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Arrollado por la ola de una alegría inagotable

Domingo, 24 de septiembre de 2017
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“Habiendo entrado, o las cinco y diez de la mañana, en una capilla del barrio Latino en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra.

Habiendo entrado allí escéptico y ateo de extrema izquierda, y aun más que escéptico y todavía más que ateo, indiferente y ocupado en cosas muy distintas a un Dios que ni siquiera tenía intención de negar – hasta el punto me parecía pasado, desde hacía mucho tiempo, a la cuenta de pérdidas y ganancias de la inquietud y de la ignorancia humanas-, volví a salir, algunos minutos más tarde, “católico, apostólico, romano”, llevado, alzado, recogido y arrollado por la ola de una alegría inagotable.

Al entrar tenía veinte años. Al salir era un niño, listo para el bautismo y que miraba en torno a si, con los ojos desorbitados, ese cielo habitado, esa ciudad que no se había suspendido en los aires, esos seres a pleno sol que parecían caminar en la oscuridad, sin ver el inmenso desgarrón que acababa de hacerse en el toldo del mundo. Mis sentimientos, mis paisajes interiores, las construcciones intelectuales en las que me había repantingado, ya no existían; mis propias costumbres habían desaparecido y mis gustos estaban cambiados.

No me oculto lo que una conversión de esa clase, por su carácter improvisado, puede tener de chocante, e incluso de inadmisible, para los espíritus contemporáneos que prefieren los encaminamientos intelectuales a los flechazos místicos y que aprecian cada vez menos las intervenciones de lo divino en la vida cotidiana. Sin embargo, por deseoso que esté de alinearme con el Espíritu de mi tiempo, no puedo sugerir los hitos de una elaboración lenta donde ha habido brusca transformación; no puedo dar las razones psicológicas, inmediatas o lejanas, de esa mutación, porque esas razones no existen; me es imposible describir la senda que me ha conducido a la fe, porque me encontraba en cualquier otro camino y pensaba en cualquier otra cosa cuando caí en una especie de emboscada. Nada me preparaba a lo que me ha sucedido: también la caridad divina tiene sus actos gratuitos .”

*

A. Frossard,
Dios existe. Yo lo he encontrado, Rialp, Madrid 2001, 6-8;
traducción, José María Carrascal Muñoz.

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***

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

-“El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.” Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?” Le respondieron: “Nadie nos ha contratado.” Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña.”

Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.

Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.”

Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia por que yo soy bueno?”

Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.”

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Mateo 20,1-16

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“No desvirtuar la bondad de Dios”. 24 de septiembre de 2017. 25 Tiempo ordinario (A). Mateo 20 , 1-16

Domingo, 24 de septiembre de 2017
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img_2595A lo largo de su trayectoria profética, Jesús insistió una y otra vez en comunicar su experiencia de Dios como “un misterio de bondad insondable” que rompe todos nuestros cálculos. Su mensaje es tan revolucionario que, después de veinte siglos, hay todavía cristianos que no se atreven a tomarlo en serio.

Para contagiar a todos su experiencia de ese Dios Bueno, Jesús compara su actuación a la conducta sorprendente del señor de una viña. Hasta cinco veces sale él mismo en persona a contratar jornaleros para su viña. No parece preocuparle mucho su rendimiento en el trabajo. Lo que quiere es que ningún jornalero se quede un día más sin trabajo.

Por eso mismo, al final de la jornada, no les paga ajustándose al trabajo realizado por cada grupo. Aunque su trabajo ha sido muy desigual, a todos les da “un denario”: sencillamente, lo que necesitaba cada día una familia campesina de Galilea para poder vivir.

Cuando el portavoz del primer grupo protesta porque ha tratado a los últimos igual que a ellos, que han trabajado más que nadie, el señor de la viña le responde con estas palabras admirables: “¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno?”. ¿Me vas a impedir con tus cálculos mezquinos ser bueno con quienes necesitan su pan para cenar?

¿Qué está sugiriendo Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será verdad que Dios, más que estar midiendo los méritos de las personas como lo haríamos nosotros, busca siempre responder desde su Bondad insondable a nuestra necesidad radical de salvación?

Confieso que siento una pena inmensa cuando me encuentro con personas buenas que se imaginan a Dios dedicado a anotar cuidadosamente los pecados y los méritos de los humanos, para retribuir un día exactamente a cada uno según su merecido. ¿Es posible imaginar un ser más inhumano que alguien entregado a esto desde toda la eternidad?

Creer en un Dios, Amigo incondicional, puede ser la experiencia más liberadora que se pueda imaginar, la fuerza más vigorosa para vivir y para morir. Por el contrario, vivir ante un Dios justiciero y amenazador puede convertirse en la neurosis más peligrosa y destructora de la persona.

Hemos de aprender a no confundir a Dios con nuestros esquemas estrechos y mezquinos. No hemos de desvirtuar su Bondad insondable mezclando los rasgos auténticos que provienen de Jesús con trazos de un Dios justiciero tomados del Antiguo Testamento. Ante el Dios Bueno revelado en Jesús, lo único que cabe es la confianza.

José Antonio Pagola

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“¿Vas a tener tú envidia porque soy bueno?”. Domingo 24 de septiembre de 2017. 25º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 24 de septiembre de 2017
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48-OrdinarioA25Leído en Koinonia:

Isaías 55,6-9: Mis planes no son vuestros planes
Salmo responsorial: 144: Cerca está el Señor de los que lo invocan.
Filipenses 1,20c-24.27a: Para mí la vida es Cristo
Mateo 20,1-16: ¿Vas a tener tú envidia porque soy bueno?

La gracia y la misericordia de Dios se contrapone a la mentalidad religiosa judía de los tiempos de Jesús. Frente a la teología del mérito del sistema religioso se opone la teología de la gracia predicada por Jesús. Desde esta perspectiva, la salvación no se alcanza solamente por méritos propios sino por la misericordia de Dios que nos la concede a pesar de que no la merezcamos.

