¡Apariencias de religiosidad!
“…En la cátedra de Moisés se han sentado los maestros de la Ley y los fariseos. Obedecedles y haced lo que os digan, pero no imitéis su ejemplo, porque no hacen lo que dicen…”
Mateo 23, 1-3
“¡Que lástima! El fariseísmo esta tan extendido por el mundo…! ¡Apariencias de religiosidad! Cifran su fe en palabras y obras y no se preocupan apenas más que de las apariencias. Ponen la mira en el dinero, el honor la propia conveniencia, la fama, el disfrute. En una palabra, todo lo que hacen es con intención de medrar. Es decir, tener más y mejor apariencia, ser más distinguidos y famosos. Todas esas cosas, por grandes y dignas que parezcan, no valen para nada a los ojos del Señor. Como los efectos dependen de la causa, las obras valen por la raíz de intención que tiene quien las hace.
Fariseísmo interior. Hay allí fariseísmo interior, mis amigos. Cualquier cosa que haga el hombre farisaico siempre procede de egoísmo. Obran Así algunas personas religiosas que piensan, sin embargo, que son los mejores ante Dios. Al considerar de cerca sus obras, oración o cualquier otra actividad, en el fondo no hay mas que egoísmo, En todo persiguen el propio interés, aun sin advertirlo. Apenas hay diferencia entre esta clase de personas. Hacen grandes cosas y hermosas, corren a ganar indulgencias, rezan, se dan golpes de pecho. Delante de imágenes se paran para engordar sus gustos, van de iglesia en iglesia por toda la ciudad.
Dios no tiene cuenta ninguna de sus obras. Su intención y sentimiento descansan en criaturas. Consciente y deliberadamente buscan los propios gustos, provecho o comodidad, placer y utilidad interior y exteriormente. Distan mucho de poner por obra el mandamiento de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el Espíritu. Nada cuentan sus obras ante Dios .
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Juan Tauler,
Obras, Universidad Pontificia de Salamanca, Madrid 1984, 300;
traducción, Teodoro H. Martin.
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