No quiero.
Un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma (Miguel de Cervantes)
1 de octubre. Domingo XXVI del TO
Mt 21, 28-32
El hijo le respondió: No quiero: pero luego se arrepintió y fue (v 29)
En las anotaciones al presente evangelio, Schokel comenta que lo que importa no son las apariencias externas, sino el interior de la persona; la observación de unos ritos externos es secundario. En tiempo de Jesús, el legalismo había creado una forma de ser centrada en las apariencias. Jesús sabía que para Dios, que conoce lo secreto del corazón, el hijo verdadero es el que, de hecho, practica la justicia. Esta parábola lo expresa con claridad: las relaciones auténticas con Dios –y con los hombres– se establecen sobre el compromiso.
Mateo da mucha importancia a las obras. Tanta, que con ellas “Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el Reino de Dios”. El hijo del “sí, voy” representa a los indiferentes, el de “no voy” pero va luego, a los observadores estrictos de la ley, jefes y fariseos. Y en la película estadounidense de 1988, dirigida por Sidney Lumet, “Un lugar en ninguna parte”, le dice el hijo a su padre: “Tenemos que cuestionar la autoridad; eso me lo enseñaste tú”.
Otro ejemplo nos lo muestra Krzysztof Penderecki (1933), compositor vanguardista y director de orquesta polaco, eterno rebelde de la música clásica, como lo fueron los Beatles de la música moderna en los años sesenta. “Toda mi vida nadé contra corriente”, dijo en una ocasión. Por eso su música no suele dejar indiferente a nadie, y desde hace más de medio siglo entusiasma a gente de todo el mundo, aunque también genera protestas. Cuando no compone, se dedica a plantar árboles y a cuidar de su Jardín Botánico con más de mil seiscientas especies de árboles y arbustos: todo un símbolo de lo que él es y de lo que cree debe ser la vida. Para él, el árbol nos enseña que toda obra de arte –y el vivir lo es– debe tener doble raíz, tanto en el cielo como en la tierra, es decir, en lo mundano y lo divino. “Sin raíces, ninguna obra puede persistir”, advierte.
Por mi parte me he sentido árbol creciendo para arriba y para abajo, recorriendo los caminos blancos de la Luz y el Evangelio. Y al recorrerlo, he podido percatarme de que los seres humanos sentimos desilusión cuando, lo que deseamos, no lo conseguimos. Y he conseguido también darme cuenta de que quien conoce las reglas de la vida, acoge sin objeción lo que sucede. Porque, con demasiada frecuencia, el ser humano es afortunado no obteniendo lo que desea. Con frecuencia, lo que suele llamarse mal, no es más que el instrumento que permite que el bien apetecido sea realizado.
Miguel de Cervantes Saavedra fue soldado, y de estas batallas de la vida era gran experto. Lo confirmó diciendo que “Un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma”.
Pido al águila –ave de altos vuelos– que me enseñe a ver la Tierra desde las alturas, mis iluminaciones y mis sombras, que también son mías y las quiero.
El ÁGUILA
Tu sueño, a velas desplegadas,
que sienten la montaña, el mar, el bosque.
Que subes sus entrañas
hasta el cielo.
Enséñame a elevar mis pensamientos.
Que descansen
en tu corona real y en el regazo
del Dios que los creó.
Enséñame a ver la tierra
desde las alturas.
Si de día, mis iluminaciones;
si de noche, mis oscuridades,
que también son mías y las quiero.
(NATURALIA. Los sueños de las criaturas. Ediciones Feadulta)
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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