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Archivo para Domingo, 25 de marzo de 2018

¿Quién es este que viene?

Domingo, 25 de marzo de 2018
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Domingo de Ramos

*

¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.

***

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
Ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: “¡Hosanna!”, y haceos,
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.

*

(Himnos de las Primeras Vísperas y de los Laudes de la Liturgia de las Horas del Domingo de Ramos, )

***

No se puede abordar la vida de Jesús a sangre fría, porque ahí se juega el destino del hombre: Jesús se presenta como el Maestro de la vida.

          Sus lágrimas nos conmueven aún más al aproximarse el domingo de Ramos, donde asistimos a una especie de triunfo del Señor que no le lleva a engaño. Pocos días antes de su crucifixión, lleva sobre sí a toda la humanidad, a toda la historia, a todo el universo, a la luz de esta revelación formidable que hará de la muerte de Dios una afirmación de su omnipotencia.

          ¿Cómo puede llorar Dios? ¿Qué significa esto? ¿No se repite hasta el infinito que Dios es omnipotente? Pues bien, no: lo que Dios ha revelado al mundo es precisamente el fracaso de un Dios que se revela como amor, que no es otra cosa que amor. ¿Y qué puede hacer el amor? Sólo amar. Y cuando el amor no encuentra amor, cuando siempre choca con un rechazo obstinado, se queda impotente, y sólo puede ofrecer las propias heridas. Si Dios no se hubiese comprometido con nuestro destino y nuestra historia hasta morir en la cruz, sería un Dios incomprensible y escandaloso. Por suerte, Jesús nos ha librado de tal escándalo y ha abierto los ojos de nuestro corazón: él imprime en lo más hondo de nuestra alma ese rostro de un Dios silencioso, de un Dios incapaz de obligarnos y que se entrega en nuestras manos, de un Dios que nos concede un crédito insensato; de un Dios, finalmente, que no puede entrar en nuestra historia sin el consentimiento de nuestro amor. Quien no se aleja de sí mismo para tomar contacto con Jesús no puede pretender haberlo encontrado.

*

Maurice Zundel,
Scintille, Cinisello B. 1990, 98s.

***

***

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“Identificado con las víctimas”. Domingo de Ramos – B (Marcos 14,1–15,47)

Domingo, 25 de marzo de 2018
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domingo_ramos_b-600x400Ni el poder de Roma ni las autoridades del Templo pudieron soportar la novedad de Jesús. Su manera de entender y de vivir a Dios era peligrosa. No defendía el Imperio de Tiberio, llamaba a todos a buscar el reino de Dios y su justicia. No le importaba romper la ley del sábado ni las tradiciones religiosas, solo le preocupaba aliviar el sufrimiento de las gentes enfermas y desnutridas de Galilea.

No se lo perdonaron. Se identificaba demasiado con las víctimas inocentes del Imperio y con los olvidados por la religión del Templo. Ejecutado sin piedad en una cruz, en él se nos revela ahora Dios, identificado para siempre con todas las víctimas inocentes de la historia. Al grito de todos ellos se une ahora el grito de dolor del mismo Dios.

En ese rostro desfigurado del Crucificado se nos revela un Dios sorprendente, que rompe nuestras imágenes convencionales de Dios y pone en cuestión toda práctica religiosa que pretenda darle culto olvidando el drama de un mundo donde se sigue crucificando a los más débiles e indefensos.

Si Dios ha muerto identificado con las víctimas, su crucifixión se convierte en un desafío inquietante para los seguidores de Jesús. No podemos separar a Dios del sufrimiento de los inocentes. No podemos adorar al Crucificado y vivir de espaldas al sufrimiento de tantos seres humanos destruidos por el hambre, las guerras o la miseria.

Dios nos sigue interpelando desde los crucificados de nuestros días. No nos está permitido seguir viviendo como espectadores de ese sufrimiento inmenso alimentando una ingenua ilusión de inocencia. Hemos de rebelarnos contra esa cultura del olvido que nos permite aislarnos de los crucificados, desplazando el sufrimiento injusto que hay en el mundo hacia una «lejanía» donde desaparece todo clamor, gemido o llanto.

No podemos encerrarnos en nuestra «sociedad del bienestar», ignorando a esa otra «sociedad del malestar» en la que millones de seres humanos nacen solo para extinguirse a los pocos años de una vida que solo ha sido sufrimiento. No es humano ni cristiano instalarnos en la seguridad olvidando a quienes solo conocen una vida insegura y amenazada.

Cuando los cristianos levantamos nuestros ojos hasta el rostro del Crucificado, contemplamos el amor insondable de Dios, entregado hasta la muerte por nuestra salvación. Si la miramos más detenidamente, pronto descubrimos en ese rostro el de tantos otros crucificados que, lejos o cerca de nosotros, están reclamando nuestro amor solidario y compasivo.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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“Pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte”. Domingo 29 de marzo de 2015. Domingo de Ramos

Domingo, 25 de marzo de 2018
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24-ramosB cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 50,4-7: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.
Salmo responsorial: 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Filipenses 2,6-11: Se rebajo, por eso Dios lo levantó sobre todo.
Marcos 14,1-15,47: Pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte.

Un año más, pedimos disculpas a quienes buscarán un comentario bíblico-teológico «normal» para un domingo de Ramos; esperamos que podrán encontrarlo fácilmente en la red. Nosotros esta vez queremos volver a tratar de hacer un comentario pensando en aquellas personas que –como también nosotros ante el comentario que teníamos ya redactado– se sienten mal ante ese conjunto de conceptos bíblicos que se repiten y enlazan indefinidamente sin salir de un bucle teológico-litúrgico dentro el cual muchos de nosotros –que pensamos como personas seculares, de la calle, con las preocupaciones diarias de la vida– sentimos que casi nos asfixiamos.

En efecto, muchos de nuestros comentarios bíblicos al uso pareciera que se mueven en «otro mundo», un mundo propio de referencias teológicas intrasistémicas, que funcionan con una lógica diferente a la real, y que parecen estar de antemano inmunizados contra toda crítica, porque, en ese ambiente bíblico-litúrgico al que están destinados, en las homilías, todo debe ser escuchado y recibido sin discusión, sin espíritu crítico, «con mucha fe». Los que tenemos una fe más o menos crítica, una fe que no quiere dejar de ser de personas de hoy y de la calle, nos preguntamos: ¿es posible celebrar la semana santa de otra manera? ¿Así como buscamos «otra forma de creer», hay «otra forma de celebrar y acoger la semana santa»?

