis». Sin embargo, tres veces repite Jesús «paz a vosotros». Algún listillo podría presumir: «Normal; los judíos saludan shalom alekem, igual que los árabes saludan salam aleikun». Pero no es tan fácil como piensa. Este saludo, «paz a vosotros» sólo se encuentra también en la aparición a los discípulos en Lucas (24,36). Lo más frecuente es que Jesús no salude: ni a los once cuando se les aparece en Galilea (Mc y Mt), ni a los dos que marchan a Emaús (Lc 24), ni a los siete a los que se aparece en el lago (Jn 21). Y a las mujeres las saluda en Mt con una fórmula distinta: «alegraos». ¿Por qué repite tres veces «paz a vosotros» en este pasaje? Vienen a la mente las palabras pronunciadas por Jesús en la última cena: «La paz os dejo, os doy mi paz, y no como la da el mundo. No os turbéis ni os acobardéis» (Jn 14,27). En estos momentos tan duros para los discípulos, el saludo de Jesús les desea y comunica esa paz que él mantuvo durante toda su vida y especialmente durante su pasión.
  1. Las manos, el costado, las pruebas y la fe. Los relatos de apariciones pretenden demostrar la realidad física de Jesús resucitado, y para ello usan recursos muy distintos. Las mujeres le abrazan los pies (Mt), María Magdalena intenta abrazarlo (Jn); los de Emaús caminan, charlan con él y lo ven partir el pan; según Lucas, cuando se aparece a los discípulos les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de palparlo para dejar claro que no es un fantasma, y come delante de ellos un trozo de pescado. En la misma línea, aquí muestra las manos y el costado, y a Tomás le dice que meta en ellos el dedo y la mano. Es el argumento supremo para demostrar la realidad física de la resurrección. Curiosamente se encuentra en el evangelio de Jn, que es el mayor enemigo de las pruebas física y de los milagros para fundamentar la fe. Como si Juan se hubiera puesto al nivel de los evangelios sinópticos para terminar diciendo: «Dichosos los que crean sin haber visto».
  1. La alegría de los discípulos. Es interesante el contraste con lo que cuenta Lucas: en este evangelio, cuando Jesús se aparece, los discípulos «se asustaron y, despavoridos, pensaban que era un fantasma»; más tarde, la alegría va acompañada de asombro. Son reacciones muy lógicas. En cambio, Juan sólo habla de alegría. Así se cumple la promesa de Jesús durante la última cena: «Vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os la quitará» (Jn 16,22). Todos los otros sentimientos no cuentan.
  1. La misión. Con diferentes fórmulas, todos los evangelios hablan de la misión que Jesús resucitado encomienda a los discípulos. En este caso tiene una connotación especial: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo». No se trata simplemente de continuar la tarea. Lo que continúa es una cadena que se remonta hasta el Padre.
  1. El don de Espíritu Santo y el perdón. Mc y Mt no dicen nada de este don y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio lo sitúa en este momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los pecados. ¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la confesión sacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros evangelios, la misión de los discípulos está estrechamente relacionada con el bautismo. Parece que en Juan el perdonar o retener los pecados tiene el sentido de admitir o no admitir al bautismo, dependiendo de la preparación y disposición del que lo solicita.

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2º Domingo de Pascua. 08 Abril, 2018

Domingo, 8 de abril de 2018
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“La paz esté con vosotros”

(Jn 20, 19-31 )

En este Segundo domingo de Pascua nos encontramos a Jesús deseando la paz a sus discípulos. Y lo hace en tres ocasiones… por si se despistaban en la primera…

El Evangelio comienza: “al atardecer de aquel día”. El mismo domingo en que Pedro y Juan vieron el sepulcro vacío, en que María de Magdala se encontró con Jesús Resucitado y le confundió con el jardinero… Aquel día, al atardecer, cuando comenzaba la oscuridad, estaban encerrados, paralizados por el miedo ¿De qué nos inmoviliza nuestro miedo?

