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Todos santos, aquí y ahora.

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
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Del ya tristemente desaparecido y recordado  blog À Corps… À Coeur:

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La vida futura es el opio del pueblo, es una mistificación que hace esperar del futuro un cambio que no no se habría producido o por lo menos no se ha preparado en el presente.

La verdadera fe cristiana no es la fe en una vida futura, sino en la vida eterna, y si es eterna, sólo se necesita un momento de reflexión para comprender que ya se ha iniciado. Vivimos ahora, o no viviremos nunca.

*

Luis Evely, “Ese hombre eres tú” (1957), p. 58

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , ,

Miércoles 01 de Noviembre de 2017. Todos los Santos

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
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Leído en Koinonia:

58-TodoslossantosA

Apocalipsis 7,2-4.9-14

Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua

Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: “No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios.” Oí también el número de los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel.

Después esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: “¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!” Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindieron homenaje a Dios, diciendo: “Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén.”

Y uno de los ancianos me dijo: “Ésos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?” Yo le respondí: “Señor mío, tú lo sabrás.” Él me respondió: “Éstos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero.”

Salmo responsorial: 23

Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R.

Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R.

1Juan 3,1-3

Veremos a Dios tal cual es

Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él, se purifica a sí mismo, como él es puro.

Mateo 5,1-12a

Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

“Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.”

***

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

1 de Noviembre de 1977
El Paisnal

Yo he querido venir con mucha devoción, con mucho cariño, a esta celebración que se está realizando en la Iglesia de El Paisnal. Fue una invitación, una invitación, una iniciativa, de las queridas religiosas oblatas al Sagrado Corazón que, en colaboración convalientes catequistas y asesoradas por la pastoral de la Arquidiócesis, están manteniendo esta llama de la fe, en este difícil ambiente de Aguilares, de El Paisnal y de todos los cantones.

Mi presencia aquí, quiere ser entonces, un apoyo a esta pastoral, a esta hora heroica, de quienes no se avergüenzan de la Iglesia en estas horas de prueba, como acaba de decir al Apocalipsis, “la gran tribulación”.

PALABRA DE ÁNIMO

Quiero ser mi presencia de pastor, junto a las religiosas y a ustedes, queridos catequistas, casi como la presencia del Padre Grande aquí muerto entre dos campesinos: Manuel y Nelson Rutilio. Aunque el Padre Grande, don Manuel y Nelson ya terminaron su faena, y ahora se unen a esa turba de los santos en el cielo, para que nosotros contemplemos -pastor y fieles miremos a través de estas tumbas, no sólo el Día de Difuntos, que se celebrará mañana, sino a los santos del cielo, la gran muchedumbre venida de la gran tribulación por los caminos de las Bienaventuranzas, que se acaban de proclamar en el evangelio. Para decirles, también, no sólo a las hermanas y a los catequistas, sino a los fieles, sobre todo aquellos que se encuentran un poco acobardados, miedosos, huyendo: que no tengan miedo, que vale la pena seguir estos caminos que no terminan en una tumba sino que se abren al horizonte del cielo.

Y vengo, queridos hermanos, para decirles en este ambiente donde la persecución, el atropello, la grosería de unos hombres contra otros hombres ha marcado de sangre y de humillación, a decirles el lenguaje claro de la Iglesia. Que no se confunda este lenguaje, este mensaje de esperanza y de fe de la Iglesia, con el lenguaje subversivo, con el lenguaje político de la mala ley, de los que pelean por el poder, de los que disputan las riquezas de la tierra, de los que hablan de liberaciones únicamente a ras de tierra, olvidando las esperanzas del cielo, de los que han puesto sus ilusiones en sus haciendas, en sus haberes, en sus capitales, en su poder; para decirles a todos, hermanos, que el lenguaje de la Iglesia no hay que confundirlo con esas idolatrías; y que los idólatras y los que le sirven a los idólatras no tienen por qué temer este lenguaje nítido, limpio de corazón, claro que la Iglesia predica.
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“Creer en el Cielo”. Todos los Santos” – A (Mateo 5,1-12).

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
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31-852867En esta fiesta cristiana de «Todos los Santos», quiero decir cómo entiendo y trato de vivir algunos rasgos de mi fe en la vida eterna. Quienes conocen y siguen a Jesucristo me entenderán.

Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús, intuyo, presiento, deseo y creo que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de vida, de justicia y de paz que se encierra en la creación y en el corazón da la humanidad.

Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede enterrada para siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podré ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria.

Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y de luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: Entra para siempre en el gozo de tu Señor.

No me resigno a que Dios sea para siempre un «Dios oculto», del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y todos los ateísmos, los que vivieron amando en el anonimato y sin esperar nada.

Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el Apocalipsis pone en boca de Dios: «Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida». ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.

