II. Nirvana y el Dios Otro personal (pág.61)
Si cambiamos la imagen de Dios como Otro trascendente por una de Dios como Espíritu del “inter-Ser”, se puede comprender mejor qué es lo que es Dios personal.
a) Mis conflictos: ¿Es Dios un tú? (pág. 61)
¿Podemos hablar con Dios? La oración como “hablar con Dios” Santa Teresa, San Ignacio (coloquio, como un amigo habla a otro amigo), la amistad con Dios. Knitter reconoce que cada vez le es más difícil imaginar a Dios como un “tú” y hablarle a “él”. El rostro masculino con barba blanca del Dios cristiano. La iconografía. Si Dios es tan poderoso, ¿qué queda de mi libertad? ¿No caemos en el dualismo del Dios como Otro trascendente y lejano? Dualismo cielo-tierra. Si Dios tiene un plan para mí, ¿por qué esforzarme? El problema del determinismo. El fatalismo musulmán. La dificultad para entender a un Dios fuera del espacio y tiempo. ¿interviene Dios en la historia? ¿sirve de algo la oración de petición? ¿Son posibles los milagros? ¿Existe la “voluntad de Dios”? ¿Quiere Dios que alguien muera de cáncer? El problema del mal. “Un padre poderoso y un mundo desordenado” (pág. 69)
Para Knitter, el problema es la persona no lo personal. Cree que la teología cristiana ha abusado de antropomorfismos: “Creo que mi problema es considerar que hay una persona divina delante de mí. ¿Pero qué ocurre si mi imagen de lo Divino cambia y paso a considerar que hay un Espíritu omnipresente, que no es una persona, pero sí una presencia o una energía con cualidades personales? Hay una diferencia real, aunque quizá sea sutil, entre estas dos formas de simbolizar a Dios” (pág. 72-73)
b) El viaje de ida hacia el budismo: “la compasión sin un Dios de compasión” (pág. 73)
“Lo que buscan los budistas –o en términos occidentales, lo que conforma su “preocupación última” – no es el conocimiento, la adoración o el amor de Dios. Es la iluminación. Mientras que los cristianos quieren ser salvados, los budistas quieren ser iluminados” (pág 74)
Y cuando los budistas hablan de “iluminación”, las dos palabras que le acompañan son sabiduría y compasión.
“La sabiduría o prajna es lo que uno entiende, descubre o siente cuando despierta a la realidad sentida de que todo está en movimiento constante y todo está interrelacionado. Esta es la verdad dinámica del “inter-Ser”. En la iluminación, uno la ve y la siente. Sus ojos se abren. Y como resultado, también ve y siente a los otros de forma distinta, y empieza a actuar de manera diferente hacia ellos. Esta forma distinta de actuar se describe como compasión o karuna. […] (los budistas) son arrastrados o llevados por la compasión, pero no hay Otro compasivo” (pág. 75).
