El activista gay bangladeshí Mahamood Rakib Hasan, está en el limbo tras huir del infierno
Bangladesh, un país mayoritariamente musulmán, tradicionalmente moderado, pero donde la homosexualidad es penada.
Diecisiete meses después de llegar a Nepal huyendo de una muerte casi segura por ser homosexual en Bangladesh, Mahamood Rakib Hasan, conocido como Rakib, vive en la ilegalidad, pendiente de una petición de asilo a Canadá y con temor de que cualquier día sea devuelto a un país donde está marcado.
Su nombre estaba entre los objetivos de los extremistas islamistas que en 2013 comenzaron a atacar a intelectuales, miembros de minorías religiosas, homosexuales o simplemente extranjeros en Bangladesh, con más de 70 asesinatos, entre ellos los que tuvieron lugar en un restaurante de Dacca en julio de 2016.
“No paraba el asesinato de libreprensadores, escritores ateos e intelectuales por parte de grupos fundamentalistas islámicos y la autoridad estatal era meramente una espectadora. El colectivo de LGTB fue convertido en un objetivo alegando que van contra el islam”, contó Rakib.
A sus 24 años, aún recuerda cómo el 1 de abril de 2016, recibió junto a otros miembros del colectivo de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales amenazas de muerte en vísperas del día del Orgullo Gay.
El evento fue cancelado y muchas de las personas que trabajaban con él en una publicación de este colectivo tuvieron que esconderse.
Cinco días después Xulhaz Mannan editor de la publicación Mahbub Joney fue asesinado a machetazos. “Yo hubiera sido el siguiente”, dijo.
Hoy su situación sigue siendo apremiante. La visa de turista con la que entró ya ha caducado hace tiempo y aguarda la respuesta del Gobierno de Canadá a una solicitud de refugio que presentó a través de la organización Rainbow Railroad.
“Al Gobierno canadiense podría llevarle meses tomar una decisión. Sin una visa, tengo miedo de que las autoridades nepalíes me detengan y deporten a mi casa, donde todos desde mi familia al Estado están en contra”, dijo con frustración.
La de Rakib es la historia de tantos jóvenes homosexuales en Bangladesh, un país mayoritariamente musulmán, tradicionalmente moderado, pero donde la homosexualidad es penada.
Rakib nació en el seno de una familia del sur de Bangladesh. Hijo de un maestro con gran liderazgo en la comunidad, todo transcurrió con la normalidad de una infancia feliz hasta que empezó a actuar de forma distinta a otros niños.
Prefería jugar con muñecas a jugar al fútbol o al críquet. Cuando compartió sus sentimientos con sus padres, le dijeron que no se preocupara y le llevaron a un psiquiatra para que le atendiera como si fuera un enfermo mental.
El médico le recetó pastillas para atender lo que diagnosticó como depresión, pero Rakib también fue sometido a rituales para curarle, metiéndole en una habitación oscura llena del humo de cuerno de vaca quemado para espantar los malos espíritus.“Era tal tortura que al tercer día dije que todo estaba bien solo para salir del lugar”, dijo.
Pero la realidad se impuso y sus padres no estaban listos para aceptar un sexo que no figura en el islam.
Cuando terminó la escuela, en 2009, su familia le exigió que eligiera entre casarse con una mujer o dejar la casa, y él optó por la segunda, y con el paso del tiempo se convirtió en un líder de la comunidad LGTB.
Hoy, tras 17 meses en Nepal, Bangladesh no es el destino al que le gustaría moverse, al menos por el momento.
Tampoco en el país del Himalaya parece que pueda esperar mucho más porque sin visa y sin trabajo, su situación es complicada. “Nuestra organización no tiene fondos para ayudarle financieramente, le hemos ayudado individualmente”, indicó a Efe Prashu Ram Rai, activista gay y director de programa de Blue Diamond Society (BDS), una organización de defensa de las minorías sexuales.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) le ha dado estatus de refugiado y recomendado su acogida en un tercer país.
Rakib no sabe si Canadá le otorgará ese refugio, pero sí sabe lo que le gustaría hacer con su vida. “Tras completar mis estudios me dedicaré enteramente a abogar por los derechos de la comunidad LGTB. Si la situación en Bangladesh mejora me gustaría volver algún día a hacer el trabajo que hacía”, afirmó.
Fuente Cáscara Amarga
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