Veamos. Comencemos preguntándonos: ¿qué sienten, qué sentimos, ante la semana santa, muchas personas creyentes de hoy?

Muchos creyentes adultos (trabajadores, profesionales de las más variadas ramas, y también intelectuales, o simples personas cultas) se sienten mal cuando, en semana santa, por la especial significación de tales días, o por acompañar a la familia –y con el recuerdo de una infancia y juventud tal vez religiosa–, entran en una iglesia, captan el ambiente, y escuchan la predicación. Se sienten de pronto sumergidos de nuevo en aquel mundo de conceptos, símbolos, referencias bíblicas… que elaboran un mensaje sobre la base de una creencia central que fuera del templo uno nunca se encuentra en ningún otro dominio de la vida: la «Redención». Estamos en Semana Santa, y lo que celebramos –así perciben en el templo– es el gran misterio de todos los tiempos, lo más importante que ha ocurrido desde que el mundo es mundo: la «Redención»… El «hombre» fue creado por Dios (sólo en segundo término la mujer, según la Biblia), pero ésta, la mujer, convenció al varón para que comieran juntos una fruta prohibida por Dios. Aquello fue la debacle del plan de Dios, que se vino abajo, se interrumpió, y hubo de ser sustituido por un nuevo plan, el plan de la Redención, para redimir al ser humano que cayó en «desgracia de Dios» desde la comisión de aquel «pecado original», debido a la infinita ofensa que dicho «pecado» le infligió a Dios.

Ese nuevo plan, de Redención, exigió la «venida de Dios al mundo», mediante su encarnación en Jesús, para así «asumir nuestra representación jurídica ante Dios y pagar por nosotros a Dios una reparación adecuada» por semejante ofensa infinita. Y es por eso por lo que Jesús sufrió indecibles tormentos en su Pasión y Muerte, para «reparar» aquella ofensa y redimir así a la Humanidad, y consiguiéndole el perdón de Dios y rescatándola del poder del demonio bajo el que permanecía cautiva.

Ésta es la interpretación, la teología sobre la que se construyen y giran la mayor parte de las interpretaciones en curso durante la semana santa. Y éste es el ambiente ante el que muchos creyentes de hoy se sienten mal, muy mal. Sienten que se asfixian. Se ven trasladados a un mundo imaginario que nada tiene que ver ni con el mundo real de cada día, ni con el de la ciencia, el de la información, o el del sentido más profundo de su vida. Por este malestar, otros muchos cristianos no sólo se han marchado de la semana santa tradicional, sino que se han alejado de la Iglesia.

¿Hay otra forma de entender la Semana Santa, que no nos obligue a transitar por el mundo manido de esa teología en la que tantos ya no creemos?

¿«No creemos», hemos dicho? Ante todo hay que decir –para alivio de muchos– que efectivamente, se puede no creer en tal teología. No se trata de ningún «dogma de fe» (si lo fuera, tampoco ello la haría creíble). Se trata de una genial construcción interpretativa del misterio de Cristo, debida a la intuición medieval de san Anselmo de Canterbury, que desde su visión del derecho romano, construyó, «imaginó» una forma de explicarse a sí mismo el secreto sentido de la muerte de Jesús. Estaba condicionado por muchas creencias propias de la Edad Media, e hizo lo que pudo, y lo hizo admirablemente: elaboró una fantástica interpretación que cautivó las mentes de sus coetáneos tanto, que perduró hasta el siglo XXI. Habría que felicitar a san Anselmo, sin duda.

El Concilio Vaticano II es el primer momento eclesial que supone un cierto abandono de la hipótesis de la Redención, o, para decirlo de otra manera, de una interpretación de la significación de Jesús más allá de la Redención. Por supuesto que en los documentos conciliares aparece la materialidad del concepto, numerosas veces incluso, pero la estructura del pensamiento y de la espiritualidad conciliar van más allá de él. El significado de Jesús para la Iglesia posconciliar –no digamos para la Iglesia con espiritualidad de la liberación– deja de pasar por la redención, por el pecado original, por los terribles sufrimientos expiatorios de Jesús y por la genial «sustitución penal satisfactoria» ideada por Anselmo de Canterbury… Desaparecen estas referencias, y cuando sorpresivamente se oyen, suenan extrañas, incomprensibles, o incluso suscitan rechazo. Es el caso de la película de Mel Gibson, que fue rechazada por tantos espectadores creyentes, no por otra cosa que por la imagen del «Dios cruel y vengador» que daba por supuesta, imagen que, evidentemente, hoy no sólo ya no es creíble, sino que invita vehementemente al rechazo.

¿Cómo celebrar la semana santa cuando se es un cristiano que ya no comulga con esas creencias? Uno se siente profundamente cristiano, admirador de Jesús, discípulo suyo, seguidor de su Causa, luchador por su misma Utopía… pero se siente mal en ese otro ambiente asfixiante de las representaciones de la pasión al nuevo y viejo estilo de Mel Gibson, de los viacrucis, los pasos de las procesiones de semana santa, las meditaciones las siete palabras, las horas santas que retoman repetitivamente las mismas categorías teológicas del san Anselmo del siglo XI… estando como estamos en el siglo XXI…

Bajo la semana santa que oficialmente se celebra, no dejan de estar, allá, lejos, bien adentro de sus raíces ancestrales, las fiestas que los indígenas originarios ya hacían sus celebraciones sobre la base cierta del equinoccio astronómico. Se trata de una fiesta que ha evolucionado muy diferentemente en cada cultura, y muy creativamente al ser heredada de un pueblo a otro, y al contagiarse de una religión a otra. Una fiesta que fue heredada y recreada también por los israelitas nómadas como fiesta del cordero pascual, y después transformada por los israelitas sedentarios como fiesta de los panes ácimos, en recuerdo y como reactualización de la Pascua, piedra angular de la identidad israelita… Fiesta que los cristianos luego cristianizaron como la fiesta de la Resurrección de Cristo, y que sólo más tarde, con el devenir de los siglos, en la oscura Edad Media, quedó opacada bajo la interpretación jurídica de la redención…

¿Por qué quedarse, pues, prendidos de una interpretación medieval, cautivos de una teología y una interpretación que no es nuestra, que ya no nos dice nada, y que podríamos abandonar porque ya cumplió su papel? ¿Por qué no sentirse parte de esta procesión tan humana y tan festiva de interpretaciones y hermenéuticas, de mitos y «grandes relatos» incesantemente renovados y recreados, y aportar nosotros también a esta trabajada historia nuestra propia parte, lo que nos corresponde hoy, con creatividad, responsabilidad y libertad? No podemos dejar de pensar que «Otra semana santa es posible»… ¡y urgente! Y también legítima, por lo menos.

