4.3.18. Diez Mandamientos. El 8º: No robar personas
Dom 3 Cuaresma, ciclo b. Del evangelio de este domingo (Jn 2, 13-25) trataré el próximo día , insistiendo en la tarea de limpiar el templo, de forma que no sea mercado al servicio de sus funcionarios (sacerdotes…).
Hoy comento la primera lectura (Ex 20, 1-17), con el Decálogo que recoge los mandamientos de Dios, que son propios del Sinaí, que es también el Dios de la Alianza (así aparecen en Dt 5).
Estos mandamientos son un texto clave de la tradición israelita y universal, con sus mandamientos más “religiosos” (1-4) que sitúan al hombre ante Dios y sus mandamientos más sociales (5-10), formulados de un modo universal, regulando las relaciones de los hombres con otros hombres.
En esta postal expongo y comento los mandamientos de la Biblia (según la lectura de Ex 20), no los que ha matizado después la tradición cristiana, cambiando incluso su numeración, insistiendo en dos temas principales:
1. Los mandamientos son una de las primeras y más hondas formulaciones de los derechos (y deberes) humanos,que en esa línea mantienen toda su actualidad.
2. Quiero insistir en el mandamiento 8ª, que dice no robarás, y que se refiere ante todo al robo de personas, un mandamiento que debe recordarse en este tiempo en el que sigue existiendo el robo y trata de personas.
El tema está tomado básicamente del Gran Diccionario de la Biblia. Buen domingo a todos.
Texto. Decálogo (Ex 20, 1-17)
Introducción
En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud.
Primera tabla
1. No tendrás otros dioses frente a mí.
2. No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso: castigo el pecado de los padres en los hijos, nietos y biznietos, cuando me aborrecen. Pero actúo con piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos.
3. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Fíjate en el sábado para santificarlo.
4. Durante seis días trabaja y haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el forastero que viva en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra, y el mar y lo que hay en ellos. Y el séptimo día descansó: por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó.]
Segunda tabla
5. Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar.
6. No matarás.
7. No cometerás adulterio.
8. No robarás.
9. No darás testimonio falso contra tu prójimo.
10. No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él.”
Introducción, Dios habla. Ex 20, 1-2
En aquellos días el Señor(=Elohim) pronunció todas estas palabras diciendo: Yo soy Yahvé, tu Dios, que te saque de Egipto, de la esclavitud.
Los mandamientos aparecen en este contexto (Ex 19-20) como revelación de Dios (Ex 19-24), su palabra más profunda, para iluminar al hombre, a fin de que comprenda el misterio de su ser, el don y tarea de su vida.
El Dios de la teofanía anterior (Ex 19),envuelto en humo y cabalgando en fuego sobre el terremoto (que aparecía en Ex 19), pierde aquí sus rasgos cósmicos de miedo y prepotencia, para presentarse como legislador moral que hace posible (fundamenta) la existencia madura de los hombres.
Esperando al Dios terrible nos ha llevado Moisés hasta la falda de la montaña ardiente (no a una simple zarza como en Ex 3,2), para ponernos cara a cara ante el fuego de Dios y hemos podido sentir por un momento el pavor/admiración sagrada. Pero luego, ese pavor se vuelve palabra de enseñanza. No goza Dios en hacer demostraciones de su fuerza ante nosotros sino en darnos como fuente de vida su palabra.
Entendidos en ese contexto, los diez mandamientos son la revelación de nuestro ser más hondo; emerge en ella algo más grande que nosotros, alguien que al amarnos (liberarnos del lugar de esclavitud, de Egipto) nos permite ser humanos.
Que el ser humano pueda vencerse a sí mismo, superando su egoísmo ; que logre valorar el bien de todos y buscarlo de un modo generoso… esa es la prueba de que Dios se ha revelado en nuestra historia. Evidentemente, no han sido los israelitas los primeros en saberlo y en decirlo; pero ellos lo han sabido y dicho de una forma intensa, concentrada, quizá definitiva.
Los diez mandamientos constituyen el centro de la Ley israelita y así empiezan introducción muy significativa: «Yo soy Yahvé, tu Dios, que te saque de Egipto, de la esclavitud» (Ex 20, 2; Dt 5, 6). No empiezan siendo reglas de conducta universal, que se fundan en sí mismas, ni mandados de un Elohim o Dios que se revela en todas las naciones, sino expresión de la identidad israelita, palabra del mismo Yahvé liberador.
