Domingo XXXI. 05 Noviembre, 2017
“Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque unos solo es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar jefes, porque uno solo es vuestro Señor, Cristo.”
(Mt 23, 1-12)
Muchas veces me he preguntado si este fragmento del evangelio está en todas las biblias o solamente en algunas. Y me viene a la memoria una conversación que tuve hace años con un amigo. Algo le comentaba yo del evangelio, le decía que había cosas que no entendía y le preguntaba si a él no le pasaba lo mismo. Me contestó bromeando: No, yo las páginas que no entiendo o no me gustan las arranco y problema resuelto.
Aquella broma me hizo reír entonces, pero también me ha hecho pensar en más de una ocasión ya que tristemente a la Biblia le hemos hecho decir lo que hemos querido y también hemos silenciado aquello que nos ha interesado. Así, resaltando unas cosas y callando otras, hemos deformado profundamente el Rostro de Dios que vino a mostrarnos Jesús.
El evangelio de hoy es un vivo ejemplo. ¡Madre mía, cómo nos hemos llenado de títulos en la Iglesia! ¿Qué cara se le pondría a Jesús si escuchase lo de “eminencia”, “ilustrísimo”, “santo padre”, “excelentísimo”…? ¡Lo de maestro, padre o jefe es una nimiedad!
No vale decir que esto no tiene importancia, porque sí la tiene. El lenguaje es poderoso. No es lo mismo llamar a alguien “padre” que llamarle “hermano”. Tampoco es lo mismo acercarse a los demás con corazón de “jefe” o “superior” que hacerlo “como uno más”.
Cada momento histórico aporta sus tesoros y sus sombras y el poder de la Iglesia es una sombra muy alargada. Desde luego, gracias al inmenso poder que durante siglos ha ostentado la Iglesia como institución es mucho por lo que los cristianos tenemos que pedir perdón.
Porque hemos subido muy arriba, ahora la bajada se nos hace más penosa y difícil. Pero nos viene bien. La profunda crisis de vocaciones no es por culpa de la sociedad. Ni es por la falta de compromiso de los jóvenes de hoy. Es un crisol que volverá a colocarnos en el lugar que nos corresponde de la misma manera que ha sucedido en otras grandes crisis.
Oración
No nos dejes seguir cayendo en la tentación de dejarnos llamar con títulos y sentirnos mejores y superiores que los demás. Bendice, Trinidad Santa, a nuestra Iglesia, a cada persona cristiana, con el don de la humildad. ¡Amén!
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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