Del blog de Xabier Pikaza:
Dom 27, Mateo 21, 33-45. Esta parábola, llamada de los viñadores, describe la trama de Jesús, desde la perspectiva del Amo y de los Encargados de cuidarla, para compartir los frutos, no para ellos mismos sino para todos. Éstos son sus rasgos principales:
1. Dios (el Amo/Amor) ha puesto la Viña en manos de unos “encargados”, para que la cuiden y compartan sus frutos. Estos encargados no son amos, sino administradores, pero quieren hacerse dueños de ella (dominarla, que es al fin domarla o subyugarla, que es ponerla bajo el yugo, cf. imagen 3: Yugo de Isabel, con flechas de Fernando).
2. La Viña es el pueblo de Israel, pero en sentido extenso es el templo, y puede ser la la Iglesia, la nación (Cataluña, España o Siberia), el Estado, el Mundo entero, con arrendatarios envidiosos convertidos en diosecillos (que se declaran dueños de la viña).
3. Esos encargados en concreto (unos “criados” viñadores) que se sienten dioses son los sacerdotes y gobernantes, poder civil y religioso tanto en aquel tiempo (el tiempo de Jesús), como en éste. Son en un plano las autoridades civiles de Madrid o de Barcelona… y las ONU, con otras invisibles, que no aparecen (mano negra) pero que dominan todo (incluso el Vaticano, si no tiene cuidado Francisco).
4. El impulso de fondo es que los “principados, poderes y dominaciones” (así le llama Pablo, dándoles un tinte demoníaco) gobiernan para sí…, y se queden con la herencia, es decir, con los frutos de la viña, pensando que la viña y los frutos son suyo, por derecho de pernada de poder, no del pueblo…
5. La situación de fondo que Jesús describe es el gran riesgo en que se encuentran las autoridades y el pueblo… Las autoridades porque se pervierten y serán juzgadas,el pueblo (representado por Jesús) porque pueden matarle.
6. Ésta es el panorama, en tiempos de Jesús y en los nuestros… Las autoridades tienden a matar a los inocentes, es decir, a aprovecharse de ellos, que representados por Jesús, pensando que son dueñas de la vida y de la muerte de los hombres. Pues bien, puede llegarles y le llega el gran juicio,si siguen obrando de esas forma.
7. Y queda pendiente el gran tema: ¿Quiénes son verdad los herederos? ¿Qué queda si se mata al heredero (Jesús, los pobres…)? Hay que levantar la voz, Jesús la levantó en Jerusalén, muriendo por hacerlo. Hay que levantar la voz: ¿Cuando llegue el Hijo del Hombre habrá algún tipo de fidelidad sobre la tierra? (El mismo Jesús se pregunta:Lc 18, 8).
Y con esto sigue el tema que he querido explicar comentando el texto de Mateo. Buen domingo a todos.
Primer parte del texto. La parábola (Mt 21, 33-3).
Mt 21 33 Escuchad otra parábola: Había un dueño de casa que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos agricultores y se marchó de viaje. 34 Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a donde los agricultores, para percibir los frutos que le correspondían. 35 Pero los agricultores, agarrando a sus criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. 36 Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. 37 Por último les mandó a su hijo, diciéndose: Tendrán respeto a mi hijo. 38 Pero los agricultores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia. 39 Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.
(Bibliografía y tema complete desarrollado en El evangelio de Mateo. De Jesús a la Iglesia…)
La viña es Israel o, quizá mejor, la obra de Dios en su sentido extenso (el país, el pueblo, la iglesia….), y los “viñadores” aparecen así como encargados de una tarea superior, es decir, de la obra y tarea de Dios, al servicio de todos los hombres. Así entendida, esta parábola se encuentra entrelazada no sólo con la historia de Israel, sino con la vida y destino de Jesús, de manera que ella puede interpretarse como parábola biográfica.
No quiere ofrecer informaciones teóricas, sino hacernos penetrar en el sentido de la obra de Dios y de la muerte de Jesús, utilizando para ello algunos elementos simbólicos bien conocidos del Antiguo Testamento: Había un dueño de casa que plantó una viña… (Mt 21, 33). Este comienzo es una clara referencia al canto de Is 5, 1-7 y quizá una alusión a Gen 2-3: Dios ha puesto a los hombres en el jardín Edén, como viña, para que la cultiven y consigan frutos.
‒ Es una parábola para los administradores de la viña, que, mirados en perspectiva bíblica, eran en tiempos de Jesús los sacerdotes y ancianos (senadores) del pueblo, que aparecerán después como sacerdotes y fariseos (21, 44). La parábola se eleva así en contra de los dirigentes de Jerusalén, en sentido religioso, social y económico, es decir, contra aquellos que triunfan matando a los siervos de Dios, y viven a costa de la herencia de los otros, es decir, de todos. Es una parábola que les recuerda (y nos recuerda) que no son (no somos) dueños absolutos de la viña (de un sacerdocio, rabinato o propiedad sagrada), sino administradores al servicio del cultivo de la tierra de Dios, cuyos frutos han de ser para los pobres, los necesitados
— La palabra griega es geôrgós (de ge, tierra, y orgeo, trabajar) alguien que labra los campos, como en los idiomas latinos el agri-cultor (que cultiva el agro). Puede aplicarse de un modo especial al viñador (que trabaja la viña, como en nuestro caso). Estrictamente hablando, estos georgoi o trabajadores de la tierra no son unos renteros asalariados en el sentido moderno, pues conforme a la visión bíblica más honda toda la tierra es de Dios (Lev 25, 23), de manera que no se puede poseer ni trabajar como propiedad exclusiva de algunos, sino al servicio del bien común, como he destacado en Fiesta del Pan, fiesta del vino, Verbo Divino, Estella 2005.