El texto del segundo Isaías centra su actividad profética en el tema de la consolación del pueblo desterrado. Pero el destierro fue por la desobediencia del pueblo y de sus dirigentes que se apartaron de Dios y quebrantaron la alianza. Sin embargo, Dios no abandona a su pueblo. Si el pueblo es infiel a la alianza, Dios permanece siempre fiel. Los caminos del Señor son muy distintos de los caminos humanos. El profeta insiste en la invitación a buscar al Señor. Hace un llamado a la conversión y al arrepentimiento porque Dios es Clemente y misericordioso y siempre está dispuesto al perdón. Los planes de Dios no son tan limitados y mezquinos como los de nosotros.

Pablo, en la carta a los Filipenses, plantea una seria disyuntiva: o morir para estar con Cristo o quedarse en medio de ellos para ayudarles en sus dificultades. Pablo, prisionero por Cristo, presiente que sus días ya están llegando a su fin. Perseguido, calumniado, encarcelado, azotado y despreciado de muchos ha vivido en su propia persona la pasión de su Señor. Consecuente con su predicación, si se ha esforzado por vivir el evangelio de Jesús, entonces es normal que corra la misma suerte que su maestro. Pero también tiene la plena convicción de participar de la gloria de la resurrección. Tanto su vida como su muerte está en función de Cristo. Si está vivo es para seguir anunciando el evangelio, si muere es para entrar en la plena comunión de los justificados por El. Así las cosas, Pablo siente que su misión ha llegado a su fin. Como Jesús, puede decir todo está cumplido. Pero a Pablo le queda la gran preocupación de la fragilidad de las comunidades, cuya fe está fuertemente amenazada por el ambiente cultural y religioso de las colonias del Imperio.

En la parábola de los trabajadores descontentos con la paga se refleja el modo de actuar de Dios contrario a nuestra mentalidad utilitarista. El contexto de la parábola debió se la controversia de Jesús con las autoridades judías por su continua relación con personas de dudosa reputación como publicados, pecadores, enfermos, niños, paganos y mujeres. Precisamente aquellos que estaba considerados impuros y, por tanto, excluidos del círculo de santidad. Pero en el contexto de la comunidad mateana se percibe el conflicto producido entre los judeocristianos y paganos cristianos que confluyen en la misma comunidad. Era inaceptable que los recién conversos tuvieran el mismo trato de los que han pertenecido desde tiempos antiguos al pueblo elegido. Es claro que el encuentro entre judaísmo y cristianismo en el seno de una misma comunidad resultó bastante complicado. Así lo manifiestan otros escritos del nuevo testamento como la carta a los gálatas.

La parábola, narrada por Jesús, parte de un hecho real. El propietario representa a los terratenientes que a base de aranceles habían quitado las tierras a los campesinos. Así mismo, los desocupados eran los que lo habían perdido todo y se alquilaban por cualquier cosa para poder vivir. Por supuesto que había quienes siempre eran clientes fijos del propietario, es decir, aquellos a quienes siempre se les contrataba, y estaban los que iban apareciendo a última hora. La clave de la parábola no está en la actitud equitativa del patrón, pues el podría pagar como quisiera. Lo que llamó la atención a los oyentes es que haya preferido a los que no eran sus trabajadores (los de la última hora) sobre los que si lo eran (los de la primera hora). Situación incomprensible desde todo punto de vista.

El sistema religioso del tiempo de Jesús y de las primeras comunidades centraba la práctica religiosa en el mérito y la paga. La salvación se había convertido en un mercado de compra y venta. Jesús cuestiona a fondo esta mentalidad que tanto mal le ha hecho al pueblo. La salvación es don gratuito de Dios. Y la gracia tiene que ver con el amor misericordioso. Dios no maneja nuestros esquemas contables interesados y lucrativos. Para Dios, tanto los primeros como los últimos son objeto de su inmenso amor y misericordia.

Hoy tenemos que superar todo espíritu de competencia y codicia. Tenemos que superar sobre todo el «exclusivismo» que todavía late en el subconsciente cristiano: ya no lo decimos ni lo sostenemos, pero muchos lo siguen pensando: nosotros, nuestra religión, sería la única verdadera, y por tanto la superior, la definitiva, la insuperable, aquella a la que las demás religiones (¡y culturas!) deberán confluir… Si ya muchos han abandonado aquella visión veterotestamentaria de que «las naciones y los pueblos vendrán a adorar a Dios en Sión» -porque sociológicamente ya no parece previsible ni viable que el mundo vaya un día a ser todo él cristiano-, no dejamos de tener esa conciencia de «exclusivismo» cuando nuestras autoridades y jerarquías condenan autoritariamente y sin diálogo alguno opiniones sociales, criterios éticos, que se dan en distintas sociedades, apoyados en el convencimiento de que nuestra verdad es incuestionablemente superior a la de los demás, por principio, y que tendríamos derecho a imponerla en la sociedad (laica, aconfesional) sin necesidad siquiera de dialogar y convencer a la población… Es una actitud de complejo de superioridad que no tiene ninguna justificación.

La apertura a todos, el reconocimiento sincero de que no tenemos un «gratuito e inmerecido derecho de primogenitura», que no somos «los (únicos) elegidos», que los que hemos considerado tradicionalmente «últimos» (o en todo caso, posteriores a nosotros) no lo son, que Dios es «gratuito» y sin favoritismos… son asignaturas pendientes todavía para las Iglesias cristianas…

No cabe duda de que aceptar en profundidad el mensaje evangélico de hoy de que «los primeros serán los últimos», nos exige un cambio de mentalidad a fondo. También el pluralismo religioso y el diálogo intercultural hay que elencarlos entre esos grandes desafíos generados por el descubrimiento más profundo de la «gratuidad de Dios» que la parábola del evangelio de hoy vuelve a poner ante nuestros ojos. Leer más…

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Dom 24.9.17. Del salario justo a la superación del sistema salarial

Domingo, 24 de septiembre de 2017
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comentario-mateo-20-1-16-el-logos-cruz-L-XKvM8fDel blog de Xabier Pikaza:

La parábola de este domingo, propia de Mateo, nos sitúa ante uno de los temas centrales de la historia, el tema quizá más trascendente y escandalosos (¡novedosos!) de la experiencia cristiana:

El paso de un sistema de retribución salarial, que se formula y establece según ley (¡te pagaré lo que sea justo: to dikaion, Mt 20, 5), según los méritos y aportaciones de cada uno, dentro de un mercado de trabajo, a un modelo de gratuidad y comunicación personal, donde el “amor” (señor de casa) da a los últimos, igual que a los primeros, gratuitamente, porque es bueno (agathos: Mt 20, 15).

