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Fiel a mi talento

Domingo, 19 de noviembre de 2017
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pensandod

Creo que el temor a malgastarse es la razón que impide a las personas emplear sus mejores capacidades. Si, tras un laborioso proceso de días y días, conseguimos llegar hasta las fuentes internas de nuestro ser, yo lo llamo “Dios”, después logramos conservar lo libertad necesaria, “trabajando en nosotros mismos”, entonces, continuamente estaremos renovados y no tendremos por qué preocuparnos de que se agoten nuestros recursos   .

Ser Fieles a todo lo que nos surge espontáneamente, y hasta el final. Ser fieles en el sentido mas amplio del término, fieles a si mismos, fieles con Dios, fieles en todo momento. Significa estar al “cien por cien”. Mi quehacer consiste en ser. Especialmente, en ser fiel a mi talento creativo, por modesto que sea. De cualquier modo, son tantas cosas las que quisiera decir y escribir, que debería articularlas. Sin embargo, intento huir y fallo, no lo consigo   Vivo la vida plenamente y cada vez me siento con mayor responsabilidad ante, y así los llamo, mis talentos. Por dónde comenzar, Dios mío. Hay tantas cosas. No pretendo escribirlas con la intensidad vivida, sería un error. No se trata de eso. Todavía no sé como controlar toda esa materia. Solamente sé que tendré que hacerlo todo yo solo y que tengo la fuerza y paciencia necesarios para lograrlo. Tengo que ser fiel, no puedo dispersarme como arenilla al viento. Estoy dividido entre atentos e impresiones, zarandeado par personas y emociones. Tengo que mantenerme fiel; sobre todo, debo ser fiel a mi talento, “Vivir” insuficientemente una realidad no basta; requiere algo más.

Cada vez veo mejor los abismos que engullen las fuerzas creativas y la alegría de vivir del hombre. Son hoyos que se tragan todo, agujeros que estén en nuestro propio ser. A cada día le basta su pena

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Etty. Hillesum, Diario 1947—1943,

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

“Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno; a cada cual según su capacidad; luego se marchó. [El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.]

Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:

“Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”

[Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:

“Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.”

Su señor le dijo:

“Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo:

“Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.”

El señor le respondió:

-“Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.””]

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Mateo 25,14-30

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“Búsqueda creativa”. 19 de noviembre de 2017. 33 Tiempo ordinario(A). Mateo 25, 14-30

Domingo, 19 de noviembre de 2017
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007-parable-talentsA pesar de su aparente inocencia, la parábola de los talentos encierra una carga explosiva.

Sorprendentemente, el “tercer siervo” es condenado sin haber cometido ninguna acción mala. Su único error consiste en “no hacer nada”: no arriesga su talento, no lo hace fructificar, lo conserva intacto en un lugar seguro.

El mensaje de Jesús es claro. No al conservadurismo, sí a la creatividad. No a una vida estéril, sí a la respuesta activa a Dios. No a la obsesión por la seguridad, sí al esfuerzo arriesgado por transformar el mundo. No a la fe enterrada bajo el conformismo, sí al trabajo comprometido en abrir caminos al reino de Dios.

El gran pecado de los seguidores de Jesús puede ser siempre el no arriesgarnos a seguirlo de manera creativa. Es significativo observar el lenguaje que se ha empleado entre los cristianos a lo largo de los años para ver en qué hemos centrado con frecuencia la atención: conservar el depósito de la fe; conservar la tradición; conservar las buenas costumbres; conservar; la gracia; conservar la vocación…

Esta tentación de conservadurismo es más fuerte en tiempos de crisis religiosa. Es fácil entonces invocar la necesidad de controlar la ortodoxia, reforzar la disciplina y la normativa; asegurar la pertenencia a la Iglesia… Todo puede ser explicable, pero ¿no es con frecuencia una manera de desvirtuar el evangelio y congelar la creatividad del Espíritu?

Para los dirigentes religiosos y los responsables de las comunidades cristianas puede ser más cómodo “repetir” de manera monótona los caminos heredados del pasado, ignorando los interrogantes, las contradicciones y los planteamientos del hombre moderno, pero ¿de qué sirve todo ello si no somos capaces de transmitir luz y esperanza a los problemas y sufrimientos que sacuden a los hombres y mujeres de nuestros días?

Las actitudes que hemos de cuidar hoy en el interior de la Iglesia no se llaman “prudencia”, “fidelidad al pasado”, “resignación”… Llevan más bien otro nombre: “búsqueda creativa”, “audacia”, “capacidad de riesgo”, “escucha al Espíritu” que todo lo hace nuevo.

Lo más grave puede ser que, lo mismo que le sucedió al tercer siervo de la parábola, también nosotros creamos que estamos respondiendo fielmente a Dios con nuestra actitud conservadora, cuando estamos defraudando sus expectativas. El principal quehacer de la Iglesia hoy no puede ser conservar el pasado, sino aprender a comunicar la Buena Noticia de Jesús en una sociedad sacudida por cambios socioculturales sin precedentes.

José Antonio Pagola

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“Has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu señor.” Domingo 19 de noviembre de 2017. 33º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 19 de noviembre de 2017
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56-OrdinarioA33Leído en Koinonia:

Proverbios 31,10-13.19-20.30-31: Trabaja con la destreza de sus manos.
Salmo responsorial: 127: Dichoso el que teme al Señor.
1Tesalonicenses 5,1-6: Que el día del Señor no os sorprenda como un ladrón.
Mateo 25,14-30: Has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu señor.

