¿Quién predica la ideología? Sobre la “ideología del clero”
Sobre la “Ideología del Clero”
“Dar un discernimiento al ‘pueblo católico’ es adoctrinamiento y una imposición de corte ideológico”
(Cindy Zúñiga, antropóloga).- El 2 de octubre del 2017, la Conferencia Episcopal de Costa Rica emitió un documento titulado Sobre la “Ideología de Género”. Se establece allí que dicha “ideología” es aquella que niega la complementariedad entre varón y mujer, así como anula el sexo en tanto dato natural y, más importante aún, olvida que “el hombre” fue creado a imagen de Dios.
El escrito nace principalmente como una preocupación frente al Programa de Estudio de Educación para la afectividad y sexualidad integral del Ministerio de Educación (MEP), mediante el cual, se “adoctrinaría” el pensamiento de los(as) niños(as), haciendo realidad dos de los temores más profundos de la iglesia: la destrucción de la familia y la diversidad sexual, léase entre paréntesis, “homosexualización” de los jóvenes. Todo ello a pesar de que, dentro de la respuesta de la Conferencia Episcopal, se señala el deber de no discriminar a las personas de “orientación no heterosexual”; evidente contradicción argumentativa y señal de la posibilidad de ser irrespetuoso e intolerante con sólo anunciar que: “yo no discrimino o yo no tengo nada en contra de, pero (inserte x, y o z razones)“.
Para “argumentar” dichos temores, se señalan cuatro aspectos que preocupan a la iglesia si el programa fuera implementado. El primero de ellos es la existencia de personas que niegan su naturaleza; por ejemplo, aquellas mujeres que “no favorecen el sentido de maternidad querido por Dios”. Seguidamente, encontramos la invitación eclesial a que todos(as) acepten su identidad según su carácter genético, ya que la “ideología de género” niega que en el sexo radican las características que constituyen a las personas en los planos biológico, psicológico y espiritual. La tercera preocupación recae en la imposición de la “ideología de género” como pensamiento único y, finalmente, que esta imposición afecta a la familia en tanto institución natural, vaciándola de “su contenido antropológico más profundo“. Lo previo lleva a la existencia de un deber de “los pastores de la iglesia” de orientar el discernimiento del pueblo sobre la “nefasta” ideología de género.
Con tanto material para explicar y trabajar (y que evidentemente acá no buscamos agotar), empecemos por afirmar que la misma idea de dar un discernimiento al “pueblo católico”, es adoctrinamiento y, vaya sorpresa, es una imposición de corte ideológico [sic].
Michel Foucault (1978), al caracterizar el poder pastoral, lo analiza en cuanto reinante sobre una multiplicidad de individuos, llevándolos así a la salvación; sin embargo, dicha salvación sólo se alcanza: “(…) aceptando la autoridad de otro (…) el pastor puede exigir a los demás una obediencia absoluta, (…) [y] la pastoría ha conllevado toda una serie de técnicas y de procedimientos que conllevan a la verdad y a la producción de la verdad” (p. 808-809). Consecuentemente, “la verdad” sería aquella que se deduce desde una postura ideológica, en tanto es propuesta por un grupo que ejerce poder sobre otros.
Además, y para ilustrar de mejor forma al lector(a), establezcamos acá al término “ideología” no de una manera teórica, sino metafóricamente como el acto de ver a través del fondo de una botella gruesa de vidrio; es decir, como si usáramos la misma en tanto catalejo. El efecto inmediato es una distorsión de lo que vemos a través del prisma, de lo que podríamos considerar como real, y no así una visión falsa del mundo. Por ende, el vidrio de la botella, en tanto instrumento, lleva a una relación de malentendido con el mundo, al hacernos pensar que los objetos distorsionados son así en la realidad.
Dicho de otro modo, al no poder negar la existencia de familias y personas que no encajan en el prototipo establecido por la iglesia católica (una familia de padre, madre e hijos donde todos los individuos son heterosexuales), los “pastores” “reparten botellas” con el fin de que sus “seguidores” miren el mundo mediante dicha especie de lente, para hacerles pensar que los roles y jerarquías de las personas en nuestra sociedad son únicos y que jamás se puede salir de estos. Por ende, el documento de la Conferencia Episcopal es, en sí mismo, una imposición ideológica de un mundo distorsionado en donde todos son o serían hombres-padres y mujeres-madres.
Ahora bien, movámonos a otro punto de importancia del documento como lo es “la negación de la naturaleza” de algunos individuos y la familia como institución “natural“. Respecto de esto, podríamos insertar nuevamente la duda y decir, ¿qué es natural? Y ¿con referencia a qué parámetro se establece lo natural?
La primera pregunta refiere a la idea de “naturaleza” que podemos rastrear históricamente en la tradición cristiana, y es “lo natural” en tanto entidad e incapacidad de las cosas de transformarse en otras (cf. Aristóteles, Metafísica, 1014b 25-final y 1015a 10-15) y la participación humana en la “ley eterna” (cf. Tomás de Aquino, Suma de Teología, I-II q. 94); es decir, una mujer u hombre nunca podrán ser “otra cosa” o tener “otros deseos” pues su biología les destinan a unas características y fines únicos y últimos, negando así cualquier otra posibilidad.
Lo anterior es fácilmente deconstruible cuando miramos que las diversas construcciones de masculinidad, feminidad y la existencia de terceros géneros que se dan en otras culturas, viendo así que lo multiforme de nuestras realidades supera el intento de establecer elementos inseparables (causas inmanentes, cf. Aristóteles, Metafísica, 1017b 10-25) a los seres humanos.