No vamos a desarrollar aquí nosotros una nueva interpretación de estas fiestas. Bástenos ahora cumplir una pretensión doble: aliviar a los que se sentían culpables por desear que «otra semana santa fuera posible», por una parte, y, por otra, de invitar a todos a la creatividad, libre, consciente, responsable y gozosa. No en todas partes o en cualquier contexto será posible, pero sí lo será en muchas comunidades concretas. Si no lo es en la mía, podría serlo en alguna otra comunidad más libre y creativa que tal vez no esté muy lejos de la mía… ¿por qué no preguntar, por qué no buscarla?

Aunque los señalaremos concretamente en los próximos días, recordamos que los temas de la Pasión de Jesús están recogidos ampliamente en la serie «Un tal Jesús», principalmente en los episodios 106 a 126. Los audios y los guiones de estos episodios pueden recogerse libremente de http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/ Por su carácter dramatizado, y por la mentalidad crítica con la que ya pudo ser escrita hace treinta años, la serie «Un tal Jesús» presenta, de un modo muy pedagógico, la visión de la vida de Jesús desde la perspectiva de la teología de la liberación. Leer más…

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25.3.18. Domingo de Ramos, Jesús “purifica” el templo

Domingo, 25 de marzo de 2018
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29066243_947630852080774_2968241735171983849_nDel blog de Xabier Pikaza:

Varias veces he comentado en este portal la escena litúrgica del “Domingo de Ramos”, con la entrada triunfal de Jerusalén. Teniendo como fondo ese motivo, que los lectores de mi blog podrán buscar y encontrar con facilidad, he querido insistir hoy en la segunda parte de ese domingo, es decir, en el gesto de purificación del templo.

Jerusalén era una ciudad israelita, y en ella se encarnaban las promesas mesiánicas. Pero, al mismo tiempo, pertenecía al imperio de Roma, que vigilaba cuidadosamente las cosas del templo y de la tierra. En ese contexto han de entenderse las implicaciones político/económicas de fondo de Domingo, con la Entrada en la ciudad, el tributo al Cesar, y posible reinado mesiánico…

Pero, junto a eso, hoy quiero exponer de un modo especial el tema inmediatamente posterior y más fuerte, que es la Purificación del templo de Jerusalén. Ciertamente, este día de comienzo de Semana Santa tiene un nombre bueno, es el domingo de la Entrada Triunfal, Domingo de Ramos . Pero muchos pensamos que podría llamarse también Domingo de la Expulsión de los Vendedores del templo.

jesus-mercaderes_270x250También hoy, año 2018, como el año 30 d.C., es tiempo es tiempos ramos y cantos; pero es también Domingo de la Purificación del templo, es decir, de la expulsión de aquellos que lo habían (¿lo han?) convertido en Cueva de Ladrones (como dice el Evangelio de Marcos)… o en emporio de negocios (como dice el Evangelio de Juan).

Buen Domingo de Ramos a todos, buen comienzo de la Santa. Empecemos purificando el templo de nuestra vida persona, con el templo de la Iglesia.
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1. Entrada triunfal

Siendo líder religioso, Jesús vino como mesías político (cf. Mc 11, 1-11 y par), en busca del Reino de Dios, que debía establecerse precisamente en la ciudad de David. Los evangelios añaden que entró de un modo provocativo, a la vista de todos, como pretendiente mesiánico, conforme al “ritual de peregrino”, con una estrategia mesiánica, pues estaba convencido de la llegada del Reino de Dios, con el triunfo de los pobres .

1. Subió como aspirante mesiánico, no para ser sacrificado como víctima en el altar de la justicia de Dios, sino para anunciar e iniciar la llegada de su Reino, en la Ciudad Sagrada, partiendo de los pobres (hambrientos, impuros, expulsados del sistema israelita y romano), a quienes había ofrecido su mensaje en Galilea. Como buen judío, subió por la fiesta de Pascua, con otros galileos, para anunciar y preparar el Reino, la manifestación de Dios, a pesar del riesgo que implicaba su gesto.

Vino de un modo público, como pionero y representante de muchos que esperaban el Reino y lo hizo de un modo abierto por el Monte de los Olivos (cf. Mc 11, 1 ss), lugar por donde decían que el mismo Dios llegaría al fin de los tiempos (Zac 14, 4). De esa forma, su venida en Pascua, no fue un gesto privado, sino la expresión oficial de sus pretensiones, en Jerusalén, capital y principio de su Reino. Ciertamente, conocía los enfrentamientos entre sacerdotes y era consciente de los problemas que su gesto podía plantear al procurador romano (Poncio Pilato), que también había venido a la ciudad con un contingente de soldados, para mantener el orden por Pascua. A pesar de (o precisamente por) ello subió a Jerusalén, porque era momento propicio (la hora), para proclamar el Reino.

2. No vino a pactar con los sacerdotes, pues ello hubiera implicado asumir la validez de la economía del templo. Los que habían pactado con Roma eran jerarcas “oficiales”, en un plano económico y sa-cral, en un contexto de equilibrio de poder, compartido por unos y otros. Pues bien, Jesús no pudo ni quiso formar parte de ese pacto, sino que proclamó ante todos el Reino de Dios, como alianza univer-sal, desde los pobres, pacto superior de presencia de Dios, en la vida de los hombres.

Tampoco vino a negociar con Roma. Desde un tipo de perspectiva eclesiástica moderna, él po-dría, y quizá debería, haberlo hecho, enviando delegados a Pilato, para decirle que llegaba desarmado, y que no quería (ni podía) tomar la ciudad, ni provocar desórdenes externos, sino expresar y encarnar la identidad y misión del judaísmo, sin dañar directamente los intereses de Roma. Pero él no pudo ini-ciar ningún tipo de negociación en esa línea, pues ello hubiera implicado un “reparto” de poderes eco-nómico/sacrales, y lo que él quería era un Reino universal de Dios, sin imposición ni economía separa-da de la vida. Además, un gobernador romano sólo pacta con altos sacerdotes o jerarcas en línea de poder, no con hombres que rechazan el poder, como este profeta nazareno.