Jesús se presenta en medio de los discípulos (hombres y mujeres). Ya no se aparece solo a María. Se hace presente ante la comunidad. Quiere transmitir su mensaje a todas las personas que le han estado siguiendo.

Y les dice paz a vosotros. En la actualidad parece que esta palabra tiene el significado de ausencia de guerra. Pero estamos tan necesitadas… La humanidad grita paz; nuestras sociedades, familias y comunidades, la buscamos en el trabajo, en nuestra forma de relacionarnos… Anhelamos paz en nuestras entrañas, allí donde nos encontramos con Dios…

“Sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. El aliento, en la Biblia, nos habla de vida. En el Génesis, en la Creación del hombre, podemos leer: “Dios sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”. Jesús quiere transmitirse, entregar su Espíritu Santo, a los discípulos a través de esa expiración…

Los discípulos, al ver al Señor, se llenan de alegría. Existe un gran contraste con el miedo anterior. El encuentro con Jesús Resucitado cambia la vida.

Esa paz que les transmite… La tercera vez (el número tres en las Biblia nos habla de plenitud) que Jesús lo repite es cuando la comunidad está completa, cuando Tomás también se encuentra reunido con los discípulos. A veces, cuando las cosas no son como nos gustarían, tenemos la tentación de huir, ya sea físicamente, emocionalmente, mentalmente… Es en comunidad donde recibimos la paz, donde somos enviadas, donde Jesús nos entrega la Santa Ruah.

Oración

Trinidad Santa, sopla tu aliento de vida sobre nosotras. Entréganos tu paz.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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En la comunidad se encuentra la Vida.

Domingo, 8 de abril de 2018
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image2Jn 20, 19-31

Este relato es la clave para entender la teología de todas las apariciones pascuales. No nos quieren decir qué pasó sino transmitirnos su vivencia. La experiencia pascual demostró que solo en la comunidad se descubre la presencia de Jesús vivo. La comunidad es la garantía de la fidelidad a Jesús y al Espíritu. Es la comunidad la que recibe el encargo de predicar. La misión de anunciar el evangelio no se la han sacado ellos de la manga sino que es el principal mandato que reciben de Jesús.

Juan es el único que desdobla el relato de la aparición a los apóstoles. Con ello personaliza en Tomás el tema de la duda, que es capital en todos los relatos de apariciones. El primer día de la semana”. Dios hizo la creación en seis días. Jesús da comienzo a la nueva creación. En Jesús, la creación del hombre llega a su plenitud. El local cerrado a cal y canto delimita el espacio de la comunidad, fuera está el mundo hostil. Como el antiguo Israel están atemorizados ante el poder del enemigo.

Jesús aparece en el centro como factor de unidad. La comunidad está centrada en Jesús. No atraviesa la puerta o la pared, no recorre ningún espacio; se hace presente en medio de la comunidad. El saludo elimina el miedo. Las llagas, signo de su entrega, evidencian que es el mismo que murió en la cruz. La verdadera Vida nadie pudo quitársela a Jesús. La permanencia de las señales de muerte, indica la permanencia de su amor. Garantiza además, la identificación del resucitado con el Jesús crucificado.

El segundo saludo les fuerza para la misión. Les ofrece paz para el presente y para el futuro. En los relatos de apariciones la misión es algo esencial; les había elegido para llevarla a cabo. La misión deben cumplirla, demostrando un amor total. Si toman conciencia de que poseen la verdadera Vida, el miedo a la muerte biológica no les preocupará en absoluto. La Vida que él les comunica es definitiva.

El verbo soplar, usado por Jn, es el mismo que se emplea en Gn 2,7. Con aquel soplo el hombre barro se convirtió en ser viviente. Ahora Jesús les comunica el Espíritu que da Vida. Se trata de una nueva creación del hombre. La condición de hombre-carne se transforma en hombre-espíritu. Esa Vida es la capacidad de amar como ama Jesús. Les saca de la esfera de la opresión y les hace libres (quita el pecado del mundo).

