Escuchar lo que no hace ruido
Del blog del Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa:
Viviendo en el silencio, estando atenta a mis pensamientos, preocupaciones, reacciones, angustias, alegrías, me doy cuenta del caso que hago a las cosas que hacen ruido, y del que dejo de hacer a las que no lo hacen.
Lo que hace ruido dentro de nosotras son los “no puedo”, los “me gustaría”, las envidias, las comparaciones, las expectativas de protagonismo y de reconocimiento, el victimismo cuando estas no se cumplen, las películas que nos montamos sobre cómo reaccionaremos cuando pase eso o lo otro, imaginaciones de un futuro glorioso, escenas pasadas olvidadas por todos excepto por nosotras, lo que estarán pensando de mí… Nos machacamos con todo esto, le dedicamos infinidad de tiempo y de energía, realmente nos agota… y lo peor es que nos deja aturdidas y sordas para otras cosas que ya existen en nosotras, que esperan nuestra consciencia, pero que no se impondrán ni reclamarán a gritos nuestra atención.
A veces, sin saber por qué, parece que todo calla en nosotras y se prepara para que finalmente escuchemos. Pero entonces nosotras, asustadas por ese silencio infrecuente, no nos atrevemos a permanecer en él, y huimos inventándonos sentimientos y ausencia de sentimientos, dando vueltas y más vueltas a lo que hemos dicho y hecho, a lo que nos han dicho y hecho, imaginando intenciones ocultas, intentando desenredar (de hecho, complicando más) tramas que no existen más que en nuestra mente.
Si dejáramos acallar todos estos pensamientos estériles, si apreciáramos la gracia que es que se haga silencio en nosotras, oiríamos, escucharíamos, todo lo que nos espera detrás de tanto ruido, y nos maravillaríamos, y nos daríamos cuenta de que hemos malgastado mucho tiempo y energía en el ruido.
¿Y qué es, lo que encontramos? Supongo que cada persona es un mundo. Lo que yo encuentro es la alegría de que se alegren conmigo, la alegría de alegrarme con las demás, la experiencia de mirarse a los ojos y sonreír, el apreciar lo que ha ido creciendo lentamente, el conocer un poco más a la otra, el acordarme de preguntarle cómo le ha ido tal cosa, el saber estar y respetar cada momento y situación, la paz que Dios pone en nosotras, la confianza, los cambios en la huerta y en el paisaje. Entonces, desde el silencio agradecemos, valoramos, escuchamos, servimos, observamos, contemplamos, cuidamos, nos reímos…
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