José Antonio Pagola

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1.11.17. Todos los Santos: 144.000, muchedumbre inmensa (Ap 7)

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
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22886066_879292175581309_8155188667611233547_nDel blog de Xabier Pikaza:

Quizá el texto más significativo de la liturgia del día de Todos los Santos sea el de la segunda lectura Apocalipsis 7, 1-17. También son importantes las palabras finales del libro (Ap 21-22), que recogen y expresan la liturgia de la Jerusalén Celeste. Pero nuestro pasaje es decisivo para entender el cielo-cielo de los santos finales, y el cielo-tierra que debemos crear en la historia.

Ap 7, 1-17 Consta de dos partes, que se completan simbólicamente, indicando el sentido de la santidad, desde dos perspectivas distintas:

a. Por un lado, santos son los 144.000 “soldados” de Israel, judíos leales a la alianza de Dios, 12.000 mil por cada tribu, es decir, simbólicamente, los buenos judíos, aquellos que han luchado por la verdad y la justicia, apareciendo así como una punta de lanza (promesa y principio) de la nueva humanidad.

b. Por otro lado, los santos son “una muchedumbre inmensa” de todas las naciones, los amados de Dios, llamados a su gloria. No son santos por lo que ellos hacen, sino porque Dios les ama.

No hay unos santos de primera (que serían los primeros 144.000) y otros de segunda (la multitud inmensa, que viene del llanto…), sino una sola santidad que se da y expresa en la unión de unos y otros, los esforzados de la primera lista, los reconciliados de la segunda, unos y otros cantando la gloria de Dios, que es la gloria de una vida donde intentamos desterrar el llanto, la sed y el hambre de los pobres.

Este pasaje se puede y se debe leer en tres planos:

a. Los 144.000 que luchan (¿luchamos?) a favor de la verdad y la justicia… con la muchedumbre inmensa de los llamados de todos los pueblos. Este capítulo de los santos del Apocalipsis aparece así como un canto de esperanza: Vivimos abiertos al futuro de Dios, y la muerte no es la última palabra.

b. Los fieles del tiempo de la historia, que siguen a Jesús… con todos aquellos que son amados por Dios, que han de ser amados por los hombres, viviendo en fraternidad, sin hambre ni llanto, por gracia del Cordero, y por gracia de los restantes hombres, reconciliados en Cristo, por encima de las bestias actualmente dominantes (Ap 13).

c. Todos los que sufren, los perseguidos y hambrientos...Este pasaje marca así una gran protesta contra el hambre y el llanto que hoy dominan sobre el mundo. La santidad de los 144.000 se expresa allí donde somos capaces de luchar contra ese llanto que proviene de la injusticia concreta, que Ap 13-13 personalizó en el Imperio militar, el Falso Profeta y los Comerciantes prostituidos (la Gran Ramera del Capital asesino)…

Ésta es la santidad de todos, unos y otros a favor de la creación de Dios, de manera que los hombres y mujeres no tengan ya más hambre máterial, pues todos coman… pero tengan hambre de Dios y comunión de amor, todos y todas. Estas es la señal de la santidad: Que todos puedan comer amarse en esperanza sobre la tierra creada por Dios.

412Para todos, buen día de Todos los Santos, con las palabras de la postal que sigue, que tomo de mi Comentario al Apocalipsis, donde explico y comento algunas cosas que quizá parezcan más oscuras.

Imagen: El Barco de los Santos… del Colegio de San Francisco Javier de | Tepotzotlán Edo. Mex. Arriba María y Jesús, dirigen el barco, abajo reman los Padres de la Iglesia, en cubierto los Santos Fundadores, entre ellos Ignacio y Francisco, Domingo, Bernardo y Pedro Nolasco… El buen viento del Espíritu llena de fuerza la vela del Barco de la iglesia.
De nuevo buen día de los Santos.


a. 144.000 salvados, todo Israel (Ap 7, 1-8).

Después de esto, vi cuatro ángeles de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra. Sujetaban a los cuatro vientos para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar ni sobre los árboles.

Y vi otro ángel que subía del oriente con el sello del Dios Vivo y gritó con voz fuerte a los cuatro ángeles que tenían el poder de dañar tierra y mar: No dañéis a la tierra, ni al mar ni a los árboles hasta que sellemos en sus frentes a los servidores de nuestro Dios.

Y oí el número de los sellados: eran ciento cuarenta mil y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel (doce mil por cada una de las tribus)… (Ap 7, 1-4).

Como he dicho, estos 144.000 son los “comprometidos de Dios”, los voluntarios de la “Guerra del Cordero” (de la que trata el conjunto del Apocalipsis). son el signo del verdadero Israel, son los elegidos de la Iglesia de Jesús, son todos los que “luchan” a favor de la justicia, con las armas de Cristo. Ellos son los primeros señalados, ungidos y marcados de la historia, pues no viven para sí, sino para el triunfo de la nueva humanidad.

