Del blog de Xabier Pikaza:
Domingo 1 Cuaresma. Ciclo b. Mc 1, 12-13. Conforme al evangelio de Marcos, tras haber sido bautizado, antes de iniciar su ministerio Jesús permanece cuarenta días con el Diablo, en el desierto, para ser probado y superar la prueba, realizando así la primera cuaresma de la historia cristiana.
Éste es un relato mítico, pero (¡y por eso!) extrañamente actual y verdadero, pues sólo en forma simbólica pueden contarse las cosas más profunda, como sabe la poesía como cuenta el buen cine.
Este relato recoge el primero de los grandes dramas de la historia, el de la vida del hombre como tensión y prueba, un tema que ha sido contado en casi todas las culturas, y que el evangelio sitúa en el comienzo de la vida pública de Jesús, allí donde tiene que escoger entre Dios y el Diablo, entre la fidelidad a su llamada (al servicio de los hombres) y el deseo de huir, de escaparse, o de refugiarse en su propio Diablo.
Entre Dios y Satán habitará Jesús, en su desierto. Entre Dios y Satán seguimos encontrándonos simbólicamente, nosotros, ante el tema y tarea de la guerra final, que suele presentarse como lucha entre imperios e imperios, ángeles y diablos, la última de todas las guerras de la historia.
Pero el evangelio de Marcos sabe y nos dice que esa guerra se ha librado en el mismo corazón de Jesús y se sigue librando en el nuestro, entre la llamada de Dios y la “tentación” del Diablo, que habla, nos llama y nos prueba, para que entreguemos en sus manos nuestra vida.
Siendo humano, según el evangelio, Jesús se ha introducido en esa guerra (¡nuestra guerra!), buscando y encontrado su tarea (¡que es la tarea!), la de proclamar e iniciar la llegada del Reino de Dios entre aquellos a quienes la gente tomaba como abandonados de Dios (locos, posesos y enfermos), de forma que esa guerra personal se vuelve guerra social, universal, de la historia entera.
Ésta es la guerra que libramos cada uno de nosotros, pues somos desde antiguo un campo de batalla, entre Dios y Satán; pero ésta es, al mismo tiempo, la guerra universal por el dominio del mundo, por la supremacía económica, la guerra de Mammón (Mt 6, 24), en la que mueren cada día más de 40 personas de hambre.
El evangelio ha contado esta batalla de un modo simbólico (mítico), y quien piense que él no está implicado en ella no entiende nada… Quien se olvide de esa lucha y viva como si no le afectara se ha olvidado de sí mismo, no comprende nada de nada.
(lo que sigue está tomado de mi Comentario de Marcos).
Buen domingo a todos.
Texto. Mc 1, 12-13
12 Y de pronto, el Espíritu lo expulsó al desierto;
13 y estaba en el desierto durante cuarenta días, siendo tentado por Satanás.
Y estaba con las fieras y los ángeles le servían
Lleno del Espíritu del Dios, que le ha llamado Hijo Querido, tras salir del agua del bautismo (habiendo superando así el nivel de conversión de Juan Bautista), Jesús debe asumir la tentación satánica, en un gesto donde se vinculan, en clave simbólica, los rasgos principales de la trama de Marcos, que presenta a Jesús entre fieras y ángeles.
Éste es un relato anticipatorio, de tipo especular (un texto espejo) que permite comprender desde el principio lo que sigue. Es como si pudiéramos quitar por un momento los velos que ocultan la verdad de los personajes, para ver la identidad de cada uno.
Introducción. Jesús probado.
No es Hijo (ni ha recibido el Espíritu) para encerrarse y vivir en aislamiento, sino para extender la filiación, como indica el texto al afirmar que de pronto (euthys, 1, 12), el mismo Espíritu que había recibido le arrojó al desierto, que ya no es lugar de “metanoia” o conversión (como para el Bautista), sino de prueba mesiánica, signo de las dificultades y problemas que Jesús ha de vencer en su camino de Hijo de Dios, a lo largo de su vida, en lucha con Satanás.
Así lo dice este breve texto, construido a modo de parábola fundante, que proyecta sobre Jesús los cuarenta años de prueba de los israelitas de antaño en el desierto. Es posible que el autor del evangelio de Marcos ignore los motivos más concretos de la tentación, que aparecen en el documento Q (Lc 4 y Mt 4: pan, poder, milagro). Pero parece más probable suponer que Marcos no quiso introducirlos, aunque fueran conocidos y narrados en algunos ambientes, construyendo, en cambio, este relato de tipo más general, que resulta necesario para entender su Evangelio, pues sirve para presentar a un personaje clave de su trama (Satán).