En uno y otro caso, lo justo y bueno, igual para todos, es un denario (20, 2.13), lo que necesita cada uno para vivir, él y su familia, con independencia de lo que realice, sea Rey de España, Arzobispo de Toledo, extranjero de Vallecas o parado del Rio Grande de USA.

Evidentemente, este modelo irrita al “personal” más concienciado, que se cree con méritos para recibir mayor salario, porque ha trabajado más horas, porque está más preparado (es ingeniero y no peón de construcción).

Irrita sobre todo en este tiempo en que las diferencias salariales se han disparado casi del uno al mil en ciertos sectores, un modelo donde el ministro gana más que el ordenanza, y el banquero infinitamente más que el guardavías o el parado de la esquina (sin contar las tarjetas negras, ahora se dicen black), los incentivos y lo que cada uno puede apañarse desde el lugar en que se encuentre.

Éste es un pasaje en el que vengo pensando desde toda la vida. Creo que viene de Jesús, sólo él pudo decirlo así, con esa dureza y ternura. Ha sido, sin duda, el centro del mensaje de Jesús, el paso de la ley salarial que distingue a judíos de gentiles, a la experiencia de la fe y gratuidad de su Abba, Padre. Ésta ha sido finalmente la clave del evangelio de Mateo, en su disputa con un tipo de judeo-cristianos que apelaban a su derecho a un salario mayor.

img_2596(Así he pensado que el San Mateo de C. Rusconi, de la portada del libro del que tomo estas reflexiones, que está que se sale de su marco, en la Catedral de Roma, está mirando admirado lo que él mismo ha escrito en su evangelio… como queriendo fijar bien el sentido de esta parábola, y quizá marcharse a la calle para explicarla a los romanos).

En esa línea, me ha parecido genial que mi colega, el prof. J. L. Sicre (en Religión Adulta y en RD), haya retomado un viejo y castizo (bíblico) adjetivo (terrateniente cab.) para llamar a ese patrono, que al fin del día paga igual a todos, el denario de la vida.

Ciertamente, es un “cabrón divino” (el tema es de Lev 16) este “amo” que sabe bien que los trabajos han sido distintos en la viña, tanto por el tiempo (uno ha estado allí todo el día, otro sólo media hora), como por la “dignidad” (uno ha sido Director general de las Viñas del Reino, ministro de Vinos y otro un simple “botillero”, encargado de llevar agua fresca a los siguen sudando cepa a cepa)… Éste es el terrateniente divino, que nos ofrece un campo de gratuidad para ser, para amar, para esperar… sabiendo que al fin y en fondo todo es graciaq.

Eso es el amo, alguien que nos quiere hacer pasar del sistema salarial corrupto de este tiempo (con diferencias de uno a mil, al menos) al orden gratuito de la vida humana, donde trabajar es un gozo (cada uno según sus posibilidades) y cobrar una gracia (a cada uno según sus necesidades)… Esto lo han sabido y saben muchas tribus antiguas, más sabias que nuestras megápolis, lo saben millones de familias y grupos religiosos en los que se comparte en amor trabajo y “sueldo…”. Lo han sabido los grandes socialistas utópicos del siglo XIX. Quizá a la doctrina oficial de cierta Iglesia Católica, con ciertos catecismos de méritos, a un tipo de DSI le ha costado saberlo. Pero es el centro del evangelio.

Una parábola molesta y esperanzada

Mt 20 1 El Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que al amanecer (=hora de prima) salió a contratar jornaleros para su viña. 2 Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. 3 Salió otra vez a media mañana (=hora de tercia), vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, 4 y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido. 5 Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde (=hora de sexta, hora de nona) e hizo lo mismo. 6 Salió al caer la tarde (=hora undécima) y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? 7 Le respondieron: Nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a mi viña.

8 Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al administrador: Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. 9 Vinieron los del atardecer (hora undécima) y recibieron un denario cada uno. 10 Cuando llegaron los primeros pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. 11 Y recibiendo (el denario) se pusieron a protestar contra el amo, diciendo: 12 Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor. 13 Él replicó a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario?
14 Toma lo tuyo y vete. Yo quiero darle a este último igual que a ti. 15 ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? 16 Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.

((Además de comentarios a Mateo, y en especial al mío del que tomo estas reflexiones, cf. D. Aleixandre, Mujeres de la hora undécima, Sal Terrae, Santander 1991; J. D. Derrett, Workers in the Vineyard: A Parable of Jesus: JJS 25 (1974) 64-91; A. Orbe, Parábolas evangélicas en San Ireneo I, BAC, Madrid 1972, 411-460; G. de Ru, Conception of Reward in the Teaching of Jesus: NT 8 (1966) 202-222; M. Theobald, Die Arbeiter im Weinberg (Mt 20,1- 16), en D. Mieth (ed.), Christliche Sozialethik im Anspruch der Zukunft: SThE 41 (1992) 107-127)).

Esta parábola condena de raíz el sistema salarial establecido (que un tipo de Iglesia ha defendido) por siglos, mandando sin más (¡a menudo!) al infierno a los “malos”, poco trabajadores, y al cielo a los ganan méritos sin más referencia a la gracia), el sistema de sueldo por tiempo y dignidad del trabajo de un tipo de sociedad salarial… pues esta Gran Amo de la Parábola concede por gracia, al final, a cada uno un mismo “denario”, pasando así de un sistema salarial que debería ser “justo” (¡claro!) al gozo gratuito de la colaboración en el trabajo y en la vida.