– Cuatro ángeles, extremos del mundo, cuatro vientos… (Ap 7, 1). Los ángeles son poderes cósmicos, como los Vivientes de Ap 4, y dirigen los cuatro aires (bóreas/norte, austro/sur, euro/este y céfiro/oeste) de la tierra. Ellos pueden retener los vientos, de forma que no soplen, dejando sin aliento a los que deben respirar sobre la tierra; o hacer que estallen con furia destructora de huracán, matando lo que encuentran a su paso, o hacerlos portadores del veneno de la peste…

La vida entera es aire, respiración del cosmos. Aquí parece que la muerte se ha extendido sobre el mundo pues los ángeles retienen todo el aire y ya no puede respirar la tierra, ni moverse vivo el mar, ni recibir aliento ningún árbol (7, 1). Pues bien, sobre ese tiempo de muerte se expresa la salvación de los israelitas, elegidos de Dios, es decir, la salvación de los que trabajan a favor los demás, como debieron hacer los judíos, como hacen los auténticos cristianos y, de un modo más extenso, todos los que ponen su vida al servicio de la Vida.

– Tiempo de espera (7, 2-3). Sobre ese fondo de muerte (falta el aire) se escucha la voz del ángel de oriente (puerta del sol, cuna de la vida), diciendo a los ángeles del viento que no dañen tierra, mar, ni bosque para que los signados (sellados) del Dios Vivo reciban el sello. Los degollados preguntaban ¿hasta cuándo? Dios había respondido: hasta completarse el número de mártires (Ap 6, 11): ellos, los degollados, sostenían el universo. Aquí emerge otra vez la misma idea: los ángeles del mundo se disponen a cortar el aire a los vivientes, destruyendo lo que existe (tierra, mar, arbolado).

Pues bien, Dios les responde que respeten la vida hasta que el Ángel de Oriente marque a los elegidos de Dios. Es el momento ya aquí, sobre la tierra, en camino de elección y de servicio a favor de los demás. Ellos, los amenazados y elegidos (sellados) sostienen con su fidelidad el mundo entero: no viven los mártires a merced de los verdugos sino, al contrario, por gracia de los mártires pueden vivir los verdugos . Por ellos, por los mártires-testigos de Dios sopla el viento bueno sobre el mar, la tierra, el arbolado. Ellos, los que ponen su vida al servicio de los demás, sostienen la Vida del Universo de Dios (con el Cristo). Sin ellos el mundo se habría apagado.

– Ciento cuarenta y cuatro mil (Ap 7, 4-8). Es número simbólico de culminación israelita, marcados con el sello de Dios, como en Ez 9, 4-6: doce mil para cada una de las tribus de Israel, citadas en forma solemne, como en liturgia de posesión sagrada, con José y a Manasés como distintas y dejando a un lado a Efraín y Dan que ciertas tradiciones presentan como culpables de idolatría (cf. Jc 17-18; Os 5, 3-4). Leer más…

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1. XI. 14. “Todos los Santos”

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
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imagenes-de-santosDel blog de Xabier Pikaza:

Empecemos haciendo una breve distinción:

— En la terminología ordinaria de la iglesia católica, sólo algunos hombres y mujeres especialmente destacados por sus virtudes morales son llamados santos, y declarados tales (después de ser beatos) a través de un proceso de canonización canónica, bastante complejo (del que hablaré al final de la postal)

— En Nuevo Testamento, santos son todos los cristianos, pues han sido elegidos y santificados por el Espíritu de Cristo. Así dice Pablo a los de Roma que han sido «llamados a ser santos» (cf. Rom 1, 7; 1 Cor 1, 2). También llama santos a los ángeles de Dios, como hacía la apocalíptica judía (cf. 1 Tes 3, 13. Pero eso no ñe impide llamar santos a todos los cristianos (cf. Rom 16, 2. 15; 1 Cor 1, 2; 6, 1; 2 Cor 1, 1; Flp 1, 1 etc).

— En la línea anterior, conforme a la primera Iglesia de Jerusalén, santos son los pobres (como sabe el mismo Pablo: cf. 2 Cor 8, 4; 9, 1; Rom 15, 26), de forma que venerarles, alabando así la gloria de Dios, es acompañarles, en gesto de comunión y servicio social, concreto. Desde ese fondo, los textos más “judíos” (jesuánicos) del NT, como Mt 25, 31-45 (y la parábola de Lázaro y Epulón) suponen que son santos excluidos sociales, los hambrientos y oprimidos.

Desde ese triple fondo quiero ofrecer una simples reflexiones que pueden ayudarnos a situar mejor al tema, poniendo de relieve no sólo la santidad del “cielo” sino la de la “tierra” (Imágenes, junto a las más conocida que que evoca a los canonizados por Roma, con María, La madre de Jesús, presento otras dos muy significativas: una de “Santos inocentes”, según la novela de Delibes (película de Camús), otra tomada de una pintura de Maximino Cerezo Barredo). Buen día a todos.

