6.I.18. Magos de Oriente: Son sabios, no reyes. Epifania
Epifania es manifestación (de Dios) y conocimiento profundo de los hombres. No es una parte final de la Navidad, sino la Navidad entera.
Por eso se celebra esta tarde la cabalgata de magos, los sabios que vienen de “oriente” (amanecer de la luz) en busca del Niño, y mañana será la gran Epifanía, que hoy presento con el Icono de Navidad del Monasterio Copto de Santa Catalina del Sinai, de formas casi etíopes, de origen egipcio , del que trataré al fin de esta postal.
— Éste es quizá el más significativo y completo (antiguo) de los iconos del misterio completo de la Navidad, anterior a la gran lucha de los iconoclastas. Éste es en resumen su sentido:
a- Del Círculo más alto (divino) con la tres estrellas de Dios Padre, desciende a Jesús y en él se encarna. como “rayo” de vida, la Palabra hecha carne, por el Espíritu que todo lo viste de rojo… Jesús en una cuna, con aureola de Cruz (se condensa así en el niño toda el misterio del Cristo pascual)
b- En el panel superior están los cuatro Arcángeles, que cantan la gloria de Dios y anuncian la epifanía a los tres magos (cf. arcángel de la derecha); este mundo angélico,presente en los grandes libros sagrados de Daniel y Henoc, desemboca en la encarnación de la Palabra de Dios, a cuyo servicio se pone.
c. En el panel del centro está María, humanidad que da a luz al Niño, entronizado con Cruz en la cuna, y a su lado vienen los tres magos, para descubrir la Sabiduría de Dios que es Jesús (vienen ya a pie, los caballos quedan abajo, a la izquierda). No son “reyes” (poder político), son “magos”, esto es los “sabios” más grandes de Babilonia,de Persia y de Egipto/Etiopía, las tres partes del mundo, en la línea de los sabios de gran conocimiento del libro de Daniel.
d. En el panel inferior, un ángel músico entre cabras llama con su flauta a los pastores, y hay así aparece uno de ellos, a la derecha,con su zurrón. Los caballos de los magos están prontos a la izquierda, junto a José (que es Israel) pensativo y descubriendo el misterio, mientras dos mujeres (que son la humanidad entera, una de las cuales ha de ser María ¿y la otra Isabel?) limpian y visten al niño. Los caballos de los sabios aguardan a la izquierda, para llevar el buen conocimiento al mundo entero, en cabalgata de Navidad y Pascua.
Hay más elementos en la escena, pero voy a quedarme con estos. Es evidente que estos “magos” no son reyes, sino sabios. Vienen de oriente (lugar donde nace el Sol de la Sabiduría, encarnada ahora en Jesús: el rayo de Dios le llena). Estos sabios representan la sabiduría ancestral de oriente, en línea de misterio y humanidad sagrada, más que la filosofía griega y la política de Roma. Así queda representada en la Epifanía de Dios que es Jesús Niño la sabiduría universal del mundo, en claves simbólicas.
Ésta es quizá una recreación del más misterioso de los libros del Antiguo Testamento, el de Daniel, que es una disputa de sabios/magos babilonios, persas, sirios… con Daniel y sus tres amigos sabios judíos (y en esa línea se sitúan otros elementos de la literatura profético-apocalíptica de Isaías a Henoc, recreada por los evangelios de Lucas, Mateo y Juan.
Pero aquí la Sabiduría de Dios no es una palabra apocalíptica sobre el fin del mundo, sino la vida del Niño/Dios que se dispone a recorrer con los hombres el camino de la humanidad, de la historia cósmica.
Ésta escena muestra que la Sabiduría de Dios y de los Hombres es un Niño que Nace, con los cuatro arcángeles arriba, María y los sabios junto al Niño en el centro, y el otro ángel músico con cabras y pastores que vienen, en un entorno de naturaleza sagrada, mientras José medita, los caballos están listos para llevar por todo el mundo el mensaje y dos mujeres acogen y cuidan al Niño.
La revelación de Dios es un niño
Éste es, a mi juicio, el contenido más hondo de la experiencia natal de las antiguas iglesias de Oriente, y en especial de la copta (de Egipto y de Etiopía), que presenté con extensión hace algunas semanas en este mismo blog.
