Dom 19.11.17. Talentos para el Reino: producir y compartir
Dom 33, Mt 25, 14-30.Esta durísima y y bellísima parábola(continuación y concreción de la anterior: Mt 25, 1-13), que Mateo ha tomado del Q (cf. Lc 19, 12-27), ha inquietado a generaciones de creyentes.
Ésta es una de las cuatro que J. P. Meier (Judío marginal V)considera auténtica de Jesús (con el grano de mostaza, la gran cena y los viñadores homicidas) y que, según eso, nos permite llegar a su mensaje originario.
He tratado de ella veces veces, en diversas perspectiva, en este mismo blog, y lo hago de nuevo, retomando y adaptando el texto de mi Comentario de Mateo, desde la perspectiva del día mundial de los pobres, hoy 19.11.17, sabiendo que es importante producir, pero producir humanamente, en la línea de Dios, al servicio del Reino, para compartir con gozo aquello que producimos
— Parece que algunos sólo quieren producir y producir… con los talentos más externos de la vida, multiplicados por mil a través de un tipo de revolución industrial. Pues bien, en general, esos no producen para crecer humanamente y compartir, sino para tener y más tener, y dominar sobre los otros, queriendo asegurar su vida en el capital.
— En contra de eso, lo que importa es producir para ser mejores y mejorar la vida de los otros (de todos), y la misma tierra, esto es, ganar de un modo humano, no para el dueño egoísta y malvado de la parábola, sino al servicio de la humanidad, del bien universal, y en especial de los pobres.
En esa línea, quizá más que de producir y de ganar se podría hablar de ser y darse, de una forma humana, sin agobio material, pero sin miedo y sin holgazanería, para así mejorar la vida de todos, en gratuidad, en confianza, no por ley, sino por gracia, sabiendo que al fin el Reino de Dios (y la vida entera) es un don.
Así quiero entender ahora este pasaje originario de Jesús, como parábola personal y social, dirigida a todos, pero en especial a los más ricos, con dos exigencias fundamentales:
a) Importa producir, pero sobre todo hacerlo en gratuidad para servicio universal: Que los hambrientos coman y los extranjeros encuentren patria (en la línea del texto siguiente de Mt 25, 31-46).
b) Hay que producir en forma de transformación personal, con los recursos de la más honda sabiduría, sabiendo que la “ganancia mayor” no es de tipo solamente material sino de oración, de madurez interior, educación, de acompañamiento mutuo, de acogida, de cuidado de los pobres y extranjeros, sin enterrar los talentos, de manera que la humanidad sea un lugar de gozo y concordia para todos.
c) Se trata de saber, en esa línea, que al fin los pobres son los que más pueden producir, los que más aportan, según todo el evangelio, reinterpretando la imagen 2, pero en forma humana, a fin de que los dos, pobre y rico se den de comer y compartan la vida, y al fin se abracen, cada uno como es (hombre o mujer, judío o gentil), sin oprimir nadie a nadie.
En esa línea, los más grandes productores de humanidad son orantes, los contemplativos, aquellos que convierten toda su vida en don ante Dios, para los otros, en la línea del amor que canta el Cantar de los Cantares de la Biblia o el Cántico Espiritual de Juan de la Cruz.
Se trata, pues, de entender la parábola desde todo el evangelio, como texto provocativo que Jesús dirige históricamente, en especial, a los más ricos, texto y proclama de juicio contra una humanidad que ha aprendido a producir con sus talentos malos más talentos, pero no a producir bien (en línea humana), ni a servicio de todos….
Ésta no es, en principio, una parábola para pordioseros y excluidos, sino para los ricos herodianos y su gente (terratenientes, sacerdotes) condenados a producir para un amo malo… Pero ella puede servir también en otro plano, para los mismos pobres, a quienes Jesús anima para que pongan sus talentos al servicio del Reino, invirtiendo así la dinámica exterior de la misma parábola, desde su camino de entrega personal, a favor de todos.
Buen domingo a todos, buena eucaristía el día de los pobres.
Una parábola inquietante
Tanto la versión de Lucas como la de Mateo hablan de un préstamo inmenso de dinero, que un hombre rico confía a sus criados (esclavos) mientras tiene que “alejarse” para resolver unos asuntos. Lucas habla de minas, que son unidades de peso y moneda que equivalen, más o menos, a un kilo de oro o de plata, de manera que la cuantía del dinero que el “hombre” presta a sus siervos es grande, pero no impensable. Por el contrario, Mateo habla de talentos, una cantidad inmensa, casi imposible para un hombre o mujer particular.