3. Llegó anunciando (proclamando) la llegada del Reino de Dios a pesar de que, humanamente hablando, parecía imposible que viniera de esa forma, respondiendo a la llamada del Dios de los profetas (su Abba), que le había confiado la tarea de instaurar con su palabra y vida el Reino universal de los pobres, que él había proclamado en Galilea y que debía extenderse, desde Jerusalén a todo el mundo. No podía apelar a la violencia, pues el Reino de Dios no se impone con armas ni dinero, sino gratuita-mente, transformando a las personas, que son el verdadero capital de Dios. Por eso vino desarmado, pero realizando un signo de política social, como pretendiente mesiánico, en la línea de David, y así se presentó en Jerusalén de forma pública, aprovechando (desplegando) los signos mesiánicos (regios) propios de los peregrinos de pascua (cf. Mc 11, 1-10).

Tras subir a la ciudad como rey, entró en el templo, para declarar, con un gesto nítido y preciso, que su función económico/religiosa templo había terminado, de manera que empezaba una etapa nue-va, un tiempo en que hombres y mujeres deberían relacionarse directamente con Dios y perdonarse unos a otros, a partir de los más pobres, sin necesidad de un templo como éste (cf. Mc 11, 11-30). Pro-vocadoramente vino sobre un asno prestado, sin más capital que su vida, acompañado por unos seguidores .

2. El templo, cueva de ladrones, casa de negocio

Tras haber entrado en Jerusalén como pretendiente mesiánico, para iniciar de esa forma su reinado, en nombre de Dios, frente al orden político/social de Roma y al sacerdotal de Jerusalén, con-forme al testimonio de los sinópticos (cf. Mc 11, 15-17 par), Jesús vino al templo para “limpiarlo”, es decir, para expulsar a los banqueros (cambistas) y a los comerciantes y vendedores de animales, pues quería que la casa de Dios, fuera espacio de oración y plenitud humana, no centro de tráfico económico, ni de sacrificios de animales.

Su entrada en el templo tiene un claro recuerdo histórico, aunque, tal como aparece ahora, ha sido cuidadosamente redactada por Marcos, con Mt y Lc, que la colocan al final de la vida pública de Jesús (como como detonante de su condena a muerte), y por Juan, que la sitúa al comienzo, como principio y sentido de su misión posterior. En ambos casos, el aspecto teológico-sacral del gesto tiene un fondo y sentido económico, como ratifican las dos palabras clave de Mc 11, 17 (que dice que el templo es una cueva de ladrones: spelaion lêstôn) y de Jn 2, 16 (que acusa a los sacerdotes de haberla convertido en casa de negocios: oikon emporiou).
A lo largo de siglos (desde su nueva consagración el 515 a.C.) el templo había sido signo de identidad del judaísmo y centro de una incesante disputa con persas y samaritanos, partidarios de su apertura universal y macabeos, esenios (qumramitas) y saduceos, casi siempre por motivos que ellos interpretan de un modo religiosos. Pues bien, Jesús de Nazaret lo critica y condena por razones básicamente económicas. Así presentan el gesto de Jesús en el templo las dos tradiciones fundamentales, la de Mc y la de Jn:

Y llegaron a Jerusalén y entrando en el templo
comenzó a expulsar a los que vendían y compraban en el templo.
Volcó las mesas de los cambistas
y los puestos de los que vendían las palomas,
y no consentía que nadie pasase por el templo llevando cosas.
Luego se puso a enseñar diciéndoles:
¿No está escrito: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos? Vosotros, sin embargo, la habéis convertido en cueva de ladrones.
Los sumos sacerdotes y escribas se enteraron y buscaban el modo de perderlo, pues tenían miedo, ya que toda la gente estaba asombrada de su enseñanza (Mc 11, 15-18)

Y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:Quitad esto de aquí; no convirtáis la casa de mi Padre en una casa de mercado. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: “El celo de tu casa me devora.
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: “¿Qué signos nos muestras para obrar así?” Jesús contestó: “Des-truid este templo, y en tres días lo levantaré.” Los judíos replicaron: “Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?” Pero él ha-blaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús (Jn 2, 14-22).

Jesús realiza un gesto simbólico de condena y destrucción del templo desde una perspectiva económica, centrada en el rechazo de los cambistas y vendedores de animales (al servicio de los sa-cerdotes), cuyas funciones eran necesarias para el culto conforme a la ley establecida. Derribar las mesas del dinero significaba rechazar el comercio sagrado, que se centraba en el cambio de monedas de impuesto sagrado, que cada uno traía de su propio pueblo o nación, por el shekel/siclo de Tiro, el único aceptable (por su estabilidad monetaria), y luego por la moneda simbólica del templo. Al mismo tiempo, ese gesto anunciaba, anticipaba y provocaba el derribo o destrucción del mismo templo, vin-culado a sacrificios y dinero . Leer más…

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Domingo de Ramos. Ciclo B

Domingo, 25 de marzo de 2018
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A8 DOMINGO DE RAMOS jpgDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Este domingo se lee el relato de la Pasión de Jesús en el evangelio de Marcos. Dada su extensión me limito a sugerir dos puntos de atención (Jesús y sus discípulos) y a ofrecer cuatro posibles lecturas de la pasión.

Dos puntos de atención

¿Quién es Jesús?

El relato del capítulo 15 supone un gran contraste con el de los dos anteriores, 13-14. En estos, Jesús se enfrenta a toda clase de adversarios en diversas disputas y los vence con facilidad. Ahora, los adversarios, derrotados a nivel intelectual, deciden vencerlo a nivel físico, matándolo (14,1). Lo que más se destaca en Jesús es su conocimiento y conciencia plena de lo que va a ocurrir: sabe que está cercana su sepultura (14,8), que será traicionado por uno de los suyos (14,18), que morirá sin remedio (14,21), que los discípulos se dispersarán (14,27), que está cerca quien lo entrega (14,42). Las palabras que pronuncia en esta sección están marcadas por esta conciencia del final y tienen una carga de tristeza. Como cualquiera que se acerca a la muerte, Jesús sabe que hay cosas que se pierden definitivamente: la cercanía de los amigos (“a mí no siempre me tendréis con vosotros”: 14,7), la copa de vino compartida (14,25). No falta un tono de esperanza: del vino volverá a gozar en el Reino de Dios (14,25), con los discípulos se reencontrará en Galilea (14,28). Pero predomina en sus palabras un tono de tristeza, incluso de amargura (14,37.48-49), con el que Marcos subraya ―una vez más― la humanidad profunda de Jesús.

