Por Kevin Elphick
Imagine este escenario. Usted está hablando con una mujer que cree que fue concebida originalmente como un hombre, pero en el útero, se convirtió en una mujer. Esta mujer señala a su nuez de Adán como prueba de su aseveración. Luego le comparte que cuando su familia quería que ella se casó con un varón, huyó de su casa familiar vestida de hombre. Probablemente a estas alturas, es posible que usted especule que esta persona podría ser considerada como transgénero. Sin embargo, antes de llegar a esta conclusión, hay un hecho más que añadir: Esta persona con la que usted estaba hablando nació en el año 1481. A diferencia de nosotros nacidos en nuestro mundo contemporáneo, el siglo 15 no tenía un lenguaje técnico para describir a una persona transgénero. De todos modos, nos preguntamos con usted: ¿Cómo sonarían las historias transgénero de nuestros antepasados? Sospecho que tal vez serían algo así como la historia de Juana de la Cruz.
Aunque nunca fue canonizada, en España la Madre Juana es conocida como “Santa Juana de la Cruz”. Cada año peregrinas y peregrinos en España recrean el viaje de la joven Juana dejando a su familia y viajando a la seguridad de un convento franciscano. Cada mes de abril, contemplan a una joven vestida de varón, viajando a un refugio donde se quita esa ropa para ponerse la ropa de otro varón. Es que la Madre Juana pasó el resto de su vida vestida con el hábito de San Francisco de Asís.
La Venerable Juana no podía ser una santa más oportuna. ¿Qué nos diría hoy? Creo que su mensaje para nosotros hoy sería una visión en la que reclamáramos cualquiera de los elementos del género que experimentamos como nuestros, y que heroicamente los integráramos y acentuáramos en nuestras vidas, independientemente de lo que digan las críticas. Su creatividad y sensibilidad al reimaginar las historias bíblicas nos desafían a traducir nuestras lecturas de las Sagradas Escrituras y nuestras tradiciones en historias relevantes y de sabor agradable para los oyentes de hoy. La propia integración que Juana hizo en su propia persona de los roles y atributos tanto masculinos como femeninos, nos perfila un reto para que logremos hacer lo mismo. En medio de la Inquisición, la Madre Juana fue una abadesa, predicadora, líder de una parroquia, visionaria, teóloga y tierna defensora de su propia comunidad de mujeres. Dadas las muchas paradojas que ella encarna, su vida nos habla de su notable carácter y santidad con la que ella no sólo atravesó el escrutinio inquisitorial, sin que también a nivel local llegó a ser venerada como una santa.
Juana nació en una familia de agricultores en el pueblo español de Azaña el 3 de mayo de 1481. Más adelante en su vida le diría a su comunidad que Dios la había moldeado originalmente como un varón en el vientre de su madre pero que, sin embargo, a través de la intervención de la Santísima Virgen María, se transformó en mujer. Como prueba de este milagro, Juana señalaba su nuez de Adán en su cuello como señal de esa intervención divina. Cuando Juana tenía 15 años de edad, su familia ya había elegido a un varón para que se casase con ella, pero Juana no quería tener nada que ver con ese plan. Debido a esto, Juana se vistió con ropas de varón y huyó de la casa de su familia, caminando hacia una comunidad de religiosas a fin de comenzar una nueva vida. Anualmente, en el mes de marzo, los cristianos siguen recreando su viaje, peregrinando desde Cubas de la Sagra (cerca de Madrid) para visitar el convento de “Santa Juana“, conocido oficialmente como el Convento de Santa María de la Cruz.
Cuando una mujer se viste como un varón puede parecer extraño como parte de la historia de una santa. Sin embargo, pensemos en Santa Juana de Arco como modelo para este tipo de santidad. Como Tal como es usual en Santa Juana de Arco, las representaciones de Juana en su iconografía muestran su santidad mientras es retratada vestida de varón. Existen también otras santas travestis como por ejemplo Eugenia de Alejandría, Eufrosina, Galla, Paula de Avila, Pelagia y Wilgefortis, entre otras. De todos modos, para Juana, el vestirse como un varón común fue algo transitorio. Su objetivo era, en última instancia, vestir con el hábito de otro varón, San Francisco de Asís, al unirse a una comunidad de mujeres franciscanas. Si bien algunas actitudes contemporáneas podrían considerar la vida célibe homogénea de los monasterios y conventos como algo potencialmente opresivo, en el pasado estas comunidades homosociales fueron una de las pocas opciones socialmente aceptables para las personas LGTBIQ para evitar los matrimonios heterosexuales socialmente prescritos.