Esta es una parábola inquietante que, como verá el lector, puede interpretarse en varios registros, con tonos diversos. Es una parábola que muchas veces se ha sacado de contexto, interpretándose en forma sólo espiritualista (haciendo temblar a los más devotos) y otras veces en forma triunfalista, para sellar y justificar así una forma injusta de ganar dinero, sin escrúpulos, sin tener en cuenta a los pobres.
Pero es, al mismo tiempo, una parábola inmensamente gozosa,pues quiere que pongamos nuestra vida (cada uno su talento humano más que monetario, pero también monetario) al servicio del Reino de Dios, es decir, de todos. Quiero interpretarla en forma exegética… pero teniendo en cuenta que este día (19.11.17) se celebra en la Iglesia católica la “Jornada mundial de (a favor de) los pobres. En ese sentido quiero desarrollar cuatro afirmaciones principales:
1. Hombres y pueblos (estados, empresas, multinacionales…) no somos dueños de la riqueza y el dinero, sino administradores, al servicio de todos (en especial, en este caso, de los más pobres).
2. La cantidad de dinero o riqueza que se gana no se mide un modo puramente material, sino que ha de verse en sentido integral: Se debe trabajar y “ganar” al servicio del reino de Dios, es decir, del bien de todos, y no del egoísmo particular de un reyezuelo de turno.
3. La responsabilidad no es igual para todos… sino que es mayor para los que tienen (han recibido, a veces “robado”) más. Se trata de una responsabilidad social y personal
4. En este contexto, la humanidad se está jugando su propio futuro… Una humanidad que no “gana” (no produce) al servicio de los pobres, de la necesidad de todos, del bien de la tierra entera está corriendo el riesgo de destruirse a sí misma.
Buen domingo a todos, buena lectura de la parábola.
Tema de dinero, tema de humanidad
El talento era la máxima unidad monetaria de oriente, cuyo peso y valor cambió según los tiempos y las circunstancias, variando entre 30 y 60 kilos de oro (o de plata, según los casos), tanto en Grecia como en Palestina. La economía de los pequeños reinos tributarios de Roma se medía en talentos de impuestos y renta. Así a la muerte de Herodes el Grande (4. aC), la renta anual del reino de Judea (bajo Arquelao) era de 600 talentos y la de Antipas (Galilea) de 200.
La parábola trata, por tanto, de un hombre rico que marcha de viaje y deja a sus esclavos su tesoro (unas minas o talentos de oro), para que lo administren. En el fondo parece que ese hombre puede ser uno de los miembros de la familia de Herodes, que iban con frecuencia a Roma, para negociar la adquisición de reinos y/o de principados, teniendo que encargar la administración de sus bienes a funcionarios más o menos inteligentes (y en general poco escrupulosos). En contra de lo que a veces se ha pensado, en un primer momento, el hombre-rico (rey) de esta parábola no es Dios, sobre todo en la versión de Lucas, más cercana al original, donde él aparece como tirano sangriento.
Mateo ha dulcificado el tema, pero tampoco su hombre rico es el Dios del Sermón de la Montaña, aunque su acción y figura pueden emplearse para evocar el juicio (como el Novio de la parábola anterior, 24, 1-13, que tampoco era Cristo, ni Dios como tal, pero nos ayudaba a entender la figura y acción del Cristo Esposo). Mateo ha situado esta nueva parábola al final de la vida pública de Jesús para reelaborar, desde ella, el sentido del juicio, partiendo de la conducta de tres siervos/esclavos (en la línea de 24, 45), que le sirven para poner de relieve las respuestas de los hombres. También en este caso resulta importante el motivo del “retraso”, es decir, del largo tiempo de espera y preparación, como 24, 48 y en 25, 5:
Texto
25 14 Porque es como un hombre que, yendo de viaje, llamó a sus esclavos y los dejó encargados de sus bienes: 15 y a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno; a cada cual según su capacidad; luego se marchó. En seguida, 16 el que recibió cinco talentos fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. 17 El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. 18 En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
19 Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos esclavos y se puso a ajustar las cuentas con ellos. 20 Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco. 21 Su señor le dijo: Muy bien. Eres un esclavo fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo de mucho; pasa al banquete de tu señor. 22 Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos. 23 Su señor le dijo: Muy bien. Eres un esclavo fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entre en la alegría de tu señor.
