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Querer el bien.

Domingo, 20 de agosto de 2017
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Es triste tener que lamentar el dolor, pero
no basta con quejarse de él para eliminarlo.

Es el bien lo que debemos querer, cumplir, exaltar.

Es la bondad la que debe ser proclamada en presencia del mundo
para que irradie y penetre todos los elementos de la vida individual y social.

El individuo debe ser bueno, de una bondad que revela una conciencia pura
e inaccesible a la duplicidad, al cálculo, a la dureza del corazón.

Bueno, por una aplicación continua de la purificación interior, de la perfección verdadera;
bueno, por fidelidad a un firme propósito manifestado en todo pensamiento, en toda acción.

La humanidad también debe ser buena. Estas voces que suben del fondo de los siglos,
para enseñarnos todavía hoy con una nota de actualidad,
recuerdan a los hombres el deber que incumbe indistintamente a todos de ser buenos,
justos, rectos, generosos, desinteresados, prontos para comprender
y para excusar, dispuestos al perdón y a la magnanimidad.

*

 Juan XXIII

La documentación católica n°1367

***

 

 

En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:

“Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.”

Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:

“Atiéndela, que viene detrás gritando.”

Él les contestó:

“Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.”

Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió:

“Señor, socórreme.”

Él le contestó:

“No está bien echar a los perros el pan de los hijos.”

Pero ella repuso:

– “Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.”

Jesús le respondió:

“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.”

En aquel momento quedó curada su hija.

*

Mateo 15,21-28

***

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , ,

“Jesús es de todos”. 20 de agosto de 2017. 20 Tiempo ordinario (A). Mateo 15, 21-28

Domingo, 20 de agosto de 2017
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1touchoffaithUna mujer pagana toma la iniciativa de acudir a Jesús aunque no pertenece al pueblo judío. Es una madre angustiada que vive sufriendo con una hija “atormentada por un demonio”. Sale al encuentro de Jesús dando gritos: “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David”.

La primera reacción de Jesús es inesperada. Ni siquiera se detiene para escucharla. Todavía no ha llegado la hora de llevar la Buena Noticia de Dios a los paganos. Como la mujer insiste, Jesús justifica su actuación: “Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.

La mujer no se echa atrás. Superará todas las dificultades y resistencias. En un gesto audaz se postra ante Jesús, detiene su marcha y de rodillas, con un corazón humilde pero firme, le dirige un solo grito: “Señor, socórreme”.

La respuesta de Jesús es insólita. Aunque en esa época los judíos llamaban con toda naturalidad “perros” a los paganos, sus palabras resultan ofensivas a nuestros oídos.: “No está bien echar a los perros el pan de los hijos”. Retomando su imagen de manera inteligente, la mujer se atreve desde el suelo a corregir a Jesús: “Tienes razón, Señor, pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los señores”.

Su fe es admirable. Seguro que en la mesa del Padre se pueden alimentar todos: los hijos de Israel y también los perros paganos. Jesús parece pensar solo en las “ovejas perdidas” de Israel, pero también ella es una “oveja perdida”. El Enviado de Dios no puede ser solo de los judíos. Ha de ser de todos y para todos.

Jesús se rinde ante la fe de la mujer. Su respuesta nos revela su humildad y su grandeza: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! que se cumpla como deseas”. Esta mujer le está descubriendo que la misericordia de Dios no excluye a nadie. El Padre Bueno está por encima de las barreras étnicas y religiosas que trazamos los humanos.

Jesús reconoce a la mujer como creyente aunque vive en una religión pagana. Incluso encuentra en ella una “fe grande”, no la fe pequeña de sus discípulos a los que recrimina más de una vez como “hombres de poca fe”. Cualquier ser humano puede acudir a Jesús con confianza. Él sabe reconocer su fe aunque viva fuera de la Iglesia. Siempre encontrarán en él un Amigo y un Maestro de vida.

Los cristianos nos hemos de alegrar de que Jesús siga atrayendo hoy a tantas personas que viven fuera de la Iglesia. Jesús es más grande que todas nuestras instituciones. Él sigue haciendo mucho bien, incluso a aquellos que se han alejado de nuestras comunidades cristianas.

José Antonio Pagola

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“Mujer, qué grande es tu fe”. Domingo 20 de agosto de 2017. 20º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 20 de agosto de 2017
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43-OrdinarioA20Leído en Koinonia:

Isaías 56, 1.6-7: A los extranjeros los traeré a mi monte santo
Salmo responsorial: 66: Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Romanos 11, 13-15.29-32: Los dones y la llamada de Dios son irrevocables para Israel.
Mateo 15, 21-28: Mujer, qué grande es tu fe

A la vuelta del exilio, los discípulos de Isaías recobran las enseñanzas del profeta del siglo VII y proponen al nuevo Israel, en proceso de formación, que se abra a los valores de la universalidad y el ecumenismo. La apertura, sin embargo, no se basa en un compromiso diplomático ni en una ilusión quimérica sino en la causa universal de la Justicia. La tercera parte del libro de Isaías no propone que todas las religiones de su época se reúnan bajo la única bandera del pontificado de Jerusalén, sino que el pueblo que está naciendo después de cincuenta años de exilio sea el aglutinador de las aspiraciones más legítimas de la humanidad.

Los discípulos de Isaías son conscientes del peligro que subyace al nacionalismo exacerbado. La unidad étnica, cultural e ideológica de un pueblo no le da derecho a despreciar a los demás, bajo el pretexto de una falsa superioridad. Cada pueblo puede sólo ser superior a sí mismo en cada momento de la historia. Y esta superioridad consiste en transformar todas las decadentes tendencias centralistas, alienadoras y clasistas, en una consciencia de sus propias potencialidades de apertura universalista y de esfuerzo de comunión.

El nuevo Templo, como símbolo de la esperanza y la resurrección de un pueblo, debía convertirse en una institución que animara los procesos de integración universal. El Templo, como casa de Dios, debía estar abierto a los creyentes en el Dios de la Justicia y el Amor, cuya religión se inspira en el respeto por los más débiles y en la defensa de los excluidos.