La «parábola de los talentos» es sin duda el texto capital entre los tres de hoy. Un comentario pastoral a esta lectura podrá ir por la senda usual con este texto: Mateo acaba de hablar de la venida futura del Hijo del Hombre para el juicio, y a continuación nos dice cuáles son las actitudes adecuadas ante esa venida, a saber, la vigilancia (parábola de las diez vírgenes) y el compromiso de la caridad (parábolas de los talentos y del juicio de las naciones). La parábola de los talentos es, en este contexto interpretativo, un elogio del compromiso, de la efectividad, del trabajo, del rendimiento. Podrá ser aplicada fructuosamente al trabajo, la profesión, las realidades terrestres, el compromiso secular…

Sin embargo, el contexto de la hora histórica que vivimos es tal, que este mensaje, en sí mismo bueno y hasta naif, ingenuo, se puede resultar funcional respecto a la ideología actualmente dominante, el neoliberalismo. Éste, en efecto, predica, como grandes valores suyos, la eficacia, la competitividad, la creación de riqueza, el aumento de la productividad, el crecimiento económico (si tenemos un crecimiento bajo o no crecemos nos declaramos en crisis), los altos rendimientos de interés bancario, la inversión en valores, etc. Son nombres modernos bien adecuados para lo que se presenta en la parábola, aunque si se los utiliza en la homilía, no pocos oyentes pensarán que el orador sagrado se salió de su competencia (o peor: «se metió en política»). Por una casualidad del destino, esta parábola se hizo bien actual, y los teólogos neoconservadores (también hay «neocons» en teología) la valoran altamente. Algunas de sus frases, sin necesidad siquiera de interpretaciones rebuscadas, avalan directamente principios neoliberales. Pensemos, por ejemplo en el enigmático versículo de Mt 25, 29: «Al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce, se le quitará hasta lo que tiene». No será fácil hacer una predicación aplicada que no haga el juego a un sistema que, para muchos cristianos de hoy, está en los antípodas de los principios cristianos.

La eficacia, la productividad, la eficiencia… no son malas en principio. Diríamos que no son valores en sí mismas, sino “cuantificaciones” que pueden ser aplicadas a unos u otros valores. Se puede ser eficiente en muchas dimensiones, muy distintas (unas buenas y otras malas) y con unas intenciones muy diversas (malas y buenas también). La eficacia en sí misma, abstraída de su aplicación y de su intención… no existe, o no nos interesa ahora. El juicio que hagamos sobre la eficacia dependerá de la materia a la que apliquemos esa eficiencia, así como del objetivo al que se oriente.

Cabe entonces imaginar una “eficiencia” cristiana (agrupando en este símbolo varios otros valores semejantes). El mismo evangelio la presenta en otros lugares, en su célebre inclinación hacia la praxis: No todo el que dice ‘Señor, Señor’, sino el que hace…, la parábola de los dos hermanos (el que dice pero no hace y el que hace aunque había dicho que no), bienaventurados más bien los que escuchan la palabra y la ponen en práctica… y más paradigmáticamente, el texto que continúa al de hoy, el que meditaremos el domingo próximo, Mt 25,31ss, en el que el criterio del juicio escatológico que allí aparece será precisamente lo que hayamos “hecho” efectivamente a los pobres…

La eficiencia aceptada y hasta encomiada por el evangelio es la eficiencia “por-el-Reino”, la que está puesta al servicio de la causa de la solidaridad y del amor. No es la eficiencia del que logra aumentar la rentabilidad (reduciendo empleos por la adopción de tecnologías nuevas), o la del que logra conquistar mercados por su competitividad (reduciendo la capacidad de auto-subsistencia de los países pequeños, o pobres, sin tecnología), o la del que logra ingresos fantásticos por inversiones especulativas del capital “golondrina” en este gran casino mundial financiero…

La «eficiencia por la eficiencia» no es un valor cristiano, ni siquiera es un valor verdaderamente humano (no parece que nos humanice, más bien parece que lo heredamos de nuestro pasado como depredadores). Quizá sea cierto que el capitalismo, sobre todo en su expresión salvaje actual, sea “el sistema económico que más riqueza crea”; pero no es menos cierto que lo hace aumentando simultáneamente el abismo entre pobres y ricos, la concentración de la riqueza a costa de la expulsión del mercado de masas crecientes de excluidos. El criterio supremo, para nosotros, no es una eficiencia económica que produce riqueza y distorsiona la sociedad y la hace más desequilibrada e injusta. No sólo de pan vive el ser humano. Cristianamente no podemos aceptar un sistema que en favor del (o en culto al) crecimiento de la riqueza, sacrifica idolátricamente la justicia, la fraternidad y la participación de masas humanas. Poner la eficiencia por encima de todo esto, es una idolatría, es la idolatría del culto del dinero, verdadero dios neoliberal. Y sobre la “idolatría del mercado” y el carácter sacrificial de la ideología neoliberal, ya se ha escrito mucho…

No, no es pues que nosotros no queramos ser eficientes, competentes (más que competitivos), o que no seamos partidarios de la “calidad total”, ni mucho menos… Somos partidarios de la mayor «eficacia en el servicio al Reino», así como de «la competencia y la calidad total en el servicio al Evangelio». (In ordinariis non ordinarius, decía un viejo adagio de la ascética clásica, queriendo llevar la calidad total a los detalles más pequeños de la vida ordinaria u oculta).

Y no es que no haya que reconocer que con frecuencia los más “religiosos” hayan estado ajenos a las implicaciones económicas de la vida real, predicando fácilmente una generosa distribución donde no se consigue una producción suficiente, esperándolo todo de la limosna o los piadosos mecenas. También en el campo de la economía teórica –sobre todo en esta hora– necesitamos un renovado compromiso de los cristianos.

Si Jesús se lamentó de que los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz, ello significa que la «astucia» (otro tipo de eficacia) no es mala; lo malo es ponerla al servicio de las tinieblas y no de la luz. Leer más…

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Dom 19.11.17. Talentos para el Reino: producir y compartir

Domingo, 19 de noviembre de 2017
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23559859_887681394742387_3958786061188678572_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 33, Mt 25, 14-30.Esta durísima y y bellísima parábola(continuación y concreción de la anterior: Mt 25, 1-13), que Mateo ha tomado del Q (cf. Lc 19, 12-27), ha inquietado a generaciones de creyentes.

Ésta es una de las cuatro que J. P. Meier (Judío marginal V)considera auténtica de Jesús (con el grano de mostaza, la gran cena y los viñadores homicidas) y que, según eso, nos permite llegar a su mensaje originario.

He tratado de ella veces veces, en diversas perspectiva, en este mismo blog, y lo hago de nuevo, retomando y adaptando el texto de mi Comentario de Mateo, desde la perspectiva del día mundial de los pobres, hoy 19.11.17, sabiendo que es importante producir, pero producir humanamente, en la línea de Dios, al servicio del Reino, para compartir con gozo aquello que producimos

— Parece que algunos sólo quieren producir y producir… con los talentos más externos de la vida, multiplicados por mil a través de un tipo de revolución industrial. Pues bien, en general, esos no producen para crecer humanamente y compartir, sino para tener y más tener, y dominar sobre los otros, queriendo asegurar su vida en el capital.

