Las huellas
Un gran amigo es Hermanito de Foucault. Desde los dieciocho años va contemplando y buscando a Dios. Su primer trabajo fue cuidar camellos en el desierto. Y para ello, se especializó en conocer y buscar huelas de camello en la arena. Me quedé impresionado. ¿Cómo se pueden conocer las huellas de cada camello…? Esto viene muy bien. Muchas veces me lamento de que es muy difícil ver las huellas de Dios en la vida.
Todo es cuestión de entrenamiento. Conocer cómo se manifiesta Dios, cómo deja sus huellas y luego… a buscar.
Dios nos dice Jesús que se manifiesta especialmente en las personas. Y entre ellas, en las más pobres. Cómo verle en el preso, en el hambriento, en el enfermo, en el ignorante… Vista y acción. Sin duda yo creo que lo primero es conocerle dentro de mí, en mis pobrezas y miserias.
Es curioso, nunca lo había pensado. Las huellas son el casco del pie al revés. Igual es cuestión de ver la parte positiva al ver las señales. Puede parecer feo, pero le doy la vuelta y siempre veo lo positivo: los animales, o las personas, que han pasado por ahí me hacen pensar en las maravillas que soportan esos pies, en el peso, el cuerpo, la inteligencia….
Dios se hace presente, deja su marca, en la belleza de la naturaleza. Y también en lo que no vemos pero se revela… Ahora me toca jubilarme. Es la parte inversa de la vida. Ya no son ilusiones, actividades, fuerza, coraje… Es ver los resultados de toda una vida. Y las huellas son cansancio, dolores, disminuciones… ¿Y si me fijo y recuerdo lo que ha producido esas huellas que ahora tengo? Una mano de labrador está llena de callos. ¡Qué hermosura, qué grandeza, qué obra de arte!
Cada vez que vea alguna carencia en las personas, algún detalle de fracaso, dolor, marginalidad, voy a pensar en quienes produjeron esas huellas. Quizás otras personas con su trato, con su estilo de vida, con su riqueza produjeron esa marginación. Para que unas personas vayan corriendo a 120 por hora, muchas tienen que ir a pie, en autobús, en animal, o a velocidades cortas.
Me resulta más difícil ver las intenciones de las personas, que las huellas de los camellos.
Es cuestión de mirar siempre las huellas. Detrás hay toda una vida, una intencionalidad. Y sobre todo, una persona. Por eso es tan importante llegar a la persona, a quiénes produjeron esos frutos.
Y por supuesto, voy a intentar ver lo bonito en todo porque “mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura y yéndolas mirando, vestidas las dejó de su hermosura”.
Necesito tiempo para aprender a conocer las huellas del camello, para reconocer la presencia de Dios que está en todas las cosas y personas.
Gerardo Villar
Fuente Fe Adulta
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