Ellos expresan el tipo de vida que se deriva precisamente de esa liberación. No son imposiciones para esclavos, ni dictados de un rey sobre sus súbditos, sino expresión de una vida en libertad. Pueden dividirse en dos «tablas», una de tipo más expresamente israelita, otra más universal.
Primera tabla. Mandamientos sagrados, israelitas:
Estos son los mandamientos propios de los israelitas, como pueblo escogido, que ha descubierto la soberanía y unidad de Dios, que no permite a su lado otros dioses. Este monotelismo exclusivista (¡sólo Yahvé!) define la identidad israelita, hasta el día de hoy.Según la tradición bíblica son cuatro mandamientos (no los tres que ha recogido la tradición cristiana, reuniendo los dos primeros).
1. No tendrás otros dioses frente a mí. Dios no forma parte de un “mundo” más amplio de figuras sagradas. Es único, no por egoísmo, sino porque lo da todo, se da todo. Eso significa que en el fondo de toda realidad hay un sentido único, un principio de vida universal, un poder liberador… Lo único que sabemos de él es que nos ha sacado de Egipto, que es un Dios liberador, que nos ha creado y nos hacer.
2. No te harás ídolos, figura alguna…. Aquí no se dice que no hagas figuras de otros dioses (de Zeus o Marduk…), sino que no hagas figura de Yahvé, que no intentes representarlo, con imágenes de astros, de animales… de personas. No intentes manipular a Dios, utilizarle… Sabes que la imagen de Dios es el hombres (¡Dios hizo al hombre a su imagen, varón y mujer los creó…, Gen 1, 27-28). Por eso, si quieres “ver” a Dios mira a los hombres, respétales como divinos, ámales como humanos y necesitados. Del Dios en sí no hagas imagen alguna.
3. No pronunciarás el nombre de Yahvé, tu Dios, en vano. Este mandamiento completa el sentido del anterior. Antes se había dicho “no hagas imagen de Dios”, ahora se añade “no hables de él”, no intentes explicar su misterio, muéstrate ante él con reverencia. Los judíos rabínicos, tomando al pie de la letra esta mandato, no dicen “Yahvé”, no pronuncian su nombres, sino que se callan o ponen en su lugar otra palabra: El Señor, el Nombre, el Poder, el Santo etc. Los cristianos nos atrevemos a interpretar ese mandato diciendo que el nombre de Dios es “Padre”, y que él se ha revelado por Jesús, según el evangelio…
4. Fíjate en el sábado para santificarlo…. No hay en el decálogo ningún mandato “religioso particular” (como los cinco mandamientos de la Iglesia cristiana: ir a misa, confesarse…). El único mandamiento es el “Sábado”, con su sentido más profundo de respetar el ritmo de Dios en nuestra vida: Un día a la semana recordar y agradecer su creación; un día a la semana descubrir que el mundo es sagrado, que no podemos manipularlo… Dejar de “trabajar” (de imponernos, de dominar…), volver al equilibrio de la vida como don de Dios (en un sentido de ecología radical)
Yahvé no sólo es único, sino que está más allá de todos los signos e imágenes que definen, en general, la presencia de otros dioses. Prohibir las imágenes significa descubrir a Dios en la Palabra y el Pacto, en la comunicación personal.
Este Dios sin imagen es un Dios cuyo Nombre no se puede evocar o manipular al servicio propio. Por eso es absolutamente necesario respetar la distancia de Dios, su identidad divina, más allá de las pretensiones de los hombres.
Segunda tabla. Mandamientos éticos: derechos y deberes humanos.
Ex 20, 12-17; Dt 5, 16-21.
Los anteriores estaban más centrados en Israel, marcando la identidad de los seguidores de Yahvé. Los que ahora siguen tienen un carácter más universal: pueden aplicarse a todos los hombres. Es como si la misma singularidad (expresada en los mandatos anteriores) hiciera posible una apertura ilimitada hacia los hombres
En nuestros catecismos suelen ser siete (pues del último se hacen dos, separando el no desear las cosas de tu prójimo… y no desear la mujer de tu prójimo). Entendidos en sentido radical estos mandamientos trazan la primera tabla de derechos (y deberes) humanos de occidente.