Cuatro veces se debate en estos capítulos la identidad de Jesús: el sumo sacerdote le pregunta si es el Mesías (14,61), Pilato le pregunta si es el Rey de los judíos (15,2), los sumos sacerdotes y escribas ponen como condición para creer que es el Mesías que baje de la cruz (15,31-32), el centurión confiesa que es hijo de Dios (15,39). A la pregunta del sumo sacerdote responde Jesús en sentido afirmativo, pero centrando su respuesta no en el Mesías, sino en el Hijo del Hombre triunfante (14,62). A la pregunta de Pilato responde con una evasiva: “tú lo dices” (15,2). A la condición de los sumos sacerdotes y escribas no responde. Cuando el centurión lo confiesa hijo de Dios, Jesús ya ha muerto.

Los discípulos

Los datos son conocidos. Se entristecen al enterarse de que uno de ellos lo traicionará; pero, llegado el momento, todos huyen. Una vez más, Pedro desempeña un papel preponderante. Se considera superior a los otros, más fiel y firme (14,29), pero comenzará por quedarse dormido en el huerto (14,37) y terminará negando a Jesús (14,66-72). En este contexto de abandono total por parte de los discípulos adquiere gran fuerza la escena final del Calvario, cuando se habla de las mujeres que no sólo están al pie de la cruz, sino que acompañaron a Jesús durante su vida (15,40-41).

Cuatro lecturas posibles de los relatos de la pasión de Jesús.

La lectura de identificación personal y afectiva

El testimonio escrito más antiguo que poseemos en este sentido es el de san Pablo. A veces, cuando habla de la muerte de Jesús, lo hace con frialdad dogmática, recordando que murió por nuestros pecados. Pero en otra ocasión lo enfoca de manera muy personal y afectiva: “He quedado crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí. Y mientras vivo en la carne vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gal 2,19-20). En línea parecida, san Ignacio de Loyola, en la tercera semana de los Ejercicios espirituales, cuando se contempla la pasión, el ejercitante debe pedir “dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, llanto, pena interna de tanta pena como el Señor pasó por mí”.

La lectura indignada

Es la que practicamos todas las mañanas al leer el periódico, cuando acompañamos la lectura de los titulares y de las noticias con toda suerte de imprecaciones, insultos y maldiciones. Los relatos de la pasión cuentan tal cantidad de atropellos, injusticias, traiciones, que se prestan a una lectura indignada. Sin embargo, los evangelios nunca invitan al lector a indignarse con la traición de Judas, a maldecir a las autoridades judías o romanas que condenan a Jesús, a insultar a quienes se burlan de él, a sentir como en el propio cuerpo los azotes, la corona de espina o los clavos, a llorar la muerte de Jesús. En ningún momento pretenden los evangelios excitar los sentimientos y, mucho menos, fomentar el sentimentalismo.

La lectura detallada

http://www.4shared.com/postDownload/YtfXHj0K/pasion_en_mc.html

Mi comentario, que puede bajarse de la dirección indicada más arriba, consiste en una lectura del texto, prestando gran atención a cuatro aspectos:

1) la división minuciosa de cada episodio, que a veces quizá parezca exagerada, como cuando distingo siete momentos en el relato de la oración del huerto; pero es la única forma de no pasar por alto detalles importantes.

2) los protagonistas, advirtiendo qué hacen o no hacen, qué dicen o no dicen, cómo reaccionan, por qué motivos se mueven, qué sienten.

3) la acción que se cuenta y sus presupuestos; a veces predominará lo informativo, ya que ciertos detalles a veces no se conocen bien, como la celebración de la Pascua en el mundo judío y en Qumrán o el proceso ante el Sanedrín.

4) el arte narrativo de Mc, que a menudo no se tiene en cuenta, pero que sirve también para captar su teología.

Este tipo de lectura, aunque aplique el mismo método a todas las escenas, pone de relieve lo típico de cada una de ellas y deja claro que el relato de la pasión está formado por episodios aparentemente cotidianos y por otros terriblemente dramáticos, como la oración del huerto. Lo importante es captar el espíritu y mensaje de cada episodio y el mensaje global de cada evangelio.

La lectura interactiva y orante

Sería la respuesta personal al comentario anterior, reflexionando cada cual sobre lo que el texto le sugiere y lo que le invita a pedir.

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Domingo de Ramos. 25 de marzo, 2018

Domingo, 25 de marzo de 2018
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domingo-de-ramos

“El Señor los necesita”.

(Mt 21, 1-10)

El Domingo de Ramos es la puerta grande de la Semana Santa. Después el camino se irá estrechando y haciéndose cada vez más difícil, pero empieza a lo grande.

Jerusalén, la Ciudad Santa, recibe a Jesús entre gritos de júbilo y alabanza. Al llegar Jesús la gente espontáneamente empieza a alfombrar el camino con sus capas y con ramos. Y aclaman al que llega: “-Viva, bendito el que viene en nombre del Señor!¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Viva el Altísimo!”

Es una explosión de alegría que nadie sospecha que acabará dramáticamente. O quizá sí. El protagonista parece saber muy bien de qué va la historia. Es una historia de amor entregado.

Pero, ¿esas gentes que gritan alegres pueden sospechar que unos días más tarde vocearán el terrible: “-¡Crucifícale!, ¡Crucifícale!”?

Con todo, ¡no adelantemos acontecimientos! No vale, nosotros ya conocemos el final…

Pero hoy es Domingo de Ramos y en medio de todos esos gritos y gestos de alegría hay un detalle tierno que nos puede pasar desapercibido.

“El Señor los necesita”. ¿A quién necesita el Señor? Tendríamos que preguntar a las personas expertas pero en todo el evangelio solo aparece una necesidad de Jesús y es esta.

Jesús manda a sus discípulos con este recado: “Y si alguien os dice algo, diréis que el Señor los necesita, pero en seguida los devolverá.