24 Vino, en fin, el que había recibido un talento y dijo: Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; 25 tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo. 26 El señor le respondió: Eres un esclavo negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? 27 Por eso te convenía haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. 28 Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. 29 Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. 30 Y a ese esclavo inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes .
1. Interpretación.
Ésta es una parábola, no un texto de doctrina sobre la responsabilidad humana, un relato simbólico para pensar y comprometerse, aceptando y cultivando la vida como un “don” que debemos recibir agradecidos, a fin de que produzca fruto, sin miedo al riesgo necesario, asumiendo así la tarea de nuestra libertad responsable. Como he dicho, el dueño no es Dios (como lo muestra su actuación final, cuando castiga duramente al holgazán), pero hay algo de Dios en el relato, que así aparece como espejo de la vida, tiempo de tarea, desde el Poder más alto a quien descubrimos no sólo como esposo (parábola anterior), sino como señor que nos ha confiado una tarea.
‒ Parábola justa.
Conforme al conjunto de Mateo, la vida es un don que no puede compararse con el manejo de dinero. Por eso, tomada en sí misma, esta parábola de administradores monetarios, con la exigencia de producir grandes beneficios, parece ir en contra (¡va en contra!) del mensaje que Jesús dirige a los pobres, un mensaje de vida amorosa, de puro regalo. Ciertamente, la vida es don, no comercio, pero hay en ella un elemento que también puede compararse al comercio, entendido como intercambio y producción de bienes. Se nos ha dado todo aquello que tenemos, de forma que somos una especie de “inversión” de Dios, que se arriesga al crearnos, y así quiere que produzcamos buenos frutos (cf. 3, 8; 7, 16-20; 13, 8. 23-26; 21, 34-43).
En esa línea podemos afirmar que todo en la vida es nuestro, pues Dios nos lo ha dado, sin pedirnos intereses, por pura bondad, sin exigir que le reconozcamos o paguemos con algún tipo de talión, como ha dejado claro el Sermón de la Montaña (5, 38-48). Pero siendo gratuidad, Dios quiere que respondamos con amor, no sólo por él, sino por nosotros, para que así la vida que hemos recibido fructifique y produzca para bien de los demás, sabiendo que somos para el Reino (es decir, para los otros). Leída así, ésta es una parábola abierta a la “creatividad”, al don positivo de la entrega de aquello que somos, en gesto activo y creador, al servicio de la obra de Dios.
‒ Parábola injusta.
Pero, en otro sentido, parece que esta parábola ha sido proclamada para gente fuerte, con duras responsabilidades, hombres y mujeres que se sienten y son capaces de producir, rindiendo así para el dueño. Se ha llegado a decir que esta parábola es un texto para ejecutivos, llenos de agresividad, gentes que, en general, suelen aplicar unos métodos poco caritativos (e incluso injustos) para amasar dinero. Algunos han añadido que es una parábola para banqueros y dirigentes de multinacionales, personas sin conciencia moral, sin más finalidad que la pura ganancia, aunque se hundan países enteros, con sus pobres (como está sucediendo ahora, año 2017).
Leída así, esta parábola no se puede aplicar a los más débiles, a la mayoría de los hombres y los pueblos, aplastados por otros, exigiéndoles que produzcan, y midiendo la producción en términos utilitarios. No es una parábola para deprimidos, enfermos mentales, simples prostitutas, sencillos publicanos que no alcanzan a cobrar los impuestos que les piden los amos. Entendida desde la perspectiva de la pura producción externa, esta parábola va en contra de otros rasgos del evangelio.
‒ Por eso se podría pensar en una anti-parábola. El tesoro que importa al Jesús de Mateo (los talentos verdaderos de la vida, el aceite de las vírgenes, el gesto de aquellos que buscan tesoros en el cielo y se oponen a la mamona: cf. 6, 19-34) no es algo que se mida en términos monetarios, pues el valor del hombre (el ser humano), su talento, es la misma vida, la capacidad de amor, de ofrecer y compartir lo que tenemos. En este sentido, producir es simplemente ser, dejarse amar, viviendo así en amor.
