Sabemos que todo es impermanente, porque hay “Algo” que es estable.
Todo pasa, porque hay “Algo” que no pasa.
Lo real no cambia; lo que cambia no es real.
Un estudiante fue hasta su profesor de meditación y le dijo:
̶ ¡Mi meditación es horrible! Me distraigo completamente, mis piernas me duelen, o estoy constantemente quedándome dormido. ¡Es horrible!
̶ Ya pasará-, dijo irónicamente el profesor.
Una semana después, el estudiante volvió hasta su profesor:
̶ Mi meditación va de maravillas. Me siento tan consciente, tan apacible, tan vivo… ¡Es maravilloso!
̶ Ya pasará-, contestó irónicamente el profesor.
Es bueno recordar que todo pasa. Las emociones no son permanentes. Hay momentos de alegría y momentos de tristeza. El camino es aceptarlo como parte de nuestra naturaleza.
***
Cuenta una leyenda que hace muchos años, un Rey de un poderoso reino convocó a sus sabios y consejeros, y les dijo:
— He encargado a mis joyeros un precioso anillo, en el que deseo grabar una frase que me ayude e inspire en mis momentos desesperados. Una frase que me ayude a tomar decisiones. Una frase que me ayude cuando me sienta perdido. Una frase que me ayude a ser un Rey más justo, sabio y compasivo
Sus asesores y consejeros, los sabios más cultos del reino, se dispusieron a escribir las frases más extraordinarias. Pero el Rey las rechazaba. No le llegaban. No eran suficiente.
Como suele ocurrir en las leyendas, apareció, de no se sabe dónde, un anciano, humilde, pero que de algún modo transmitía seguridad y sabiduría. Le dijo:
— Majestad, ha llegado a mis oídos que busca una frase, la frase que le sirva en las situaciones complicadas de la vida.
— Efectivamente, contestó el Rey.
— ¿Crees que puedes ayudarme?
— Tengo la frase en este papel.
El Rey, raudo e impulsivo, se dispuso abrirlo; pero el anciano le dijo que no podía leerla hasta que estuviera en una situación desesperada. Sin saber muy bien por qué, pero sintiendo la certeza de que debía seguir el consejo del anciano, guardó el papel, y además le ofreció al anciano ser su acompañante.
Unas semanas más tarde, el Rey se vio metido en una gran emboscada. ¡Estaba desesperado! ¡Huía con su corte por el bosque, tratando de escapar de quienes le perseguían! Pararon en un claro, miró al anciano, que a su vez le miraba tranquilo y confiado, y recordó el papel. Lo sacó, lo leyó. Decía: “Esto también pasará”.
El desconcierto que sintió en un primer instante, poco a poco se transformó en calma y confianza. ¡Efectivamente! ¡Esto también pasará! El Rey estaba entusiasmado. Casi de manera automática respiró profundamente, aliviado.
— ¡Gracias, gracias!, le repetía una y otra vez al anciano. Esta es la clave. ¡Por fin!
A lo que el anciano respondió, sonriendo, lleno de amor y compasión: “Esto también pasará”.
Aunque no lo creamos, aunque estemos en un el peor de los momentos, hemos de tener la certeza de que todo pasa. Lo único que permanece es el cambio, como dijo hace ya mucho tiempo el sabio griego. Todo pasa. Ese momento terrible pasa. Pero ese momento de extrema excitación y placer también pasa.
No existe el placer sin el dolor. Ni la alegría sin la tristeza. Ni el valor sin el miedo. Es la VIDA. La VIDA en la que TODO PASA, y por la que todo pasa.
Esto que tanto te preocupa ahora… también pasará… Y eso que tanto te gusta ahora… también pasará.
Y en todo momento recuerda:
Tú no eres nada de lo que pasa; eres “Eso” en lo que todo pasa.
Sabemos que todo es impermanente, porque hay “Algo” que es estable.
Todo pasa, porque hay “Algo” que no pasa.
Lo real no cambia; lo que cambia no es real.
Enrique Martínez Lozano
Fuente Boletín Semanal, vía Fe Adulta
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