La revelación del Dios niño enciende su Estrella (tres estrellas) en lo más alto del icono (el Oriente es la altura divina), para que todos los pueblos puedan contemplar y aceptar el misterio de la vida que nace.
La estrella de la sabiduría-vida de Dios conduce a los sabios del mundo, de oriente y occidente, hasta un Niño que, siendo el Dios-Sabiduría en plenitud, sólo podrá vivir si le acogemos y cuidamos, como María y José, con la otra mujer y con los pastores,que acogieron, celebraron y cuidaron al Niño, conforme a este icono de la Natividad.
Ángeles y hombres, con los tres sabios, están aquí al servicio del niño más frágil, para descubrir en él y con él (en camino de entrega de la vida, en anticipo de Cruz y de Resurrección) la Sabiduría divina.
Creer en Dios significa cuidar a los niños, a todos, y con ellos a los seres más frágiles del mundo. Eso es Navidad.
Texto. Mt 2, 1-12
Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
— ¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron:
— En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el Profeta: “Y tú. Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; Pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”.
Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén diciéndoles:
— Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que había visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron: después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.
1. Un niño, Sabiduría de Dios, Rey de los judíos
Los magos vienen a Jerusalén porque han visto en oriente la estrella del Rey de los judíos… Ese tema nos sitúa en el centro de una extensa tradición astro-lógica y asto-nómica que vincula al ser humano (y especialmente al salvador) con un (=el) Astro del cielo: es como luz en el firmamento y futuro de la historia. Por eso, allí donde ha nacido el Rey de los judíos ha debido encenderse una luz, se expande una esperanza de salvación sobre la tierra.
Esa luz atrae a los “magos”, que vienen hacia Jerusalén, iniciando la marcha de los pueblos hacia el futuro de su plena humanidad. Por eso, como venimos suponiendo, este pasaje debe interpretarse en la línea que lleva al mesianismo universal de Mt 28, 16-20.
Los magos preguntan por el Mesías en Jerusalén, pero no lo encuentran allí (en la ciudad del templo, donde habita un rey de este mundo), sino en Belén, capital donde se centran y cumplen las promesas. De esa forma, este segundo capítulo de Mt, con su procesión de pueblos buscando al Mesías, puede entenderse ya como anuncio de la culminación pascual del evangelio: una prolepsis de lo que será la misión final cristiana, interpretada aquí en forma centrípeta (desde el modelo de la gran peregrinación de pueblos hacia el centro de la tierra, que es Jerusalén). Esta es la salvación: buscar la presencia de Dios en un niño, en todos los niños del mundo.
Adorar a Dios, encontrar a Cristo en los niños
– Los magos son signo de todos los pueblos paganos de Oriente (y del mundo entero: tres es la totalidad humana) que vienen hacia Jerusalén, para adorar al Rey de los judíos, que ha nacido ya, pues ha surgido su Estrella. Ellos, los magos, son signo de un camino de búsqueda y fe universal, que desborda el nivel israelita, tanto por su origen como por su meta.
Por su origen: la fuerza que les lleva hacia Jesús no es la ley de Israel, sino la luz o estrella de su propia religión (de su paganismo), desde Persia y/o Babilonia, desde el mundo entero.
Por su meta: tras adorar a Jesús no quedan allí, para formar un pueblo espacial, sino que vuelven a sus tierras, como indicando que el camino y luz del Rey israelita ha de interpretarse desde sus propias tradiciones religiosas y culturales. Ellos conocen la nueva verdad: Dios está en un niño, en todos los niños necesitados.
Por eso, al final del evangelio (Mt 28, 16-20), los cristianos tienen que salir de Belén y Galilea, para llevar a todos los pueblos el nuevo mensaje, propio de los Magos (que son judíos o cristianos, musulmanes o hindúes… o gentes que no tienen religión externa). Dios se ha hecho niño, Dios se encuentra y vive (alienta, espera) en todos los niños del mundo. Siendo religión del nacimiento, el cristianismo es religión de amor ofrecido a todos los necesitados de la tierra, empezando por los más necesitados de todos, que son los niños. Los discípulos de Jesús deben llevar ese mensaje, pero no desde Jerusalén (pues los sacerdotes no quieren ir), sino desde la montaña de la pascua.