¡Una borrica y su pollino! Eso es lo que Jesús necesita, y solo un ratito, porque “los devolverá pronto”. Es el gran día de Jesús, pero él solo necesita una borrica y su pollino. ¿Qué necesitaríamos nosotros si fuera nuestro gran día? ¿Pensaríamos en una borrica? ¡No! También es verdad que aquí, en nuestro primer mundo, una borrica es casi un animal exótico (¿quién ha visto de cerca una borrica en el último año?).

En tiempos de Jesús también era algo especial. No todo el mundo tenía una borrica. El mismo Jesús la toma prestada. Pero ya que tenía que pedirlo prestado podría haber pedido un caballo. Sin embargo a él le va lo humilde y además quiere “necesitarlo”. ¡Qué suerte!

Oración

Déjanos, en este Domingo de Ramos, ser la borrica. Deja que sintamos que nos necesitas. Amén.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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En la muerte de Jesús descubrimos la Vida.

Domingo, 25 de marzo de 2018
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aiss_10Mc 14-15

Como en el caso de la purificación del templo, no podemos pensar que la entrada en Jerusalén fue una manifestación multitudinaria. Hubiera sido la ocasión ideal, que los dirigentes judíos estaban esperando, para prender a Jesús. Probablemente se trató de un pequeño grupo de seguidores que se unieron a los discípulos en aclamaciones espontáneas. Jesús había desarrollado toda su actividad en Galilea, y la mayor parte de los peregrinos que venían a la fiesta eran galileos. Muchos de ellos reconocerían a Jesús, que también subía a Jerusalén, y se unieron a su grupo.

Lo verdaderamente importante en el relato de la pasión, está más allá de lo que se puede narrar. Lo esencial de lo que ocurrió no se puede meter en palabras. Lo que los textos nos quieren transmitir hay que buscarlo en la actitud de Jesús que refleja plenitud de humanidad. Lo importante no es la muerte física de Jesús sino descubrir por qué le mataron, por qué murió y cuales fueron las consecuencias de su muerte para los discípulos. Semana Santa es la ocasión privilegiada para plantearnos la revisión de nuestros esquemas teológicos sobre el valor de la muerte en la cruz.

Estamos en el mejor momento del año para tomar conciencia de la coherencia de toda la vida de Jesús. Dándose cuenta de las consecuencias de sus actos, no da un paso a tras, y las acepta plenamente. Es una advertencia para nosotros, que estamos siempre acomodándonos para evitar consecuencias desagradables. Sabemos que nuestra plenitud está en darnos a los demás pero seguimos calculando nuestras acciones para no ir demasiado lejos, poniendo límites “razonables” a nuestra entrega; sin darnos cuenta de que un amor calculado es egoísmo camuflado.

¿Por qué le mataron? La muerte de Jesús es la consecuencia directa de un rechazo frontal y absoluto por parte de los jefes religiosos de su pueblo. Rechazo a sus enseñanzas y rechazo a su persona. No debemos pensar en un rechazo gratuito y malévolo. Los sacerdotes, los escribas, los fariseos no eran gente depravada, que se opusieron a Jesús porque era buena persona. Eran gente religiosa que pretendía ser fiel a la voluntad de Dios, que ellos encontraban en la Ley. También para Jesús era prioritaria la voluntad del Padre, pero no la buscaba en la Ley sino en el hombre.

¿Era Jesús el profeta, como creían los que le seguían, o era el antiprofeta que seducía al pueblo? La respuesta no era tan sencilla. Por una parte, Jesús iba claramente contra la Ley y contra el templo, signos inequívocos del antiprofe­ta. Pero por otra, los signos de amor a todos eran una muestra de que Dios estaba con él, como apuntó Nicodemo. Lo mataron porque denunció a las autoridades religiosas que, con su manera de entender la religión, oprimían al pueblo. Le mataron por afirmar, con hechos y palabras, que el valor del hombre concreto está por encima de la Ley y del templo.

¿Por qué murió? No podemos saber lo que Jesús experimentó ante su muerte. Ni era un inconsciente ni era un loco ni era masoquista. Tuvo que darse cuenta que los jefes religiosos querían eliminarlo. Lo que nos importa a nosotros es descubrir las poderosas razones que Jesús tenía para seguir diciendo lo que tenía que decir y haciendo lo que tenía que hacer, a pesar de que estaba seguro que eso le costaría la vida. Tomó conscientemente la decisión de ir a Jerusalén donde estaba el peligro. Que le importara más ser fiel a sí mismo que salvar la vida es el dato que nosotros debemos valorar. Demostró que la única manera de ser fiel a Dios es ponerse del lado del oprimido.

No se puede pensar en la muerte de Jesús desconectándola de su vida. Su muerte fue consecuencia de su vida. No fue una programación por parte de Dios para que su Hijo muriera en la cruz y de este modo nos librará de nuestros pecados. Jesús fue plenamente un ser humano que tomó sus propias decisiones. Porque esas decisiones fueron las adecuadas, de acuerdo con las exigencias de su verdadero ser, nos han marcado a nosotros el camino de la verdadera salvación. Si nos quedamos con el Hijo, que murió por obediencia al Padre, hemos malogrado su muerte y su vida.

¿Qué consecuencias tuvo su muerte? Hay explicaciones teológicas de la muerte de Jesús que se siguen presentando a los fieles, aunque la inmensa mayoría de los exégetas y de los teólogos las han abandonado hace tiempo. No debemos seguir interpretando la muerte de Jesús como un rescate exigido por Dios para pagar la deuda por el pecado. Además de ser un mito ancestral, está en contra de la idea de Dios que el mismo Jesús desplegó en su vida. Un Dios que es amor, que es Padre, no casa muy bien con el Señor que exige el pago de una deuda hasta el último centavo.

Para los discípulos, la muerte fue el revulsivo que les llevó al descubrimiento de lo que era verdaderamente Jesús. Durante su vida lo siguieron como el amigo, el maestro, incluso el profeta; pero no pudieron conocer el verdadero significado de su persona. A ese descubrimiento llegaron por un proceso de maduración interior, al que solo se puede llegar por experiencia. La muerte de Jesús les obligó a esa profundización en su persona y a descubrir en aquel Jesús de Nazaret, al Señor, al Mesías al Cristo y al Hijo. En esto consistió la experiencia pascual. Ese mismo recorrido debemos hacerlo nosotros.