Texto litúrgico: Apocalipsis 7,9-14

Después esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: “¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!”

Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindieron homenaje a Dios, diciendo: “Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén.”

1. Un recuerdo histórico. Lo sagrado, numinoso y santo

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En general, a partir de una obra R. OTTO, buen conocedor del judaísmo, titulada Das Heilige (Lo santo: 1917), se ha venido definiendo la religión como experiencia de santidad. Santo es aquello que se opone a lo profano (a las cosas ordinarias de cada día), viniendo a presentarse como pavoroso, tremendum (temor), porque se impone sobre el hombre, sacándole de sí mismo y atrayéndole de un modo muy fuerte. En ese contexto, las primeras notas de “lo santo”, que R. Otto deducía de la experiencia del judaísmo (partiendo, sobre todo de sus grandes teofanías: Ex 3; Is 6…) son la majestad y la energía.

(a) Lo santo o numinoso es majestad, del latín maius, algo que es siempre más grande. En ese sentido, lo santo es lo supremo, aquello que aparece como exceso de ser, como superabundancia o plenitud que desborda todas las posibles concreciones históricas y objetivas. En ese sentido, lo santo es siempre “más”, de manera que ante el despliegue de la Majestad surge el pavor, la sensación de pequeñez suprema: el hombre no puede esconderse o resguardarse, nada pueda hacer, sino sólo descubrirse criatura, nada, quitarse las sandalias, taparse el rostro, pues no se puede ver a Dios (cf. Ex 3, 5; 33, 20-23).

(b) Lo Santo es energía, es decir, poder originario, que se expresa en forma de fuego o de viento, de inmenso terremoto. Dios viene, todo tiembla, como en el Sinaí (cf. Ex 19, 16-22).

(c) Pues bien, en esa línea, desde el mensaje de Jesús, santo es cada hombre y mujer: es presencia del misterio de Dios, tiene valor infinito, no por sus virtudes morales (¡que son buenas!), sino por el hecho de que Dios ama a cada uno, y habita en su interior… de un modo especial, esa santidad de Dios se despliega, según la Biblia, en los pobres y excluidos, huérfanos, viudas, extranjeros… en todos los expulsados de la vida.

2. Primera lectura: Visión de Isaías 6, 1-13, el Dios Santo.

santosSanctus de Dios. Este pasaje marca un momento importante en la revelación del Dios israelita como santidad. El profeta ve a Yahvé sentado sobre un trono alto y sublime, llenando el templo con los bordes de su manto. A su lado había unos serafines que cantaban Qados, Qados, Qados Yhavé Seba’ot… (¡Santo!Santo!¡Santo!).

Éste es el atributo primordial de Dios, su santidad. Todo lo que existe sobre el mundo es realidad profana, valor que se consume, vanidad y muerte. A Dios se le define, en cambio, como Santo, en palabra que no pueden pronunciar los hombres de la tierra. Por eso la proclaman sin cesar, en alternancia antifonal, los músicos celestes, sacerdotes/serafines que expresan la potencia laudatoria, paradójica y sacral del cosmos.

Los hombres son santos. Éste es el canto de Yahvé, Dios que ha revelado su nombre a Moisés en el desierto (cf. Ex 3, 14). Los serafines no pueden contemplarle, pero cantan. No alcanzan su misterio más profundo pero pueden y quieren alabarle, pronunciando sacralmente su nombre y su mismo sobrenombre: es Seba´ot, el elevado, el que “hace la guerra” con su ejército de estrellas; es Dios victorioso, que reina y extiende desde el cielo su dominio sobre todo lo que existe. Por eso continúa el canto, en contrapunto de gozosa admiración: ¡la tierra toda está llena de tu gloria! Pues bien, este Dios de la santidad hace a los hombres santos, a todos…Por eso, Isaías se siente llamado a proclamar la santidad de Dios en la vida de todos los hombres.

3. Código de la santidad, una santidad más ritual.

El llamado Código de la Santidad, que constituye la culminación del libro del Levítico (Lev 17-26), constituye una especie de “ritual de la santidad”, que debe regular la vida de lo sacerdotes (y después de todos los israelitas), manteniéndoles separados de la contaminación del mundo. Es una santidad que no se expresa en la pobreza de los excluidos y en el amor de aquellos que les ayudan sino en el culto litúrgico y en el cumplimiento de los mandamiento. Así lo indica de un modo especial el conjunto de mandamientos incluidos en el capítulo 19, que empieza así:

«Sed santos, porque yo, Yahvé, vuestro Dios, soy santo. Cada uno de vosotros respete a su madre y a su padre. Guardad mis sábados… No acudáis a los ídolos, ni os hagáis dioses de fundición…» (Lev 19, 2-4).