En 1497 Juana profesó como miembro de las Hermanas Franciscanas en Cubas, España. Alrededor del año 1509, Juana fue elegida como abadesa de la comunidad y se convirtió en “Madre Juana.” Su comunidad fue la única que mantuvo una iglesia parroquial y nombró a su sacerdote. Juana prudentemente nombró a su propio hermano. Aún más singular fue el papel de Juana en la predicación de largos sermones, dando elaboraciones detalladas de los acontecimientos de la Biblia y la vida de Jesús y de María. Estos sermones fueron recogidos finalmente en El Libro del Conorte. Esto habla del carisma personal de Juana y la visión, quien en medio de la Inquisición, mantuvo su rol como predicadora y el ejercicio de la supervisión de una parroquia. En su favor, Juana sabiamente nombraba a Dios como la fuente y la inspiración de sus sermones, lo que conducía a que si los inquisidores asumían la posición de interrogarla, entonces estaban también interrogando a Dios.
La creciente comprensión de Juana sobre el género se extendió más allá de sí misma. Para ella, Cristo era tanto masculino como femenino. La sangre y el sudor de Cristo crucificado eran evidencia para Juana de que en la cruz, Jesús nos dio a luz como nuestra Madre.
Juana también afirmaba parcialmente a la imagen evangélica de Jesús como una gallina empollando: “Jerusalén, Jerusalén … cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas …” (Mat. 23.37). Para Juana, imitar a Cristo es imitarle como una Madre Cristo que empolla las almas de forma segura bajo sus alas protectoras. Y, sin embargo, este mismo Jesús es tan expansivo, que un género por sí solo no es suficiente para contenerlo.
En uno de los sermones de Juana, Jesús dice:
[“E todos los que me quisieredes en padre, en padre me fallares [hallareis]. E los que me quisieredes en madre, en madre me falleres [hallareis]. E los que me quisieren en esposo, en esposo me fallaran [hallaran]. E los que me quisieren en esposa, en esposa me fallaran [hallaran]. E los que me quisieren en hermano o en amigo o en proximo o en conpañero, por semejante me fallaran [hallaran] para todo lo quisieren… “]
[Nota: Las itálicas indican la transcripción en castellano del siglo XVI de los sermones de Madre Juana. A menos que se indique lo contrario, las referencias citadas están extraídas de: Ronald E. Surtz, La guitarra de Dios: sexo, poder y autoridad en el mundo visionario de Madre Juana de la Cruz. Philadelphia, PA: University of Pennsylvania Press, 1990).
La caracterización de Juana sobre el mismo Jesús como una novia es única en la literatura mística cristiana. Ronald E. Surtz, uno de los autores principales que presenta a Juana a los lectores de habla inglesa, explica que “… en el mundo visionario de la Madre Juana se difuminan las diferencias entre los sexos.” (1990: 94). Sin embargo, más que difuminar, en la obra de Madre Juana los dos géneros son cada uno hiper-acentuados, y los atributos de ambos géneros son desenterrados y alabados en cada persona que encuentra y sermonea.
Devota seguidora de San Francisco y Santa Clara de Asís, Madre Juana era muy fiel a la tradición de la flexión del género que la familia franciscana había engendrado. En muchos sentidos, Juana sigue la trayectoria franciscana de la liminalidad del género hasta sus resultados lógicos. Durante su vida, San Francisco había tenido una visión de sí mismo como una gallina clueca con muchedumbres de hijos franciscanos bajo sus alas. Juana describe a Francisco como “… la gallina se trabaja por sacar los huevos…” (p. 153), y habla que Dios se refiere cariñosamente a él en el Cielo como “la gallina morenita” (p. 153). Juana se cree a sí misma imitadora de Francisco y de Jesús por su propia crianza materna de las almas que buscan el cielo.
Santa Clara de Asís había tenido una visión en la que ella se nutre del pecho de un San Francisco amamantando. Juana se basa en esta visión, señalando que Cristo pidió de ver los pechos de San Francisco (p. 45). San Francisco cumple este pedido e indica que el amamantando a todos sus seguidores: ‘Muestrame tus tetas…’ ‘Mis tetas, Señor, helas aqui, que estos que aqui traigo comigo fueron las tetas de mis deseos’ (p. 59). Donde Clara había experimentado un encuentro interior con Francisco como una madre lactante, Juana universaliza a la Madre Francisco amamantando como una fuente de nutrición maternal para todos sus seguidores, avaladas por el propio Cristo.