A nosotros hoy, la muerte de Jesús nos obliga a plantear la verdadera hondura de toda vida humana. Jesús supo encontrar, como ningún otro ser humano, el camino que debemos recorrer todos para alcanzar plenitud humana. Amando hasta el extremo, nos dio la verdadera medida de lo humano. Desde entonces, nadie tiene que romperse la cabeza para buscar el camino de mayor humanidad. El que quiera dar sentido a su vida, no tiene otro camino que el amor total, hasta desaparecer.

La interpretación de la muerte de Jesús determina la manera de ser cristiano. Ser cristiano no es subir a la cruz con Jesús, sino ayudar a bajar de la cruz a tanto crucificado que hoy podemos encontrar en nuestro camino. Jesús, muriendo de esa manera, hace presente a un Dios sin pizca de poder, pero repleto de amor, que es la fuerza suprema. En ese amor reside la verdadera salvación. El “poder” de Dios se manifiesta en la vida de quien es capaz de amar entregando todo lo que es.

Meditación

Ningún sufrimiento salva por sí mismo, tampoco el de Jesús.
Lo que salva es la fidelidad a su verdadero ser,
Vivir una verdadera humanidad, es perder el miedo a la muerte.
El miedo a la muerte es la esclavitud más difícil de superar.
Toda opresión nace de esta esclavitud.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Plenamente Humano.

Domingo, 25 de marzo de 2018
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domingo-de-ramosNo se puede ser cristiano sin ser desesperadamente humano (Teilhard de Chardin)

25 de marzo. Domingo de Ramos

Mt 21, 1-11

Cuando entró en Jerusalén, toda la población conmovida preguntaba: ¿Quién es éste? Y la multitud contestaba: Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.

En su película Últimos días en el desierto (2015), el director colombiano Rodrigo García explora un Jesús que desde su humanidad transforma a quienes se cruzan en su camino. García no quería mostrar al Jesús divino, elevado, como nos lo han mostrado algunos directores, sino uno más cercano con el que pudiéramos conectarnos de otra manera. Ewan McGregor, actor escocés, desempeña el papel de Jesucristo y de un demonio, que le acecha, le cuestiona y le reta. Jesús le responde, no con la divinidad que yace bajo su piel sino desde su humanidad, contestando con la certeza del que se sabe amado y siguiendo el instinto de su corazón.

Una fuerza interior que le lleva a la plenitud de su ser. Plenitud que, como nos cuenta Alma, Mahler repetía en su versión de artista una y otra vez: “Todas las creaturas de la naturaleza se engalanan sin cesar para Dios. Así que todo hombre tiene tan sólo una obligación: mostrarse ante Dios y ante los hombres tan hermoso como sea posible.

Y plenitud, como la que nos propone alcanzar “La danza de la flor”. La he danzado un jueves en Másquesilencio. Me encanta su forma y su significado, y también la música que mentalmente pongo en ella. De pie, el cuerpo erguido, pienso en la esencia de mi ser que, como el de todo rosal, hunde sus raíces en la tierra. Intento darle vida y, para ello, abro en cruz los brazos, doblo levemente las rodillas y, bajando el cuerpo, hago ademán de recoger en el cuenco de las manos la semilla que nace en el campo. Con ellas, juntas en gesto de oración, las elevo hasta mi corazón, las abro sobre él para entregársela y que le dé calor. Torno a cerrarlas, y las vuelvo a subir por el centro de mi rostro como haciéndola crecer hasta ser árbol. Voy abriendo mis brazos y los elevo con las manos abiertas hacia arriba hasta acariciar el cielo. Ofrezco esa simiente a la tierra que la crio y ha dado vida, y a cuantos crecen y viven en virtud de su fuerza. Finalmente bajo de nuevo las manos hacia el suelo, le doy gracias, y repito el gesto de devolverle la semilla para que continúe naciendo y dando frutos en eterna sementera. Te invito a bailar mi “Danza de la flor” y a ser feliz haciéndolo, como quizás lo fueron los que aclamaron a Jesús en su entrada en Jerusalén este domingo de mantas, de palmas y de ramos.

El jesuita granadino Leandro Sequeiros (1942), licenciado en Teología, doctor en Ciencias Geológicas y catedrático de Paleontología, nos propone un triunfante entrar en nuestro particular Jerusalén para reconciliarnos con nosotros mismos y trascendernos. No hace mucho le escuché decir en una conferencia: “Prestigiar, difundir y extender una dimensión espiritual para la armonía y reconciliación del ser humano con la realidad natural y social, puede ser un primer paso para reencontrarse con uno mismo y reivindicar la posibilidad de trascender nuestra propia limitación intelectual, social y emocional. Y todavía no hemos llegado a lo religioso y menos aún a lo cristiano”.

Teilhard de Chardin, otro sabio y también científico como Sequeiros, también reiteró la necesidad de crecer y de dar vida a nuestra vocación de discípulos de Jesús: “No se puede ser cristiano sin ser desesperadamente humano”. ¿No será ésta la respuesta mejor a la pregunta que hacía aquella mañana el pueblo? “Cuando entró en Jerusalén, toda la población conmovida preguntaba: ¿Quién es éste? Y la multitud contestaba: Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea” (Mt. 21, 10-11).

Un profeta visionario, peregrino del Espíritu, que nos enseñó, en boca de San Juan de la Cruz, a darle a la caza alcance.

LA GAVIOTA

Soñé que era gaviota y que volaba
el cercano Ecuador de Tierra y Cielo.
Yo confiado navegaba
al socaire del aire de tus alas.

¿Cómo haces, gaviota,
peregrina del Viento,
para amar nuestra Tierra
y liberarte
de las frías cadenas de los cielos?

”Solamente… ¡¡Porque también yo sueño
realidades!!”

(NATURALIA. Los sueños de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Verdaderamente este hombre es el hijo de Dios.

Domingo, 25 de marzo de 2018
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stlonginDomingo de Ramos

La mujer del perfume y el centurión son dos figuras centrales en los últimos capítulos del evangelio de Marcos. Ella y él van a ser quienes orienten a quien escucha o lee el evangelio en como han de entender este momento de la vida de Jesús. Ellos son intérpretes fiables del significado y consecuencias de la cruz de Jesús.