Por eso, en un momento dado, deberíamos protestar contra la formulación externa de esta parábola, sabiendo que ella va en contra de lo que Jesús vino a decir y realizar hasta su muerte, pues él no quiere que produzcamos para un tipo de dueño egoísta y austero que responde con dureza el tercer “siervo” de la parábola. El verdadero Dios de Jesús no es egoísta, sino principio generoso de gracia que ofrece y comparte todo, pidiendo de esa forma que seamos y que despleguemos vida, por el placer de ser y de dar, por el gozo de compartir lo que hemos recibido con los demás. Por eso, en un momento dado, debemos protestar contra la parábola.
Pues bien, a pesar de eso, en otro plano, entendida en su verdad, esta parábola tiene una función provocativa, que consiste en movilizar los impulsos y exigencias del evangelio, sin miedo a fracasar, sin enterrar el talento en la tierra, como hace el tercer protagonista. Tomada externamente, ésta es una parábola de miedo, pues el amo que vuelve a pedir cuentas es cruel, no tiene piedad del miedoso y su conducta no es ejemplo de misericordia, como pide Jesús (9, 13; 12, 7; 23, 23), sino todo lo contrario. Pero, en un sentido más profundo, ella nos pide que seamos generosos, que trabajemos sin miedo al fracaso, por gratuidad, como el Señor que nos ha confiado gratuitamente todo.
En esa línea, incluso este hombre duro, que se parece a los reyes herodianos (ejemplo de avaricia monetaria y violencia asesina), puede servir de referencia para los servidores del evangelio, no para trabajar por miedo al castigo (aunque el miedo puede cumplir una función positiva, como en el caso del siervo/doulos de 24, 45), sino por agradecimiento al Señor que nos ha mostrado su confianza y nos ha dado lo que somos y tenemos. En un nivel, parece que los siervos de aquel dueño deben trabajar por egoísmo y miedo, obligados a lograr el máximo beneficio de aquello que les ha confiado el amo, en un mundo donde se busca ante todo el rendimiento. Pero los servidores de Jesús han de trabajar por un motivo más alto, aunque sin olvidar la exigencia del servicio mutuo, de la responsabilidad por el evangelio, el amor generoso.
2. Parábola para repensar…
Las parábolas no son para leerlas de un modo cerrado, sino para entenderlas desde la situación de cada uno, desde la situación del mismo mundo… En esa línea, partiendo del evangelio y de nuestro propio tiempo, en este día mundial de los pobres, la parábola sólo se puede entender así:
a) Dios ha dejado en nuestras manos los talentos… más o menos
b) Cada uno ha de poner sus talentos al servicio del Reino… Es decir, al servicio de los más pobres, de la paz y la justicia en el mundo.
c) El problema no es sólo el “no producir”, sino que hay un problema aún mayor: El producir para destruir, el producir para oprimir a los demás, por puro egoísmo.
d) El problema actual (2017) no es el “no producir”, sino el producir de un modo egoísta, al servicio del sistema, pasando por encima del hambre de los pobres y destruyendo las fuentes de vida de la tierra.
3. Otros posibles finales.
Dicho eso debemos añadir que la respuesta a la parábola han de darla sus mismos oyentes, desde la perspectiva social y personal, religiosa y cultural en que se encuentren, sin olvidar que se trata de un texto abierto a la respuesta de cada uno, desde su propia circunstancia, y con su forma de asumir y traducir el mensaje de Jesús.
En esa línea, a pesar de los cambios que ha introducido, Mateo ha querido que ella siga estando abierta, de manera que los lectores la puedan traducir a su manera, desde su contexto. Pues bien, en ese sentido, interpretada desde el texto siguiente (Mt 25, 31-46), esta parábola quiere decirnos que pongamos todos los talentos al servicio del hambriento y sediento, del desnudo y extranjero, del enfermo y encarcelado. No se trata, pues, de ganar más en el aspecto económico-egoísta, sino de ganar para los otros, en humanidad, para los pobres.
1. Nuevo final: Uno que ha perdido todo, siervo con deudas. Supongamos que hay un cuarto siervo, a quien el amo había dado tres talentos (o cinco, si se quiere). Viene fatigado y triste y, humillándose ante el amo, le dice: “Señor, tres talentos me diste y fui a comerciar con ellos, pero no he tenido suerte. Sabes bien que no soy hombre de negocios y, además, los tiempos son adversos. Hay una fuerte recesión económica, y me han engañado (o me he dejado engañar); me salieron mal las cuentas, de forma que no he sido capaz de mantener ni siquiera aquello que tenía; por eso, no sólo no puedo traerte ninguna ganancia, sino que vengo con deudas. Aquí las tienes Señor, mira los papeles… Pero persóname, mira, he de marchar, no quiero que vengan mis acreedores y te culpen, y tengas encima que pagar tú las deudas…”.