Ciertamente, el pensamiento griego había descubierto y valorado también una serie de derechos y deberes humanos… Más tarde lo ha hecho (finales del siglo XVIII), la Revolución Francesa y después, en el siglo XX, tas la Segunda Guerra Mundial (en contra de los nazis), en la Asamblea de las Naciones Unidas (Paris 1948). Pues bien, en el principio de esos “derechos” (y deberes) humanos están estos seis mandamientos del decálogo
(5) Honra a tu padre y a tu madre…. Este mandamiento comienza ratificando el valor del “origen” de la vida, esto es, del varón y la mujer como padres, del hombre como hijo. La vida no es algo que los hombres han conquistado por sí mismos, ni es objeto de una fabricación “industrial”, sino don de unos padres, por eso es necesaio honrarles (agradecerles, cuidarles…) es el primero de los mandamientos éticos. En ese sentido, el hombre o mujer al que le llega al mandamiento es ante todo un hijo-hija, alguien que ha nacido por gracia de otros, y que así debe mostrarlo con su agradecimiento
(6) No matar (no cometerás homicidio).Esta mandamiento ratifica el valor sagrado de la vida en cuanto tal. Éste es el valor supremo del hombre y la mujer, su vida. En el principio y base todo derecho está ese valor y ese derecho, como signo supremo de Dios (para los creyentes), como valor absoluto en sí mismo. Resulta difícil mantener el valor de este mandamiento, en un mundo que justifica la guerra y que establece la pena de muerte… Pero allí donde este mandamiento se oscurece termina la ley, se pierde toda humanidad. En el principio no está el Estado, ni el Capital, ni el Templo… El el principio está cada ser humano, cuya vida debe respetarse Este mandamiento negativo (no matar…) ha de invertirse en forma positiva: Crea vida, defiéndela, poténciala…
(7) No cometerás adulterio. Valor sagrado de la familia. La Biblia no quiere ni puede respetar y valorar sólo al hombre como aislado (cada uno por sí mismo), sino al hombre en pareja, en comunidad. Por eso, el respeto a la “pareja” (en este caso a la mujer, desde la perspectiva del varón) es un mandamiento esencial. Adulterar es “quitarle al otro su pareja”, es destruir la unidad sagrada que forman dos personas. Mirado así, el valor de aquel con quien con-vivo (mi esposo, mi esposa) es tan sagrado como mi propia vida.
(8) No robarás. Valor sagrado de la libertad. Comentaré a continuación el sentido de este mandamiento…
(9) No darás falso testimonio contra tu prójimo. Valor sagrado de la verdad. No se trata de mentir en general, sino de mentir en un juicio, pudiendo hacer que con tu testimonio se condena a otro a la muerte o se le castigue. Esta es la verdad fundante de la vida, la que se mantiene ante un tribunal, la que permite que el otro viva en seguridad. En esa línea, toda mentira o falso testimonio en un tribunal es semejante al asesinato o adulterio
(10) No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva… Este mandamiento ratifica los valores sagrados del prójimo…, empezando por su familia (mujer) y siguiendo por sus posesiones (siervos, animales domésticos,casa…). Este es un mandamiento arcaico, pues formula el tema desde una perspectiva patriarcalista de varón… Pero en otro sentido es el más hondo de los mandamientos, pues nos sitúa ante el propio “deseo”, que es ya principio de pecado. En esa línea ha sido formulado de manera poderosa por una larga tradición, que aparece especialmente en Pablo, cuando presenta el “no desear” o “desear bien” (Rom 13, 9) como clave de la vida humana.
Ampliación. OCTAVO MANDAMIENTO: NO ROBAR PERSONAS
Ese mandamiento prohíbe en sentido original el robo de personas, pues de personas tratan los dos mandamientos anteriores (el de no matar y el de no adulterar). El robo de personas se compara y vincula de esa forma con el homicidio y con el adulterio, que era en aquella cultura el más horrible de todos los pecados, visto desde la perspectiva de varón/marido y de sus hijos.
Pues bien, en ese contexto el robo y trata de personas (especialmente de mujeres) constituye el más alto de todos los robos, que aquí aparece en toda su crudeza, mientras que el 10º mandamiento condena el “robo en general”, rechazando de raíz el “deseo” dirigido a las posesiones de un varón propietario: casa, mujer, esclavo, asno…).
Este matiz de “robo de personas” (propio del 8º mandamiento de la Biblia, que en nuestros “catecismos” aparece como 7º), entendido como pecado originario se ha ido perdiendo más tarde, de manera que la prohibición de robar se ha universalizado y aplicado a todo tipo de hurtos, de una forma ya poco significativa (que no puede compararse al no matar y no adulterar).
Pues bien, según la Biblia, el robo más significativo, el que está más perseguido y castigado es el robo de personas, por obra de los duros traficantes de “mafias” políticas o sociales, al servicio de los grandes imperios del entorno (asirios, babilonios, egipcios…) o de los intereses comerciales de los ricos. Intermediarios de ese robo de personas eran básicamente los mercaderes fenicios.