En su sermón para la fiesta de San Francisco, Madre Juana completa la transformación de género de San Francisco por lo que declara como la novia y esposa de Cristo. El Señor pide a Francisco: “Si quieres ser mi muger y si te quieres unir y ayuntar conmigo”. Así, cuando Francisco consiente, responde: ‘me ayuntare contigo, asi como la esposa se ayunta con el esposo” (p. 154). Jesús le invita a darse cuenta de esta unión por la participación en la intensidad de su pasión, a la que Francisco está de acuerdo. Juana entonces explica como narradora: “y que asi fue tan ayuntado con el en aquella hora que le imprimio las sus cinco llagas de la manera que rescibio en la cruz” (p. 154). Surtz explica que el verbo que Juana utiliza para unirse – “ayuntar” – incluye el significado de “tener relaciones sexuales …”, añadiendo con ello una “carga semántica sexual” al verbo (p. 95). Para Juana, Francisco no sólo se convierte en la esposa de Cristo, pero en el momento de la consumación del matrimonio, su carne también es penetrada por la Pasión de Cristo. Para la mentalidad del celibato del siglo XV, Juana no podía ser más explícita.
Juana usa este mismo verbo para describir igualmente el abrazo del Señor a Santa Clara. En un sermón para la fiesta de Santa Clara, Juana describe la intimidad de Dios con Clara como tan fecundo, que místicamente da nacimiento del Niño Jesús. Para Juana, la unión definitiva con Dios es un matrimonio místico. Ella misma experimentó esta misma unión. Como franciscana, su experiencia espiritual era profundamente encarnada y física. Juana lo describió de esta manera: “Entonces abrazome el Señor y puso sus pies en mis pies y sus rodillas en mis rodillas… e sus palmas en las mias e su caveza e cuerpo todo junto con el mío” (p. 68).
Un cardenal del siglo 17 que revisó la causa de beatificación de Juana censuró esta experiencia de sus escritos, señalando llanamente: “corpus corpori copulante.” Sin embargo, para Juana la experiencia espiritual era muy física, y de ninguna manera era disminuida por causa de esta fisicalidad. Como Francisco, su unión con Cristo exige compartir su pasión corporal, y aún así le llena: “Inchavase con la presencia suya e con el gusto y dulcor de su amor” (p. 68). En una visión descrita en la obra “Vida”, Cristo explica que su unión conyugal requiere compartir el sufrimiento mutuo. “Desde que me elegiste… como esposo y compañero, y que fuiste aferrada a mí… no ha habido tal intimidad, [que] sin duda alguna mi fragilidad te infectó. Por lo tanto, todo aquel que ama tiene que sufrir lo que le ocurra al amante… “(p. 37). Como un compañera de la novia de Cristo, como Francisco, Juana recibió los estigmas. Sin embargo, ella oró para que le sean quitados, y su dulce Esposo obedeció.
A decir verdad, la escatología de Juana parece ser en gran medida la de un paraíso de la felicidad conyugal. Se imagina de forma exclusiva un cielo donde las calles están llenas de camas matrimoniales.
En su sermón, Juana coloca esta visión en la boca de Dios: “… estavan en aquellos talamos preciosos que avia por todas las calles e cantones del reino de los cielos asentados en cada uno d’ellos solas dos personas, la una d’ellas hera El mesmo e la otra hera un santo o santa … el numero de los escogidos… mas que solos dos an de ser los ayuntados en una fe e amor, conviene a saber, Dios y el anim… ” (p. 96).
Juana no se inmuta al vislumbrar camas matrimoniales con personas del mismo sexo o parejas de distinto sexo. Para ella lo importante es la consumación de la union dos que se hacen uno.
Así explica de Cristo que: “Porque quando El vino en el mundo a encarnar… Mas quando El venia … no venia a otra cosa sino a conbidar a bodas…” (p. 119).