 En contra de eso, lo que importa es producir para ser mejores y mejorar la vida de los otros (de todos), y la misma tierra, esto es, ganar de un modo humano, no para el dueño egoísta y malvado de la parábola, sino al servicio de la humanidad, del bien universal, y en especial de los pobres.

En esa línea, quizá más que de producir y de ganar se podría hablar de ser y darse, de una forma humana, sin agobio material, pero sin miedo y sin holgazanería, para así mejorar la vida de todos, en gratuidad, en confianza, no por ley, sino por gracia, sabiendo que al fin el Reino de Dios (y la vida entera) es un don.

Así quiero entender ahora este pasaje originario de Jesús, como parábola personal y social, dirigida a todos, pero en especial a los más ricos, con dos exigencias fundamentales:

a) Importa producir, pero sobre todo hacerlo en gratuidad para servicio universal: Que los hambrientos coman y los extranjeros encuentren patria (en la línea del texto siguiente de Mt 25, 31-46).

b) Hay que producir en forma de transformación personal, con los recursos de la más honda sabiduría, sabiendo que la “ganancia mayor” no es de tipo solamente material sino de oración, de madurez interior, educación, de acompañamiento mutuo, de acogida, de cuidado de los pobres y extranjeros, sin enterrar los talentos, de manera que la humanidad sea un lugar de gozo y concordia para todos.

adcsupport-1c) Se trata de saber, en esa línea, que al fin los pobres son los que más pueden producir, los que más aportan, según todo el evangelio, reinterpretando la imagen 2, pero en forma humana, a fin de que los dos, pobre y rico se den de comer y compartan la vida, y al fin se abracen, cada uno como es (hombre o mujer, judío o gentil), sin oprimir nadie a nadie.

En esa línea, los más grandes productores de humanidad son orantes, los contemplativos, aquellos que convierten toda su vida en don ante Dios, para los otros, en la línea del amor que canta el Cantar de los Cantares de la Biblia o el Cántico Espiritual de Juan de la Cruz.

Se trata, pues, de entender la parábola desde todo el evangelio, como texto provocativo que Jesús dirige históricamente, en especial, a los más ricos, texto y proclama de juicio contra una humanidad que ha aprendido a producir con sus talentos malos más talentos, pero no a producir bien (en línea humana), ni a servicio de todos….

Ésta no es, en principio, una parábola para pordioseros y excluidos, sino para los ricos herodianos y su gente (terratenientes, sacerdotes) condenados a producir para un amo malo… Pero ella puede servir también en otro plano, para los mismos pobres, a quienes Jesús anima para que pongan sus talentos al servicio del Reino, invirtiendo así la dinámica exterior de la misma parábola, desde su camino de entrega personal, a favor de todos.

Buen domingo a todos, buena eucaristía el día de los pobres.

Una parábola inquietante

Tanto la versión de Lucas como la de Mateo hablan de un préstamo inmenso de dinero, que un hombre rico confía a sus criados (esclavos) mientras tiene que “alejarse” para resolver unos asuntos. Lucas habla de minas, que son unidades de peso y moneda que equivalen, más o menos, a un kilo de oro o de plata, de manera que la cuantía del dinero que el “hombre” presta a sus siervos es grande, pero no impensable. Por el contrario, Mateo habla de talentos, una cantidad inmensa, casi imposible para un hombre o mujer particular.

Esta es una parábola inquietante que, como verá el lector, puede interpretarse en varios registros, con tonos diversos. Es una parábola que muchas veces se ha sacado de contexto, interpretándose en forma sólo espiritualista (haciendo temblar a los más devotos) y otras veces en forma triunfalista, para sellar y justificar así una forma injusta de ganar dinero, sin escrúpulos, sin tener en cuenta a los pobres.

Pero es, al mismo tiempo, una parábola inmensamente gozosa,pues quiere que pongamos nuestra vida (cada uno su talento humano más que monetario, pero también monetario) al servicio del Reino de Dios, es decir, de todos. Quiero interpretarla en forma exegética… pero teniendo en cuenta que este día (19.11.17) se celebra en la Iglesia católica la “Jornada mundial de (a favor de) los pobres. En ese sentido quiero desarrollar cuatro afirmaciones principales:

1. Hombres y pueblos (estados, empresas, multinacionales…) no somos dueños de la riqueza y el dinero, sino administradores, al servicio de todos (en especial, en este caso, de los más pobres).

2. La cantidad de dinero o riqueza que se gana no se mide un modo puramente material, sino que ha de verse en sentido integral: Se debe trabajar y “ganar” al servicio del reino de Dios, es decir, del bien de todos, y no del egoísmo particular de un reyezuelo de turno.

3. La responsabilidad no es igual para todos… sino que es mayor para los que tienen (han recibido, a veces “robado”) más. Se trata de una responsabilidad social y personal

4. En este contexto, la humanidad se está jugando su propio futuro… Una humanidad que no “gana” (no produce) al servicio de los pobres, de la necesidad de todos, del bien de la tierra entera está corriendo el riesgo de destruirse a sí misma.

Buen domingo a todos, buena lectura de la parábola.

Tema de dinero, tema de humanidad

El talento era la máxima unidad monetaria de oriente, cuyo peso y valor cambió según los tiempos y las circunstancias, variando entre 30 y 60 kilos de oro (o de plata, según los casos), tanto en Grecia como en Palestina. La economía de los pequeños reinos tributarios de Roma se medía en talentos de impuestos y renta. Así a la muerte de Herodes el Grande (4. aC), la renta anual del reino de Judea (bajo Arquelao) era de 600 talentos y la de Antipas (Galilea) de 200.