¿Qué respondería Jesús en ese caso? ¿Podrá perdonarle en la línea de su oración: Perdona nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores, Mt 6, 12? ¿Podrá decirles a los acreedores que le perdonen también ellos, como supone y exige la parábola de 18, 23-34? ¿Y si los acreedores no son “cristianos” y no quieren escuchar a Jesús? No es fácil ofrecer una respuesta, pero es evidente que estas dos parábolas (18, 23-34 y 25, 14-30) han de entenderse y resolverse unidas, una al lado de la otra, porque el mejor intérprete de Mateo es el mismo Mateo.
2. Otro final: El que todo lo ha dado. En la línea de la reflexión anterior, podemos suponer que sigue viniendo otro siervo, también fuera de tiempo, seguido de mucha gente, que se agolpa tras él, pidiéndole ayuda. Imaginemos que llega sin nada, rodeado de niños y pobres, con gentes de vida dudosa, para acercarse con ellos hasta el amo y decirle: «Mira, Señor, tú me diste cien talentos. Ya sé que es mucho, una cantidad que yo no merecía. Pero los pobres del mundo son aún más que ese dinero… y así te escuché responder un día al joven rico que venía a preguntarte: Vete, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres, y luego, ven y sígueme (19, 21), y eso es lo que he querido hacer.
Imaginemos que este siervo sigue hablando: “Ya sé, Jesús, que aquel rico se fue sin cumplir lo que pedías, porque quizá no supo escucharte bien y pensó que era preciso ganar todavía más dinero. Pero yo he querido cumplir tu palabra; por eso, fui por ahí y repartí todo lo que tenía. Ciertamente, conozco lo que has hecho al tercer siervo que enterró tu talento, porque él pensaba que eras duro y austero. Pero yo sé que eso no es cierto, que no eres como dicen, sino muy generoso. Por eso, he seguido dando una y otra vez lo que tenía, y así vengo con estos hombres y mujeres… Hay muchos que me deben bastante dinero, pero no se lo puedo cobrar, pues nos dijiste en tu oración que perdonemos…”.
Imaginemos que viene este hombre, y que se sitúa de esa forma ante el amo, a quien identifica en el fondo con el Dios de Jesús, o con Jesús. ¿Qué pasará, cómo podrá responderle ese amo? Pienso que también en este caso debemos entender y aplicar este pasaje de juicio desde el mismo Mateo, situando esta escena en el contexto total de su evangelio. Desde ese fondo hay que plantear la pregunta: ¿Habrá contradicción entre el Jesús del juicio duro que parece hallarse al fondo de esta parábola y el Jesús del Sermón de la Montaña, entre Mt 25, 14-30 y Mt 6, 19-34; 19, 16-30?
3. Tercer final. El capitalista triunfante. Imaginemos que llega por fin otro siervo, un hombre que parecía muy sabio, en un coche de lujo, rodeado de administradores y criados y dice al amo: “Levanté unas fábricas con aquello que me diste… dirigí negocios, he creado capitales… Al final, en estos últimos años, he montado bancos, grandes empresas de seguros y, sobre todo, unas ricas entidades financiarías. Puedo darte muchísimo dinero, estamos en un tiempo de ganancias, porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará aún lo que tiene, como tú mismo has dicho (Mt 13, 2).
Este último esclavo sería la versión “perfeccionada” del primero, aquel que ganó con diez talentos otros diez, pero en forma de ganancia triunfalista, de beneficio propio a costa de los demás. ¿Se podría aceptar su versión del evangelio, o su conducta sería más bien una perversión completa del mensaje de Jesús? Aquí no podemos dar una respuesta general, pues ella ha de darla cada uno (cada comunidad cristiana) desde la perspectiva de conjunto de Mateo, en la línea de la parábola que sigue, que es la que nos permite interpretar todo lo anterior, Mt 25, 31-46. Pero entendida así, desde el capitalismo triunfante, que gana oprimiendo a los pobres, esta parábola sería la inversión de todo el proyecto de Jesús
4. Cuarto final, El gran riesgo… Un mundo, una economía que no pone su dinero al servicio de los pobres se pierde a sí misma. Estamos en un tiempo en que hemos recibido mucho, tenemos miles de millones de talentos… pero una minoría económica los pone al servicio de sí misma, y de esa forma se destruye.
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