Los salesianos presentan ‘Love’, un documental sobre la prostitución infantil en Sierra Leona
Niñas que venden su cuerpo para poder comer
Jorge Cristafulli, salesiano: “En Sierra Lona se respeta más a un perro que a una niña que se prostituye”
(José Manuel Vidal).- “En Sierra Leona se respeta más a un perro que a una niña”. Lo asegura, tajante el salesiano Jorge Cristafulli, que lleva 23 años en África y los tres últimos en Freetown, dedicado en cuerpo y alma a rescatar “del infierno de la explotación sexual” a niñas menores de edad, que se prostituyen en sus calles “para poder comer”. Lo ha denunciado en la presentación, en Madrid, del documental ‘Love‘.
“Hay niñas que nacen, viven, trabajan, son explotadas y mueren en la calle. Niñas que hacen el trabajo de una prostituta adulta, y eso es algo inhumano“, explica el misionero, que lucha a brazo partido por sacarlas de ese infierno. Un infierno al que llegan, porque nacen ya en él o porque intentan escapar de la miseria. Como Aminata, una de las protagonistas del documental de Misiones Salesianas, dirigido por Raúl de la Fuente, premio Goya 2014.
Aminata se quedó huérfana de padre y madre durante la guerra civil que asoló el país. Para escapar del hambre huyó de su aldea y, con 13 años, se fue a Freetown, a vender su lindo cuerpecito por unos céntimos de euros, en chabolas donde decenas de menores se hacinan en menos de seis metros cuadrados.
Son los chamizos de Mabella y Brock Street, dos de las zonas más peligrosas de la capital de Sierra Leona, donde las niñas viven, comen, duermen y hace los ‘pases’, que es como llaman a los ‘servicios’ sexuales.
Ahí, entre cloacas y ratas, vivía Aminata. Pero, a pesar de la sordidez de su vida, nunca abandonó su sueño de ser alguien. Con 15 años, la encontró en la calle el padre Cristafulli y le ofreció un refugio con los salesianos, pero la niña, acostumbrada a su vida callejera, sólo aguantó un día.
Pasaron un par de años y el padre Cristafulli no dejó de buscarla ni de ofrecerle ayuda, para sacarla de la prostitución. “Insistí tanto que terminó dejándolo”. Y, un buen, día, Aminata reaccionó, aceptó los cien euros que el salesiano le ofreció y se fue a la aldea de su abuela, a vivir con ella y abrir allí una tiendecita y una peluquería. “Los sueños se cumplen, porque nunca nadie está perdido para siempre”, dice el religioso.
Sólo en la capital de Sierra Leona se calcula que hay 2.500 niñas víctimas de explotación sexual que viven en la calle. Y en todo el mundo, 223 millones de niños y niñas explotados sexualmente en todo el mundo. Cada año, un millón de menores, sobre todo niñas, entran en el mercado de la explotación infantil.
Una dinámica que se acentúa más si cabe en un país como Sierra Leona, de 7 millones de habitantes, donde más de la mitad de la población vive con 1,90 euros al día. Un país asolado por una guerra civil que dejó más de 120.000 muertos y, después, por la epidemia del ébola, que causó la muerte de 4.000 personas. “Un país paradigma del dolor”, como dice, resignado, el misionero.
El padre Cristafulli sabe que “la calle no es lugar para los niños y que las niñas esclavas sexuales también tienen derecho a soñar con un futuro diferente”. Y para rescatarlos, el salesiano creó, en 2016, el programa ‘Girls OS+’ para menores de 9 17 años en situación de prostitución de la asociación salesiana Don Bosco Fambul.
Esta asociación de la comunidad salesiana, que dirige el padre Cristafulli, emplea a 110 trabajadores sociales. Con ellos, el religioso se dedica a peinar las calles todos los días, a bordo del autobús Don Bosco, adaptado para llevar comida, pasar consulta médica, servir de aula o desplegar una carpa para juegos.
Cuando recogen a las niñas víctimas de la prostitución, lo primero que ls hacen es un análisis, para ponerles un tratamiento médico adecuado. “Casi todas tienen Sida, enfermedades de transmisión sexual o hepatitis”, dice Cristafulli. Después, las llevan a la casa salesiana y les dan ropa y comida. “Que sepan que no tienen que venderse para poder comer”. Y, al mismo tiempo, la escuela. “Porque la educación es básica para romper la dinámica de la miseria y de la explotación”.
Consciente de que la religión es algo fundamental en la vida de los africanos, también de las niñas, el salesiano les hace ver desde el principio que “Dios no las juzga ni las considera una basura, porque Dios no crea basuras; que al contrario, Dios los ama y los cuida”. “Escuchar algo así es música celestial para ellas y, cuando lo oyen y se convencen de ello, se transforman”, explica Cristafulli.
El religioso está orgulloso de “tantas historias de redención” que está consiguiendo. No sin riesgos, porque, al hacer lo que hace, se tiene que enfrentar a mafias y hasta a los poderes públicos, en ocasiones, corruptos y a la misma policía, que abusa de las niñas. “Hemos tenido amenazas de muerte, pero seguimos adelante, porque tenemos que asumir un papel profético”, dice.
Su sueño es poder rescatar a 300 niñas al año, por lo menos. Y para eso necesita ayuda. A eso ha venido a España. Con su documental bajo el brazo se va a Ginebra, a Estrasburgo y a Roma. A llamar a la puerta y a la conciencia de los organismos internacionales y europeos, y al corazón de la Iglesia católica.
Porque, como compatriota del Papa Francisco, Cristafulli sabe que Bergoglio fustiga sin cesar la trata de personas y quiere mejor “una Iglesia herida y sucia que otra limpita, que no se mancha las manos en la lucha contra la miseria”, dice el cura rescatador, al que el productor del documental, Alberto López, no dudó en calificar como “un Don Bosco del siglo XXI”.
Fuente Religión Digital
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