Del blog de Xabier Pikaza:
Expuse ayer el tema inigualable de la “llamada del niño/joven Samuel, para indicar de esa manera el paso del oficio sacerdotal a la vocación profética, en línea de experiencia interior de escucha personal de la “palabra”.
Hoy ofrezco una lectura básica del evangelio de este mismo domingo (2º tiempo ordinario, ciclo B), tomada de Jn 1, 35, 42. Se trata también de una lectura inigualable, que la Iglesia en su conjunto no ha desarrollado y aplicado todavía de forma, a mi juicio, suficiente. En su fondo subyacen los siguientes motivos:
1. Conforme a la visión más “oficial” de la Iglesia, el relato normativo de la vocación de los discípulos de Jesús es el Mc 1, 16-20 par., con la llamada de los cuatro “pescadores” del lago (dos parejas de hermanos: Andés y Simón, Juan y Santiago). De forma poderosa les llama Jesús, mientras están pescando o arreglando redes junto al lago, para hacerles “pescadores de hombres”. Ellos dejan su antigua pesca y le siguen. Es evidente que se trata de un texto “ejemplar” muy teologizado.
2. Según la visión de Jn 1, Jesús no va a buscar a sus cuatro “colaboradores” en plena faena de pesca junto al lago, para iniciarles en algo totalmente nuevo (para lo que no estaban preparados), sino que les va y les encuentra “junto al río de Juan Bautista”, de quien son discípulos. Ellos, los tres o cuatro de esta escena, que son Andres y Simón (y quizá los zebedeos) son ya profesionales de la búsqueda religiosa de Israel, pues lo han dejado todo para seguir a Juan Bautista.
3. También Jesús es discípulo de Juan Bautista, de manera que le podemos presentar como “colega” de Andrés y Simón, y de los otros… (conforme a la escena que seguirá…). Eso significa que antes que discípulos de Jesús, ellos son “colegas suyos”, buscadores de un mismo perdón de Dios, de una misma esperanza y tarea de Reino (de reconciliación final y de perdón). Partiendo de Juan Bautista, que es el Maestro de todos. Nos hallamos pues ante un “Jesús discípulo” con otros discípulos de Juan, buscando el camino de Dios junto al río del perdón/bautismo.
4. El que marca el inicio y la línea de ese nuevo camino es Juan Bautista, quien instituye/define a Jesús como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesús asume esa tarea que le marca Juan Bautista, para ser el “Cordero de Dios” en persona… No es cordero sacrificial del templo, ni cordero de la pascua litúrgica judía… Es Cordero de Dios (es perdón de Dios) con su misma vida, con su conocimiento profundo de Dios, con su entrega a los demás y su enseñanza.
5. Pero Juan Bautista no inicia y traza sólo el camino de Jesús… sino el de sus discípulos, a los que empieza revelando la identidad de Jesús como Cordero de Dios, invitándoles así, de forma velada pero fuerte, a que le sigan… Juan abre el camino, para que sus propios discípulos puedan ser y sean discípulos de Jesús, a quien él entrega “su herencia” su tarea.
6. Los discípulos de Juan, que escuchan su palabra sobre Jesús, no le preguntan a Jesús qué enseña, ni qué haces, sino dónde vives (ou meneis…), para estar de esa manera con él. El verdadero discipulado es “estar con”, morar juntos… Esta es la tarea clave de Jesús y de su Iglesia (de su nueva comunidad): Abrir la casa, no ocultar nada, ofrecer con transparencia su vida y camino a los otros (es decir, a todos). La iglesia posterior ha enseñado a veces desde arriba, ha tenido secretos, ha desarrollado un gran poder… Jesús en cambio sólo dice a los que vienen: ¡Venid y veréis! Les ofrece su casa, con todo lo que hay en ella.
7. Estos discípulos van con Jesús, ven y comparten su vida (su forma de ser…) y queda transformados. No tienen necesidad de más sermones, de palabras: Ven cómo vive Jesús, viven con él y descubren que él es el Mesías de Israel. Esta ha sido y sigue siendo la misión de Jesús y de sus seguidores: ¡Crear espacios de vida mesiánica, liberada del pecado, que es la lucha mutua, la angustia por la supervivencia, el ritual infinito de los sacrificios. Vivir como Jesús (con Jesús), eso es descubrirle como cordero de Dios, superando de esa forma el pecado del mundo. Ellos, los discípulos que “habitan con Jesús” (que crean casa con Jesús) son el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
8. En un momento final viene Simón… No es el primero que ha seguido a Jesús, sino que “aprendido” y descubierto el misterio del Cordero de Dios a través de Andrés su hermano (y del otro, que es, probablemente, el Discípulo Amado). Simón viene en un segundo momento, pero será importante en la Iglesia, como le dirá Jesús: ¡Tú eres Simón (como el segundo de los hijos de Jacob), pero serás llamado Cefas, que significa Petros (Piedra…).
Estos son los elementos de la “historia básica” de este evangelio del domingo, que la liturgia ha puesto a la “luz” del relato de la llamada de Samuel (1 Sam 3).