Estamos tan acostumbrados a leer esta “parábola” que no nos damos cuenta de su pólvora explosiva, y así la espiritualizamos diciendo que ella vale para salarios místicos del alma… Pero no, aquí no se habla de salarios del alma, en el mal sentido de la palabra, sino de jornales o salarios reales por trabajos en la “viña”, bajo el sol duro de un otoño largo. En esta parábola de la viña de Dios entran todos, desde el Rey de España al Papa, desde el primer ministro de Barcelona o Madrid al mozo de caballos y al gitano, al emigrante y al enferma… A todos un mismo “denario”: El sueldo de la vida.

Estamos ante un modelo tribal de trabajos y pagas comunes,ante los programas del socialismo utópico del siglo XIX: Cada uno según sus posibilidades… y a cada uno según sus necesidades propias y de familia (que eso es un denario). Esto se parece al salario social asegurado para cada uno de los hombres y familias, trabaje o no trabaje, el sueldo “de caridad parroquial” de los pobres de Inglaterra, en el siglo XVIII (o la pensión no contributiva de todos los que viven sin trabajar, o sin haber cotizado, como es mi caso). A todos lo mismo, algo así como unos “mil euros al mes”, en España, pues eso sería un ¿qué os parece? (Para un estudio económico del tema recomiendo el libro clave de L. Polanyi, La Gran Transformación, 1944, el texto de economía del siglo XX más importante que conozco).

Este es un tema discutido, como muestran dos titulares de la prensa española de ayer (21.9.217):

̶ El PP se opone a la renta mínima de los sindicatos y pide crear un grupo de trabajo… Esa renta mínima sería el “denario” que el Amo de la parábola ofrece a todos… Ciertamente, el PP de España piensa que un tipo de renta mínima crea “vagos” y que los incentivos salariales salariales (quizá con tarjetas negras) son importantes para que la gente trabaje… Leer más…

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Parábola del terrateniente cabrón. Domingo 25. Ciclo A.

Domingo, 24 de septiembre de 2017
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vinadoresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Nota: De los numerosos insultos que enriquecen la lengua castellana, “cabrón” es el único tomado de la Biblia (Ezequiel). Por consiguiente, nadie debe escandalizarse de que lo use, aunque tampoco es preciso que añada: “Palabra de Dios”.

Una parábola provocadora

Durante el período de formación de los discípulos, tal como lo cuenta el evangelio de Mateo, Jesús parece disfrutar desconcertándolos con sus ideas sobre el matrimonio, la importancia de los niños, la riqueza. Pero el punto culminante del desconcierto lo constituye esta parábola sobre el pago por el trabajo realizado.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.” Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo.

Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:

¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?

Le respondieron:

Nadie nos ha contratado.

Él les dijo:

Id también vosotros a mi viña.

Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz:

Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.

Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: 

Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.

Él replicó a uno de ellos:

Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?

Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

           El protagonista es un terrateniente con capacidad para contratar a gran número de obreros. No es un señorito que se dedica a disfrutar de los productos del campo. Al amanecer ya está levantado, en la plaza del pueblo, contratando por el jornal habitual de la época: un denario. Y tres veces más, a las 9 de la mañana, a las 12, incluso a las 5 de la tarde, vuelve del campo al pueblo en busca de más mano de obra. A estos no les dice cuánto les pagará. Pero les da lo mismo. Algo es algo.

            Hasta ahora todo va bien. Un propietario rico, preocupado por su finca, atento todo el día a que rinda el máximo. Se intuye también un aspecto más positivo y social: le preocupa el paro, el que haya gente que termine el día sin nada que llevar a su casa.

            Pero este personaje tan digno se comporta al final como un cabrón. Al atardecer, cuando llega el momento de pagar, ordena al administrador que no empiece por los primeros, sino por los últimos. Cuando estos, sorprendidos, reciben un denario por una sola hora de trabajo, los demás, especialmente los de las 6 de la mañana, alientan la esperanza de recibir un salario mucho más elevado. Con gran indignación de su parte, reciben lo mismo. Es lógico que protesten.

¿Por qué no empezó el propietario por los primeros, los dejó marcharse, y luego pagó a los otros sin que nadie se enterase? ¿Por qué quiso provocar la protesta? Porque sin el escándalo y la indignación no caeríamos en la cuenta de la enseñanza de la parábola.

¿Cabrón o bueno?

Los jornaleros de la primera hora plantean el problema a nivel de justicia. En cambio, el terrateniente lo plantea a nivel de bondad. Él no ha cometido ninguna injusticia, ha pagado lo acordado. Si paga lo mismo a los de la última hora es por bondad, porque sabe que necesitan el denario para vivir, aunque muchos de ellos sean vagos e irresponsables.

¿Quiénes son los de las 6 de la mañana y los de las 5 de la tarde?

            En la comunidad de Mateo, formada por cristianos procedentes del judaísmo y del mundo pagano, predicar que Dios iba a recompensar igual a unos que a otros podía levantar ampollas. El judío se sentía superior a nivel religioso: su compromiso con Dios se remontaba a siglos antes, a Moisés; llevaba el sello de la alianza en su carne, la circuncisión; había cumplido los mandatos y decretos del Señor; no habían faltado un sábado a la sinagoga. ¿Cómo iban a pagarles lo mismo a estos paganos recién convertidos, que habían pasado gran parte de su vida sin preocuparse de Dios ni del prójimo? Usando unas palabras del profeta Daniel, ¿cómo iban a brillar en el firmamento futuro igual que ellos? En este planteamiento se comprende el reproche que les hace el propietario (Dios): vuestro problema no es la justicia sino la envidia, os molesta que yo sea bueno.

            Desde la época de Mateo han pasado veinte siglos; la interpretación anterior ya no resulta actual y podemos sustituirla por otra: los cristianos que han cumplido desde niños la voluntad de Dios, que no han faltado un domingo a misa, ni han tomado la píldora anticonceptiva, y se enteran de que Dios va compensar igual que a ellos a gente que sólo pisa la iglesia para entierros y bodas y que interpretan la moral de la Iglesia según les convenga. A algunos de ellos puede parecerles una gran injusticia. Dios no lo ve así, porque piensa recompensarles como se merecen. Si da lo mismo a los otros no es por justicia, sino por bondad.