‒ La parábola supone que el dueño (Dios, amigo de los pobres) ha enviado a sus siervos para que recuerden a los agricultores, que no son propietarios de la viña, que no pueden hacer lo que ellos quieran con su finca (su dinero, su vino, su imperio…), que son renteros y, por tanto, servidores de una tarea y de una tierra para bien de todos, y en especial de los más pobres. Mc 12, 2-5 contaba la historia de esos enviados de manera más libre y literaria (un siervo, otro siervo, otro siervo…. Mateo lo hace aquí de manera más monótona, hablando de dos tandas de siervos (24, 34-36), a quienes los renteros hieren, matan y apedrean, como se decía en la historia deuteronomista.
‒ El dueño de casa envió al fin a su hijo, diciendo: “respetarán a mi hijo” (21, 37). Los relatos de este tipo suelen hablar de un tercer intento ya eficaz, para alcanzar lo pretendido. En esa línea, el dueño (Dios) tendría que haber enviado a unos siervos más fuertes que los anteriores, con grandes poderes, para conseguir el objetivo. Pero, de pronto, cuando esperamos que vengan y desplieguen su fuerza, descubrimos que el amo no responde con violencia a los violentos, sino con una debilidad aún más grande, con un gesto radical de no violencia, enviando desarmado a su mismo hijo. Ésta era la última oportunidad, tanto para el dueño como para los arrendatarios, y así lo muestra el mismo texto: hysteron, por fin, envío a su hijo .
El asesinato del Hijo aparece como un hecho temido (¡el mismo Padre dice como vacilando: respetarán a mi hijo!), . Ese asesinato del hijo (del pueblo) se sitúa en la línea de una tradición de violencia, reflejada, de formas diversas, no sólo en el relato de la akedah o sacrificio de Isaac (Gen 22, 1-19), sino también en la figura del siervo/elegido de Is 42, 1 o del justo asesinado de Sab 2, 13-18. Es como si el final de la historia de Israel hubiera quedado pendiente y tuviera que definirse ahora. El amo pide las rentas de un modo paciente, sin apelar a las armas. ¿Qué harán los renteros? ¿Cómo responderá el amo ante lo que ellos hagan?
Es posible que en un primer momento, la parábola hubiera terminado aquí, con la propuesta de este envío del Hijo (21, 37), dejando la respuesta y solución en manos de los oyentes/actores (como en Lc 15, 32, donde ignoramos si el hermano mayor acogerá o rechazará al pródigo que ha vuelto). Entendida así, esta parábola más breve (Mt 21, 33-37) tendría pleno sentido y podría interpretarse como una expresión narrativa y simbólica del destino de Jesús: la historia sigue abierta, el hijo viene, el desenlace pertenece a los actores (renteros y Jesús), pues son ellos los que deben cumplir lo narrado y terminar este relato con su gesto de acogida o con un asesinato, concretando así el sentido de la trama, de manera que sepamos si los renteros seguirán siendo envidiosos y violentos hasta el fin, o si descubrirán que ellos son hijos con el Hijo querido del Amo.
Pero la parábola sigue en 21, 38, añadiendo que los agricultores, al ver al hijo, se dijeron: “Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia…”, matando de hecho al Hijo (Mt 21, 39-40). E
El tema es la herencia (kleronomía, la riqueza de la nación…), es decir, la adquisición de la viña, que hasta ahora parecía arrendada y que los renteros quieren conquistar por la fuerza, para hacerla propia, matando para ello al Heredero (kleronomos, el pueblo). Quizá ha sido Jesús quien ha formulado ese final, diciendo que los renteros mataron al hijo querido, anticipando así lo que le podría sucederle… Quizá lo ha formulado la comunidad cristiana, diciendo que para adueñarse de la viña los renteros han matado al Hijo Heredero.
2. Interpretaciones: ¡la piedra que desecharon los arquitectos! (21, 40-42).
El autor de la parábola sabe que el asesinato ha llegado al corazón de Dios, pues los renteros (encargados de su obra) han matado a su Hijo, planteando así un tema que va más allá de las fronteras humanas. En esa línea, para destacar el carácter cristológico de la parábola, Mateo ha matizado la forma de contar la muerte del Hijo. Mc 12, 8 afirmaba que le mataron dentro de la viña y que después le expulsaron fuera de ella. Mateo en cambio ha querido que el orden de los hechos responda al relato posterior (Mt 27), donde se supone que los renteros expulsaron primero a Jesús de la viña, es decir, de Jerusalén, entregándole en manos de los gentiles, para matarle luego fuera de la ciudad. Leer más…
Biblia, Espiritualidad
Ciclo A, Dios, Domingo 27, Evangelio, Jesús, Tiempo Ordinario, Viñadores
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