Ciertamente, él ha comenzado hablando del Bautista como iniciador profético y ha descubierto a Dios como agente principal (trascendente), pero a fin de comprender la vida y obra de Jesús, él debe presentar también a Satanás como antagonista, acudiendo para ello a unos motivos importantes de su tradición israelita (y de la primera Iglesia).
Para situar el tema
Marcos ha querido presentar desde el principio a Satanás, para que se sepa quién ha sido (y está siendo) el antagonista de Jesús. Por otra parte, como irá mostrando todo el evangelio, Satanás y/o los espíritus inmundos sólo actúan de manera expresa hasta un momento de la trama (dejamos de sentir a Satanás en 8,33 y a los espíritus malignos en 9,29).
¿A qué se debe? Probablemente al hecho de que Satanás es ante todo un «indicador» de los poderes perversos que se adueñan de la humanidad. Por eso, cuando los seres humanos llegan a su maldad extrema (en los relatos del juicio de Jesús en Jerusalén y en los motivos centrales de su muerte), son ellos mismos y no Satanás ni sus demonios, los que tientan a Jesús.
Pero vengamos ya al pasaje. Tras la gran revelación que sigue al Bautismo, allí donde parece que Jesús (Hijo Querido) debería vencer toda oposición, sin dificultades, Marcos ha querido mostrar que su camino mesiánico, definido por el descenso del Espíritu y la palabra de Dios, estará marcado por la tentación y el conflicto.
En un primer momento, este pasaje nos resulta extraño, con mezcla de fábula (presencia de fieras), de mito religioso (oponen ángeles y diablo) y de relato edificante (el héroe Jesús vence a Satanás). Ciertamente hay esos y otros rasgos en el texto. Pero al estudiarlo con más detenimiento, descubrimos que los diversos rasgos quedan de tal forma ensamblados que se integran en un tipo de unidad de oposición revelatoria, en cuyo centro está Jesús, entre ángeles y fieras, entre el Espíritu y Satán, en un espacio y tiempo muy especial (del desierto y los cuarenta días):
Y de pronto el Espíritu lo «expulsó» (1, 12).
Se trata, sin duda, del Espíritu de Dios (santo), que él ha recibido tras el bautismo (1, 9; cf. 1, 8), que no le deja ya estar junto al río de la conversión (el Jordán, con el Bautista), sino que le “expulsa” (ekballei), como expulsó a Adán del paraíso (exeballen, con el mismo verbo: Gen 3, 24), para que habite así en el mundo de la prueba.
Según Gen 2, 3, Dios había ofrecido a los hombres su Espíritu (aliento), haciéndoles capaces de vivir en sí mismos (de discernir y decidirse). Pues bien, ese mismo Espíritu de Dios “arroja” ahora a Jesús (le expulsa del lugar de una filiación que resolvería todos sus problemas) para llevarle al desierto de la prueba, de manera que él aparece como un “poseído” del Espíritu.
El texto dice que le expulsó al Desierto (1, 12). Por exigencia de la tradición israelita, según el relato de Marcos, el lugar de prueba no es ya el paraíso (como en Gen 2-3), sino el desierto: espacio inhabitado, donde el hombre ha de moverse entre las fuerzas primigenias de la realidad. Este desierto donde el Espíritu expulsa a Jesús no es el de Juan, en 1, 4, junto al río del bautismo, sino el lugar de las “tentaciones y pruebas” de los israelitas, según el Pentateuco (en Éxodo, Números y Deuteronomio).
Cuarenta días. Éstos son los días de su prueba (1, 13), reflejo y concreción de los cuarenta años de prueba del antiguo Israel. En algún sentido se puede añadir que ese desierto (espacio) y esos cuarenta días (tiempo) responden también al paraíso de Gen 2, que aparece así como lugar donde Jesús, nuevo Adán, invierte el antiguo pecado y despliega la verdad del ser humano.
Jesús ha vuelto así al principio (los cuarenta días), para convocar, como Hijo de Dios y con la fuerza del Espíritu, la auténtica familia de Dios sobre la tierra. En ese principio de Jesús se encuentran incluidos sus seguidores . Leer más…
Biblia, Espiritualidad
1º Domingo de Cuaresma, Ciclo B, Cuaresma, Desierto, Dios, Evangelio, Jesús, Satanás
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