¿No es de hipócritas indignarse?

            Si alguno se sigue indignando con la actitud de Dios, debería preguntarse si es hipócrita o tonto. En el fondo, el que se indigna es porque piensa que lleva trabajando desde las 6 de la mañana, que lo ha hecho todo bien y merece una mayor recompensa de parte de Dios. Si examina detenidamente su vida, quizá advierta que empezó a trabajar a las 11 de la mañana, y que se ha sentado a descansar en cuanto pensaba que el capataz no lo veía. A buen entendedor, pocas palabras.

            En cambio, el que es consciente de haber rendido poco en su vida, de no haberse comportado en muchos momentos como debiera, de haber empezado a trabajar a las 5 de la tarde, se sentirá animado con esta parábola.

Las cinco de la tarde

            Cabe el peligro de interpretar lo anterior como “Dios es muy bueno y podemos dedicarnos a la gran vida”. La invitación a ir a trabajar a las 5 de la tarde, aunque sólo sea una hora, es un toque de atención No se trata de seguir vagueando irresponsablemente. Siempre hay tiempo para echar una mano al propietario de la finca.

            Este es el tema de la 1ª lectura, tomada de Isaías, que usa un lenguaje mucho más severo.

Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.

No habla de desocupados sino de malvados y criminales. Pero los exhorta a regresar al Señor, que “tendrá piedad” porque “es rico en perdón”. En el evangelio, con fuerte contraste, no son malvados y criminales los que van en busca de Dios; es el mismo Dios quien sale al encuentro, cuatro veces al día, de todas las personas que necesitan de su ayuda.

            Tanto el evangelio como Isaías coinciden en afirmar, cada uno a su estilo, que los planes y los caminos de Dios son muy distintos y más elevados que los nuestros.

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Domingo XXV del Tiempo Ordinario. 24 septiembre, 2017

Domingo, 24 de septiembre de 2017
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“– Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.”

(Mt 20, 1-16)

Si los dos domingo anteriores teníamos como tema central del Evangelio el tema del perdón, este domingo Mateo nos presenta el tema de la envidia.

La envidia no es otra cosa que el dolor y la rabia que nos provoca el bien ajeno. Es fácil, nos sale casi de forma natural, el conmovernos ante las desgracias ajenas. El dolor de otras personas es capaz de sacar lo mejor de mucha gente.

Pero, tristemente, el bien ajeno, no solo no nos alegra sino que en ocasiones nos pone en contacto con la parte más oscura y sombría del ser humano. Nos parece que nuestro esfuerzo merece mejores recompensas. Y nos llena de envidia ver cómo otras personas reciben más que nosotras. Entonces nos sentimos injustamente tratadas. Igual que los jornaleros de la primera hora: “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.

He oído muchas veces, a distintas personas, quejarse de que los telediarios dan solamente malas noticias. Pero ¿soportaríamos un telediario de buenas noticias ajenas? Seguramente no, y las televisiones lo saben y cuidan sus audiencias dando aquello que se demanda.

¡Ay, la envidia!esa fiel compañera que se abre paso en nuestra vida desde nuestra más tierna infancia. Muchas veces se les da lo mismo a dos hermanitos para que ninguno tenga envidia, pero ¿ayuda eso a lidiar con la envidia en la vida?

¿Qué podemos hacer para que el bien ajeno no nos haga profundamente infelices? ¿Cual es el antídoto que contrarresta los efectos de la envidia? ¡La misericordia!

Si la envidia es mirar con malos ojos el bien ajeno, la misericordia es la capacidad de mirar con buenos ojos incluso la miseria ajena. La misericordia es la manera de ver que tiene Dios. Es mirar con los ojos de Dios que cuando nos mira ve por todas partes hijas e hijos amados.

Si al mirar veo a una persona amada es más fácil que consiga alegrarme con su alegría. Si descubrimos que lo bueno que les pasa a las demás es también un bien para mí viviré con más alegría y menos preocupación.

Al reconocer que el “denario” que recibo por mi trabajo es justamente lo que habíamos acordado de ante mano y por lo mismo es el salario que merece mi esfuerzo, podré contentarme con lo mío. Y podré también ir abriendo camino para que la alegría ajena provoque también mi alegría.

Oración

Danos, Trinidad Santa, una mirada misericordiosa como la tuya. Libéranos de la envidia que nos separa y enfrenta y llénanos de la ternura que une y complementa.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Un relación de toma y daca con Dios no tiene sentido.

Domingo, 24 de septiembre de 2017
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matthew-20Mt 20, 1-16

Cuando se escribió este evangelio, las comunida­des llevaban ya muchos años de rodaje pero seguían creciendo. Los veteranos, seguramente reclamaban privilegios, porque en un ambiente de inminente final de la historia, los que se incorporaban no iban a tener la oportunidad de trabajar como lo habían hecho ellos. La parábola advierte a los cristianos que no es mérito suyo haber accedido a la fe antes, sería ridículo esperar mayor paga.

El contexto inmediato es muy interesante. Jesús acaba de decir al joven rico que venda todo lo que tiene y le siga. A continuación, Pedro se destaca y dice a Jesús: “Pues nosotros lo hemos dejado todo, ¿qué tendremos?” Jesús le promete cien veces más, pero termina con esa frase enigmática: “Hay primeros que serán últimos, y últimos que serán primeros”. A continuación viene el relato de hoy, que repite, al final, la misma frase pero invirtiendo los términos; dando a entender que la frase de marras se ha hecho realidad.

Las lecturas de los tres últimos domingos han desarrollado el mismo tema, pero en una progresión de ideas interesante: el domingo 23 nos hablaba de la corrección fraterna, es decir, del perdón al hermano que ha fallado. El 24 nos habló de la necesidad de perdonar las deudas sin tener en cuenta la cantidad. Hoy nos habla de la necesidad de compartir con los demás sin límites, no con un sentido de justicia humano, sino desde el amor. Todo un proceso de aproximación al amor que Dios manifiesta a cada uno de nosotros.

