Del blog de Xabier Pikaza:
Terminó ayer (6 del 1) el tiempo de Navidad con la epifanía. De pronto, de un salto, la liturgia nos lleva hasta el Jesús adulto, bautizado por Juan, pasando de los magos sabios que buscan al niño-Dios nacido en Belén, al Jesús re-nacido en el Jordán, para iniciar su tarea de hombre-Dios.
El texto nos pone ante un hecho histórico (Jesús bautizado por Juan), pero el evangelio no narra un puro hecho material, sino la experiencia básica de re-nacimiento de Jesús, renacido del agua, para iniciar su taras mesiánica que culmina en la pascua.
Entre el rito externo (bautismo en agua) y la experiencia personal (bautismo en el Espíritu de Dios, nacer del Padre del cielo) hay una diferencia (son niveles distintos), pero también una profunda unidad, que el mundo actual puede y debe recuperar, si quiere renacer como cristiana. Estos son algunos de sus signos:
1. Nacemos del cosmos, es decir, del agua… Sin agua pura, con viento, con tierra y con fuego…, sin estrellas de cielo y galaxias no podemos nacer… De la tierra con agua brotamos, de un modo especial del agua. Sin bautismo de agua (de mundo) no somos humanos.
2. Nacemos de verdad si nos “nacen” (nos hacen nacer) unos iniciadores, que empieza siendo la madre y el padre, y, en nuestro caso,de un modo especial el profeta-bautista, aquel que nos dice “nace de Dios” (como una iglesia que nos dice: “renace del Padre, del Hijo y del Espíritu). Así bautizan,nos inician otros, haciendo que nos introduzcamos en el misterio, pues nadie renace sólo de sí mismo.
3. Pero tampoco hay bautismo real si no queremos “ser bautizados”, si no nos ponemos en manos del agua de Dios, por medio del “bautista”, en este caso Juan. No nos bautizamos si no dejamos que Dios nos “inmerja” (nos introduzca en su vida), de forma que en su vda vivimos, crecemos, nos movemos y somos, como Jesús (naciendo, al mismo tiempo del agua/vida cósmica y de la palabra del Bautista).
4. Finalmente, no hay bautismo si ese renacer en y por Dios (como Jesús), por el Espíritu, no nos pone (como a él) al servicio de la Vida de Dios, que es la salud y salvación de todos, la fraternidad en justicia, en gesto de amor activo, de compromiso por la libertad, de entrega por la llegada del Reino.
Desde aquí se plantea en la actualidad, año 2018, un gran tema.
1. En los países de vieja cristiandad, la iglesia y las familias han bautizado sin más a los niños, con la promesa de que ellos “asumirán” (aceptarán, desarrollarán) el sentido de este rito místico/social, naciendo de maduros a la vida del Dios de Cristo, al servicio de la comunión humana.
2. Pero esa promesa bautismal tiende a diluirse…, de manera que apenas podemos asegurar que la iglesia (en esta sociedad, con estas familias…) educará al niño en el misterio del bautismo (que es nacer a la vida desde Dios).Hasta hace poco, el tema de bautizar o no bautizar a los niños era un tema de teoría…Ahora han terminado las puras teorías, pues va aumentando el número de aquellos que no bautizan a sus hijos, y aumentará sin duda, si las cosas no cambian muchísimo.
3. Empezamos a vivir en un mundo que está perdiendo el sentido y deseo del bautismo, en una sociedad que en general no siente la necesidad y el don de nacer de Dios, de renacer a la vida del “espíritu” (y que no bautiza sin más a sus hijos). Por eso se plantea el gran tema (¡tema sin respuesta fácil!) de cómo la iglesia y las familias pueden comprometerse hoy a bautizar a los niños si no tenemos la certeza de que de mayores asumirán el misterio y tarea del bautismo.
4. Pues bien, en esa línea, lo que para algunos es una pérdida (una fatalidad. ¡muchas familias no bautizan a sus hijos!), puede convertirse en una bendición y tarea más alta . Está llegando la hora de recuperar el bautismo como “sacramento original”: El sacramento y misterio de renacer (=nacer más intensamente), desde Dios, en la línea de Jesús. Nos hallamos ante una humanidad (y una iglesia) por bautizar, en invitación y gesto libre (¡en experiencia suprema!) de renacer desde la vida de Dios, retomando así el camino de Jesús, que hoy “comienza” (simbólicamente) a iniciar su tarea bautisma.
