Querer el bien.
Es triste tener que lamentar el dolor, pero
no basta con quejarse de él para eliminarlo.
Es el bien lo que debemos querer, cumplir, exaltar.
Es la bondad la que debe ser proclamada en presencia del mundo
para que irradie y penetre todos los elementos de la vida individual y social.
El individuo debe ser bueno, de una bondad que revela una conciencia pura
e inaccesible a la duplicidad, al cálculo, a la dureza del corazón.
Bueno, por una aplicación continua de la purificación interior, de la perfección verdadera;
bueno, por fidelidad a un firme propósito manifestado en todo pensamiento, en toda acción.
La humanidad también debe ser buena. Estas voces que suben del fondo de los siglos,
para enseñarnos todavía hoy con una nota de actualidad,
recuerdan a los hombres el deber que incumbe indistintamente a todos de ser buenos,
justos, rectos, generosos, desinteresados, prontos para comprender
y para excusar, dispuestos al perdón y a la magnanimidad.
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Juan XXIII
La documentación católica n°1367
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En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
– “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.”
Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
– “Atiéndela, que viene detrás gritando.”
Él les contestó:
– “Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.”
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió:
– “Señor, socórreme.”
Él le contestó:
– “No está bien echar a los perros el pan de los hijos.”
Pero ella repuso:
– “Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.”
Jesús le respondió:
– “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.”
En aquel momento quedó curada su hija.
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Mateo 15,21-28
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