Hoy tenemos una mezcla de alegoría y parábola. En la alegoría, cada uno de los elementos significa otra realidad en el plano trascendente. En la parábola, es el conjunto el que nos lanza a otro nivel de realidad, a través de una quiebra en el relato. Está claro que la viña hace referencia al pueblo elegido, y que el propietario es Dios mismo. Pero también es cierto que en el relato, hay un punto de inflexión cuando dice: “Al llegar los primeros pensaron que recibirían más, pero también ellos recibieron un denario”.

Desde la lógica humana, no hay ninguna razón para que el dueño de la viña trate con esa deferencia a los de última hora. Por otra parte, el propietario de la viña actúa desde el amor absoluto, cosa que solo Dios puede hacer. Lo que nos quiere decir la parábola es que una relación de ‘toma y da acá’ con Dios no tiene sentido. El trabajo en la comunidad de los seguidores de Jesús, tiene que imitar a ese Dios y ser totalmente desinteresado.

Con esta parábola, Jesús no pretende dar una lección de relaciones laborales. Cualquier referencia a ese campo en la homilía de hoy no tiene sentido. Jesús habla de la manera de comportarse Dios con nosotros, que está más allá de toda justicia humana. Que nosotros seamos capaces de imitarle es otro cantar. Desde los valores de justicia que manejamos en nuestra sociedad, será imposible entender la parábola.

Hoy todos trabajamos para lograr desigualdades, para tener más que el otro, estar por encima y así marcar diferencias con él. Esto es cierto, no solo respecto a cada individuo, sino también a nivel de pueblos y naciones. Incluso en el ámbito religioso se nos ha inculcado que tenemos que ser mejores que los demás para recibir un premio mayor. Ésta ha sido la falsa filosofía que ha movido la espiritualidad cristiana de todos los tiempos.

La parábola trata de romper los esquemas en los que está basada la sociedad, que se mueve únicamente por el interés. Como dirigida a la comunidad, la parábola pretende  unas relaciones humanas que estén más allá de todo interés egoísta de individuo o de grupo. Los Hechos de los Apóstoles nos dan la pista cuando nos dicen: “nadie consideraba suyo propio nada de lo que tenía, sino que lo poseían todo en común”.

Hay una segunda parte que es tan interesante como la misma parábola. Los de primera hora se quejan del trato que reciben los de la última. Se muestra aquí la incapacidad de comprensión de la actitud del dueño. No tienen derecho a exigir, pero les sienta mal que los últimos reciban el mismo trato que ellos. El relato demuestra un conocimiento muy profundo de la psicología humana. La envidia envenena las relaciones humanas hasta tal punto, que a veces prefiero perjudicarme con tal de que el otro se perjudique más.

En realidad lo que está en juego es una manera de entender a Dios completamente original. Tan desconcertante es ese Dios de Jesús, que después de veinte siglos, aún no lo hemos asimilado. Seguimos pensando en un Dios que retribuye a cada uno según sus obras (el dios del AT). Una de las trabas más fuertes que impiden nuestra vida espiritual es creer que podemos merecer la salvación. El don total y gratuito de Dios es siempre el punto de partida, no algo a conseguir gracias a nuestro esfuerzo.

Podemos ir incluso más allá de la parábola. No existe retribución que valga. Dios da a todos los seres lo mismo, porque se da a sí mismo y no puede partirse. Dios nos paga antes de que trabajemos. Es una manera equivocada de hablar, decir que Dios nos concede esto o aquello. Dios está totalmente disponible a todos. Lo que tome cada uno dependerá solamente de él. Si Dios pudiera darme más y no me lo diera, no sería Dios.

La salvación de Jesús no está encaminada a cambiar la actitud de Dios para con nosotros; como si antes de él, estuviésemos condenados por Dios, y después estuviésemos salvados. La salvación de Jesús consistió en manifestarnos el verdadero rostro de Dios y cómo podemos responder a su don total. Jesús no vino para hacer cambiar a Dios, sino para que nosotros cambiemos con relación a Dios, aceptando su salvación.

Con estas parábolas el evangelio pretende hacer saltar por los aires la idea de un Dios que reparte sus favores según el grado de fidelidad a sus leyes, o peor aún, según su capricho. Por desgracia hemos seguido dando culto a ese dios interesado y que nos interesaba mantener. En realidad, nada tenemos que “esperar” de Dios; ya nos lo ha dado todo desde el principio. Intentemos darnos cuenta de que no hay nada que esperar.

El mensaje de la parábola es evangelio, buena noticia: Dios es para todos igual: amor, don infinito. Queremos decir para todos sin excepción. Los que nos creemos buenos y cumplimos todo lo que Dios quiere, lo veremos como una injusticia; seguimos con la pretensión de aplicar a Dios nuestra manera de hacer justicia. Cómo vamos a aceptar que Dios ame a los malos igual que a nosotros. Debe cambiar nuestra religiosidad que se basa en ser buenos para que Dios nos premie o, por lo menos, para que no nos castigue.

El evangelio propone cómo tiene que funcionar la comunidad (el Reino). ¿Sería posible trasladar esta manera de actuar a todas las instancias civiles? Si se pretende esa relación imponiéndola desde el poder, no tendría ningún valor salvífico. Si todos los miembros de una comunidad, sea del tipo que sea, lo asumieran voluntariamente, sería  una riqueza humana increíble, aunque no partiera de un sentido de trascendencia.

Meditación

El amor de Dios no tiene su fundamento en mí, sino en Él.
No tenemos que amar para que Dios nos ame,
sino amor como Dios nos ama y porque Él ya nos ama.
Para poder imitar a Dios, primero debemos conocerlo.
Lo que Jesús intenta una y otra vez en el evangelio,
es llevarnos al descubrimiento del verdadero Dios.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Envidia

Domingo, 24 de septiembre de 2017
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parabola_talentos_1La envidia es mil veces más terrible, porque es hambre del alma (Miguel de Unamuno)

24 de septiembre. Domingo XXV del TO

Mt 20, 1-16

¿O no puedo yo disponer de mis medios como me parezca? ¿Por qué tomas a mal que yo sea generoso?