La parábola trata, por tanto, de un hombre rico que marcha de viaje y deja a sus esclavos su tesoro (unas minas o talentos de oro), para que lo administren. En el fondo parece que ese hombre puede ser uno de los miembros de la familia de Herodes, que iban con frecuencia a Roma, para negociar la adquisición de reinos y/o de principados, teniendo que encargar la administración de sus bienes a funcionarios más o menos inteligentes (y en general poco escrupulosos). En contra de lo que a veces se ha pensado, en un primer momento, el hombre-rico (rey) de esta parábola no es Dios, sobre todo en la versión de Lucas, más cercana al original, donde él aparece como tirano sangriento.

evangelio-de-mateoMateo ha dulcificado el tema, pero tampoco su hombre rico es el Dios del Sermón de la Montaña, aunque su acción y figura pueden emplearse para evocar el juicio (como el Novio de la parábola anterior, 24, 1-13, que tampoco era Cristo, ni Dios como tal, pero nos ayudaba a entender la figura y acción del Cristo Esposo). Mateo ha situado esta nueva parábola al final de la vida pública de Jesús para reelaborar, desde ella, el sentido del juicio, partiendo de la conducta de tres siervos/esclavos (en la línea de 24, 45), que le sirven para poner de relieve las respuestas de los hombres. También en este caso resulta importante el motivo del “retraso”, es decir, del largo tiempo de espera y preparación, como 24, 48 y en 25, 5:

Texto

25 14 Porque es como un hombre que, yendo de viaje, llamó a sus esclavos y los dejó encargados de sus bienes: 15 y a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno; a cada cual según su capacidad; luego se marchó. En seguida, 16 el que recibió cinco talentos fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. 17 El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. 18 En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
19 Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos esclavos y se puso a ajustar las cuentas con ellos. 20 Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco. 21 Su señor le dijo: Muy bien. Eres un esclavo fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo de mucho; pasa al banquete de tu señor. 22 Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos. 23 Su señor le dijo: Muy bien. Eres un esclavo fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entre en la alegría de tu señor.
24 Vino, en fin, el que había recibido un talento y dijo: Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; 25 tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo. 26 El señor le respondió: Eres un esclavo negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? 27 Por eso te convenía haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. 28 Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. 29 Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. 30 Y a ese esclavo inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes .

1. Interpretación.

Ésta es una parábola, no un texto de doctrina sobre la responsabilidad humana, un relato simbólico para pensar y comprometerse, aceptando y cultivando la vida como un “don” que debemos recibir agradecidos, a fin de que produzca fruto, sin miedo al riesgo necesario, asumiendo así la tarea de nuestra libertad responsable. Como he dicho, el dueño no es Dios (como lo muestra su actuación final, cuando castiga duramente al holgazán), pero hay algo de Dios en el relato, que así aparece como espejo de la vida, tiempo de tarea, desde el Poder más alto a quien descubrimos no sólo como esposo (parábola anterior), sino como señor que nos ha confiado una tarea.

‒ Parábola justa.

Conforme al conjunto de Mateo, la vida es un don que no puede compararse con el manejo de dinero. Por eso, tomada en sí misma, esta parábola de administradores monetarios, con la exigencia de producir grandes beneficios, parece ir en contra (¡va en contra!) del mensaje que Jesús dirige a los pobres, un mensaje de vida amorosa, de puro regalo. Ciertamente, la vida es don, no comercio, pero hay en ella un elemento que también puede compararse al comercio, entendido como intercambio y producción de bienes. Se nos ha dado todo aquello que tenemos, de forma que somos una especie de “inversión” de Dios, que se arriesga al crearnos, y así quiere que produzcamos buenos frutos (cf. 3, 8; 7, 16-20; 13, 8. 23-26; 21, 34-43). Leer más…

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El empleado miedoso y la empresaria modelo. Domingo 33. Ciclo A.

Domingo, 19 de noviembre de 2017
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Jesus TalentoDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La parábola del domingo pasado (las diez muchachas) animaba a ser inteligentes y previsores. La de hoy anima a la acción, a sacar partido de los dones recibidos de Dios. Jesús ha usado poco antes, en otra parábola, la imagen del señor y sus empleados. Ahora vuelve a hacerlo, pero usando el contexto de la cultura urbana y pre-capitalista. La riqueza del señor no consiste en tierras, cultivos y rebaños de vacas y ovejas. Consiste en millones contantes y sonantes, porque los famosos “talentos” no tienen nada que ver con la inteligencia. El talento era una cantidad de plata que variaba según los países, oscilando entre los 26 kg en Grecia, 27 en Egipto, 32 en Roma y 59 en Israel. Por consiguiente, los tres administradores reciben, aproximadamente, 300, 120 y 60 kg de plata.

 La parábola

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: 

Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. 

Se acercó el que habla recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”

Se acercó luego el que habla recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.”

El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabias que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues deblas haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez.

Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

 El empleado miedoso, negligente y holgazán

 Los dos primeros duplican esa cantidad negociando con el dinero que les han confiado. Pero la parábola se detiene en el tercero, que se molesta en buscar un sitio escondido, cava un hoyo, y entierra el talento. El lector actual, conocedor de tantos casos parecidos, se pregunta quién ha sido el más inteligente. ¿Es preferible colocar el capital en acciones arriesgadas o guardarlo en una caja fuerte? En cambio, el propietario de la parábola lo tiene claro: había que invertir el dinero y sacarle provecho, como hicieron los dos primeros empleados.

¿Por qué no ha hecho lo mismo el tercero? Él mismo lo dice: ha actuado así porque conoce a su señor, le tiene miedo, y prefirió no correr riesgo. Y termina con un lacónico: “Aquí tienes lo tuyo”.

Sin embargo, el señor no comparte esa excusa ni esa actitud. Lo que ha movido al empleado no ha sido el miedo, sino la negligencia y la holgazanería. Le traen sin cuidado su señor y sus intereses. Y toma una decisión que, actualmente, habría provocado manifestaciones y revueltas de todos los sindicatos: lo mete en la cárcel (“echadlo fuera, a las tinieblas”).

 Aplicándonos el cuento

 Los sindicatos llevarían razón, y conseguirían que readmitieran al empleado, incluso con un gran resarcimiento por daños y perjuicios. Pero el Señor de la parábola no depende de sindicatos ni tribunales del trabajo. Tiene pleno derecho a pedirnos cuentas a cada uno del tesoro que no ha encomendado.

Como ocurría con el aceite en la parábola de las muchachas, los talentos se han prestado a múltiples interpretaciones: cualidades humanas, don de la fe, misión dentro de la iglesia, etc. Ninguna de ellas excluye a las otras. La parábola ofrece una ocasión espléndida para realizar un autoexamen: ¿qué he recibido de Dios, a todos los niveles: humano, religioso, familiar, profesional, eclesial? ¿Qué he hecho con ello? ¿Ha quedado escondido en un cajón? ¿Ha sido útil para los demás? Como se dice en el mismo evangelio de Mateo: ¿Ha resplandecido mi luz ante los hombres para que glorifiquen al Dios del cielo? Pienso que será suficiente decirle: “Aquí tienes lo tuyo”.