La intención básica de este 8º mandamiento era impedir el robo-secuestro y venta de personas, cortando de raíz una lacra esencial de la nueva cultura monetaria. Evidentemente, en esa línea, se comienza prohibiendo y castigando el rapto o robo, como dicen los dos códigos fundamentales de Israel:
‒ Código de la Alianza: «Quien rapte a un persona para venderla o retenerla es reo de muerte» (Ex 21, 16). Esta ley forma parte de la legislación criminal, y va unida a la ley contra el homicidio y contra el maltrato de los padres (cf. Ex 21. 12-16, lo mismo que en Decálogo).
‒ Deuteronomio: «Si a un hombre ha raptado a uno de sus hermanos, entre los hijos de Israel, para explotarle como esclavo o venderle, debe morir. Harás desaparecer el mal de en medio de ti» (Dt 24,7). Este mandamiento protege a libertad del prójimo, en contra del secuestro, venta y trata de personas. Este mandamiento se opone a los que convierten al hombre en una cosa, objeto de robo y de esclavizamiento.
Esa condena personas es el principio de la profecía de Israel, como aparece en Amós, en el siglo VIII a.C., en sus tres “sentencias” más terribles:
(1) “Por tres pecados de Gaza, y por el cuarto, no revocaré su castigo: porque… hicieron prisioneros en masa, y los vendieron a Edom” (Am 1, 6).
(2) “Por tres pecados de Tiro, y por el cuarto, no revocaré su castigo: porque entregaron a todo un pueblo cautivo a Edom, rompiendo el pacto de fraternidad…” (Am 1, 9).
(3) “Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo: porque vendieron por dinero al inocente (=justo), y al pobre por un par de sandalias” (Am 2, 6).
Éste es un pecado “social”, propio de estados y/o comunidades mercantiles, como las de Tiro y Gaza, que se han especializado en la compra-venta de esclavos. Es un pecado de lesa humanidad, que no se opone sólo a la fe de un pueblo, sino a un pacto de humanidad, anterior a todos los derechos políticos y religiosos. Éste es un pecado comercial y monetario, que pone el dinero (comercio) sobre las personas; un pecado de estados y pueblos que se enriquecen con la compra y venta de personas, en el gran mercado del dinero que era entonces Tiro (Fenicia).
Estos pasajes de Amós, con las leyes del Éxodo y Deuteronomio nos sitúan ante una de las primeras economías esclavistas, que ponen su dinero (mercado) sobre las personas que pueden robarse, comprarse y venderse, sea a través de expediciones militares sea por (im-)pago de deudas. La finalidad de la ley (y de la profecía de Amós) es defender el valor de la persona, que no puede ser robada (vendida). La tradición posterior ha tendido a relacionar esta mandamiento con el hurto de cosas, pero la investigación bíblica ha mostrado que se refiere ante todo a la prohibición del rapto y trata de personas.
Bibliografía
Además de comentarios a Ex y libros generales sobre Moises, cf. J. Plastaras, Creación y Alianza. Génesis y Exodo, Sal Terrae, Santander 1969; Id, Il Dio dell’Esodo, Marietti, Torino 1976.
Sobre teofanía y ley en contexto histórico cf:
P. Beauchamp, Ley, profetas, sabios, Cristiandad, Madrid 1977, 40-70;
R. De Vaux, Historia antigua de Israel II, Crist., Madrid 1975, 379-430;
S. Herrmann, Historia de Israel, Sigueme, Salamanca 1979, 96-117;
M. Noth, Historía de Israel, Garriga, Barcelona 1966, 125. 140;
J. Bright, Historía de Israel, DDB. Bilbao 1989, 177-193.
Estudio de la ley fundamental (especialmente mandamientos) en
A. Alt, Die Ursprünge der israelitischen Rechts, en Id. , Grundfragfen der Geschichte des Volkes Israel, Beck, München 1970. 203-258;
D: Daube, Studies in Biblical Law, Cambridge 1947;
G. Galbiti, Il Decalogo, RicBi 14(1979) 9-68;
F. L. Hossfeld, Der Dekalog,OBO 45,Freiburg 1982;
J. Loza, Las palabras de Yahvé. Estudio del Decálogo, Univ. Pontificia,México 1989 (con amplia bibliografía);
G. E. Mendenhall, Covenant Forms in Israelite Tradition, BA 17 (1954) 50-76;
J. J. Stamm (ed. ), The Ten Commandaments in New Research, SBT 2. 2, London 1967.
Visión sintética del tema de ley y mandamientos, con bibliografía en J. L. Sicre, Introducción al AT, EDV, Estella 1992, 109-127.
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