Sin embargo, esta propuesta no tuvo casi resonancia y se convirtió en un sueño, en una esperanza para el futuro, en una utopía que impaciente aguarda a su realizador. Cuando Jesús expulsa a los mercaderes del Templo proclama a voz en cuello «Mi casa será casa de oración», la propuesta del libro de Isaías. El Templo, aun desde mucho antes de que apareciera Jesús, se había convertido en el fortín de los terratenientes y en el depósito de los fondos económicos de toda la nación. Había pasado de ser patrimonio de un pueblo a ser una cueva donde los explotadores ponían a salvo sus riquezas mal habidas. El enfrentamiento con los mercaderes tenía por objetivo no sólo reivindicar la sacralidad del espacio, sino, sobretodo, la necesidad de devolverle al Templo su función como baluarte de la justicia y de la apertura económica. Los guardias del templo cerraban el paso a los creyentes de otras nacionalidades, pero abrían las puertas a los traficantes que venían a hacer negocios sucios.

En ese proceso de ruptura con la decadencia del Templo y con la élite que lo manipulaba se enmarca el episodio de la mujer cananea. Jesús se había retirado hacia una región extranjera, no muy lejos de Galilea. Las fuertes presiones del poder central imponían fuertes limitaciones a su actividad misionera. Su obra a favor de los pobres, enfermos y marginados encontraba una gran resistencia, incluso entre el pueblo más sencillo y entre sus propios seguidores. El encuentro con la mujer cananea, doblemente marginada por su condición de mujer y de extranjera, transforma todos los paradigmas con los que Jesús interpretaba su propia misión. La mujer extranjera rompe todos los esquemas de cortesía y buen gusto que en las sociedades antiguas tenían un carácter no sólo indicativo sino obligatorio. Existían reglas estrictas para controlar el trato entre una mujer y un varón que no fuera de la propia familia. Los gritos desesperados de la mujer y sus exigencias ponían los pelos de punta no solo a los discípulos sino al evangelista que nos narra este relato. Con todo, la escena nos conmueve porque muestra cómo la auténtica fe se salta todos los esquemas y persigue, con vehemencia, lo que se propone.

Los discípulos, desesperados más por la impaciencia que por la compasión, median ante Jesús para ponerle fin a los ruegos de la mujer. El evangelista, entonces, pone en labios de Jesús una respuesta típica de un predicador judío: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel», para explicar cuál debería ser la actitud de Jesús. Por fortuna, la mujer, haciendo a un lado los prejuicios raciales ajenos, corta el camino a Jesús y lo obliga a dialogar. Cuál no sería la sorpresa de Jesús al encontrar en esta mujer, sola y con una hija enferma, una fe que contrastaba con la incredulidad de sus paisanos. Como Elías al comienzo de su misión, Jesús comprende que aunque la misión comienza por casa, no puede excluir a aquellos auténticos creyentes en el Dios de la Solidaridad, la Justicia y el Derecho. Por esta razón, su palabra abandona la pedantería del discurso nacionalista y se acoge a la universal comunión de los seguidores del Dios de la Vida.

Pablo, en la misma línea, abandona los inútiles esfuerzos por abrir a Israel a la esperanza profética y acepta la propuesta de los creyentes de otras naciones que están dispuestas a formar las nuevas comunidades abiertas, ecuménicas y solidarias.

En nuestro tiempo continuamos sin romper con tantos mecanismos que marginan y alejan a tantos auténticos creyentes en el Dios de la Vida, únicamente porque son diferentes a nosotros por su nacionalidad, clase social, estado civil o preferencia afectiva. ¡Esperemos que alguna buena mujer nos dé la catequesis de la misericordia y la solidaridad!

Por lo que se refiere a la misión «misionera» de los cristianos, bien sabemos que la letra del texto del evangelio de hoy bien podría inducirnos a error, pues hoy día la misión no puede estar centrada en ninguna clase restrictiva de ovejas, ni las de Israel, ni las del cristianismo, ni mucho menos las «católicas». La misión ha roto todas las fronteras, y sólo reconoce como objetivo el reinado del Dios de la Vida y de la Justicia. La misión ya no es ni puede ser chauvinista, porque hoy no cabe entenderla sino como «Misión por el Reino», es ecir, por la Utopía del Dios de la Vida, por el Ben Vivir que desea Dios para sus hijos e hijas, un Dios inabarcablemente plural en sus manifestaciones, en sus revelaciones, en sus caminos… Leer más…

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Dom 20.8.17. Pan de hijos ¿pan para los “perros”). La “conversión” de Jesús

Domingo, 20 de agosto de 2017
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 20, ciclo A. Mt 15, 21-28. Éste es un evangelio inquietante y actual, con cuatro elementos principales:

— La mujer cananea, símbolo de la humanidad, presenta ante Jesús (ante la buena sociedad) el dolor de su vida. Su hija muere, sus hijos mueren.

— Jesús (la buena sociedad) responde con el dogma antiguo, el más actual de todos. El pan es para los hijos, no para los perros.

— La mujer argumenta: También los perros comen, aunque sea bajo la mesa… En la buena casa de los hijos hay pan para todos…

— Jesús acepta el argumento de la mujer y se “convierte”: El pan es para todos, por encima de los dogmas y argumentos de la buena sociedad.

images1Éste es el tema clave de nuestra sociedad: Hay pan para todos, pero sólo se lo damos a los “buenos hijos”… expulsando a la miseria y al hambre a los pobres, a los perros (que se mueran).

Una mujer cambió la mente de Jesús, una madre abrió su corazón y le convirtió: No hay hijos y perros, tiene que haber pan para todos.

¿Quién abrirá nuestra mente y corazón, el corazón de nuestra Iglesia, de todos los hombres, para que la casa del mundo sea lugar para todos?