 Una moraleja desconcertante

 La parábola, termina con unas palabras muy extrañas: “Al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”. ¿En qué quedamos? ¿Tiene o no tiene? Pero la frase no se debe al error de un copista, se encuentra así en los tres evangelios sinópticos (Mt 13,12; Mc 4,25; Lc 19,26). Es posible que el mismo Jesús intentara aclararla más tarde mediante la historia de un señor que encomienda su capital a tres empleados. El sentido de la frase resulta ahora más claro: “Al que produzca se le dará, y al que no produzca se le quitará lo que tiene”. Esa parábola terminó en dos versiones bastante distintas, la de Mateo, que se lee hoy, y la de Lucas 19,11-27. Lucas, para no provocar las iras de los sindicatos, no mete al empleado holgazán en la cárcel, se limita a quitarle el denario.

 La empresaria modelo (1ª lectura)

 En el contexto económico de la parábola encaja perfectamente la imagen de la mujer empresaria de la que habla el libro de los Proverbios. La liturgia traduce “mujer hacendosa”. Pero el texto sugiere mucho más. Habla de una mujer que es, al mismo tiempo, excelente empresaria (cosa que quedaría más clara si la liturgia no hubiera mutilado el texto), generosa con los necesitados y con las personas a su servicio, preocupada por sus hijos y su marido, gozando del respeto y estima de sus conciudadanos, porque ella misma respeta al Señor. Es interesante esta imagen propuesta por un libro bíblico hace veintitrés o veinticuatro siglos, tan distinta de nuestro proverbio: “La mujer casada, la pata quebrada… y en casa”.

 Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas.  Su marido se fía de ella, y no le faltan riquezas.  Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida. Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos.  Extiende la mano hacia el huso, y sostiene con la palma la rueca. Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre. Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor merece alabanza. Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza.

 Quien lee el poema entero (se encuentra en Proverbios 31,10-31) advierte la enorme actividad que esta mujer desarrolla desde la mañana temprano hasta avanzada la noche. El capital recibido de Dios (sean cinco talentos, dos o uno) ha sabido invertirlo perfectamente.

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Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. 19 noviembre, 2017

Domingo, 19 de noviembre de 2017
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d-33

“… el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.”

(Mt 25, 14-30)

El otro día tuve una interesante (también sorprendente) conversación telefónica. Había llamado a una empresa para hacer un pedido. Cuando la persona que estaba al otro lado del teléfono me dijo: “Mira, yo no soy monja, pero a mí me gusta decir que soy cristiana, por qué voy a callarme. ¡Si tenemos una religión que es un chollo! Podemos beber vino, podemos comer de todo. Lo único que se nos pide es que no hagamos daño a nuestro vecino.

¡Correcto! El seguimiento de Jesús es un chollo, pero la mayoría de los cristianos lo metemos en el pañuelo y lo enterramos.

Nos han dado un Don, un talento, un regalo y en lugar de disfrutarlo lo escondemos bajo tierra. Me llama la atención la vergüenza que da manifestarse como cristiano. Mucha gente casi parece pedir perdón cuando dice que es cristiana. Es como si fuera algo íntimo y privado. Lo que debería darnos vergüenza no es ser cristianas sino no ser consecuentes con nuestro seguimiento, eso sí que debería sonrojarnos.

Hay otro fenómeno actual que también es sorprendente. En este mundo globalizado en el que vivimos nos hacemos enseguida solidarios de lo que nos queda más o menos cerca ya sea geográfica, cultural o ideológicamente. Por ejemplo, cuando ha habido algún triste atentado de cierta envergadura empiezan a circular frases como: “Todos somos Niza”, “Todos somos Barcelona”. Apoyamos a quienes han sufrido una violencia injusta y eso está bien. Pero… hay un matiz que oscurece la buena intención y es que parece que nuestra capacidad de solidarizarnos solo alcanza hasta aquellos con quienes nos “identificamos”. Si hay un atentado en un país europeo nos movilizamos, si es en África o en un país musulmán…

Con todo, lo más llamativo es que no nos sentimos solidarios con las personas que son perseguidas por ser cristianas. Dudo que haya mucha gente dispuesta a hacer circular frases como: “todos somos cristianos” cuando se atenta contra la vida de muchas personas en Siria, Irán, Irak, Egipto, Afganistán…

No, no ponemos en juego nuestro talento. Ni arriesgamos nuestra imagen o nuestra reputación. No nos manifestamos abiertamente cristianos y es por una sencilla razón: nos da vergüenza. Ser cristiano en occidente no está de moda. La imagen que se tiene del cristianismo es tan chata, tan reducida y ridícula que hay que reconocer que un poco de vergüenza sí que da. Pero si deseamos que esa imagen cambie solo hay un camino: desenterrar ese talento, ponerlo a la vista y mostrar su valor.

Oración

Trinidad Santa, danos la audacia necesaria para decir abiertamente que creer en Ti es creer en una vida digna para todas las personas, para la creación entera. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El verdadero valor está en lo esencial

Domingo, 19 de noviembre de 2017
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bwgeyencaaamqv4Mt 25, 14-30

Mateo sigue con sus amonestaciones. Estamos en el tiempo de la comunidad, antes de que llegue el tiempo escatológico, que creían inminente. Cada miembro de la comunidad debe tomar la parte de responsabilidad que le corresponde y no defraudar ni a Dios ni a los demás. En tiempo de Mt, ya muchos se hacían cristianos, no por convicción, sino para vivir del cuento, sin dar golpe. Es curioso que las tres parábolas de este c. 25 hagan referencia a omisiones, a la hora de ponderar las consecuencias de nuestras acciones.

El talento no era una moneda real. En griego “tálanton” significa el contenido de un platillo de la balanza (pesada). Era una cantidad desorbitada, que equivalía a 26-41 kilos de plata = 6.000 denarios; el salario de 16 años de un jornalero. Para entender lo de enterrar el talento, hay que tener en cuenta, que había una norma jurídica, según la cual, el que enterraba el dinero, que tenía en custodia, envuelto en un pañuelo, no tenía responsabilidad civil, si se perdía. Enterrar el dinero se consideraba una buena práctica.