5. Evidentemente, no puedo resolver el tema, hoy día del bautismo de Jesús… Pero sé bien que el bautismo cristiano no es un papel administrativo, ni es un número de estadística eclesial, sino un compromiso de nacer y vivir desde (y en) el Dios de Jesús. A partir de aquí quiero desarrollar algunos elementos del evangelio de este domingo, como verá quien siga.
Imagen 1: Icono del bautismo de Jesús (en el agua madre, con Dios que le alumbra desde el “cielo”, con Juan que le inicia, en un mundo de misterio, abierto a lo angélico, a la justicia y comunión de Vida (al Reino).
Imagen 2: Sencillo baptisterio medieval, de una humilde iglesia de pueblo (San Morales, Salamanca, mi parroquia). En una iglesia/edificio, el baptisterio es más importante que el retablo, más importante que el mismo altar). Buen domingo del bautismo a todos los amigos del blog.
Texto: Mc 1
En aquel tiempo, proclamaba Juan:
—«Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:
—Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.
Y fue bautizado por Juan, en el Jordán
No se dice nada sobre el posible tiempo de su estancia junto al río, ni se indica si fue discípulo de Juan, ni si realizó él también, por un tiempo, una tarea de “bautista”, como socio e incluso como “competidor” de Juan (conforme a la noticia el cuarto evangelio: cf. Jn 3, 23-27; 4, 1).
Marcos pasa por alto (silencia u omite) esos aspectos, de tal forma que da la impresión de que Jesús sólo vino a ser bautizado. Vino él (como digo), pero no para quedarse, sino para “ser bautizado” por Juan, quien toma así la iniciativa. Jesús no vino para disponer y hacer, sino para que “hicieran” con él, es decir, para “dejarse hacer”, para que Juan le introdujera en el agua de la confesión de los pecados, en la línea de la esperanza israelita.
De lo que pasa con este bautismo no se dice aquí nada, como suponiendo que fue un rito preparatorio, que pertenece a la fase anterior de Jesús, antes de ser proclamado por Dios como Hijo suyo e investido del Espíritu Santo. En ese sentido podríamos decir que el bautismo por Juan pertenece a la prehistoria mesiánica de Jesús, de manera que no se distingue por eso de las muchedumbres que venían y se bautizaban con Juan.
En este bautismo no pasa nada que pueda ser reseñado, pues todo pertenece al mundo antiguo, con el agua de las purificaciones y del perdón de los pecados, una historia que no es todavía mesiánica (no es la historia del Hijo de Dios, que empezará después, cuando Jesús salga ya del agua). Así culmina la historia de Jesús según la carne, como diría Pablo (cf. Rom 1, 2-3; 2 Cor 5, 16).
Hasta aquí, Jesús ha sido un israelita que podía situarse en la línea de las profecías o promesas de David, un Jesús artesano, un penitente de Juan. Desde aquí comenzará su nueva etapa, como Hijo de Dios que se revela y actúa sobre el mundo, como destinatario y portador del bautismo en el Espíritu Santo.
Vio: Cielos rasgados, Espíritu santo
El bautismo de Juan pertenecía a un plano anterior, de confesión y perdón de los pecados, en un nivel quizá mesiánico, pero previo al bautismo en el Espíritu Santo que iniciará Jesús. Sólo después, una vez que él ha salido del agua, dejando ya de estar en manos del Bautista, empieza el tiempo nuevo de la revelación de Dios, vinculada a la bajada del Espíritu y a la voz de Dios.
Ésta es la experiencia de Jesús, la experiencia que la Iglesia ofrece a todos los cristianos, que pueden y deben descubrirse llenos del Espíritu Santo.
− Y pronto, saliendo del agua…
Del bautismo como tal Mateo, bajo el agua del Jordán, Mateo no dice nada, quizá porque se trata de un rito de conversión “para perdón de los pecados” (1, 4), y lo propio de Jesús ha de ponerse en otro plano… Ciertamente, desde un punto de vista histórico se puede y se debe analizar el sentido que para Jesús pudo tener la experiencia anterior del bautismo de Juan, vinculado a la conversión y confesión de los pecados. Pero a Mateo no le importa y, por eso, aunque lo cita, lo ha dejado a un lado, para hablar sólo de aquello que Jesús vio y escuchó tras salir del agua, esto es, tras el bautismo de Juan, recibiendo su “bautismo en el Espíritu Santo”. Leer más…
Biblia, Espiritualidad
Bautismo del Señor, Ciclo B, Espíritu Santo, Evangelio, Iglesia, Tiempo de Navidad
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