Texto: Mt 15, 21-28

15 21 En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. 22 Y he aquí que una mujer cananea, saliendo de aquellos lugares, se puso a gritarle: Ten misericordia de mí, Señor, Hijo de Da-vid. Mi hija está duramente oprimida por un demonio. 23 Él no le respondió nada. Entonces los discí-pulos se le acercaron a decirle: Despídela, pues nos sigue gritando. 24 Él contestó: No he sido enviado, sino las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25 Pero ella, llegando, se postró ante él, diciendo: Señor, socórreme. 26 Él le contestó: No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos. 27 Pero ella repuso: Tienes razón, Señor; pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de los amos. 28 Y entonces Jesús respondiendo le dijo: Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas, En aquel momento quedó curada su hija .

Dios le ha enviado para los suyos, no para los “perros”

De un modo lógico, asumiendo las tradiciones de su pueblo, como Hijo del David nacional, en la línea del primer envío misionero de sus discípulos (10, 6), Jesús responde a la mujer diciendo que Dios le ha enviado solamente a las ovejas perdidas (15, 24) de la casa de Israel, y que no es bueno echar el pan de los hijos a los perritos.

Supone así que los israelitas son hijos queridos de Dios; los gentiles, en cambio, son perros, en la línea de 7, 6: “No echéis lo santo a los perros… (kysin: en el sentido de perros asilvestrados)”. Pues bien, esta mujer cananea acepta ese lenguaje, y pide a Jesús sólo las sobras, pues también a los perritos (kynarioi: ahora en el sentido de perros pequeños, caseros) se les dejan las migajas que caen de la mesa de los hijos. Ante esa palabra, de un modo sorprendente, Jesús se deja convencer, descubriendo y aceptando la gran fe de esta mujer.

– Señor, Hijo de David (15, 21-22). El título que la mujer concede a Jesús (Hijo de David) le arraiga en la his-toria mesiánica de Israel, desde una perspectiva pagana, cosa que no hacía el texto paralelo de Marcos. Es como si los paganos empezaran reconociendo el mesianismo judío, pero con un matiz muy novedoso, pre-sentando a ese Mesías, Hijo de David, como sanador universal. Dos ciegos judíos le habían pedido que tu-viera compasión de ellos (eleêson êmás: 9, 27), llamándole también “Hijo de David” pero ellos eran en principio judíos. Ahora, en cambio, es una mujer cananea la que le pide que se apiade de ella (15, 22), porque su hija (es decir, la humanidad pagana) se encuentra enferma, suponiendo así que ante la enfermedad no hay diferencia entre judíos y gentiles. De esa forma, una mujer pagana (cana-nea, de los enemigos de Israel) interpreta el mesianismo de Jesús en línea de misericordia sanadora.

‒ La hija de la cananea y el pan de los “hijos” (15, 22.26). El texto empieza oponiendo dos tipos de “hijos”: por un lado la hija de la cananea (15, 22); por otro los hijos (ta tekna: 15, 26) de los israelitas, como hijos especiales del mismo Dios. Esta madre no es una “grie-ga” en general, aunque de nación siro-fenicia (cf. Mc 7, 26), sino cananea, de la raza de aquellos enemigos que los libros antiguos habían mandado exterminar (Mt 15, 22; cf. Ex 23, 23-33; 34, 11-16; Dt 7, 1-6; 20, 17; Js 24, 11).

Pues bien, como veremos, tras un diálogo de maduración, en vez de dejar que mueran (de matar) a las hijas de las cananeas, para que los buenos israelitas no se casen y perviertan con ellas (como seguía mandando la legislación de Esdras-Nehemías), Jesús cura a esa hija cananea, con lo que eso implica en la historia de Israel, invirtiendo la historia anterior de rechazo de los cananeos (y especialmente de las cananeas) .

‒ No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos (15, 26). Este pasaje distingue entre perros (los de fuera) e hijos (los de dentro, los buenos judíos y/o cristianos). La tradición del Antiguo Testamento y del judaísmo se refiere casi siempre a los perros de un modo negativo, de manera que llamarle a un hombre «perro» era un insulto (cf. 1 Sam 17, 43; Is 56, 10-11).

Quizá esta visión negativa se debe a que en el entorno de la Biblia los perros eran generalmente asilvestrados, de tipo carroñero y no domésticos: merodeaban al exterior de las ciudades (cf. Ap 22, 15) y se alimentaban de carnes im-puras e incluso de cadáveres humanos (cf. Ex 22, 30; 1 Rey 4, 11). Por otra parte, en Mt 7, 6, ellos se asocian a los cerdos, y en otros pasajes se vinculan a los herejes o enemigos (cf. 2 Ped 2, 22; Flp 3, 2; Ap 22, 15 etc.), aunque hay textos como Tob 6, 1 y 11, 4 que ofrecen una visión más positiva de ellos. Leer más…

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La mujer que calló a Jesús. Domingo 20 Ciclo A

Domingo, 20 de agosto de 2017
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548290_4706116344630_2034407079_nDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

A Jesús nadie era capaz de callarlo. Ni los sabihondos escribas, ni los piadosos fariseos, por no hablar de sacerdotes y políticos. La única persona que lo calló fue una mujer. Y encima, pagana.

El Mesías antipático y la pagana insistente

            Para entender la versión que ofrece Mateo de este episodio hay que conocer la de Marcos, que le sirve como punto de partida.

            Marcos cuenta una escena más sencilla. Jesús llega al territorio de Tiro, entra en una casa y se queda en ella. Una mujer que tiene a su hija enferma, acude a Jesús, se postra ante él y le pide que la cure. Jesús le responde que no está bien quitar el pan a los hijos para echárselo a los perritos. Ella le dice que tiene razón, pero que también los perritos comen de las migajas de los niños. Y Jesús: «Por eso que has dicho, ve, que el demonio ha salido de tu hija».

            Mateo describe una escena más dramática cambiando el escenario y añadiendo detalles nuevos, todos los que aparece en cursiva y negrita en el texto siguiente.

«En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:

― Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.

Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:

― Atiéndela, que viene detrás gritando.

Él les contestó:

― Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.

Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió:

― Señor, socórreme.

Él le contestó:

― No está bien echar a los perros el pan de los hijos.

Pero ella repuso:

― Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen  de la mesa de los amos.

Jesús le respondió:

― Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.

En aquel momento quedó curada su hija.