c) El viaje de vuelta: “Dios como presencia personal” (pág 86)
“Al retornar a mi identidad y a mis conflictos cristianos, me encuentro a la vez atraído por y reacio a la reticencia budista a usar un lenguaje personal para designar su Preocupación Fundamental” (pág. 86)
Habla de antropomorfismos: la teología occidental proyecta sobre Dios categorías antropomórficas. “el lenguaje simbólico es a la vez valioso y peligroso” (pág. 87)
“Toda la conversación sobre Dios como un “tu” y como una “persona” es simbólica. Teólogos como Karl Rahner y Paul Tillich me han enseñado que todo nuestro lenguaje sobre lo Divino no puede ser otra cosa que simbólico o, en la terminología más técnica de Tomás de Aquino, analógico” […] Entonces, si todo nuestro lenguaje sobre Dios como persona es simbólico, tenemos que ser cuidadosos con la forma en la que lo usamos (pág. 87)
“No es una persona, sino personal”, (pág. 88) dice en un epígrafe. “El budismo me ha permitido identificar y afirmar algo que he ido sintiendo durante las últimas décadas en mis conflictos espirituales: que Dios no es un alguien todopoderoso y afectivo, ni un Ser personal divino con quien tengo esencialmente la misma clase de relación interpersonal que tengo con otras personas. […]. Para mí, Dios es y ha sido más bien, el Misterio del “inter-Ser” que me rodea y me anima. Pero es un Misterio que también está personalmente presente en mí. Cuando digo “personalmente presente”, quiero decir que he sentido que este Misterio me toca y me afecta de una forma que puedo, y debo, describir como personal.[…] Hay algo personal en ello, pero no puedo llamarlo persona” (pág. 88-89)
Lo que nos conecta es el cariño, es el amor. “El empeño budista en que la iluminación produce no solo sabiduría sino también compasión me ha llevado a identificar y a sentir el Espíritu en mi vida no solo como aquello que me fundamenta en una paz interior, sino también como aquello que me conecta en el cariño y el amor al prójimo” (pág 92)
“El filósofo judío Emmanuel Lévinas me ha ayudado a entender y a encontrar palabras para lo que intento decir y para lo que viví en El Salvador. Él nos dice que el camino más convincente, quizá el principal, en el cual podemos encontrar la realidad de lo Divino, es en el rostro del otro. […] Y aquí podemos sentir la presencia de Otro en el otro, que es nada menos que el Otro que está presente en nosotros mismos” (pág 94)
En el rostro del otro se atisba un Otro (divino). Dios, para Lévinas, no es una idea de la razón, ni un principio ni un absoluto abstracto. Es una presencia en el rostro sufriente del pobre, de la víctima, del desvalido, que me interpela y me manda “hacer cualquier cosa para que viva el otro”. No es un desvelamiento sino una revelación. Se parece a la diafanía de Teilhard.
“Imaginar y sentir a Dios no como una persona todopoderosa que me está mirando desde arriba, sino como una presencia personal que me rodea y me abraza, me ha permitido compartir el escenario de mi vida con Dios más que seguir un guión preescrito por la Divinidad” (pág 95)
III. Nirvana y el Dios otro misterioso (pág.107)
En el conflicto con Dios como Otro trascendente y como Otro personal, ¿cómo encontrar palabras para una realidad que, tanto en su propia naturaleza como en la forma en la que toca a nuestras vidas, está esencialmente más allá de las palabras?
Todas las religiones lidian con una realidad que reconocen ser indefinible, incomprensible e inefable. La teología cristiana ha sido de las más locuaces: a veces parece saberlo todo sobre Dios.
a) “Mis conflictos: palabras que encadenan al misterio” (pág 108)
La dificultad del uso del lenguaje religioso en un mundo secular. Como cantar a Dios en un país extranjero (Salmo 137, 4) Además es un lenguaje acuñado en una filosofía helenística y luego escolástica.
“He tenido problemas con las palabras que forman el tejido del credo y el dogma cristianos, tales como: “Hijo unigénito… consustancial con el Padre… viniendo a juzgar a los vivos y a los muertos… concebido sin pecado… asumido al cielo en cuerpo”. (pág 109) “¿En qué creemos si no creemos literalmente?” (pág 114)
b) El viaje de ida al budismo: “El dedo no es la luna” (pág 116)
“Para los budistas, las palabras siempre son medios para un fin, nunca el fin en sí […] despertar a la existencia de uno en el “inter-Ser” […] Para los budistas, las palabras no solo están subordinadas a un fin mayor o más profundo. También son inadecuadas respecto a ese fin […] Dicho de una forma más directa y en terminología occidental: en el budismo, el “misterio” siempre tiene prioridad sobre la palabra, tanto en la ida como en la vuelta, es decir, tanto en la preparación como en el recuerdo de lo que uno “ve” cuando sus ojos se abren a la verdad” (pág. 116-117)