Durante mucho tiempo se ha interpretado la parábola materialmente, creyendo que nos invitaba a producir y acaparar bienes materiales. De esta mala interpretación nace el capitalismo salvaje en Occidente, que nos ha llevado a desigualdades sangrantes que no hacen más que crecer, incluso en plena crisis. Una vez más, hemos utilizado el evangelio en contra del mensaje de Jesús. Me gusta más la versión de Lc, en la que todos los empleados reciben lo mismo; la diferencia está en la manera de responder.

También sería insuficiente interpretar “talentos” como cualidades de la persona. Esta interpretación es la más común y ha quedado sancionada por nuestro lenguaje. ¿Qué significa tener talento? Tampoco es éste el verdadero planteamiento de la parábola. En el orden de las cualidades, estamos obligados a desplegar todas las posibilidades, pero siempre pensando en el bien de todos y no para acaparar más y desplumar a los menos capacitados. Para mayor “inri”, dando gracias a Dios por ser más listos que los demás.

Si nos quedamos en el orden de las cualidades, podíamos concluir que Dios es injusto. La parábola no juzga las cualidades, sino el uso que hago de ellas. Tenga más o menos, lo que se me pide es que las ponga al servicio de mi auténtico ser, al servicio de todos. En el orden del ser, todos somos idénticos. Si percibimos diferencias es que estamos valorando lo accidental. En lo esencial, todos tenemos el mismo talento. Las bienaventuranzas lo dejan muy claro: por más carencias que sientas puedes alcanzar la plenitud humana.

En todos los órdenes tenemos que poner los talentos a fructificar, pero no todos los órdenes tienen la misma importancia. Como seres humanos tenemos algo esencial, y mucho que es accidental. Lo importante es la esencia que constituye al hombre como tal. Ese es el verdadero talento. Todo lo que puede tener o no tener (lo accidental) no debe ser la principal preocupación. Los talentos de que habla el evangelio, no pueden hacer referencia a realidades secundarias sino a las realidades que hacen al hombre más humano. Y ya sabemos que ser más humano significa ser capaz de amar más.

Los talentos son lo bienes esenciales que debemos descubrir. La parábola del tesoro escondido es la mejor pista. Somos un tesoro de valor incalculable. La primera obligación de un ser humano es descubrir esa realidad. La “buena noticia” sería que todos pusiéramos ese tesoro al servicio de todos. En eso consistiría el Reino predicado por Jesús. El relato del domingo pasado, el de hoy y el del próximo, terminan prácticamente igual: “Entraron al banquete de boda…” “Pasa al banquete de tu señor”. “Heredad el Reino…” Banquete, boda y Reino son símbolos de plenitud.

Algunos puntos necesitan aclaración. En primer lugar, el que no arriesga el dinero, no lo hace por holgazanería o comodidad, sino por miedo. El siervo inútil no derrocha la fortuna; simplemente la guarda. Debía hacernos pensar que se condene uno por no hacer nada. Creo que en nuestras comunidades, lo que hoy predomina es el miedo. No nos deja poner en marcha iniciativas que supongan riesgo de perder seguridades, pero con esa actitud, se está cercenando la posibilidad de llevar esperanza a muchos desesperados.

En segundo lugar, la actitud del Señor tampoco puede ser ejemplo de lo que hace Dios. Pensemos en la parábola del hijo pródigo, que es tratado por el Padre de una manera muy diferente. Quitarle al que tiene menos lo poco que tiene para dárselo al que tiene más, tomando al pie de la letra, sería impropio del Dios de Jesús. Dios no tiene ninguna necesidad de castigar. El que escondió el talento ya se ha privado de él haciéndolo inútil para él mismo y para los demás. Es algo que teníamos que aprender también nosotros.

Finalmente es también muy interesante constatar que, tanto el que negocia con cinco, como el que negocia con dos, reciben exactamente el mismo premio. Esto indica que en ningún caso se trata de valorar los resultados del trabajo, sino la actitud de los empleados. En una cultura en la que todo se valora por los resultados, es muy difícil comprender esto. En un ambiente social donde nadie se mueve si no es por una paga; donde todo lo que hace tiene que reportar algún beneficio, es casi imposible comprender la gratuidad que nos pide el evangelio. Si necesito premio es que no entendí nada.

La parábola nos habla de progreso, de evolución constante hacia lo no descubierto. El único pecado es negarse a caminar. El ser humano tiene que estar volcado hacia su interior para poder desplegar todas sus posibilidades. Todo el pasado del hombre (y de la vida) no es más que el punto de partida, la rampa de lanzamiento hacia mayor plenitud. La tentación está en querer asegurar lo que ya tengo, enterrar el talento. Tal actitud no demuestra más que falta de confianza en uno mismo y en la vida, y por lo tanto, en Dios.

Lo que tenemos que hacer es tomar conciencia de la riqueza que ya tenemos. Unos no llegamos a descubrirla y otros la escondemos. El resultado es el mismo. No es nada fácil, porque nos han repetido hasta la saciedad, que estamos en pecado desde antes de nacer, que no valemos para nada, que la única salvación posible tiene que venirnos de fuera. Lo malo es que nos lo seguimos creyendo. El relato del camello que se negaba a moverse porque se creía atado a la estaca, aunque no lo estaba. O el león que vivía con las ovejas como un borrego más, sin enterarse de lo que era, es el mejor ejemplo de nuestra postura.

Todo afán de seguridades, nos aleja del mensaje de Jesús. Todo intento de alcanzar verdades absolutas y normas de conducta inmutables, que nos dejen tranquilos, carece de sentido cristiano. Ninguna conceptualización de Dios puede ser definitiva; hace siempre referencia a algo mayor. Estamos aquí para evolucio­nar, para que la vida nos atraviese y salga de nosotros enriquecida. El miedo no tiene sentido, porque la fuerza y la energía no la tenemos que poner nosotros. Nuestro objetivo debía ser que al abandonar este mundo, lo dejáramos un poquito mejor que cuando llegamos a él, haciéndolo más humano.

Meditación

No hay un “yo” que posea un tesoro.
Soy, realmente, un tesoro de valor incalculable.
Solo hay un camino para poder disfrutar de lo que soy.
Poner toda esa riqueza a disposición de los demás
es la gran paradoja del ser humano.
Solo alcanza su plenitud cuando se da plenamente.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Un regalo de ser Dios.