Los cambios que introduce Mateo

–  El encuentro no tiene lugar dentro de la casa, sino en el camino. Esto le permite presentar a Jesús y a los discípulos andando, y la cananea detrás de ellos.

–  La cananea no comienza postrándose ante Jesús, lo sigue gritándole: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Pero Jesús, que siempre muestra tanta compasión con los enfermos y los que sufren, no le dirige ni una palabra.

–  La mujer insiste tanto que los discípulos, muertos de vergüenza, le piden a Jesús que la atienda. Y él responde secamente: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»

–  La cananea no se da por vencida. Se adelanta, se postra ante Jesús, obligándole a detenerse, y le pide: «Señor, socórreme». Vienen a la mente las palabras de Mt 6,7: «Cuando recéis, no seáis palabreros como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán más caso». Esta pagana no es palabrera; pide como una cristiana. Imposible mayor sobriedad.

–  Sigue el mismo diálogo que en Marcos sobre el pan de los hijos y las migajas que comen los perritos.

– Pero el final es muy distinto. Jesús, en vez de decirle que su hija está curada, le dice: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»

Estos cambios se resumen en la forma de presentar a Jesús y a la cananea.

1) A Jesús lo presenta de forma antipática: no responde una palabra a pesar de que la mujer va gritando detrás de él; parece un nacionalista furibundo al que le traen sin cuidado los paganos; es capaz de avergonzar a sus mismos discípulos.

2) En la mujer, acentúa su angustia y su constancia. Ella no se limita a exponer su caso (como en Marcos), sino que intenta conmover a Jesús con su sufrimiento: «Ten compasión de mí, Señor», «Señor, socórreme». Y lo hace de manera insistente, obstinada, llegando a cerrarle el paso a Jesús, forzándolo a detenerse y a escucharla.

Ni obstinación ni sabiduría, fe

Jesús podría haberle dicho: «¡Qué pesada eres! Vete ya, y que se cure tu hija». O también: «¡Qué lista eres!» Pero lo que alaba en la mujer no es su obstinación, ni su inteligencia, sino su fe. «¡Qué grande es tu fe!». Poco antes, a Pedro, cuando comienza a hundirse en el lago, le ha dicho que tiene poca fe. Poco más adelante dirá lo mismo al resto de los discípulos. En cambio, la pagana tiene gran fe. Y esto trae a la memoria otro pagano del que ha hablado antes Mateo: el centurión de Cafarnaúm, con una fe tan grande que también admira a Jesús.

Con algunas mujeres no puede ni Dios

El episodio de la cananea recuerda a otro aparentemente muy distinto: las bodas de Caná. También allí encontramos a un Jesús antipático, que responde a su madre de mala manera cuando le pide un milagro (las palabras que le dirigesiempre se usan en la Biblia en contexto de reproche), y que busca argumentos teológicos para no hacer nada: «Todavía no ha llegado mi hora». Sólo le interesa respetar el plan de Dios, no hacer nada antes de que él se lo ordene o lo permita.

            En el caso de la cananea, Jesús también se refugia en la voluntad y el plan de Dios: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.» Yo no puedo hacer algo distinto de lo que me han mandado.

            Sin embargo, ni a María ni a la cananea les convence este recurso al plan de Dios. En ambos casos, el plan de Dios se contrapone a algo beneficioso para el hombre, bien sea algo importante, como la salud de la hija, o aparentemente secundario, como la falta de vino. Ellas están convencidas de que el verdadero plan de Dios es el bien del ser humano, y las dos, cada una a su manera, consiguen de Jesús lo que pretenden.

            Gracias a este conocimiento del plan de Dios a nivel profundo, no superficial, Isabel alaba a María «porque creíste» y Jesús a la cananea «por tu gran fe».

            En realidad, el título de este apartado se presta a error. Sería más correcto: «Dios, a través de algunas mujeres, deja clara cuál es su voluntad». Pero resulta menos llamativo.

«Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»

            Con estas palabras pretende justificar Jesús su actitud con la cananea. Si los discípulos hubieran sido tan listos como la mujer, podrían haber puesto a Jesús en un apuro. Bastaba hacerle dos preguntas:

1) «Si sólo te han enviado a las ovejas descarriadas de Israel, ¿por qué nos has traído hasta Tiro y Sidón, que llevamos ya un montón de días hartos de subir y bajar cuestas?»

2) «Si sólo te han enviado a las ovejas descarriadas de Israel, ¿por qué curaste al hijo del centurión de Cafarnaúm, y encima lo pusiste como modelo diciendo que no habías encontrado en ningún israelita tanta fe?»

            Como los discípulos no preguntaron, no sabemos lo que habría respondido Jesús. Pero en el evangelio de Mateo queda claro desde el comienzo que Jesús ha sido enviado a todos, judíos y paganos. Por eso, los primeros que van a adorarlo de niño son los magos de Oriente, que anticipan al centurión de Cafarnaúm, a la cananea, y a todos nosotros.

Primera lectura y evangelio

La primera lectura ofrece un punto de contacto con el evangelio (por su aceptación de los paganos), pero también una notable diferencia. En ella se habla de los paganos que se entregan al Señor para servirlo, observando el sábado y la alianza. Como premio, podrán ofrecer en el templo sus holocaustos y sacrificios y serán acogidos en esa casa de oración. La cananea no observa el sábado ni la alianza, no piensa ofrecer un novillo ni un cordero en acción de gracias. Experimenta la fe en Jesús de forma misteriosa pero con una intensidad mayor que la que pueden expresar todas las acciones cultuales.

Lectura del libro de Isaías 56, 1. 6-7

Así dice el Señor:

«Guardad el derecho, practicad la justicia, que mi salvación está para llegar, y se va a revelar mi victoria. A los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores, que guardan el sábado sin profanarlo y perseveran en mi alianza, los traeré a mi monte santo, los alegraré en mi casa de oración, aceptaré sobre mi altar sus holocaustos y sacrificios; porque mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos.»

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Domingo XX del Tiempo Ordinario. 20 Agosto, 2017

Domingo, 20 de agosto de 2017
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d-20

“Ella replicó: —Es verdad, Señor; pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños.”