“Pero el dicho que para mí (y para la mayoría de los maestros budistas que he tenido) mejor describe la forma budista de usar las palabras y el lenguaje está contenido en la sencilla frase zen: El dedo no es la Luna” (pág 120)
“¿Puede el lenguaje cristiano, incluso el lenguaje de los credos y del dogma, entenderse como un dedo que señala a la Luna? Como trataré ahora de explicar, tal pregunta está cargada de complejidad y oportunidad” (pág. 125)
c) El viaje de vuelta: palabras que se aproximan a decir algo sobre el Misterio (pág. 125)
Para Knitter, el budismo nos puede ayudar a reconocer y después restablecer el equilibrio que parece roto entre el Dios del que decimos que es un Misterio y las palabras que solemos utilizar en teología para hablar sobre ese Misterio. Santo Tomás ya apuntaba en el siglo XIII la dificultad para poder acercarse conceptualmente a Dios. Y Paul Tillich apuntaba que solo podemos hablar de Dios utilizando símbolos. (Queda todo un poco en el aire…)
Conclusión
Tal vez este texto muestre bien la conclusión de su recorrido de ida y vuelta al budismo en busca de una imagen de Dios: “Mi conversación con el budismo me ha permitido realizar tanto lo que todo teólogo debe hacer profesionalmente como lo que todo cristiano debe hacer personalmente, es decir, comprender y vivir nuestras creencias cristianas de tal manera que estas sean consecuentes y a la vez un reto para el mundo en que vivimos. El budismo me ha permitido dar razón de mi fe cristiana, de tal manera que puedo mantener mi integridad intelectual y sostener lo que de verdadero y bueno veo en mi cultura; y al mismo tiempo me ha ayudado a cumplir con mi responsabilidad profético-religiosa, y a cuestionar lo falso y perjudicial que veo en mi cultura” (pág 16-17)
En este texto del Prefacio de este ensayo provocador se encuentra el objetivo de Paul F. Knitter en su reflexión. Escrito en primera persona y con un estilo directo, el autor, nacido en 1939 y profesor de teología durante muchos años nos introduce en unos temas que pueden ser perturbadores para algunos.
No es fácil hacer una valoración del ensayo de Knitter. Se debe insistir en que se trata de un “ensayo” (aunque al final presenta veinte páginas de fuentes y bibliografía) y no de un trabajo de investigación. Recorre un amplio abanico de temas básicos de la teología pero de un modo superficial. En algunos temas habría necesitado un espacio para precisar algunas cuestiones que pueden parecer confusas (no es clara la distinción entre Dios como persona y Dios como personal, o la divinidad de Cristo, por ejemplo). Tal vez los expertos en budismo tendrían muchas precisiones que hacer a sus propuestas y los teólogos católicos encontrarían conclusiones precipitadas. El tema epistemológico de fondo (el método científico de la Teología) se resuelve con excesiva facilidad cuando es un tema muy complejo. No es sencilla la solución al problema de la formulación dogmática y la relectura a la luz de la cultura budista de los contenidos del Credo católico.
El lector encontrará interpretaciones que pueden parecer sorprendentes pero que tienen justificación desde la perspectiva de una determinada visión del budismo. El ensayo no deja indiferentes y debe incluirse en lo que actualmente se considera Teología del Pluralismo religioso que se inició con diversos autores como Jacques Dupuis en los años 90 del siglo XX. Conviene leerlo despacio y con la mente abierta. No se puede achacar al autor falta de sinceridad. Él mismo reconoce sus propias dudas. El ensayo está atravesado por muchas preguntas de fondo que en muchos casos permanecen abiertas y que el autor deja las respuestas en las manos de los lectores.
La ambigüedad pretendida del título “Sin Buda no podría ser Cristiano”, traducción literal del original en inglés, tiene más un propósito comercial que teológico. Knitter intenta mantenerse dentro del credo católico como él mismo reconoce en varias ocasiones, en el Prefacio y en la conclusión: “Sinceramente creo que soy un cristiano budista (más que un budista cristiano). Pero para saberlo, tengo que examinar con esmero lo que ello implica” (pág. 18).
Un glosario con los términos budistas utilizados en el texto ayudará al lector medio a acercarse a una filosofía que se mantiene bastante alejada de los parámetros de nuestra cultura occidental.
Leandro Sequeiros, coeditor de Tendencias21 de las Religiones y Miembro del Consejo Asesor de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión, Universidad Comillas.
Fuente Fe Adulta
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