Domingo, 19 de noviembre de 2017
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the-talents-god-gave-us–“Lo que urge aprender es que no somos dioses, que no podemos –ni debemos– someter la vida a nuestros caprichos, que no es el mundo quien debe ajustarse a nuestros deseos, sino nuestros deseos a las posibilidades que ofrece el mundo (Pablo D’Ors)

19 de noviembre, domingo XXXIII del TO

Mt 25,14-30

Como tenía miedo, enterré tu bolsa de oro; aquí tienes lo tuyo

Juan Ramón Jiménez percibió el regalo de los talentos de lo divino como un algo esencial, pero al tiempo evanescente; quizás como algo que está en nosotros bastante más claramente humano que divino. En su Poema Te deshojé como una rosa, lo cantó de esta manera del ser que amaba:

Te deshojé, como una rosa,
para verte tu alma,
y no la vi.

Mas todo en torno
-horizontes de tierras y de mares-,
todo, hasta el infinito,
se colmó de una esencia
inmensa y viva.

Cada persona ha recibido unas cualidades, unos dones, para servir a Dios y al prójimo. Lo que nos obliga a poner en juego cuanto uno es y tiene. No podemos enterrar el talento bajo tierra, dejándonos llevar por la vagancia, como apunta el Evangelio. La mujer hacendosa “que vale mucho más que los corales” (Libro de los Proverbios, capítulo 31) es un ejemplo de lo contrario: pone todo su esfuerzo y trabajo al servicio de la familia y de los necesitados.

El Papa Francisco, pisando tierra como siempre, en una ocasión dijo: “Nunca he visto un camión de mudanzas detrás de un cortejo fúnebre, nunca. Pero existe un tesoro que podemos llevar con nosotros, un tesoro que nadie puede robar, que no es lo que hemos ahorrado sino lo que hemos dado a los demás”.

Es la mejor manera de estar con Dios y con los hombres. El prolífico naturalista escocés John Muir (1838-1914) lo expresó con esta frase: “Todos los objetos de la Naturaleza son conductores de la divinidad, y solo al entrar en contacto con ellos… podemos llenarnos del Espíritu Santo”.

El sacerdote y escritor madrileño, Pablo D’Ors (1963), hace resaltar nuestra condición de ser humano y de la necesidad de cultivar nuestros talentos con visión realista de la vida. En su magnífica y breve obra Biografía del silencio, escribe: “Lo que urge aprender es que no somos dioses, que no podemos –ni debemos– someter la vida a nuestros caprichos, que no es el mundo quien debe ajustarse a nuestros deseos, sino nuestros deseos a las posibilidades que ofrece el mundo”. Sólo así nos libraremos del castigo recibido por el criado temeroso por haber enterrado su bolsa de oro: “Como tenía miedo, enterré tu bolsa de oro; aquí tienes lo tuyo”.

En uno de los poemas, De Canto a mí mismo, el poeta americano Walt Whitman (181-1892), canta cómo todos los seres de la naturaleza deben entonar a coro un himno de alabanza a la Naturaleza.

CANTO DE AMOR

Creo que una brizna de hierba
no es menos que el camino
que recorren las estrellas.
Y que la hormiga es perfecta.
Y que también lo son
el grano de arena y el huevo del zorzal.
Y que la rana es una obra maestra,
digna de las más altas.
Y que la zarzamora podría
adornar los salones del cielo.
Y que la menor articulación de mi mano
puede humillar a todas las máquinas.
Y que una vaca, paciendo con la cabeza baja,
supera a todas las estatuas.
Y que un ratón, es un milagro capaz
de asombrar a millones de incrédulos.
Este es un canto de amor y respeto
a la más grande de todas las maravillas,
que es la vida humana.
Y yo también lo creo.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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En clave profética.

Domingo, 19 de noviembre de 2017
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talentsComentario de domingo 19 de noviembre 2017- Mt 25, 14-30

Hoy nos encontramos con una parábola no solo compleja, sino difícil de incorporar a nuestra habitual interpretación de las parábolas de los evangelios. La historia relata un episodio que un hombre rico al irse de viaje reparte sus bienes entre sus siervos con la intención de que los hagan crecer para que a su vuelta pueda ver incrementado su patrimonio. A su regreso premia a quienes han tenido éxito en el negocio y castiga duramente al que por miedo enterró lo recibido y no produjo ganancias a su amo.

Generalmente al interpretar la parábola consideramos que este hombre rico está representando a Dios y que los siervos representan las diferentes respuestas de los creyentes ante los “talentos” recibidos de Dios. Sin embargo, desde esta comprensión nos resulta difícil entender como Jesús puede presentar al Dios del Reino actuando de forma tan dura e inmisericorde con quien no hizo crecer el “talento”. El modo con que frecuentemente resolvemos la dificultad es responsabilizando, del modo de proceder del amo, al siervo que guardo su “talento”. Consideramos que este siervo actuó con negligencia y cobardía y por tanto merece ser castigado.

Seguramente a muchos y a muchas esta explicación nos sigue resultando insuficiente y por eso hoy quisiera proponer un modo diferente de acercarnos al texto. Para ello necesitamos tener en cuenta tanto el contexto literario en el que está incluida la parábola como el social en los que se pueden explicar las interacciones entre los personajes que la protagonizan.

El contexto literario: Mateo presenta esta parábola dentro de un amplio discurso que Jesús dirige a sus discípulos como respuesta a la pregunta que estos le habían formulado sobre el final de los tiempos y su segunda venida (Mt 24,3). Jesús y su grupo están ya en Jerusalén y las palabras del maestro a lo largo de este discurso manifiestan la tensión y la urgencia de tomar una decisión frente a su persona y a su mensaje en el momento culminante de su misión (Mt 23-25) conscientes de que el momento final está cerca, pero llegará de improviso (Mt 25, 24,42).

El fuerte carácter apocalíptico de estos relatos muestra el significado profético que tienen para Jesús su presencia en Jerusalén y lo importante que es para él que su comunidad entienda el momento que está viviendo y lo que espera de ellos. Por esta razón hay que entender la parábola de los talentos más en clave profético-apocalíptica que en clave moral. Lo que se propone no es la valoración ética de los comportamientos de los personajes de la historia, sino la necesidad de actuar con audacia y rapidez para estar preparados/as para el momento en que vuelva el Señor.