Mt 15,21-28

Jesús se retira a tierra pagana y allí le pide ayuda una mujer cananea.

La respuesta de Jesús es dura, tajante. Expresa el sentimiento de superioridad del pueblo judío que considera a los paganos como perros.

Sin embargo la mujer cananea no cesa de implorar su ayuda. Su corazón de madre le hace insistir, su vivencia del amar…, se postra ante Jesús para suplicar su ayuda.

Jesús sigue convencido de que su misión sólo ha de realizarla con el pueblo elegido, el pueblo judío.

Sin embargo la mujer, con una humildad inmensa, le suplica que le conceda sólo “las migajas”, el resto, lo que sobra “de lo que entregue a los elegidos”. Jesús en ese momento queda admirado de la fe de la mujer. Jesús  se conmueve y se “convierte” siendo consciente que Él ha venido para tod@s.

Deja de ejercer su papel de superioridad como judío observante. Pasa a ser Jesús, el Cristo, el enviado de Dios para todas las personas, sin distinciones ni exclusiones.

Hay una transformación en Jesús. Primero actúa desde la perspectiva dual. Con categorías opuestas, los elegidos, los judíos, los desechados, los paganos pero al ver la fe de la mujer cananea se transforma, y actúa desde la perspectiva no dual, que comprende la unidad de todo y todos.

En la relación con su Abbá se da cuenta de que las formas solo nos separan. Son fronteras que no nos dejan convivir como hijos del mismo Padre. Hay una ley universal, que es la vida en el espíritu y conlleva la unidad de conciencia, el Amar Amando.

No hay paganos ni judios, tod@s somos hij@s de Dios. Qué maravilla traspasar la observancia estricta de la ley para vivir según la voluntad de Abbá al soplo del Espiritu.

ORACIÓN

Dios Padre y madre, ayúdanos a vivir sin clasificar ni etiquetar a las personas por sus formas, sino a mirar el corazón donde vive la esencia que somos y nos habita, tu hijo Jesús, lleno de la Ruah.

 

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Un auténtico diálogo que enriquece a ambos.

Domingo, 20 de agosto de 2017
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canaanite2bwoman1Mt 15, 21-28

Hoy las tres lecturas y hasta el salmo van en la misma dirección: La salvación universal de Dios. El tema de la apertura a los gentiles fue de suma importancia para la primera comunidad. Muchos cristianos judíos pretendían mantener la pertenencia al judaísmo como la marca y seña de la nueva comunicad, conservando la fidelidad a la Ley. Esta postura originó no pocas discusiones entre los discípulos y no se vio nada claro hasta pasado casi un siglo de la muerte de Jesús. Por eso es tan importante este relato.

Mateo relata este episodio inmediatamente después de una violenta discusión de Jesús con los fariseos y letrados, acerca de los alimentos puros e impuros. Seguramente la retirada a territorio pagano está motivada por esa oposición. Jesús viendo el cariz que toman los acontecimientos prefiere apartarse un tiempo de los lugares donde le estaban vigilando. El relato pretende romper con los esquemas estereotipados que algunos cristianos pretendían mantener: Judío=creyente y extranjero=pagano y ateo.

El evangelista no pretende satisfacer nuestra curiosidad sobre un acontecimiento más bien anodino. Quiere dejar claro, que si una persona tiene fe en Jesús, no se puede impedir su pertenencia a la comunidad aunque sea “pagana”. Es un relato magistral que plantea el problema desde las dos perspectivas posibles. En él se quiere insistir tanto en la actitud abierta de los cristianos como en la necesidad de que lo paganos vinieran unas disposiciones adecuadas de reconocimiento y humildad.

Los perros son considerados impuros en muchas culturas. La idea que nosotros tenemos de hiena, es lo que más se aproxima a la idea de perro inmundo. Pero hay gran diferencia entre los perros salvajes y los de compañía que son considerados como familia. A esta diferencia se aferra la mujer para salir airosa. Jesús no podía prescindir de los prejuicios que el pueblo judía arrastraba. Jesús tenía motivos para no hacer caso a la Cananea; pero nos encontramos con un Jesús dispuesto a aprender, incluso de una mujer pagana.

En el AT hay chispazos que nos indican ya la apertura total por parte de Dios a todo aquel que le busca con sinceridad. La primera lectura nos lo confirma: “A los extranje­ros que se han dado a Señor les traeré a mi monte santo”. No cabe duda de que Jesús participa de la mentalidad general de su pueblo, que hoy podíamos calificar de racista, pero que, en tiempo de Moisés, fue la única manera de garantizar su supervivencia.

Gracias a que para Jesús la religión no era una programación, fue capaz de responder vivencialmente ante situacio­nes nuevas. Su experiencia de Dios y las circunstancias le hicieron ver que solo puede uno estar con Dios si está con el hombre. Las enseñanzas de Jesús no son más que el intento de comunicarnos su experiencia personal de Dios. Pero para poder comunicar una experiencia, primero hay que vivirla. Jesús, como todo hombre, no tuvo más remedio que aprender de la experiencia.

Jesús toma en serio a la mujer Cananea; no como los discípulos. El texto litúrgico quiere suavizar la expresión de los discípulos y dice ‘atiéndela’. Pero el “apoluson” griego significa también despedir, rechazar; exactamente lo contrario. La respuesta de Jesús: “Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”, no va dirigida a los apóstoles, sino a la Cananea. La dureza de la respuesta no desanima a la mujer, sino todo lo contrario. Le hace ver que el atenderla a ella no va en contra de la atención que merecen los suyos.

Por ser auténtico y sincero por ambas partes, el diálogo es fructífero. Jesús aprende y la cananea también aprende. Se produce el milagro del cambio en ambos. Lo que este relato resalta de Jesús, es su capacidad de reacción. A pesar de su actitud inicial, sabe cambiar en un instante y descubrir lo que en aquella mujer había de auténtica creyente. Jesús descubre que esa mujer, aparentemente ajena al entorno de Jesús, tiene más confianza en él que los más íntimos que le siguen desde hace tiempo.