El Espíritu es el criterio para discernir las actitudes que se derivan de esa Vida. Debemos tener cuidado de no hacer decir a los textos lo que no dicen. El Espíritu no es la tercera persona de la Trinidad. Se trata de la Fuerza que les capacita para la misión. Del mismo modo, deducir de aquí la institu­ción de la penitencia es ir mucho más lejos de lo que permite el texto. El concepto de pecado que tenemos hoy no se elaboró hasta el s. VII. Lo que entendía entonces por pecado era algo muy distinto.

En la comunidad quedará patente el pecado de los que se niegan a dar su adhesión a Jesús. Ni Jesús ni la comunidad condenan a nadie. La sentencia se la da a sí mismo cada uno con su actitud. El Espíritu permite a la comunidad discernir la autenticidad de los que se adhieren a Jesús y salen del ámbito de la injusticia al del amor.

La referencia a “Los doce”, designa la comunidad cristiana como heredera de las promesas de Israel. Tomás había seguido a Jesús pero, como los demás, no le había comprendido del todo. No podían concebir una Vida definitiva que permanece después de la muerte. Separado de la comunidad, no tiene la experiencia de Jesús vivo. Una vez más se destaca la importancia de la experiencia compartida en comunidad.

Hemos visto al Señor. No se trata una visión ocular sino de la presencia de Jesús que les ha trasformado porque les comunica Vida. Les ha comunicado el Espíritu y les ha colmado del amor que brilla en la comunidad. El relato insiste. Jesús no es un recuerdo del pasado, sino que está vivo y activo entre los suyos. A pesar de todo, los testimonios no pueden suplir la experiencia; sin ella Tomás es incapaz de dar el paso.

A los ocho días… Cuando se escribe este texto, la comunidad ya seguía un ritmo semanal de celebraciones. Jesús se hace presente en la celebración comunitaria, cada ocho días. La nueva creación del hombre que Jesús ha realizado durante su vida, culmina en la cruz el día sexto. Estaban reunidos dentro, en comunidad, es decir, en el lugar donde Jesús se manifiesta, en la esfera de la Vida, opuesto a “fuera“, el lugar de la muerte. Tomás, reintegrado a la comunidad, puede experimentar lo que no creyó.

La respuesta de Tomás es extrema, igual que su incredulidad. Al llamarle Señor, reconoce a Jesús y lo acepta dándole su adhesión. Al decir “mío” expresa su cercanía. Jesús ha cumplido el proyecto, amando como Dios ama. “Aquel día experimentaréis que yo estoy identificado con mi Padre”. “Quien me ve a mí, ve al Padre”. Dándoles su Espíritu, Jesús quiere que ese proyecto lo realicen también todos los suyos.

Tomás tiene ahora la misma experiencia de los demás: Ver a Jesús en persona. El reproche de Jesús se refiere a la negativa a creer el testimonio de la comunidad. Tomás quería tener un contacto con Jesús como el que tenía antes de su muerte. Pero la adhesión no se da al Jesús del pasado, sino al Jesús presente que es, a la vez, el mismo y distinto. El marco de la comunidad hace posible la experiencia de Jesús vivo.

La experiencia de Tomás no puede ser modelo. El evangelista elabora una perfecta narración de apariciones y a continuación nos dice que no es esa presencia externa la que debe llevarnos a la fe. La demostración de que Jesús está vivo tiene que ser el amor manifestado. La advertencia es para los de entonces y para todos nosotros. El mensaje queda abierto al futuro. Muchos seguirán creyendo aunque no lo vean.

El mensaje para nosotros hoy es claro: Sin una experiencia personal, llevada a cabo en el seno de la comunidad, es imposible acceder a la nueva Vida que Jesús anunció antes de morir y ahora está comunicando. Se trata del paso del Jesús aprendido al Jesús experimentado. Sin ese cambio, no hay posibilidad de entrar en la dinámica de la resurrección. Que Jesús siga vivo no significa nada si yo no vivo.

