Una película dirigida a nadie
El amor da sentido a este mundo (Mónica Naranjo)
3 de diciembre, domingo I de adviento
Mc 13, 33-37
Que, al llegar de repente, no os sorprenda dormidos
El pueblo pide una teofanía, y el profeta Isaías la pide en arrebato: “¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes (Is 63, 19b) con tu presencia, como fuego que prende en los sarmientos o hacer hervir el agua!” (64, 1).
Cicatrices grabadas –(¿o filmadas, quizás?) – a sangre y fuego sobre la piel sensible de la Tierra. Penetrantes heridas que nos permiten ver el Evangelio con ojos de Proyecto salvador de Vida. Ojos de visión persistente y aguda, con aires de novedad y frescor de existencia. “El amor da sentido a este mundo”, canta la artista Mónica Naranjo, protagonista de un videoclip rodado en la catedral de la Sagrada familia, acompañada por la Orquesta Sinfónica de Barcelona, el coro Piug-reig y las gaitas Xuntanza de Cataluña: “Avui vull agrair la fie del sel, y amb tu celebrar que soc viu”. (“Hoy quiero agradecer la vida al cielo, y contigo celebrar que estoy vivo”). Un amor como el mostrado el pasado domingo 19 por el Papa Francisco en la Jornada Mundial de los Pobres, invitando a comer a 2500 menesterosos en Roma.
Quiso mantenerles alegres y despiertos, haciéndoles vivir durante un tiempo como la abeja que disfruta del néctar del pétalo de la flor y, al mismo tiempo, la fecunda. Y que, como dice el Evangelio: “Que al llegar Jesús, no os sorprenda dormidos” (Mc. 13, 36).
El inglés John Newton (17234-1807), comerciante de esclavos, y luego clérigo protestante, se hizo líder de la campaña parlamentaria para suprimir la trata de esclavos africana. Vio restañadas dichas cicatrices en su himno “Amacing Grace”, en el dolorido rostro de la esclavitud. Dice así:
“Sublime gracia del Señor que un infeliz salvó.
Fui ciego, mas hoy miro yo, perdido y él me halló.
Su gracia me enseñó a temer, mis dudas ahuyentó.
¡Oh, cuán precioso fuera a mi ser al dar mi corazón!
En los peligros y aflicción que yo he tenido aquí,
su gracia siempre me libró, y me guiará feliz.
Y cuando en Sión por siglos mil, brillando esté cual sol,
yo cantaré por siempre allí, su amor que me salvó”.
(La violinista japonesa Ayako Ishikawa, tiene una versión preciosa del mismo, que puede audiovisualizarse en Internet).
Pablo Neruda lo cantó también de esta manera:
“Tengo deberes de mañana.
Trabajos de mediodía.
Debo abrir ventanas, echar abajo puertas,
romper muros, iluminar rincones.
Debo repartirme hasta que todo sea día,
hasta que todo sea claridad
y alegría en la tierra”.
En definitiva, Una película sin destino particular, pero llena de esperanza, dirigida al mundo entero, como lo canta en esta Oda el poeta chileno:
ODA A LA CLARIDAD
No puedo
quedarme sentado.
Hasta luego.
Mañana
nos veremos.
Hoy tengo muchas
batallas que vencer.
Hoy tengo muchas sombras
que herir y terminar.
Hoy no puedo
estar contigo, debo
cumplir mi obligación
de luz:
ir y venir por las calles,
las casas y los hombres
destruyendo
la oscuridad. Yo debo
repartirme
hasta que todo sea día,
hasta que todo sea claridad
y alegría en la tierra.
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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