Jesús es capaz de cambiar su actitud porque la Cananea demuestra una sensibilidad mayor de la que muestra Jesús. De ella aprendió Jesús que debía superar sus prejuicios. Aprendió que hay que proteger ante todo a los débiles; una idea femenino-maternal. Le sorprendió la confianza absoluta que en él tenía la mujer; otro valor femenino. Lo que más maravilla en el relato es la capacidad de Jesús de aceptar, es decir, hacer suyos los valores femeninos que descubre en aquella mujer. Jesús descubre su “anima” y la integra.

La mujer representa a todos los que sufren por el dolor de un ser querido. La profunda relación entre ambas impide delimitar donde empieza el problema de su hija. La madre es también parte del problema; de hecho le dice; socórreme. La enfermedad de la hija no es ajena a la actitud de la madre. Curar a la madre supone curar a la hija. La enfermedad de la hija nos hace pensar en problemas de relación materno-filial. Cuando la madre se encuentra a sí misma con la ayuda de Jesús, se soluciona el problema de la hija.

Los cristianos hemos heredado del pueblo judío el sentimiento de pueblo elegido y privilegiado. Estamos tan seguros de que Dios es nuestro, que damos por sentado que el que quiera llegar a Dios tiene que contar con nosotros. Esta postura que nos empeñamos en mantener, es tan absurda y está tan en contra del evangelio de Jesús, que me parece hasta ridículo tener que desmontarlo. Todos los seres humanos son iguales para Él.

Juzgar y condenar en nombre de Dios, a todo el que no pensaba o actuaba como nosotros, ha sido una práctica constante en nuestra religión a través de sus dos mil años de existencia. Va siendo hora de que admitamos los tremendos errores cometidos por actuar de esa manera. Debemos reconocer, que Dios nos ama a todos, no por lo que somos, sino por lo que Él es. Esta simple verdad bastaría para desmantelar todas nuestras pretensiones de superioridad y como consecuencia, todo atisbo de intolerancia y rechazo.

El texto nos enseña que ser cristiano es acercarse al otro, superando cualquier diferencia de edad, de sexo, cultura o religión. El prójimo es siempre el que me necesita. Los cristianos no hemos tenido, ni tenemos esto nada claro. Nos sigue costando demasiado aceptar a “otro”, y dejarle seguir siendo diferente; sobre todo al que es “otro” por su religión. Tenemos que aprender del relato, que el que me necesita es el débil, el que no tiene derechos, el que se ve excluido. También en este punto está la lección sin aprender.

Debemos aceptar, como la Cananea, que muchas de las carencias de los demás, se deben a nuestra falta de compromiso con ellos. Sobre todo en el ambiente familiar, una relación inadecuada entre padres e hijos es la causa de las tensiones y rechazo del otro. Muchas veces, la culpa de lo que son los hijos la tienen los padres por no ponerse en su lugar e intentar comprender sus puntos de vista. El acoger al otro con cariño y comprensión podía evitar muchísimas situaciones que pueden llegar a ser crónicas y por lo tanto enfermizas.

Meditación-contemplación

La Cananea tiene una confianza ilimitada en Jesús.
Esa confianza no se fundamenta en lo que yo soy,
sino en lo que Dios es en mí
y para todos los seres humanos sin excepción.
Mi relación con un dios abstracto será siempre ilusoria.
El verdadero Dios está en mí y está en el otro.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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De prostituta a Princesa.

Domingo, 20 de agosto de 2017
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planyourvisit_robertlentz_marymagdalene-1La mujer es la armonía, es la poesía, es la belleza, sin ella el mundo no sería tan bello. (Papa Francisco)

20 de agosto. Domingo XX del TO

Mt 15, 21-28

Mujer, qué grande es tu fe

El contenido de nuestro artículo semanal de este domingo va a tomar como fuentes el cine y la ópera. Un par de películas para el primer caso, y varias incursiones operísticas en el segundo. La figura de María Magdalena, siempre como telón de fondo del relato.

En la cinta Joyeux Nöel (2005) –del cineasta francés Christian Carion (1965)–, Su Alteza el Príncipe de Finlandia le dice a Anna Sorensen: “Quisiera felicitarla por su iniciativa, señorita. Ha tenido que ser una mujer la que nos ha recordado que, a pesar de la guerra, es Navidad”.

Los contendientes bélicos, piensan habitualmente más en la guerra de los fusiles que en la paz de los corazones. Como pensaba Judas Iscariote cuando María tomó una libra de perfume de nardo puro muy caro, lo derramó sobre los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Judas, que como buen economista juzgó aquel acto como un intolerable despilfarro, la criticó airado: “¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?”

La identidad de María Magdalena como María de Betania fue reconocida en la homilía 33 que el papa Gregorio I dio el año 591. Y según el apócrifo Evangelio de Tomás, también Simón Pedro manifiesta cierta animadversión hacia ella poniendo en su boca estas palabras: “Que se aleje Mariham de nosotros”. Aparece en los textos como la discípula predilecta y compañera de Jesús. Una situación de privilegio que provoca celos en algunos apóstoles. Según el Evangelio apócrifo de Pistis Sophia, Pedro reacciona en estos términos: “Maestro, no podemos soportar a María Magdalena, porque nos quita todas las ocasiones de hablar; en todo momento está preguntando y no nos deja intervenir”.

Algunos exégetas la denominan “La primera apóstol”, elegida por Jesús para transmitir su mensaje evangélico, y la consideran verdadera fundadora del cristianismo. ¿Acaso ignoraba el impulsivo apóstol las muestras de sincero y profundo afecto que le tuvo y demostró durante su vida pública el Maestro? Mateo nos cuenta hoy la curación de la hija de la gentil cananea y alaba su fe, gracias a la cual la libera de un demonio. ¿Cuán agradecida no estaría aquella de quién, según Lc 8, 1-2, había expulsado siete?

¿Sería porque el sexo femenino, como dice una de las protagonistas del film El balcón de las mujeres (2017), del judío Emil Ben-Shimon: “Además de la Ley, Dios nos da el sentido común”? ¿O fue porque el Resurrexit de Jesús resonó también victorioso en el corazón amante de su entrañable Magdalena?

