Dar buenos frutos
Debo a esta religión, y por tanto a esta Iglesia (en mi caso la católica), una parte fundamental de lo que yo soy, o de lo que intento ser. Mi moral, desde mis años piadosos, apenas ha cambiado (André Comte-Sponville)
8 de octubre- Domingo XXVII del TO
Mt 21, 33-43
Le respondieron: Acabará con aquellos malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le entreguen su fruto a su debido tiempo.
El profeta Isaías hace un canto de amor a la viña de su amigo (Is, 5), y en Oseas se dice que Israel era una vid frondosa que daba fruto abundante (Os 10, 1-8). El Salmista recuerda la vid traída de Egipto, cuya sombra cubría montañas (Sal 79). Textos que identifican a la viña con la casa de Israel que, infiel, deserta por enésima vez de los planteamientos de su Dios.
En la parábola de los viñadores malvados, el evangelista relata la ilusión del hacendado con su viña y el abandono con que la trataron los arrendatarios. El culmen de tamaña osadía acabó con el maltrato y la matanza de los emisarios, incluido el propio hijo del señor de la viña. Jesús nos cuenta el final de tan triste historia: “Por eso os digo que a vosotros os quitarán el reino de Dios y se lo darán a un pueblo que produzca sus frutos” (Mt 21, 43).
Los exégetas y comentaristas afirman que “tanto la Iglesia primitiva como la de hoy sabe que su razón de ser está ligada a la fidelidad a la misión de Jesús, que no se define tanto por la ortodoxia de la doctrina como por la praxis de la liberación de los pobres” (Schökel). En dicha parábola recogida por Mt 21, 33-43, y sus paralelos Mc (12, 1-8) y Lc (20, 9-15) nos damos cuenta de que Jesús se está enfrentando a todos los “grandes” de Israel: fariseos, sacerdotes, doctores, ancianos.
Pero lo que Jesús busca siempre unión frente a separación. Willigis Jäger, lo expuso claramente en Sabiduría eterna: “Superamos nuestra existencia escindida y experimentamos la unidad con todo ser. Por tanto, la experiencia mística no conduce al apartamiento de los hombres y al retiro del mundo. Por el contrario, dice sí a la vida y lleva a un acercamiento a los hombres”.
Un acercamiento como el que propone la protagonista de la película Ida (2013), dirigida por el polaco Pawel Pawlikowski: “La religiosidad personal profunda de la vida está sobre la religión arbitraria y superficial del convento”.
El filósofo francés André Comte-Sponville (1952), confesado ateo, reconoce los valores cristianos en estos términos: “Debo a esta religión, y por tanto a esta Iglesia (en mi caso la católica), una parte fundamental de lo que yo soy, o de lo que intento ser. Mi moral, desde mis años piadosos, apenas ha cambiado”.
Por otra parte, el birmano Sri Satya Narayan Goenka (1924-2013), uno de los principales maestros de la meditación vipassana, dice que Buda enseñó algo de lo que se puede beneficiar gente de cualquier procedencia: Un arte de vivir.
En el texto que hoy proponemos, reflexiona sobre la universalidad de este arte, y que Teresa de Calcuta repetirá más tarde.
EL ARTE DE VIVIR
“Un cristiano se convertirá en un buen cristiano, un judío se convertirá en un buen judío, un musulmán será un buen musulmán, un hindú será un buen hindú, un budista se convertirá en un buen budista. Lo primero que hay que hacer es ser un digno ser humano, pues en otro caso no se puede ser un buen cristiano, ni un buen judío, ni un buen musulmán, ni un buen hindú, ni un buen budista. Lo más importante es cómo convertirse en un buen ser humano”.
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
Comentarios recientes