Los israelitas han de ser santos en sentido ritual más que moral (¡no se excluye lo moral!) , en sentido religioso más que puramente ético… Son santos porque han resguardado su vida dentro del cerco de separación que Dios mismo ha fundado a través de su Ley sagrada. Leer más…

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Ocho puertas para entrar en el Reino de Dios. Fiesta de todos los Santos

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
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Carrera 100 ms vallaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En la Fiesta de Todos los Santos, la lectura del evangelio recoge las bienaventuranzas. Es una forma de indicarnos el camino que llevó a tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia a la santidad. Resulta imposible comentar cada una de ellas en poco espacio. Me limito a indicar algunos detalles fundamentales para entenderlas.

Las bienaventuranzas no son una carrera de obstáculos

Muchos cristianos conciben las bienaventuranzas como una carrera de obstáculos, hasta que conseguimos llegar a la meta del Reino de Dios. Y la carrera se hace difícil, tropezamos continuamente, nos sentimos tentados a abandonar cuando vemos tantas vallas derribadas. «No soy pobre material ni espiritualmente; no soy sufrido, soy violento; no soy misericordioso; no trabajo por la paz… No hace falta que un juez me descalifique, me descalifico yo mismo.» Las bienaventuranzas se convierten en lo que no son: un código de conducta.

Las bienaventuranzas son ocho puertas para entrar en el Reino de Dios

El arquitecto de la basílica de las bienaventuranzas la concibió con ocho grandes ventanas que permiten ver el hermoso paisaje del lago de Galilea. Prefiero concebir las bienaventuranzas no como ocho ventanas, sino como ocho puertas que permiten entrar al palacio del Reino de Dios. Para entenderlas rectamente hay que advertir donde las sitúa Mateo: al comienzo del primer gran discurso de Jesús, el Sermón del Monte, en el que expone su programa e indica la actitud que debe distinguir a un cristiano de un escriba, de un fariseo y de un pagano.

A diferencia de los políticos, capaces de mentir con tal de ganarse a los votantes, Jesús dice claramente desde el principio que su programa no va a agradar a todos. Los interesados en seguirlo, en formar parte de la comunidad cristiana (eso significa aquí el «Reino de los cielos»), son las personas que menos podríamos imaginar: las que se sienten pobres ante Dios, como el publicano de la parábola; los partidarios de la no violencia en medio de un mundo violento, capaces de morir perdonando al que los crucifica; los que lloran por cualquier tipo de desgracia propia o ajena; los que tienen hambre y sed de cumplir la voluntad de Dios, como Jesús, que decía que su alimento era cumplir la voluntad del Padre; los misericordiosos, los que se compadecen ante el sufrimiento ajeno, en vez de cerrar sus entrañas al que sufre; los limpios de corazón, que no se dejan manchar con los ídolos de la riqueza, el poder, el prestigio, la ambición; los que trabajan por la paz; los perseguidos por querer ser fieles a Dios.

Pero las bienaventuranzas son ocho puertas distintas, no hay que entrar por todas ellas. Cada cual puede elegir la que mejor le vaya con su forma de ser y sus circunstancias.

Evitar dos errores

En conclusión, las bienaventuranzas no dicen: «Sufre, para poder entrar en el Reino de Dios». Lo que dicen es: «Si sufres, no pienses que tu sufrimiento es absurdo; te permite entender el evangelio y seguir a Jesús».

No dicen: «Procura que te desposean de tus bienes para actuar de forma no violenta». Dicen: «Si respondes a la violencia con la no violencia, no pienses que eres estúpido, considérate dichoso porque actúas igual que Jesús».

No dicen: «Procura que te persigan por ser fiel a Dios». Dicen: «Si te persiguen por ser fiel a Dios, dichoso tú, porque estás dentro del Reino de Dios».

Pero, al tratarse de los valores que estima Jesús, las bienaventuranzas se convierten también en un modelo de vida que debemos esforzarnos por imitar. Después de lo que dice Jesús, no podemos permanecer indiferentes ante actitudes como la de prestar ayuda, no violencia, trabajo por la paz, lucha por la justicia, etc. El cristiano debe fomentar esa conducta. Y el resto del Sermón del Monte le enseñará a hacerlo en distintas circunstancias.

Las puertas y el palacio

Finalmente, no olvidemos que estas ocho puertas nos permiten entrar en el palacio y sentarnos en el auditorio en el que Jesús expondrá su programa a propósito de la interpretación de la ley religiosa, de las obras de piedad, del dinero y la providencia, de la actitud con el prójimo… Este gran discurso es lo que llamamos el Sermón del Monte. Limitarse a las bienaventuranzas es como comprar la entrada del cine y quedarse en la calle.

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Todos santos y todos pecadores.

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
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solemnidad-todos-los-santosMt 5, 1-12

Los matemáticos dicen que la distancia de cualquier número, por grande que sea, al infinito, es siempre infinita. Para Dios todos somos iguales, no hay posible distinción. ¿Qué sentido tiene entonces el marcar las diferencias entre unos y otros? La fiesta de “Todos los Santos”, entendida como diferencia de perfección entre los seres humanos no tiene mucho sentido. Por eso le he cambiado el título y he puesto: Todos santos; aunque también podía haber puesto “Todos pecadores” y sería exactamente igual de cierto. Para Dios no hay diferencia ninguna, porque nos ama a todos por lo que Él es.