El Génesis 4, 8 dice: “Caín dijo a su hermano Abel: -Vamos al campo. Cuando estaban en el campo se echó Caín sobre su hermano Abel y lo mató”. Rubens ilustró la escena en cuadro, hoy en el museo del Prado. Es el primer asesinato humano, donde la protagonista es la envidia.

Reiterativos son los textos bíblicos a este respecto. En Job 5, 2 leemos: “Es cierto que al necio lo mata la ira, y al codicioso lo consume la envidia”. El Eclesiastés advierte en 4, 4: “He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. 

Algunos autores dicen que la envidia es el pecado humano por antonomasia, y que hace al hombre diferente de los animales. Éstos son capaces de cometer todo pecado humano –gula, asesinato, robo, etc. – excepto la envidia. Se insiste mucho en ella, aunque en el Evangelio apenas hay tres citas, todas referidas al hecho de la condena de Jesús por el pueblo, ante la propuesta de Pilatos, que sabía que le habían entregado por envidia, de si Barrabás o Jesús: Mt cap. 27; Mc cap. 15; y Lc cap. 15.

En los otros escritos, el tema es abundante. En los Hechos de los Apóstoles 7, 9 se recuerda que “los patriarcas, envidiosos de José, lo vendieron para que lo llevaran a Egipto”. Pablo dice en 13, 4 de su primera Carta a los Corintios que “El amor es paciente, es amable, no es envidioso ni fanfarrón, no es orgulloso ni destemplado”. Y en los Gálatas 5, 26: “No seamos vanidosos, provocadores, envidiosos”. Pedro, por su parte, en su primera Epístola a la dispersión 2, 1, aconseja despojarse de dicha envidia: “Ahora, pues, despojados de toda maldad, fraude e hipocresía, toda envidia y difamación”.

Los griegos la divinizaron en la figura de Némesis, un verdadero escollo para el desarrollo y el cambio social. Para los romanos era la diosa que personificaba la venganza y los celos, y la nombraron hija de la noche. El filósofo inglés Bertrand Russell sostenía que la envidia es una de las más potentes causas de infelicidad del ser humano. Brueghel el Viejo, el Bosco, Botticelli, Rubens, Poussin… etc, la hicieron objeto de sus pinceles.

Miguel de Unamuno dijo que “La envidia es mil veces más terrible, porque es hambre del alma”. Quizás la misma que el evangelista nos relata en la parábola de los jornaleros de la viña. Dijo el dueño: “¿Acaso no puedo yo disponer de mis medios como me parezca? ¿Por qué tomas a mal que yo sea generoso?” (Mt 20, 15).

ENVIDIA

Invidia: “la de los ojos verdes” color de la esperanza
en altares romanos.
“Mirar con malos ojos”, para griegos.

Dante, a los envidiosos
en un ilusionado Purgatorio dio cobijo.
Caín envidió a Abel porque era bueno,
y Narciso se ahogó al enamorarse.
Los dioses le premiaron transformándole en flor:
él sea bendito.

Hay santa envidia también, y yo la tengo
del narciso amarillo, del que se enamoraban
las doncellas.
De tantas cosas bellas
que ellas tienen,
y que yo no tengo. 

(EN HIERRO Y EN PALABRAS. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Qué más quieres?

Domingo, 24 de septiembre de 2017
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vina-1Mt 20, 1-16

La parábola de este domingo es de esas que escuecen, de las que, a medida que avanza la narración, vamos descubriendo que el personaje menos amable –el que deja entrever su envidia y un concepto poco caritativo de la justicia– se parece más a nosotros de lo que nos gustaría. Aceptar que todos los obreros contratados por el propietario de la viña terminan cobrando lo mismo a pesar de que cada uno invierte diferente número de horas y, por tanto, un esfuerzo desigual, resulta difícil de digerir. Era predecible que los primeros se pusieran a protestar contra el amoEstos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros que hemos aguantado el peso del día. Pocos directivos permanecerían en el puesto si tomaran medidas de este tipo. Tendrían que lidiar, sin duda, con unas cuantas denuncias y alguna que otra huelga. No están los tiempos para una generosidad que roza lo extravagante. Lo aceptable es que “a cada uno le den lo suyo” y “aquí paz y después gloria”. Mejor no meterse en innovaciones arriesgadas que solo los beneficiados de forma directa van a defender.

Este relato pone patas arriba, por un lado, el modo habitual que tenemos de aplicar la justicia, a la que no dejamos salir de los parámetros de la proporcionalidad exacta; y por otro, el perfil de las personas a las que el Señor encomienda una tarea para la que no descarta ni a los descartados –vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo–. Bendito Dios al que todo ser humano le resulta valioso y considera que tiene algo que aportar. La situación que plantea Jesús en la parábola, sorprendente y en parte irrealizable a nivel empresarial, es un buen recurso para remover nuestras conciencias y hacernos ver mejor cuáles son los cimientos de ese reino de Dios al que el propietario se parece. Porque aquí lo importante es el carácter de ese dueño que actúa de un modo tan particular y en el que conviene que nos fijemos, pues nos aporta datos interesantes para reconocer ese reino que queremos descubrir y al que el Maestro nos llama a pertenecer:

Y el primer dato que nos revela su comportamiento es que llama a todos y a todos trata por igual. Lo importante no es tanto nuestro trabajo, la satisfacción personal por “nuestra obra” (que en realidad es suya), cuanto su corazón.

El segundo es que cumple sus promesas; y por tanto, nunca deberíamos sentirnos defraudados por alguien que mantiene la palabra que nos ha dado.

Y tercero, que precisamente da lo mismo a todos para evitar envidias, pues en el reino de Dios no existen las desigualdades sino la fraternidad universal. No se trata, por tanto, de una cuestión de salario o de propiedades para acumular según nuestros méritos, sino de poder aspirar a tener, unos y otros, la misma relación con el “patrono”, padre de todos. Y ese es el mejor premio, mucho más gratificante que cualquier salario. Pero, claro, son los últimos, los que alguna vez perdieron la dignidad (o se la arrebataron) los que están más capacitados para comprender el valor de este “contrato”. ¿Cómo no alegrarse por ello? ¿Qué más queremos?