Lo buscaban para prenderlo

Jesús llega a Jerusalén como un profeta, dispuesto a proclamar el sueño de Dios en la ciudad del poder, a desafiar las fronteras legales y religiosas que impedían a muchos hombres y mujeres tener acceso al encuentro con Dios.

Su acción en el templo había provocado el temor de los poderosos que se sentían desafiados por la autoridad soberana del maestro y comenzaron a buscarle para prenderlo (Mc 14, 1-2).

A Jesús, por su parte, se le conmovían las entrañas por los pequeños y pequeñas de este mundo, explotados, invisibilizados por los rituales ostentosos y los privilegios de unos pocos. Contemplar la ciudad santa con su magnifico templo encogía sus entrañas porque no era así como su Abba quería encontrarse con sus hijos e hijas. Pero el enemigo era poderoso y sabía que permanecer fiel al Dios del reino podía costarle la vida.

La mujer del perfume

En Betania, en casa de Simón el leproso, Jesús comparte la mesa con amigos y discípulos. Una mujer innominada entra y lleva a cabo un gesto de gran osadía que provoca el malestar de muchos de los allí reunidos: ungió a Jesús con perfume.

Los allí presentes, seguramente en su mayoría varones, se sentían honrados de compartir la comida con el maestro, lo escuchan convencidos de la verdad de su mensaje, pero parecen no haber contado con las consecuencias que puede tener entrar a forma parte de la comunidad del Reino. Esta mujer, sin embargo, lo ha entendido y eso le ha dado fuerzas para entrar, quizás sin ser invitada, y derramar sobre la cabeza de Jesús un perfume caro.

Curiosamente nadie se pregunta qué significa el gesto, si no que muchos critican el derroche que supone gastar un perfume tan caro.

Jesús recibe agradecido el gesto de la mujer y comprende porque lo ha hecho. Ella ha ungido solemnemente a Jesús como Mesías, pero lo ha hecho en una casa, sin intermediarios, sin solemnidades, solo con su fe proclamada y expresada a través de un gesto sencillo pero cargado de significado.

El maestro confronta con sus amigos por no saber acoger a la mujer y no solo les explica el valor de lo que ella ha hecho, sino que les invita a recordarlo siempre que se anuncie la buena noticia del Reino.

Esta mujer ha sido capaz de ver más allá y entender que Jesús está comenzando a vivir el momento más duro de su misión y que es ahora cuando hay que apostar con él por arriesgar y entregar la vida. Ella lo unge como mesías, lo confirma en su misión de liberación y reconstrucción de un pueblo hundido y extraviado. Ella, sin palabras, lo proclama mesías porque ya está dicho todo, es el momento definitivo, el momento de la gratuidad, la humildad, la bondad como único argumento.

Por eso su gesto ha de ser recordado, porque la buena noticia es la de un Dios que actúa con misericordia y bondad y nadie puede imponerla, ni condicionarla a rituales y normas. La Buena noticia ha de ser proclamada como el gesto de esta mujer, derrochando y si esperar nada a cambio. Así será también la entrega de Jesús.

Este hombre es verdaderamente el hijo de Dios

El centurión romano, ante la cruz de Jesús, hace la confesión clave de todo el evangelio. Al verlo crucificado entiende lo que sus discípulos no habían entendido: que la grandeza de Jesús no estaba en sus acciones portentosas, sino en su capacidad de dar la vida por entregar el amor al mundo sin reservas, sin condiciones. Él, como el siervo de Isaías, no rompe la caña cascada, ni el pábilo vacilante; se ha dejado vencer para mostrar al Dios de los pequeños/as y desvalidos/as, al Dios que rechaza la venganza, que reconcilia, que pacifica. La divinidad de Jesús es reconocida en su mayor postración su grandeza en su mayor debilidad.

En la mirada de un hombre vencido descubre este pagano la acción salvadora de Dios. En la pasión de su mensaje y su actuar descubre la mujer la gratuidad del Abba que derrocha sin límites amor, perdón y bondad.

Carmen Soto

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Domingo de Ramos

Domingo, 25 de marzo de 2018
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laurus-nobilis-1Del blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:

01. DOMINGO DE RAMOS: ENTRADA HUMILDE EN JERUSALÉN. 

En el Domingo de Ramos evocamos la entrada de Jesús en Jerusalén. Fue una entrada humilde. Jesús no entra como un presidente o un mesías poderoso. No entra en un carro de combate, ni en una limusina, ni en silla gestatoria.

Jesús entra como un Mesías sencillo, débil, sin parafernalia. Las cosas de Jesús van por otros derroteros, el cristianismo van por otro lado: por la humildad, servicio (siervo de los siervos). 

Necesitamos que entren no los poderosos, los tanques, los grandes economistas, el capital, sino el servicio, la entrega, la bondad.

Cuando entremos en el pueblo, en un ambiente, en la familia, en un pensamiento, mejor es que vayamos sencillamente por la vida y no con prepotencia y poder, juzgando a todos y todo e imponiendo nuestras teologías y leyes.

JesuCristo entra también en nuestra vida con la misma sencillez que en Jerusalén. No lo convirtamos en un mesías autoritario y prepotente.

Nuestra entrada en la vida ¿se parece a la de Jesús?

02. ESTA ES NUESTRA TRADITIO.

cruzPara nosotros, -mejor o peor: cristianos-, la Semana Santa es muy valiosa. Y cuanto más sencilla, más valiosa. En ella celebramos cuestiones de hondo calado humano y existencial: la humildad en la vida, la actitud de servicio a los demás (lavatorio de los pies), el pan de vida, acogemos el perdón que desciende de la cruz, miramos con hondura y esperanza la muerte y la Vida (Resurrección).

Es lo que hemos recibido (traditio), lo que se nos ha entregado. Es lo que da sentido a nuestra vida. Lo que celebramos en Semana Santa es de una gran densidad existencial.

Con respeto hacia otras culturas y tradiciones, así mismo con respeto hacia quienes consideran la Semana Santa como unas vacaciones de verano anticipadas, como cristianos disfrutamos en silencio y en nuestro interior aquello que da sentido a nuestra vida.

03. CONFIANZA RADICAL DE JESÚS EN DIOS PADRE.

Jesús es muy consciente de la situación, de su situación. No huye.

El domingo de Ramos termina en el domingo de Pascua. El Éxodo termina en la libertad y en la tierra de promisión, la muerte en la Vida.

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