No ser, sino servir.
Solo te pido lo que quieras darme…
– Si te sobra una florecilla, dámela para mi corazón.
-¿Y si la flor tiene espinas?
-¡Dame también las espinas! (R. Tagore)
3 de septiembre. Domingo XXII del TO
Mt 16, 21-27
Quien quiera seguirme que se niegue a sí mismo
Lo que Jesús nos propone con esta invitación, no es un acto de compasión. Es una propuesta de compromiso personal con los problemas de los demás, y una empresa de transformación del mundo y de uno mismo. Estoy de acuerdo con la consideración que José Enrique Galarreta hace de Jesús cuando dice que “Hay que leer la pasión mirando el corazón de ese hombre; se queda uno pasmado del corazonazo que tiene, tan sensible y tan valiente, tan maravillosamente humano”.
Ideas plenamente bíblicas, que nos proponen el uso y el disfrute de los bienes terrenales como parte de lo divino humanamente encarnado. Solo un par de muestras. En el Sal 19, 11, dice el salmista: “Tus preceptos son mi herencia perpetua, son el gozo de mi corazón”. Y Jn 16, 24 pone en boca de Jesús estas palabras: “Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa”. Alegría y gozo transformados en felicidad, e igualmente compartidos por el budismo, que nos impulsará a hacer a los demás felices. Aunque, como propone el Dalai Lama, buscándola dentro de uno mismo.
Para lograrlo, hay que vencer la tentación de utilizar la religión en provecho propio y en dominio sobre los demás. No se trata de ser, sino de servir. La magia se utilizó en ocasiones para controlar las fuerzas de la Naturaleza y las espirituales en este espurio sentido. La Iglesia lo calificó de simonía -pretensión de la compra o venta de lo espiritual por medio de bienes materiales-, uno de los principales pecados de la sociedad eclesiástica de la Edad Media: como la venta de cargos eclesiásticos, sacramentos, reliquias, etc. El nombre viene de la historia de Simón Mago, relatada en Hechos de los Apóstoles, capítulo 8.
¡Qué posición tan opuesta a la adoptada, una vez más, por la Naturaleza! Los expertos en arrecifes coralinos, dicen que los corales -en parte animal, en parte vegetal, y en parte mineral-, se embarcan en ingentes proyectos comunales de construcción que se extienden sobre muchas generaciones. Cada uno de los individuos, conocidos con el humilde nombre de pólipos, contribuye a la edificación del exoesqueleto colectivo de su colonia. En un arrecife, miles de millones de pólipos que pertenecen a un centenar de especies distintas se dedican en cuerpo y alma a esta misma tarea fundamental.
Podríamos decir que para estos pequeños organismos, el objetivo fundamental de su existencia se centra en la tarea de servir, en colaborar en la prolongación de la vida de la especie. Rabindranath Tagore lo asume en estos versos del Poema 26 de El Jardinero:
Solo te pido lo que quieras darme…
– Si te sobra una florecilla, dámela para mi corazón.
-¿Y si la flor tiene espinas?
-¡Dame también las espinas!
Lo repitió Jesús a sus discípulos: “Quien quiera ser el primero, que se haga vuestro esclavo. Lo mismo que este Hombre no vino a ser servido sino a servir: Mt. 20, 28; Mc 10, 45; Lc. 22, 27. Y el Papa Francisco, atento siempre a lo que supone donación y servicio, lo manifiesta muy poéticamente en estos versos:
“Los ríos no beben su propia agua;
los árboles no comen sus propios frutos.
El sol no brilla para sí mismo;
y las flores no esparcen su fragancia
para sí mismas.
Vivir para los otros es una regla de la naturaleza…
La vida es buena cuando tú estás feliz; pero es mucho mejor cuando los otros son felices por causa tuya”.
Vicente Martínez
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