Meditación

Mi principal tarea es descubrir esa Vida que Dios ya me ha dado.
No en confiar en que un día tendré lo que ahora no tengo.
Para confiar en lo que ya tengo,
primero hay que descubrirlo, aceptarlo y vivirlo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Comunidad de bienes.

Domingo, 8 de abril de 2018
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comunidadfeSólo si encuentras paz en ti mismo encontrarás una verdadera conexión con los demás. (Película Antes del amanecer)

8 de abril. II domingo de Pascua

Jn 20, 19-31

Jesús repitió: Paz con vosotros. Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros

En primera lectura de este domingo, los Hechos de los Apóstoles nos invitan a participar en esta Comunidad de Bienes, a crear un cuerpo social con ella: “La multitud de los creyentes tenía una sola alma y un solo corazón. No llamaban propia a ninguna de sus posesiones, antes lo tenían todo en común” (Hch 4, 32). A mi entender esto debe extenderse también al hecho de la donación sí mismo y a compartir con los demás, no solo los bienes materiales sino los espirituales. No solo monedas, también nuestras sonrisas, afecto, el perdón de sus errores, nuestro saber, nuestros hobbies y todo cuanto a entender nuestro pueda proporcionar felicidad a los otros.

La película estadounidense Antes del amanecer (1995), dirigida por Richard Linklater dice uno de los protagonistas: “Sólo si encuentras paz en ti mismo encontrarás una verdadera conexión con los demás”. Conexión en la paz, en la que Jesús repitió a los Apóstoles con alusión al Padre: “Paz con vosotros. Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros” (Jn 20, 21). Debieron quedar todos muy pensativos considerando la gran responsabilidad que les había caído encima; a ellos y a todos sus sucesores. ¿Hemos considerado alguna vez que también es competencia nuestra dicha responsabilidad? ¿O quizás las palabras de Jesús nos dejaron con ojos de lechuza y boquiabiertos, para luego meter la cabeza bajo el ala hasta el amanecer y emprender después vuelo igualmente quizás a no se sabe dónde?

En el epílogo de su obra Jalones para una teología del laicado, el dominico Yves Congar (1904-1995) cuenta la siguiente anécdota, que atribuye al cardenal Gasquet. Un catecúmeno pregunta a un sacerdote: “¿Cuál es la posición de un laico en la Iglesia?”. El sacerdote responde: Es doble: primero, ponerse de rodillas ante el altar: segundo, sentarse frente al púlpito”. El cardenal Gasquet añade: “Olvido una tercera: meter la mano en el portamonedas”. p 138

Gerald Maurice Edelman (1929-2014) fue un biólogo estadounidense que obtuvo el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1972 por sus descubrimientos sobre el sistema inmunitario. Mantenía particular interés en el estudio de la conciencia. Sus tesis pretenden ofrecer una tesis completa de la conciencia dentro de una visión biológica general. La teoría de Edelman busca explicar la conciencia en términos de la morfología del cerebro. En El Universo de la conciencia, dice: queremos dejar bien claro que no consideramos que la conciencia en toda su plenitud surja únicamente del cerebro; creemos que las funciones superiores del cerebro precisan interactuar con el mundo y con las personas”.

Quizás sea el momento de recordar el tema del servicio, tan prolíficamente ejercido por Emily Dickinson y tan reiterado en el Nuevo Testamento. El evangelista Marcos, por ejemplo, lo menciona con el término griego “diácono” en el cap. 20, vers. 26, cuando la madre de los Zebedeos pedía los primeros puestos en el Reino de los Cielos para sus hijos. La respuesta de Jesús fue contundente diciendo que él no había venido a ser servido, sino a servir. Y Marcos repite de nuevo la palabra “diácono”. ¿Encontraste también esta sentencia en tu mochila?

La poetisa estadounidense Emily Dickinson (1830-1886) nos lo reitera poéticamente en su Poema 632:

El cerebro – es más amplio que el cielo –
y si los pones juntos,
el uno contendrá al otro
holgadamente, y a ti también
.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Tener vida en su nombre.