En el mundo operístico no faltan ejemplos aplicables a nuestro personaje. Y el amor, siempre también protagonista de la escena.

En Mefistófeles, del italiano Arrigo Boito (1842-1918), refiriéndose a que la auténtica felicidad está en servir a los demás –como hizo Jesús y repitió María– Fausto le dice a Margarita: “El amor es el milagro de la vida”.

El compositor alemán Richard Wagner (1813-1833) pone el énfasis en la relación interpersonal amorosa sentida. En el Acto III, Loh le suspira a Elsa: “Siento que mi corazón se abrasa dulcemente junto al tuyo, respiro delicias que tan sólo Dios puede otorgar”.

Y, para finalizar, una bella muestra del barroco inglés: este cuadro de La Reina de las Hadas, del británico Henry Purcell (1659-1695). En este caso el personaje es un chino. Canta a Dafne, que para mí representa nuestros modelos de amor: Jesús y María Magdalena.

Nos cabe recordar igualmente, lo que otro enamorado, el papa Francisco, dijo en la Homilía en Santa Marta el 9 febrero de este año: “La mujer es la armonía, es la poesía, es la belleza, sin ella el mundo no sería tan bello”.

“Jesús le dice: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano le dice: Señor, si tú te lo has llevado dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo” (Jn 20, 15)

AMOR DE ENAMORADA

Yo quiero estar enamorado
del Jesús Jardinero
que cultiva las rosas.
Y una mujer que llore y que me busque
como hacía María Magdalena.
Quiero que con Jesús
sea ella Jardinera
y vengan a buscarme,
pues nadie sabe como ellos
cultivar mi enamoramiento.

(EVANGÉLICO CUARTETO. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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La mujer que cambió a Jesús.

Domingo, 20 de agosto de 2017
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9-1

Así reza el título de una tesis doctoral que analiza de manera pormenorizada el paralelo marcano (Mc 7,24-30) del texto equivalente de Mateo (Mt 15,21-28), que es precisamente el propuesto para este XX domingo del tiempo ordinario. Ciertamente en el proyecto narrativo de este último evangelista la unidad está colocada estratégicamente.

Como es sabido, Mateo es uno de los evangelistas que más trabaja la cuestión sobre la relación entre Jesús e Israel. De hecho, una de las características más singulares del evangelio es la apertura universalista, que a modo de inclusión, se halla al principio y al final del evangelio, en neto contraste con el particularismo que se respira en el interior de su obra.

En este trenzado narrativo este episodio situado en el centro resulta paradigmático para la comprensión cristológica y eclesial. Pues aunque a lo largo del evangelio, y en este mismo episodio, se indica que Jesús ha sido enviado a las ovejas perdidas de Israel (Mt 10,6; 15,24), también otros textos, y el nuestro en concreto, muestra una cierta apertura universalista hacia otros pueblos (Mt 8,5-13; 10,18; 15,21-28; 24,14).

Sin embargo, la singularidad de esta escena es que a esta apertura se llega en diálogo con esta mujer de la que no se dice el nombre pero de la que se indica que es cananea. Un término para designar a un pagano en general, o bien, un gentilicio empleado para los fenicios de la costa Siria. De hecho, el episodio se ubica en Tiro y Sidón.

Tanto en lo que dice como en lo que hace, esta mujer extranjera muestra una gran fe. Algo que luego reconocerá Jesús: ¡Qué grande es tu fe, mujer! (v. 28). De hecho, utiliza el apelativo Hijo de David y la fórmula litúrgica: ten piedad de mí (v.22), así como se postra (v.25). La reacción de Jesús es desconcertante. Primero el silencio (v.23) y luego sus palabras dirigidas a los discípulos: me han enviado solo para las ovejas descarriadas de Israel (v.24). Y a ella: no está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perritos (v.26).

Lo sorprendente del texto es que ella le replica, situándose al mismo nivel argumentativo que Jesús y dándole una vuelta de tuerca: Cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos (v.27). Como ella impugna no se trata de quitarle la comida a los hijos, sino de ser partícipes de los “restos” de la salvación. Y, en este sentido, como en otros pasajes bíblicos la salvación debe entenderse de manera universal. Jesús se conmueve ante la fe de la mujer que ensalza y le concede la curación de su hija.

La osadía de esta mujer encuentra eco en otras expresiones del AT que, especialmente en el libro de los Salmos, el orante sugiere a Dios lo que debería hacer, le argumenta y le insta a actuar. En este sentido, esta cananea muestra cómo la fe es ante todo audacia, asunción del riesgo de dialogar hasta el punto de ponerse al mismo nivel que Jesús para argumentarle con familiaridad, acercarse sin miedo y llegar incluso a cambiarle de opinión.

Como en otras ocasiones creer en Jesús es el desencadenante de la salvación y no otras distinciones o fronteras. Pero aquí el texto da un paso al frente, porque presenta a un Jesús dejándose interpelar y cambiar por la fe de una mujer pagana. Y este dato topa con un punto teológico que en algunas épocas ha sido neurálgico y es la del tipo de conocimiento de Jesús sobre su identidad y misión y, si esto, fue o no gradual.

La cuestión no es baladí ya que afecta de lleno al dogma cristológico sobre la naturaleza humano-divina de Jesús. Efectivamente el conocimiento divino está dotado de omnisciencia, mientras el humano es parcial y progresivo. Nosotros no vamos a entrar en cuestiones dogmáticas, simplemente a partir del texto señalar que según este la respuesta de la mujer modifica el posicionamiento de Jesús que aparecerá manifiesto al final en el mandato de evangelizar a todas las gentes (Mt 28,18-20).

Por una parte, desde la perspectiva de la resurrección probablemente la comunidad mateana leyera este episodio como una señal de ese cambio radical que se operaría tras la pascua. Por otra parte, desde un punto de vista más existencial el texto es una llamada a estar despiertos ya que el confín entre ser cristiano o no cristiano no es una cuestión nominal sino de creer y actuar (Mt 25,31-46). Es más, aquellos que consideramos paganos pueden ser precisamente quienes nos descubran quiénes somos y para qué estamos aquí, abriendo nuevos espacios de comunión allí donde antes había fronteras.