Si por santo entendemos un ser humano perfecto, significaría que ya ha llegado a su plenitud y por lo tanto se habrían acabado sus posibilidades de crecer. Pero su verdadero ser, y por lo tanto su perfección, nada tiene que ver con su biología o con su moralidad. A esa parte de nuestro ser no afectan las limitaciones, sean del orden que sean. Es una realidad que permanece siempre intacta. Descubrir, vivir y manifestar ese verdadero ser, es lo que podíamos llamar santidad.

Cuando creemos que para ser santo tenemos que anular los sentidos, reprimir los sentimientos, machacar la inteligencia y someter la voluntad, nos estamos exigiendo la más torpe inhumanidad. La plenitud de lo humano solo se alcanza en lo divino, que ya está en nosotros. Vivir lo divino que hay en nosotros es la meta de lo humano. El verdadero santo no es el perfecto. El santo nunca descubrirá que lo es. Por favor, que nadie caiga en la tentación de aspirar a la “santidad”. Aspirad solo, a ser cada día más humanos, desplegando el amor que es Dios y está en vosotros.

Cuando hemos puesto la santidad en lo extraordinario, nos hemos salido de todo marco de referencia evangélico. Si creemos que santo es aquel que hace lo que nadie es capaz de hacer, o deja de hacer lo que todos hacemos, ya hemos caído en la trampa del ideal de perfección griega, que durante siglos se nos ha vendido como cristiana. Cuando un joven le dice a Jesús: “Maestro bueno”. Jesús le responde: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno más que Dios. ¿Qué hubiera contestado si le hubiera llamado santo?

Todos somos santos, porque nuestro verdadero ser es lo que hay de Dios en nosotros; aunque la inmensa mayoría no lo hemos descubierto todavía, y de ese modo, tampoco podemos manifestar lo que somos. Somos santos por lo que Dios es en nosotros, no por lo que nosotros somos para Dios. La creencia generalizada de que la santidad consiste en desplegar las virtudes morales, no tiene nada que ver con el evangelio. Recordemos: “Las prostitutas y los pecadores os llevan la delantera en el reino de Dios”. Para Jesús, es santo el que descubre el amor que llega a él sin mérito ninguno por su parte. La perfección moral es consecuencia de la santidad, no su causa.

Debemos tener mucho cuidado a la hora de hablar de los santos como “intercesores”. Si lo entendemos pensando en un Dios, que solo atiende las peticiones de sus amigos o de aquellos que son “recomendados”, estamos ridiculizando a Dios. En (Jn 16,26-27) dice Jesús: “no será necesario que yo interceda ante el Padre por vosotros, porque el Padre mismo os ama”. Lo hemos dicho hasta la saciedad, Dios no nos ama porque somos buenos o por recomendación de uno que los es, sino porque Él es amor.

Se puede entender la intercesión de una manera aceptable. Si descubrimos que esas personas que han tomando conciencia de su verdadero ser, son capaces de hacer presente a Dios en todo lo que hacen, pueden ayudarnos a descubrirlo, y por lo tanto pueden acercarnos a Dios. Descubrir que ellos confiaron en Dios a pesar de sus defectos, nos tiene que animar a confiar más nosotros. No solo valdría para los que conviven con ellos, sino para todos los que después de su muerte, tuvieran noticia de ‘su vida y milagros’. Sería el camino más fácil para que creciera el número de los “conscientes”.

Debemos tener cuidado con la “comunión de los santos”. No se trata de unos “dones” o unas “gracias” que ellos han merecido y que nos ceden a nosotros. Es ridículo cuantificar y almacenar los bienes espirituales. Todo lo que nos viene de Dios es siempre gratuito y nunca se puede merecer. “Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Ahora bien, en el momento que se tiene conciencia de la unidad, se comprende que todo lo que hace uno repercute en el todo. La doctrina de Pablo es esclarecedora: “Todos formamos un solo cuerpo”.

En esta fiesta celebramos la bondad, se encuentre donde se encuentre. Es una fiesta de optimismo, porque, a pesar de los telediarios, hay mucho bien en el mundo si sabemos descubrirlo. Es cierto que mete más ruido uno tocando el tambor que mil callando. Por eso nos abruma el ruido que hace el mal y no nos queda espacio para descubrir el bien. Hoy es el día de la alegría. La Vida y el Bien triunfan sobre la muerte y el mal. La vida merece siempre la pena. Esta alegría de vivir tenemos que mantenerla a pesar de tanto sufrimiento y dolor como hay en nuestro mundo. A pesar de que muchos seres humanos consumen su existencia sin enterarse de lo que son, y se conforman con vegetar.