Juana se imagina a sí misma como varón y a Francisco como mujer porque para ella, el género no es una experiencia exclusiva y firmemente delimitada. Nadie tiene derechos exclusivos para definir cualquier género. En su español nativo con su asignación de género a los sustantivos, Juana explica que nuestra alma
(anima = femenino) y el espíritu
(espíritu = masculino) apuntan hacia la realidad de que la persona humana es un compuesto tanto masculino como femenino:
“Porque si la muger tiene anima [alma], la qual se llama fenbra [hembra], por semejante tiene tanbien el hombre anima [alma]… llamada fenbra [hembra], de manera que todo honbre e muger se puede llamar fenbra [hembra]. E por el contrario puede ser dicho el honbre e la muger varon porque si el honbre tiene espiritu biviente e permaneciente para siempre, por semejante tiene la muger espiritu biviente e permaneciente para siempre. Assi que honbre e muger todo es una cosa e un espiritu e un anima [alma] en cuanto el honbre puede ser dicho muger puede ser dicha honbre, pues entramos tienen espiritu e anima [alma] biviente.… era toda crucificada en el anima [alma], asi como el lo era en el cuerpo (p. 25]
Carl G. Jung estaría contento de haber sido tan anticipado en su pensamiento por Juana. Su tenacidad y convicción de que cada género es necesariamente presente y mutuamente esencial se extiende incluso al propio acontecimiento salvífico. Para Juana, un Salvador masculino solitario en el Calvario no es suficiente. En la soteriología de Juana, las pasiones de ambos, Jesús y María son esenciales y salvíficas. Una pasión sin testigos no se puede salvar. Tiene que haber un Siervo Sufriente y un testigo, la Virgen María, que voluntariamente es co-participe.
A juicio de Juana, un varón y una mujer ocasionaron la caída; igualmente por lo que una mujer y un varón deben remediarla. Juana imagina la co-participación de María en la obra de la pasión por lo que “… Era de Toda crucificada en el ánima, asi de como el lo era en el Cuerpo” (Jessica A. Boon’s “Madre Juana de la Cruz: Marian Visiones y Femenino Predicación” en un nuevo compañero para hispanos Misticismo , ed. Hilaire Kallendorf, Boston: Brill, 2010, p.. 147). La reciprocidad de esta experiencia salvífica compartida es tan completa, que Juana cambia las palabras del grito de abandono de Jesús de la cruz para incluir también a su madre. En lugar de únicamente: “¿Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado”, Juana añade estas palabras: “Padre mio poderoso! Por que me has desamparado que morimos yo y mi madre?” (p. 147). En las profundidades de la pasión, Juana hace necesaria una mutualidad de género en la que tanto varones como mujeres son actores en el recurso de la salvación humana.
Excepcionalmente, Madre Juana murió en su cumpleaños en la fragancia de la santidad el 3 de mayo 1534 a la edad de 53 años. Su comunidad continúa hasta nuestros días, a pesar de que ha hecho la transición a una comunidad de monjas franciscanas clarisas. En 1997, la Fraternidad de Santa Juana fue creada en asociación con las Clarisas, que aboga de nuevo por la canonización de Juana. En su libro Mujeres que escriben en La Baja Edad Media y la Edad Moderna en España: Las Madres de Santa Teresa de Ávila, Surtz representa a Madre Juana como una “madre” literaria de Santa Teresa. El Papa Francisco acaba de declarar un Año Jubilar en España para celebrar el 500 º aniversario del nacimiento de Teresa. Parecería apropiado en esta celebración de jubilar de cumpleaños asegurar que la fiesta incluya también honrar a la Madre Juana. Santa Juana bien vale la pena ser celebrada. El Papa Francisco ha sido canonizado a santas y santos que tienen una larga historia de veneración local. Quizas lleguemos a escuchar una declaración proclamándola universalmente como la Santa que es.
Tengo la esperanza de que un día Santa Juana llegará a ser reconocida formalmente por su coraje, santidad y liderazgo, tanto más como santa patrona de la comunidad LGBTIQ. Santa Juana, ruega por nosotros, tu familia LGBTIQ y tu descendencia.
Kevin Elphick es un erudito franciscano y supervisor en una línea telefonica de prevención del suicidio en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos de Nortemerica. Escribió su tesis de maestría sobre “la liminalidad del género en las fuentes franciscanas” para la obtención de su título en estudios franciscanos de la Universidad de San Buenaventura en Nueva York. Elphick también tiene una maestría en Ciencias de la Religión por parte del Mundelein College en Chicago y un Doctorado en Ministerio del Graduate Theological Union, en Berkeley, California, con un enfoque sobre el ecumenismo.
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Enlaces relacionados:
Biografía de Juana de la Cruz Vázquez Gutiérrez (Wikipedia)
Imágenes de Santa Juana de la Cruz (la mayoría son del convento de Santa María de la Cruz, en Cubas)
Esta entrada es parte de la serie Santos LGBTI en el blog Jesus in Love [Jesús enamorado]. Ese blog presenta en las fechas adecuadas durante todo el año tanto santas y santos como mártires, héroes, heroínas y personas consagradas de especial interés para las personas gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales (GLBTI) y sus aliadas y aliados.
Esta entrada es una traducción de “Madre Juana de la Cruz: Transgender saint of 16th-century Spain?“ en el blog Jesus in Love. Traducción de Hugo Córdova Quero.
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