Tercer Domingo de Cuaresma. 04 de marzo, 2018
“Jesús fue a Jerusalén.”
Jesús se dirige a Jerusalén, lugar donde está situado el templo. Templo de piedra, de tradición, donde la ley es la norma. En él se encontraba el arca de la Alianza y, por lo tanto, la presencia de Dios.
Lo que pone de relieve este texto es que la absolutización de la religión trae los totalitarismos. La dualidad entre lo profano y lo religioso ha provocado demasiado enfrentamiento y sufrimiento entre los humanos.
La superación del templo significa la superación de la religión. No en el sentido de que haya que dejarla de lado, sino en darle un nuevo sentido. Refrescar la Buena Noticia.
Jesús lo pone de manifiesto: el templo se corrompe, se llena de consumo, “las monedas al suelo”, y todo esto forma parte de la dinámica del templo.
Sin embargo, Jesús inaugura una época nueva, no la de la ley, sino la de la experiencia, la del Encuentro.
Él también tuvo que expulsar fuera de sí muchos “animales”, todos aquellos que no le permitían vivir en la coherencia, y le sometían a la ira, el miedo, el no entender…
Siento que hoy Jesús nos habla de no vaciar de contenido lo esencial. Las piedras son piedras, pero su cuerpo es templo del Espíritu. Un templo que no admite cambistas, ni trueques, ni animales. Admite ser espacio vacío, desalojado de todo aquello que no le permite vivir en ese silencio y soledad que hacen que el Espíritu haga en Él su morada.
Un cuerpo que no lo pueden destruir los poderes del mundo. Cuerpo que muere para ser transformado. Un cuerpo como el de Jesús que está habitado por el Espíritu y que nadie puede destruir, porque el espíritu vive a pesar de las normas. En la fluidez que da la libertad de pensar, sentir y obrar en coherencia, en esa autenticidad de llevar a cabo la voluntad de Dios.
Jesús es el ser humano libre, que crece en la medida que experimenta el amor por su Padre y por las personas, por eso su ser se dilata y dinamiza a medida que se expone al amor del Espíritu.
Las piedras son duras, rígidas, solo son receptáculos. Si pierden el espíritu, son edificios muertos, son obras de arte que nos recuerdan otros tiempos, por eso Jesús inaugura un templo nuevo, SU CUERPO, un cuerpo que se llena de vida, a medida que se vacía de si mismo para llenarse del Amor de Dios.
La cuaresma es una puesta a punto para ver, sentir si nuestro templo es flexible, dinámico o es rígido, cerrado. ¿Estamos habitadas por nuestros quisiéramos, podríamos, tendríamos, o por el contrario, dejamos espacio al Espíritu?
ORACIÓN
Padre, ayudanos a poner a punto nuestro cuerpo para que sea templo, como lo fue el de Jesús, dinamizado por tu espíritu.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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