Y la segunda remite a que “lo natural” sólo es respecto de aquel quien mira las cosas y que puede predicar de otras su “antinaturalidad”, “rareza” o “anormalidad”. De esta forma, todo aquello que se salga fuera de los márgenes establecidos, es tachado de “raro” y “antinatural”. Por ende, madres y padres solteros, personas estériles (es decir, incapaces de tener hijos biológicos propios), mujeres y hombres que deciden no tener hijos, personas con hijos unidos bajo otra institución que no sea el catolicismo-cristianismo; entre otros, serían para la iglesia representantes de la “anormalidad” que la “ideología de género” busca “imponer”, sin necesidad siquiera de pertenecer a grupos LGTBIQ.
Evidentemente, las personas homosexuales, bisexuales, transexuales, intersexuales y queer, serían la representación más clara de esta “anormalidad” al no seguir el mandato católico de aceptar su “identidad” de acuerdo a su condición genética (de acuerdo con la Real Academia Española, el género sería aquel grupo al que pertenecen los seres humanos, comprendiéndoles desde un punto de vista sociocultural en lugar de sólo biológico).
Es en este punto, donde entra otra falencia del documento, la cual recae en el uso peyorativo de la palabra “género“, cuando este refiere, en el sentido antropológico, a la construcción socio-cultural que se da a partir de esa condición genética; por ejemplo, vestir a los niños(as) con ciertos colores y no de otros, debido a una diferencia física que se vuelve el fundamento de esta decisión.
El género sería entonces una serie de prácticas, actividades y características que, por su repetición en un momento histórico, se asociarían “naturalmente” con ciertos aspectos biológicos y permitirían reconocer, nombrar y darle existencia (social y lingüística) a una persona. Siendo todos estos parámetros construidos, en la realidad: “(…) no hay ‘alguien’ que acate una norma de género. Por el contrario, esta cita de la norma de género es necesaria para que a uno se le considere como ‘alguien’, para llegar a ser ‘alguien’ viable, ya que la formación del sujeto depende de la operación previa de las normas legitimantes de género” (Butler, p. 326).
La iglesia haría del ser humano un ente cuyas características, biológicas y psicológicas, se derivan exclusivamente de un sexo binario (hombre-mujer, puesto que ni siquiera se consideran los casos de intersexualidad o del tercer género) olvidando así que a partir de ello se edifica una forma de vivir el ser hombre, mujer u otros, denominada “género”, cuyos efectos en la vida real son tan materiales como la genética misma; piénsese brevemente en el acoso callejero que sucede mayoritariamente a las mujeres por su “exclusiva” construcción como entes femeninos.
Finalmente, hemos de detenernos en un punto que llama poderosamente nuestra atención, y es el que, según la Conferencia Episcopal, la “ideología de género” vaciaría a la familia y sus individuos de “su contenido antropológico más profundo”. Bajo esta frase, y puesto que quien redacta es antropóloga de profesión, hay que decir que nunca se considera más visión de lo antropológico que aquella vinculada a una interpretación bíblica y, por ende, a una concepción esencialista de los seres humanos.
Basta con historizar cualquier práctica, en este caso la sexualidad, para ver los efectos que esta tiene sobre las personas; es decir, basta con conocer un poco de historia y de diferencias culturales actuales, para reconocer la existencia de diversas posibilidades de definición de lo masculino y lo femenino que es aceptable dentro de las culturas. Ejemplo de ello, dentro del mismo Occidente, puede ser referido a que la moda considerada hoy día como femenina (tacones, faldas, pelucas) fue utilizada por hombres de las más altas clases sociales en épocas pasadas.
De esta forma, aquello que la cultura considera como “natural” en lo que refiere al plano de la sexualidad, se liga de forma directa al modelo socio-político de un tiempo, el cual está al servicio de una serie de personas. Para el caso que acá nos ocupa, la iglesia católica necesita de personas que reproduzcan “familias e individuos naturales” en consecución de su poder económico, político e ideológico sobre la sociedad costarricense.
La guía pastoral brindada por la iglesia católica no sería más que un uso interpretativo determinista, falaz y ahistórico, en el cual, si retiramos la botella de nuestro ojo, vemos el mensaje de que sólo existe una manera de vivir en sociedad y en familia. Es por ello que, no debe existir ningún temor frente al hecho de que los(as) jóvenes conozcan información sobre los diferentes modos de vivir la sexualidad hoy en día.
Así pues, ¿de qué “imagen de Dios” estamos hablando? ¿Cuál es el “molde natural” que todo hombre y mujer debe seguir según los dictados de “lo alto”? Sería, tristemente, el de una persona sin posibilidades de hacer nada por sí misma, más que asumir un prisma impuesto -el de la “ideología de género”– para negar otras realidades que desde hace mucho tiempo conviven con nosotros y de las cuales somos parte.
Referencias
Arístóteles. (1994). Metafísica. Madrid: Gredos.
Butler, J. (2008). Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Buenos Aires: Paidós.
Foucault, M. (1978). Sei to Kenryoku (Sexualidad y poder). Conferencia pronunciada en la Universidad de Tokio el 20 de abril de 1978.
RAE. (2017). Definición de género. Consultado en: http://dle.rae.es/?id=J49ADOi.
Tomás de Aquino (2005), Suma de Teología, Madrid: BAC.
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