El contexto social: Para cualquier habitante del mediterráneo antiguo la conducta del amo y de los dos primeros siervos, sin duda, sería calificada como inmoral. Al contrario que en nuestras sociedades contemporáneas, en las que seguimos considerando que los recursos son ilimitados y que producir riqueza es un bien y por lo tanto es honorable, en aquellas sociedades antiguas se consideraba que cualquier incremento de los bienes que se poseían era inmoral porque los bienes eran limitados y estaban ya repartidos, aunque no siempre de forma justa. Por tanto, si alguien aumentaba su patrimonio significaba que se lo había quitado a otro y era considerado usurero y ladrón. De este modo sería el tercer siervo el que, a los ojos de quienes escuchaban las palabras de Jesús, habría actuado con rectitud, pues habría custodiado honestamente lo que se le había confiado y considerarían abusiva e injusta la reacción del amo.

Visto así, es difícil de entender que Jesús propusiese como buena la actuación del hombre rico y de los dos primeros siervos y criticara la del tercero. Quizá, hay que considerar que el relato está propuesto más por su provocación que por su ejemplaridad. Las actuaciones de los personajes de la historia sirven para poner en evidencia la necesidad de actuar, con inteligencia y prontitud haciendo crecer los dones recibidos de Dios y no conformarse con preservarlos sin mancha para el momento final.

En la actualidad estamos lejos de la mentalidad apocalíptica que hizo comprensible para sus primeros destinatarios esta parábola, pero quizá pueda seguir cuestionando nuestras inercias y llamándonos a activar nuestra fe y nuestra esperanza. Vivimos en un mundo que crece y se desarrolla a gran velocidad, pero con frecuencia vemos como muchos de sus avances no se utilizan en beneficio de toda la humanidad, sino de unos pocos que los utilizan para sus propios intereses. Como creyentes necesitamos activar nuestras energías para hacer posible un mundo más justo y sostenible. Nuestra fe y nuestra esperanza no es un don que hemos de custodiar, sino que ha de ser el motor que nos impulse a cambiar las reglas del juego de este mundo para que todos y todas tengamos un lugar en él.

Carmen Soto Varela,ssj

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¿Ajuste de cuentas?

Domingo, 19 de noviembre de 2017
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talento2De blog de Tomás Muro, La verdades libre:

01. ¿AJUSTE DE CUENTAS?

La parábola de los talentos no trata de un ajuste de cuentas de un señor, Dios, muy duro y exigente, que trata de ajustarlas cuentas con sus empleados.

Jesús nunca creyó ni nos presentó a Dios como el señor de esta parábola, que funciona por intereses y rentabilidad. El Dios de Jesús, nuestro Dios es bondad, acogida, compasión y misericordia. Tampoco el Dios de Jesús es un señor duro y rencoroso, que recoge donde no siembra.

02. LOS TALENTOS DE DIOS.

Los bienes, los talentos no son cosas, ni tan siquiera cualidades o capacidades, sino lo que Dios nos regala es su amor y su gracia. Dios nos quiere a todos.

03. EL AMOR SE MULTIPLICA.

Los dos primeros criados de la parábola multiplican lo que Dios les ha dado y ellos han experimentado: el amor. Quien no ama, no construye, más bien se destruye, entierra su vida. Quien no ama, queda fuera, está fuera de sí, fuera de la comunidad, fuera de Dios.

im1675talento_esc04. EL PROBLEMA ES EL MIEDO.

La clave de interpretación de esta parábola es el miedo. 

Tuve miedo … (v 25) dice el tercer criado, porque sabía que eres un hombre duro. Este pobre hombre tenía una imagen de Dios era de un ser duro, justiciero. Curiosa y desgraciadamente se repite la misma expresión de Adán en el paraíso después del pecado: tuve miedo (Gn 3,10). Y también -penosamente- Adán se sigue repitiendo en la historia y hoy: tenemos miedo de Dios, tememos a Dios. Dios es un peligro para muchas personas religiosas.

El problema es el miedo.

Mientras tengamos miedo a Dios no “produciremos” nada de nada, porque el miedo bloquea, paraliza, hace daño.

El amor es fecundo, fértil, abierto, el miedo es una cerrazón egoísta, porque Dios es un peligro…

El tercer criado, el que entierra el denario tiene una visión de un Dios de ese estilo justiciero: ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo?
Pero el Dios de Jesús no es así, es Padre, Dios es amor (1Jn 4,8).

05. EVANGELIZAR ES SEMBRAR AMOR.

Evangelizar, más bien adoctrinar, en el miedo y en el terror ha hecho mucho daño y ha dañado muchas psicologías y personas. Una Iglesia que vive sembrando el pánico es una iglesia muy lejana del evangelio, más bien contraria al evangelio.

El papa Francisco es un hombre que habla de un Dios de amor y habla con sencillez para la gente, para el pueblo sencillo y débil. Esta es la razón por la que es mal visto y perseguido por la gente religiosa partidarios del “palo y tente tieso” de un Dios rencoroso y duro. El papa Francisco cree en el Evangelio, en el Dios Padre, no pocos eclesiásticos creen en el señor duro de la parábola de los talentos.

seeds06. SIERVO BUENO Y FIEL. SIERVO MALVADO.

No se trata de que unos criados fueron buenos gestores de la Kutxa y el tercero un hombre poco rentable.
Uno es siervo bueno y fiel porque siente, percibe en sí la bondad de Dios, se siente querido por Dios. No se trata de rentabilidad económica como en el capitalismo, sino que el asunto es que uno es bueno y fiel porque ha experimentado la bondad de Dios.

La maldad, el siervo malo no es porque haya pecado, sino porque considera a Dios como duro y le tenemos miedo a Dios.

Si no experimentamos bondad en la vida, no podemos multiplicar ni transmitir el amor de Dios.

07. SOLO EL AMOR ES DIGNO DE LA FE.

La gran y única cualidad (talento) cristiana es el amor, el sentirse querido por Dios. El amor es salvífico. El amor de Dios abre la profundidad de nuestro ser.

Podremos tener deficiencias morales, deformaciones pero que nada tienen que ver con lo que Dios piensa del hombre moralmente.

El peligro no es tanto que seamos pobres y débiles, que lo somos, que el peligro radica cuando el fondo de nuestra existencia espiritual nos hacemos orgullosos, cerrados, vacíos de amor (K. Rahner)

El problema no es el pecado, sino la ausencia de amor.

Dios ama siempre y a todos.

 

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