Domingo, 8 de abril de 2018
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0703still-doubting-jn-granville-gregoryJn 20,19-31

¡El Crucificado ha resucitado! Aquel a quien hemos contemplado clavado en una cruz, ¡está vivo!

¿Acaso no lo reconocemos también nosotros? Jesús, que sabe bien de nuestras oscuridades y terquedades, de los miedos y bloqueos que nos habitan, se hace presente en medio de nuestras vidas abriendo las puertas cerradas y pacificando nuestro interior: paz a vosotros”. Así nos lo repite una y otra vez. Insistentemente. Pacientemente.

Él viene a nuestro encuentro y se empeña en re-crearnos, exhalando su aliento sobre nosotros como lo hizo Dios en el principio de todo. Ahí donde sigue habitando el caos, la incertidumbre y la desconfianza, él ofrece alegría, paz y fortaleza. Alienta nuestra fe y renueva nuestras relaciones personales y comunitarias. Gratuitamente. Con infinito amor. Con el mismo con el que nos anunció la Buena Nueva y nos liberó de nuestras enfermedades. Con el que se puso a nuestros pies para lavarlos. Con el que entregó su vida hasta el final.

Hoy, resucitado, sigue exponiéndose, dejándose tocar sin resistencias, mostrando sus heridas, permitiendo -incluso- que, como Tomás, “metamos el dedo en la llaga”… ¡Qué paradójico resulta! Las señales de la Resurrección se hallan ahí donde antes se encontraban los signos de dolor y muerte. Sólo si asumimos esta realidad podremos testificar, como los primeros discípulos, que ¡el Crucificado ha resucitado!

Sí… ¡El Resucitado es el Crucificado!

Son éstas, sus heridas y llagas en unas manos tendidas y un costado abierto, las señales que el Resucitado nos muestra para que podamos reconocer las cicatrices que nos han curado (Is 53,5). Son éstas las señales que nos muestra para que podamos poner también nuestros ojos en las heridas que siguen abiertas en nuestro mundo, en las manos y costados de tantas hermanas y hermanos, de tantos pueblos, de nosotros mismos. El Resucitado sigue cargando con ellas e invitándonos a tocarlas, a acariciarlas, a acogerlas… a reconciliarnos con las que sea necesario hacerlo, a empeñarnos en la transformación de aquellas que son fruto de la injusticia y del mal.

¡Señor mío y Dios mío!

A este Señor adoramos, en este Dios creemos. En el que siempre nos da una nueva oportunidad para encontrarnos con él y reconocerle vivo a pesar de nuestras cegueras y pesadumbres. En el que siempre coge nuestra mano para acercarla a la herida abierta y mostrarnos, en las huellas dejadas por los clavos, que la muerte no tiene la última palabra. En el que nos convierte, por gracia, en testigos de su presencia.

Que su paz aliente nuestro anuncio alegre para que otros puedan creer y, creyendo, todos tengan vida en su Nombre.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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Si en la Iglesia no hay paz, alegría e ilusión, no es la Comunidad de Jesús.

Domingo, 8 de abril de 2018
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paz-a-ustedesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

El texto de hoy es realmente un tejido que forma un tapiz de hermosas evocaciones. Por otra parte, este relato es como la conclusión del camino, del proceso de los discípulos hacia la fe en el Señor resucitado.

01. CUANDO CRISTO NO ESTÁ EN LA IGLESIA.

Cuando JesuCristo no está en una comunidad, ese grupo se encuentra “al anochecer, con las puertas cerradas y con miedo.”

¿No será este el caso de nuestra propia diócesis? ¿No vivimos en una noche doctrinal, en una cerrazón espartana a todo pensamiento, libertad y creatividad? ¿No se tiene miedo a la libertad y diversidad teológicas o simplemente miedo a la libertad de pensamiento? ¿No vivimos con miedo a las ideologías, no tenemos pavor a los logros de las ciencias? ¿no condenamos “todo lo que se mueve” en nuestro derredor? ¿No vivimos con miedo a la propia jerarquía? (Con la amable excepción del papa Francisco).