− Dios llama a Samuel desde dentro de su propia vida, como Principio superior de iluminación, en un contexto de transformación religiosa (de superación del pecado del pueblo), en una línea que ha sido explorada por la experiencia mística y orante de las grandes religiones.
− Dios llama a Jesús y a sus discípulos en un contexto semejante de “pecado” (de superación del Pecado), a través de Juan Bautista, que utiliza el símbolo judío clásico del “Cordero” en sus diversas vertientes.
− El tema de fondo es la sustitución (y superación) del Cordero exterior (animal de sacrificio) por el hombre-cordero: La misma vida humana de Jesús (y de sus seguidores) es el cumplimiento del signo del cordero, sin necesidad de ritos ni sacrificios externos.
Introducción
Entre los muchos motivos del texto, evocados ya, he querido centrarme en el signo de Jesús como Cordero, tema que se expande y aplica en la Iglesia . Trato así del mismo Dios que es el Cordero (Agnus Dei) que quita el Pecado del Mundo, conforme al signo de Jesús,por la misma iglesia.
En la fiesta de la Última Cena (donde se comía el Cordero de Pascua), Jesús evitó ese signo, para centrarse, según los evangelios, en el pan y el vino. Probablemente, Jesús no comió el cordero (como supone con toda claridad el Evangelio de Juan), porque él mismo y sus discípulos eran el Cordero. Pero ese signo importante en la liturgia judía, y parece lógico que los cristianos lo hayan aplicado simbólicamente a Jesús, y lo hayan recreado de forma poderosa, como hace el evangelio de Juan.
En esa línea, el evangelio nos sitúa hoy ante el Dios Cordero (no Dios-León, ni Águila de cielo), que quita el Pecado del Mundo. De todas formas, este motivo (Jesús que es Dios-Cordero que quita el Pecado del Mundo) no es fácil de entender , pues no aparece expresamente en el Antiguo Testamento, aunque su signo ha sido elaborado por autores judíos y cristianos (como Filón de Alejandría o la carta de Bernabé). Por eso quiero evocar algunos de sus rasgos, como aparecen en mi Gran Diccionario de la Biblia (Verbo Divino, Estella 2015, págs. 264-265).
Dejo el signo abierto, sin precisar con detalle sus motivos. Los mismos lectores del blog sabrán sacar las consecuencias y trazar las aplicaciones, no sólo en la línea de Cristo, sino en la línea de la Iglesia que ha de aparecer como Cordero de Dios
Texto: Jn 1, 35-42
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: “Éste es el Cordero de Dios.” Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: “¿Qué buscáis?” Ellos le contestaron: “Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?” Él les dijo: “Venid y lo veréis.” Entonces fueron, y vivieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: “Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).” Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Petros)
El signo del Cordero.
El cordero es para el Antiguo Testamento el animal sagrado (sacrificial) por excelencia, y así lo entiende el evangelio de Juan, al vincularlo con Jesús al que llama «cordero de Dios (amnos tou Theou) que quita (ho airôn) el pecado (tên hamartian) del cosmos» (Jn 1, 29; cf. 1, 36). Cada una de esas palabras es significativa y nos sitúa en el centro del misterio de la Biblia.
a) Estamos ante el Dios Cordero (amnos), no antes el Dios León Furioso, ni Águila celeste, ni Elefante… El Dios Cordero es el Señor de la Suma Debilidad, que se hace poderosa, pues no actúa por violencia sino por Amor sacrificado.
b) El Dios Cordero, que es Jesús, “quita” (airei) el Pecado… No lo perdona, como se dice que prometía Juan Bautista (cf. Mc 1, 4), ni lo limpia…, sino que lo “quita”, es decir, lo arranca, lo destruye.
c) Quita el pecado del mundo, del cosmos entero (tên hamartian tou kosmou). No quita unos pecados concretos, unas faltas particulares, sino “el pecado” (el singular), que tenía dominado, esclavizado el mundo.
Éste es el signo del Dios Cordero, que Juan Bautista ha descubierto en Jesús, cuando viene a su lado a bautizarse. Sobre el sentido de este Agnus Dei (Cordero de Dios, Dios Cordero) se puede decir y se han dicho muchas cosas. Yo resumiré aquí algunas más significativas, desde una perspectiva bíblica.
(1) Cordero sustitutorio de la Aquedah (“ligadura” de Isaac).
Ese cordero aparece vinculado al sacrificio de Isaac (que está ya atado, sobre el altar: De ahí el nombre “Ligadura”: cf. Gen 22, 7-8). El Dios antiguo pedía la “sangre” de los hombres, es especial, de los primogénitos, y así lo sintió todavía Abraham, que aparece en la “muga” o linde de los tiempos, en la frontera entre el Dios de Sangre (Moloc de Sacrificios) y el Dios amoroso que quiere la vida de los hijos. Leer más…
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Ciclo B, Dios, Evangelio, Jesús, Seguimiento, Tiempo Ordinario
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