Las bienaventuranzas nos descubren el verdadero rostro del “santo”. ¿Quién es dichoso? ¿Quién es bienaventurado? Felicitar a uno porque es pobre, porque llora, porque pasa hambre, porque es perseguido, sería un sarcasmo para el común de los mortales. Sobre todo si le engañamos con la promesa de que lo serán más allá. Haber reservado la palabra “bienaventurado” para los que han muerto, es una manipulación del evangelio inaceptable. Aquí abajo, el dichoso es el rico, el poderoso, el que puede consumir de todo sin dar un palo al agua. Esa escala de valores queda trastocada por el evangelio.

Las bienaventuranzas no se pueden entender racionalmente, ni se pueden explicar con argumentos. Cuando Pedro se puso a increpar a Jesús, porque no entendía su muerte, Jesús le contestó: “Tú piensas como los hombres, no como Dios”. Solo entrando en la dinámica de la trascendencia, podemos descubrir el sentido de las bienaventuranzas. Solo descubriendo lo que hay de Dios en mí, podré darme cuenta del verdadero valor. Para que una persona sea dichosa le tenemos que dar aquello que considera el valor supremo para ella. Tenga lo que tenga, si no lo percibe como valor absoluto, no le hará feliz.

Las bienaventuranzas no son un “sí” de Dios a la pobreza y al sufrimiento, sino un rotundo “no” de Dios a las situaciones de injusticia, asegurando a los pobres lo más grande que pudieran esperar, el amor que es Dios. En Él los pobres pueden esperar, tener confianza. No para un futuro lejano, sino ya, aquí y ahora. Puede ser bienaventurado el que llora, pero nunca el que hace llorar. Puede ser feliz el que pasa hambre, pero no el que tiene la culpa del hambre de los demás. Buscar la salvación en las seguridades terrenas, es la mejor prueba de que no se ha descubierto el amor de Dios. Aún en las peores circunstancias imaginables, las posibilidades de ser, nadie puede quitártelas.

En la celebración de este día, no tenemos que pensar en los “santos” canonizados, ni en los que desarrollaron virtudes heroicas, sino en todos los hombres que descubren la marca de lo divino en ellos, y ese descubrimiento les empuja a mayor humanidad. No se trata de celebrar los méritos de personas extraordinarias, sino de reconocer la presencia de Dios, que es el único Santo, en cada uno de nosotros. El merito será siempre de Dios.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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“Los santos de Teresa”, por Gema Juan OCD

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
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todoslossantos

De su blog Juntos Andemos:

Teresa de Jesús tenía, entre los santos, algunas predilecciones. No es que tuviera una idea original sobre lo santo, ella bebía de las fuentes de la fe y entendía que la santidad es la vida en Cristo. De ahí que siempre recordara que había que poner los ojos en Él.

Se sentía unida a la gran nube de testigos pero, entre ellos, algunos le resultaban más próximos. Por eso, le hubiera gustado conocer lo que decía san Serafín de Sarov: que uno de los oficios del Espíritu Santo es trenzar, unir todo lo que es para Dios en el mundo, para darle un gracias inmenso, con las voces de todos los que ponen sus pequeños hilos para la trenza.

Le hubiera gustado, porque vivía consciente de esa comunión que liga a todos los seres humanos, los presentes y los que viven otra vida en Dios. Teresa experimentó algo que Elizabeth A. Johnson formula muy bien: que «existe una comunidad de compañeros íntimamente relacionados en la gracia, que se extiende a lo largo de todo el mundo y que va más allá de la muerte». Esa comunión –dice ella– crea un «parentesco de esperanza».

Con algunos «compañeros de gracia» experimentó ese vínculo en la tierra. Con su «santico», Juan de la Cruz. Con «aquella mi amiga santa», Maridíaz o con fray Pedro de Alcántara del que, aunque alababa su ascetismo, más le conmovía que «con todas esa santidad, era muy afable… y tenía muy lindo entendimiento».

Teresa aborrecía cualquier tipo de pantomima y amaba la autenticidad. Estando en Sevilla, no precisamente pasándolo bien, escribía que estaba contenta porque allí no había «memoria de esa farsa de santidad que había por allá [Castilla], que me deja vivir y andar sin miedo que esa torre de viento había de caer sobre mí».

De ahí que esos compañeros fueran tan valiosos por su veracidad, porque medían su vida con la de Jesús e iban por el camino que Él fue. Pero también porque veía cumplida su intuición: que la santidad y la amabilidad debían ir de la mano. Y esa intuición nacía de una profunda creencia: que la humanidad de Jesús revelaba la santidad del Padre.

Teresa –como Jesús– sabía que nada era despreciable. Entendía que lo que para unos es leve, para otros es muy costoso, y que vivir ligados, trenzando con el Espíritu, es mucho más constructivo. La teóloga Barbara Brown escribía que «por causa de todos los santos, por causa de unos y de otros, y por causa del Dios que nos une a todos podemos hacer mucho más de lo que cualquiera de nosotros ha podido soñar hacer en solitario».

