Domingo IV del Tiempo Ordinario. 28 de enero, 2018
“Llegó Jesús a Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza…”
Ahora que las Navidades nos empiezan a quedar lejanas y que la rutina acecha mezclada con nuestra cotidianidad, nos viene bien ser Cafarnaún.
Sí, este domingo IV nos podríamos convertir en Cafarnaún y dejar que llegue Jesús. ¡Qué bueno que ande por nuestras calles y que se “meta” en nuestras cosas!
Y qué sorpresa tan agradable si este domingo viniera Jesús a enseñar (o a lo que Él quisiera) a nuestra iglesia. Sería estupendo verle entrar por la puerta y saber que ha querido venir a estar con nosotros. Le escucharíamos con gusto, quizá también con asombro.
¿Nos llamaría la atención su manera de enseñar? ¿Qué espíritus inmundos tendría que sacar fuera? ¿De qué tendría que liberarnos?
Impresiona ver que son los espíritus inmundos quienes primero reconocen a Jesús. “Sé quién eres, el Santo de Dios.” También es llamativa la facilidad que tiene Jesús para deshacerse de estos espíritus. “Cállate y sal de él.”
Dejemos que Jesús “llegando” a nosotras nos convierta en Cafarnaún (que significa “Aldea del Consuelo”). Que entre en nuestros espacios, tanto públicos como privados, y nos libere de cualquier mal espíritu que se nos haya colado. Hoy somos Cafarnaún. Y con Jesús en nuestro interior podemos ser una “Aldea de Consuelo” a la que se puedan acercar todas aquellas personas que necesitan un lugar acogedor donde encontrarse con Dios. Hoy podemos convertir nuestra oración en una plaza amplia, una plaza de pueblo, de aldea, donde tengan cabida los pequeños y los grandes sufrimientos de la humanidad. Que la unión de nuestra oraciones ensanche ese espacio de consuelo.
Oración
Bendícenos, Trinidad Santa, con el don del consuelo para que, como decía Etty Hillesum, “seamos bálsamo para toda herida”.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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