02. LO CENTRAL Y ESENCIAL EN LA IGLESIA ES CRISTO: PAZ, ALEGRÍA Y ÁNIMO
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En el evangelio de hoy podemos apreciar que lo esencial en la Iglesia es la presencia de Cristo en medio de la comunidad.

Cuando Cristo se hace presente en aquella iglesia naciente, recobran la PAZ, la ALEGRÍA (los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor) y el ÁNIMO: recibid ESPÍRITU.

Mirémonos nosotros personal y diocesanamente si vivimos en paz, con alegría e ilusión.

¿Y si en vez de cuidar el “orden público” de la supuesta ultraortodoxia, la precisión ritualista, la exactitud dogmática y la “disciplina de partido”, cuidáramos y cultiváramos la PAZ de nuestras gentes, la ALEGRÍA o cuando menos la serenidad y la ilusión, el ÁNIMO de nuestros curas, laicos y creyentes, religiosos, mojes y monjas? Las diócesis no se gobiernan en “estado de excepción” permanente, sino apacentad el rebaño que Dios os ha confiado, no a la fuerza, sino de buen grado, como Dios quiere … no como déspotas con quienes os han sido confiados, sino como modelos del rebaño, (1Ped 5,2-3).

Una institución en la que no hay PAZ, ALEGRÍA y GANAS DE VIVIR (ESPÍRITU), no es la comunidad, no es la iglesia de Jesús. Puede que sea una disciplinada agencia de servicios religiosos: misas, funerales, bautismos, etc, pero no la iglesia de Jesús.

03. NO ES BUENO QUE EL HOMBRE ESTÉ SOLO. TOMÁS NO ESTABA EN EL GRUPO.
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Tomás no estaba en el grupo.

Los seres humanos somos comunitarios, sociales. Nos nacen nuestros padres, vivimos en familia, recibimos la cultura de nuestro pueblo, la fe la vivimos en comunidad eclesial, los idiomas son comunitarios, lo mismo que los valores, etc.

Las fugas y marginaciones de nuestro habitat comunitario son problemáticas, difíciles.

 Cuando uno marcha o rompe con su familia, se crea una situación difícil para todos.

 No es fácil dejar la vida comunitaria de un convento, de una comunidad religiosa.

 Cuando se ha de salir del propio pueblo-cultura por razones de trabajo (migraciones), de exilio (situaciones políticas), etc. no son cosas sencillas.

 Lo mismo en la vida eclesial: cuando se producen rupturas, separaciones, etc., la cosa es problemática.

¿A qué viene esto?

Fuera del grupo, de la vida comunitaria uno vive dislocado, hace frío, se está mal.

Tomás -probablemente decepcionado- ha marchado del grupo. Mientras Tomás está “afuera”, no cree, posiblemente andaba despistado (fuera de pista), descentrado.

Tal vez a nosotros nos pasa algo por el estilo. ¿Cómo nos va o nos ha ido la vida “al margen” de la comunidad, en las rupturas familiares, en las disensiones eclesiásticas, ideológico-políticas? En más de una ocasión hemos podido tener la tentación ¿por qué seguir en esta iglesia?

Es difícil vivir a “descampado”.

04. TOMÁS VUELVE AL GRUPO.

A los ocho días Tomás se reincorpora al grupo. Son “Los otros discípulos” son los que le comunican: hemos visto al Señor.

La educación, la fe, la cultura nos la transmiten siempre “los otros”, la familia, el pueblo, la iglesia. Es muy difícil vivir siempre sólo y al margen de alguna comunidad humana y de la comunidad cristiana. No se puede ser “cristiano por libre”, como no se puede ser familia por libre o no se pertenece a un pueblo por libre, sino con un cierto sentido social, comunitario.