Por eso, vivía fuertemente la unión con otros seguidores de Jesús que habían recorrido antes que ella el camino. Los recuerda por el «gran provecho y aliento [que] nos da su memoria».

Dejando aparte a san José –el hombre que vivió el amor en el anonimato, en pura fe, a la sombra del misterio y rodeado de silencio– que era «el» santo de Teresa, sus predilectos fueron los santos que habían sido grandes pecadores antes de conocer a Jesús, antes de convertirse; le alentaban mucho. Se veía entre ellos, aunque no como ellos.

Al mismo tiempo, admiraba y sentía muy cerca a los santos «que convirtieron muchas almas», porque decía que esa era la inclinación que había en ella: la de servir, la de mostrar lo bueno que es Dios y acompañar, a cuantos pudieran, a los ríos de vida y alegría que manan siempre de Él, que es la fuente de todo.

Teresa veía en los santos vidas imitables, es decir, descubría a través de ellos diferentes caminos para seguir a Jesús; los sentía como aliados en la fe y como una inspiración para vivir las Bienaventuranzas.

Por eso, decía que era contrario al Espíritu creer que es «soberbia tener grandes deseos y querer imitar a los santos». Es posible esa comunión de vida que da alas para todo lo bueno. Y le preocupaba esa dejadez humana que, a veces, es capaz de borrar el bien y perder el norte, porque apreciaba mucho «la labor que el espíritu de los santos pasados dejaron».

Descubría huellas imborrables en los apóstoles, en Agustín, en muchos fundadores y, sobre todo, en María Magdalena, que encabeza la lista de sus queridas «grandes amadoras», como había llamado a Catalina mártir.

Lo que cautivaba de todos ellos a Teresa era el profundo amor a Jesús. Un amor que había cambiado sus vidas, que había reflotado lo mejor de ellos y los había lanzado a una aventura apasionante. Y sentía que era posible apoyarse en esas huellas para crear otras nuevas y seguir iluminando la senda hacia un mundo mejor.

«Amigos fuertes de Dios», eso son los santos. Una comunidad viva donde Dios sigue realizando su obra de amor, a través de todas las épocas y en medio de todos los acontecimientos. Con ellos, Teresa sigue diciendo:

«Dejemos estas cosas que en sí no son, si no es las que nos allegan a este fin que no tiene fin, para más amarle y servirle, pues ha de vivir para siempre jamás, amén, amén. A Dios sean dadas gracias».

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El Vaticano saca un sello con Lutero y Melanchthon al pie de la cruz

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
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sellovaticanolutero_560x280Representa a los reformadores sosteniendo copias de la Biblia y de la Confesión de Augsburgo

Emite otro de San Francisco de Sales

Ayer, día del V Centenario de la Reforma protestante, el Vaticano anunció que emitirá un sello postal especial representando a los reformadores Martín Lutero y Felipe Melanchthon al pie de la Cruz.

El sello, de valor de un euro y expedido por la Oficina Filatélica de la Santa Sede, muestra en primer plano a Jesús crucificado, y al fondo “una vista dorada y atemporal de la ciudad de Wittenberg”, según la descripción facilitada por el Vaticano.

Dicha descripción continúa: “Con una disposición penitencial, arrodillándose respectivamente a la izquierda y derecha de la cruz, Martín Lutero tiene la Biblia, fuente y destino de su doctrina, mientras que Felipe Melanchthon, teólogo y amigo de Martín Lutero, y uno de los principales protagonistas de la reforma, sostiene en la mano la Confesión de Augsburgo (Confessio Augustana), la primera presentación pública oficial de los principios del protestantismo escritos por él”.

sello-del-vaticano-de-san-francisco-de-salesEn el mismo comunicado, la Oficina de Prensa de la Santa Sede anunció que también emitirá un sello especial más valioso por valor de 2,55 euros para marcar el 450 aniversario del nacimiento de San Francisco de Sales.

“Nacido en el pueblo fronterizo francés de Thorens-Glières el 21 de agosto de 1567 de una larga ascendencia nobiliaria, a una edad temprana Francisco de Sales mostró interés en la teología durante sus años formativos de estudio que pronto le llevó a una vocación al sacerdocio. Él llevó a cabo su ministerio con un firme deseo de salvaguardar a la Iglesia de Roma de la Reforma de Calvino“, explica el Vaticano.

“San Francisco de Sales, Doctor de la Iglesia, es uno de los padres de la espiritualidad moderna e influenció a las figuras más importantes de la Europa del siglo VII. Trajo de vuelta a muchos fieles separados de la Iglesia católica al hablar sobre el amor de Dios”, concluye la descripción.

Ambos sellos estarán disponibles a partir del 23 de noviembre próximo.

Fuente Religión Digital/Agencias

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