El fuego invisible.
La palabra puede transformar la realidad, pero solo el silencio nos transforma a nosotros mismos (Pablo D’Ors)
25 de febrero. Domingo II de Cuaresma
Mc 9, 2-10
Este es mi hijo muy amado. Escuchadle
El compositor vanguardista John Cage (1912-1992) escribió una obra basada en no hacer sonar una sola nota, y en cuya partitura lo único escrito es la palabra “Tacet”, indicando al intérprete que ha de guardar silencio y no tocar ningún instrumento. Su título es 4’33”, el tiempo de duración de la pieza musical en tres movimientos. Cage quería suscitar en el público la necesidad de tomar conciencia de la riqueza sonora que el hombre lleva dentro. Una riqueza que hay que escuchar prestos y disfrutar de ella. Javier Sierra, premio Planeta 2017, insiste en esta misma idea cuando pone en boca de Don Arístides la siguiente frase: “Estas piedras, -las ha señalado orgulloso- se tallaron cinco siglos antes del descubrimiento de América. Están esculpidas por los cuatro costados. Estos capiteles hablan, señoras. Tienen su propio idioma. Sólo hay que detenerse a escucharlo”.
La ausencia de sonido es algo natural en la música. Por ejemplo, cuando Ludwig van Beethoven nos enfrenta con el “ta ta ta taaaa…” de su Quinta Sinfonía a la llamada del Destino en Allegro con brío, lo más interesante para mí, son las cesuras, las pausas que hace entre las notas, el silencio que se produce entre los sonidos.
Cage resalta este necesario mutismo: “El silencio que nos rodea puede albergar mucho, pero para mí es más interesante el silencio que llevo dentro. Un silencio que, en cierto modo creo yo mismo. De ahí que ya no busque el silencio absoluto a mi alrededor. El silencio que busco es una vivencia personal.
Posturas plenamente humanas en las que no nos contentamos con arañar la superficie de las cosas, si no que buscamos su sentido profundo: una sorprendente manera de transfigurar el alma.
No hace mucho tuve ocasión de asistir a una conferencia titulada El silencio como camino de contemplación. La daba Olga Cebrián, del grupo Amigos del desierto, y nos hacía la siguiente propuesta del silencio: “buscar ese espacio para estar dentro, para estar conmigo mismo, con la vida, con el misterio, con Dios, con lo que nos refuerza. Así que sin tanto ruido, sin tanto extravío, volvamos al centro, volvamos a casa para desde allí poder relacionarnos mejor con los demás, con la vida, con nosotros”.
Promueve este movimiento el sacerdote Pablo d’Ors, autor de Biografía del silencio, quien nos regala esta enjundiosa sentencia: “La palabra puede transformar la realidad, pero solo el silencio nos transforma a nosotros mismos” (Pablo D’Ors).
Anne Christine Girardot (1970) es una directora francesa reubicada en Holanda. En 2005 fundó junto con John Gruter, la productora Nachtzon Media (Night Sun Media) con la que han hecho numerosos trabajos para la TV pública holandesa. En una sociedad del ruido interesan las historias llenas de Verdad. El año pasado se llevó a los cines un documental, titulado “La isla de los monjes”, que nos acerca a la vida de ocho monjes trapenses.
Según declaró Girardot a ACI Prensa, el mensaje de esta cinta es “principalmente un mensaje de esperanza para decir a la gente que todos estamos buscando profundamente nuestra vocación en la vida y que es muy importante ser fiel a lo que estás llamado”.
También aseguró que con su película pretende explicar que “no importa dónde vives tu fe, si dentro de los muros de un monasterio u otro, o en la calle, sino que lo esencial es la relación con Dios y eso tan sólo se encuentra en el interior de cada uno”.
Una vez alguien le preguntó a uno de los monjes: “¿Cuál es vuestra utilidad?” A lo que respondió: “¿Utilidad?” Ninguna. Nuestra misión en la vida es ser signos de la presencia de Cristo en el mundo.
LA LLAMADA DEL DESTINO
Sol
Sol,
Sol
Miii…
Como Beethoven lo escribió en su Quinta Sinfonía.
En Morse, punto, punto, punto, raya … _
son uve de Victoria
que Churchill eligió para los vencedores.
Los teletipos y la radio la emitieron
como señal de desembarco en Normandía.
………………………
Llamada del Destino: Luces radiantes
sobre la noche oscura del de la Cruz y de la mía,
que destruyen las sombras y construyen
un jubiloso anhelo de infinito.
Un coro de pasiones
que me llaman, me piden y me exigen,
en un clímax que asciende sin cesar
hasta el Reino de Dios.
Hasta donde la pena y la alegría
se abrazan en sonido.
(EN HIERRO Y EN PALABRAS. La llamada del Destino)
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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