Marta García Fernández

Fuente Fe Adulta

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Ni amos ni perros.

Domingo, 20 de agosto de 2017
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ni-perros-ni-amosDel blog La Verdad es libre. Reflexiones para las homilías:

(Tomas Muro Ugalde).- Desde Jesús ya no tiene sentido hablar de Pueblo de Dios, de Iglesia en un sentido limitado a la raza o nación; ya no hay perros ni amos, judíos ni griegos, siervos ni libres, hombres ni mujeres (cfr. Romanos 10,12 y Gálatas 3, 28).

01. Jesús judío: La encarnación se abre a todos.

Es difícil encontrar en los cuatro evangelios una imagen de Jesús tan judía como la que nos ofrece Mateo en este relato que hemos escuchado.

Jesús se muestra judío. En alguna persona (pueblo) había de encarnarse la salvación: en Jesús, un judío del siglo I.

Al mismo tiempo, es difícil encontrar otro texto como éste en el que esa historia concreta se quiebra y cambia de rumbo. Mateo lo ha conseguido con una imagen de mujer sencilla, extranjera: cananea pero pobre, enferma y creyente.

Mateo escribe a cristianos de origen judío y le ofrece esta (y otras) catequesis de modo que pasen del particularismo étnico, incluso racial, al universalismo.

Esta mujer extranjera y pagana, no es miembro del Pueblo de Dios, pero encarna el ideal de lo que debe ser un miembro del Pueblo de Dios.

Dos breves -pero importantes- conclusiones:

a. La simplicidad (con matices fanáticos) con que se utilizan algunos términos tales como Pueblo de Dios e Iglesia, porque ni están todos los que son ni son todos los que están. Ni todos los creyentes (como la mujer siro fenicia) están en la Iglesia, ni todos los que están en la Iglesia son creyentes. Pasaba ayer y pasa hoy.

b. San Pablo fue quien, años después, daría forma teológica a estas cosas y formuló una antropología y eclesiología racista: Ya no hay judío ni griego, pues toda diferencia entre judío y no judío ha quedado superada, (Rom 10, 12). “Todos vosotros, los que creéis en Cristo Jesús, sois hijos de Dios… Ya no hay distinción entre judío y no judío, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer. Todos sois uno en Cristo Jesús”, (Gál 26, 28).

El cristiano, es universal por esencia. Bonhoeffer clamaba y rompió con la iglesia oficial del Reich porque no se puede (no se debe) preguntar si uno es judío (español, vasco o de tal partido) al entrar en la Iglesia.

¿Somos católicos en serio: es decir, universales?

Dietrich Bonhoeffer 02. Los perros y los amos

Los perros son los no judíos. Pero entonces -y hoy- esta expresión funciona como insulto.

Vivimos tiempos de grandes migraciones, de pateras, de refugiados, etc… Son la mujer cananea: extranjeros y pobres.

Incluso la misma mujer cananea da por válido el presupuesto cuando le dice a Jesús: También los perros se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.

En tiempos no lejanos hemos conocido insultar a personas con expresiones como “maquetos, coreanos, manchurrianos”, hoy también los despreciamos y decimos de ellos: “sudacas, moros, etc.

La escena del evangelio de hoy se desarrolla, dentro de las más puras coordenadas de la religiosidad étnica. Pero Jesús va a dar una superación de lo racial, de lo étnico.

¿Quiénes son los perros y quiénes los amos? Más aún: ¿tiene sentido seguir hablando de perros y de amos desde el cristianismo?

Jesús no desprecia a nadie, no se impone por la fuerza de la ley, de la tradición.

03. Mujer, qué grande es tu fe

Esta afirmación rompe los esquemas religiosos hasta ahora vigentes en el Pueblo de Dios.

Desde Jesús ya no tiene sentido hablar de Pueblo de Dios, de Iglesia en un sentido limitado a la raza o nación; ya no hay perros ni amos, judíos ni griegos, siervos ni libres, hombres ni mujeres (cfr. Romanos 10,12 y Gálatas 3, 28).

Nacionalidad, condición social y sexo quedan eliminados como factores determinantes de pertenencia al Pueblo de Dios.

Que una mujer sea protagonista de este relato es un hecho significativo. Si alguien no tenía voz en el interior del Pueblo de Dios, eran precisamente las mujeres. Eligiendo a una mujer primero, extranjera después, y cananea por último, Mateo acaba con todos los esquemas religiosos hasta entonces vigentes.

Desde Jesús lo que determina la pertenencia al Pueblo de Dios es la fe en Jesús, la adhesión a su persona. No olvidamos nunca que, en el contexto de Mateo, esta fe significa la relativización de la Ley y de la Tradición, importantes y necesarias, pero nunca prioritarias ni con valor de absolutos.

04. Ten compasión de mí

juntosAquella mujer cananea es como los que pasan en pateras: pobre gente, sin papeles, necesitan compasión. Los amos, Europa, ni les acogemos; les pedimos mil papeles, les hacemos la vida imposible.

Tengamos compasión, misericordia. Es lo más cristiano, quizás lo único cristiano que pueda tener la Iglesia: compasión.

Jesús cura, perdona, sana, alivia, acompaña a todo el mundo sea de la nación que sea, sin hacer acepción de personas, (Rom 2,11). A Jesús le da lo mismo da que seamos leprosos, endemoniados, medio locos, paralíticos, hombres o mujeres, samaritanos y samaritanas, centurión romano, cananeos, cobradores de impuestos, o que estemos muertos moral o físicamente. Jesús cura, salva.

Parece que las naciones y las Iglesias tienen fronteras, pero la salvación de Jesús no tiene límites.

Salid a los cruces de los caminos e invitad a todos los que encontréis, buenos y malos. (Mt 22).

Como la hija de aquella mujer pagana y atea, confiemos en el Señor, sintámonos compadecidos

Y EN ESE MOMENTO QUEDAREMOS CURADOS.

Fomás Muro Ugalde

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