Expertos en buscar y cuidar a los niños. Conclusiones
1. Jesús, Mesías de Dios, no está encerrado en el templo y ley de Jerusalén, sino abierto en Belén para todos los que vengan, como niño que necesita de todos. No es Rey que impone su derecho en Pión, sino Niño necesitado, en brazos de su madre. No es Sacerdote que expande la sacralidad divina desde el tabernáculo del templo, sino niño amenazado, que debe exiliarse en Egipto, asumiendo así la historia del autentico Israel, Hijo de Dios (cf. 2, 15). Jesús es la sabiduría angélica, la sabiduría de la naturaleza (pastores y cabras), con la mujer María y su compañero, con José y con los magos-
2. Los representantes religiosos y sociales de Israel no han venido a Belén para adorar al Rey de los judíos, no quieren una religión de niños. Ellos conocen de algún modo el misterio (saben que el Mesías debe nacer en Belén), pero no quieren buscarle, ni le ofrecen el tesoro de su vida (cf. 2, 11), pues están muy preocupados en sus sacralidades nacionales y sociales. Esta es la paradoja de un Mesías Niño, que nos cuesta aceptar. Queremos otras cosas, no sabemos dejar todo y cuidar a los niños
3. Herodes rey no acepta el mesianismo de Jesús y decide matarle. De manera consecuente, la venida de los magos se inscribe en un contexto de persecución: el rey de turno persigue al verdadero Rey de los judíos, obligándole a exilarse, mientras los buscadores mesiánicos de oriente vuelven a sus tierras por otro camino. Herodes tiene miedo de los niños que pueden nacer fuera de su dominio, hijos de exilados, de emigrantes… Tiene miedo de que los niños que hoy nacen le quiten el trono. Por eso está dispuesto a matar a los niños, de un modo o de otro, para mantener su dominio.
4. La verdadera sabiduría y santidad consiste en acoger y cuidar a los niños, a los propios, a los ajenos, a todos los niños. Tomado así, el dogma cristiano es muy sencillo: sólo hay un Dios, aquel que se manifiesta como Padre en todos los niños, aquel que nace como Hijo, hijo de todos. Ésta es la sabiduría, ésta es la santidad: acoger y cuidar a los niños, abriendo para ellos las puertas de paz de este mundo.
Conclusión
Miremos de nuevo otra vez este icono, que nos llega de una de las iglesias más ricas de la cristiandad, antes de la gran disputa de los iconoclastas (los que destruían las imágenes). Estas pueden ser las conclusiones:
— La Sabiduría de Dios es un niño que nace, Dios encarnado. La navidad es cuidar a los niños y necesitados
— Los sacerdotes de esta Navidad son ante todo María y los Magos, la mujer grávida de Dios, los magos buscadores de su sabiduría, que llegan a pie (sus caballos quedan ya sin jinetes en la parte bajo, a la izquierda).
— Éste es el gran misterio para José el Varón Israelita, mientras toca música el ángel de la flauta y llegan también los pastores…
Nota sobra la imagen:
Vengo evocando esta postal desde hace varios días, desde que presenté la Navidad como fiesta judía de “natalidad” con H. Harendt (y desde que expuse en el blog hace un mes el sentido y trayectoria de la Teología Copta, centrada en el nacimiento humano de Dios Niño).
Para presentar el tema pensé en este icono que conozco hace tiempo, pero en versiones menos claras (como la que pongo en segundo lugar…).
— Pero tuve la suerte de descubrir la versión que había colgado en FB mi colega/amigo Rafael Castellano (con P. d’Ors) y pregunté sobre su origen, suponiendo que que era de Etiopia, y me respondió (en mi FB) Gerardo Jofre GG, experto y sabio colega, diciéndome que este icono de la Natividad proviene del Monasterio de Santa Catalina del Sinaí (Egipto), y que es del VII/IX dC (cf. Inventario Michigan 171, Universidad de Princeton USA).
Hay otras versiones del icono en google: Iconos del Monasterio de Santa Catalina
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