María Dolores López Guzmán

Fuente Fe Adulta

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A muchos católicos les molesta que Dios sea bueno

Domingo, 24 de septiembre de 2017
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22septiembre2011Del blog de Tomás Muro, La verdad es libre:

01. ¿TODOS VAMOS A RECIBIR LA MISMA RECOMPENSA?

Hace unos años en una conferencia sobre el infierno y sobre la posibilidad de que Dios acogiese en su casa a todos los “hijos pródigos”, una persona del público preguntaba indignada: “¿Y nosotros que hemos estado aquí, en esta vida sacrificándonos y reprimiéndonos, vamos a recibir el mismo premio que esos pecadores?” El ponente le respondió: ¿y por qué le molesta a usted que Dios sea bueno siempre y con todos?

02. LA JUSTICIA DE DIOS NO ES COMO LA DE LOS HOMBRES.

Cuando Pilato le preguntó a Jesús si era rey, Jesús respondió que sí, soy rey, pero mi Reino no es como los de este mundo. Los valores del Reino de Dios no son como los de este mundo.

La justicia humana a la que estamos acostumbrados es aquella que dice: dar a cada uno lo suyo. Y dar a cada uno lo suyo en forma de lo que está estipulado: hemos acordado tu sueldo en mil euros, pues toma los mil euros y te vas.

La justicia de Dios es ante todo bondad: Dios infunde su respeto con bondad y perdón. De Ti, procede el perdón y así infundes respeto, (Salmo 129,4).

El Señor es misericordioso con todos, con los últimos y con los pecadores.

En el lenguaje bíblico, la justicia de Dios se llama ALIANZA. Dios no hace justicia al modo humano, sino que Dios está aliado, “liado” con los seres humanos y la alianza es acogida, perdón, bondad

03. VALORES QUE NO SABEMOS APRECIAR.

Los que han trabajado desde primera hora se parecen al hermano mayor de la parábola del padre y los dos hijos: Yo siempre he cumplido lo que me ´has dicho, te he servido desde siempre y nunca me has recompensado y ahora viene ese hijo tuyo…

¿Cuál es la “ventaja” de los que han trabajado desde primera hora de la mañana? El bien de los primeros es haber estado desde la mañana en la mies del Señor, en la cercanía de Dios. Los primeros han experimentado desde muy de mañana en la vida el ser amados por Dios y amar al Señor.

Claro que esto nos puede parecer poco, preferimos lo que Dios nos paga a lo que Dios es. Queremos a Dios no por Él mismo, que es amor, sino por la recompensa Tenemos una visión mercantil de la vida, del evangelio, del sentido de la vida: Dios nos interesa porque nos premia, no como persona, como intimidad.
El amor no son cosas. Muchas veces no amamos a Dios en sí, sino por amor a lo que nos va a pagar, es decir: el cielo.

El privilegio de los últimos, de los que van a trabajar a última hora, es comprender quién es Él y quiénes somos nosotros. Dios es amor (1Jn 4,8) y nosotros somos amados por Él, incluso -y sobre todo- cuando estamos bajo el pecado.

En la vida hay realidades y valores con los que no se comercia, ni se trapichea, sino que se acogen, se disfrutan, es la gracia, lo gratuito. Cuestiones como la amistad, la familia, el amor se viven generosa y gratuitamente.

La justicia del Dios de Jesús no se resuelve en el Juzgado de Atocha, ni en el banco, ni en Martutene, ni en el Santo Oficio eclesiástico, sino en el amor.

cortes-23septiembre201104. HAY NO DÍAS, SINO AÑOS, EN LOS QUE UNO NO ESTÁ PARA NADA.

Escribía Julio Camba en una de aquellas greguerías tan suyas que “hay no días, sino años en los que uno no está para nada”.

Unos podrán trabajar en la viña de la vida desde muy temprana edad. Por edad, por salud, por capacidad uno puede trabajar y desplegar actividad durante la mayor parte de su vida. Pero otros muchos por dificultades, por enfermedad, por crisis, por apatías, harán -o haremos- lo que buenamente podamos.

Dios no nos va a descartar, sino que nos va a acoger.

05. ¿PREMIO CASTIGO?

Es un esquema -bastante infantil- que ha funcionado y funciona en las religiones, también en la católica: Dios premia a los buenos y castiga a los malos. Si eso es así nos sobra toda religión y cristianismo. Si el cristianismo se reduce a informarnos de que Dios premia a los buenos y castiga a los malos, nos sobra la cristología y la redención. Para tan poco viaje no hacía falta tanta alforja.

Los que fueron a trabajar a primera hora pensaban en término de premio, de sueldo, yo he trabajado más horas, luego me tienen que pagar más: porque tengo más méritos recibiré más premio.

rd06diciembreJesús, el evangelio no piensa en términos de premio, méritos y horas trabajadas, sino que piensa en términos de gracia: de gratuidad y bondad.

No podemos reducir la gracia a mérito y premio.

De ahí que los primeros murmuraban. Es mucha la gente que murmura; también ocurrió en la Biblia y ocurre en la vida normal

o Jonás se enfada con Dios porque ha perdonado a los ninivitas (Nínive).

o El hermano mayor se enoja con su padre, porque acoge al hermano perdido.

o Marta echa en cara a Jesús porque su hermana María se ha decantado por dimensión amorosa de la vida (la mejor parte).

o Los obispos aspiran a una diócesis más importante.

o Mucha gente se indigna porque no le son reconocidos sus méritos en el trabajo, en la política, cultural, etc.

Cuando la envidia anida en nosotros es que nuestro corazón no es noble, porque no somos capaces de aceptar el amor de Dios y en la vida como algo gratuito y hacia todos.

A lo largo del día de hoy y de la vida podemos hacernos la pregunta de Jesús: ¿O VAS A TENER TÚ ENVIDIA PORQUE YO SOY BUENO?

 

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