Dicho de otra manera, uno no hace un pueblo, ni una cultura, ni una familia, ni una iglesia de modo individual.

Y es que vivir en comunidad es algo tan natural y espontáneo como difícil y en ocasiones, duro. La vida matrimonial y familiar es muy hermosa, pero en determinados momentos y situaciones es problemática, lo mismo que la vida socio-política, y eclesiástica. Pero no es menos cierto que somos socio-comunitarios.

04. JESÚS SE ACERCA A TOMÁS, AL SER HUMANO, CON SUS “HERIDAS CURADAS”. SUS HERIDAS (LLAGAS) NOS HAN CURADO (1PEDRO 2,25).

Jesús no reprocha nada a Tomás. Jesús no se avergüenza de sus hermanos aunque le han abandonado, le han negado, incluso le han traicionado.

Jesús se acerca a la frustración y angustia de Tomás, como se acerca a todo ser humano: a los dos de Emaús, a la hemorroísa, a la samaritana, al ciego, a los leprosos, a los epilépticos, etc.

Jesús le muestra a Tomás sus “heridas sanadas”. Las heridas son el recuerdo de la redención y estamos sanados por sus heridas. Sus heridas nos han curado, (1Pedro 2,25).

La herida, la frustración de Tomás, como las viejas cuestiones familiares, las polémicas eclesiásticas, enfrentamientos políticos, etc., no estaban sanadas todavía.

Una herida está curada cuando ya no rezuma amargura y rencor y es fuente de luz y de paz.

Perdonar no es olvidar, sino que perdonar es recordar de otra manera. No perdamos la memoria. Sería una de las mayores violencias que podríamos cometer. Lo que nos constituye en personas es lo que decidimos olvidar y lo que decidimos recordar y el modo como decidimos recordarlo. No ser capaces de recordar es no saber quiénes somos. Pero no recordemos violenta y rencorosamente.

Las heridas de Cristo han sanado y nos han sanado desde el amor. No es sano que las heridas, las viejas heridas históricas continúen hurgando nuestra existencia. Las heridas, las llagas pueden también hablar de reconciliación. Perdonar es recordar “lo que pasó”, pero desde el amor. Es más humanizador el amor que el odio. La verdadera sanación no es pretender volver atrás, a “paraísos originales” perdidos definitivamente. Pedro amará al Señor siempre desde su pecado, sus negaciones, lo mismo que los demás discípulos y que nosotros.

En el momento actual de nuestro pueblo y de nuestra iglesia diocesana, estas cosas adquieren una relevancia especial: la pacificación, el respeto, el pluralismo, el perdón, son valores decisivos, que no se pueden olvidar ni pisotear.

La iglesia prestaría un gran servicio político y evangélico a nuestro pueblo y a nuestras comunidades si nos acercásemos a nuestra memoria con amabilidad de la paz, reconciliación y perdón.

La comunión eclesial no se va a establecer a trompetazos doctrinales ni decretos, ni golpes de poder, sino desde la amabilidad y encuentros salvíficos como el de Jesús con los Once.

05. TOMÁS TOCA LAS HERIDAS DEL SEÑOR.

En una primera acepción las heridas son las heridas de Jesús crucificado. Tocar las heridas del Señor es tocar la vida, el sufrimiento de la vida, las heridas de nuestros hermanos que sufren. ¿Qué otra cosa puede significar aquello de que: te vimos hambriento, enfermo o encarcelado?

Cuando nos acercamos y “tocamos” las heridas y el sufrimiento de nuestros hermanos, esas heridas nos sanan, nos resucitan a nosotros y nos hacen salir de nuestro “ego” profundo y aislado “fuera de la comunidad” humana. Sus heridas: las del Señor y las de nuestros hermanos, nos han curado.

LA COMUNIDAD DEL SEÑOR

Es Cristo, la memoria eclesial de Cristo quien nos sana y ayuda a vivir en paz, la ilusión (espíritu), la esperanza y la misericordia.

Solamente a Cristo le decimos: SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO

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