De su blog Rumores de Ángeles:
Ha sido un ‘kairós’, un gracia especial, que recordaré siempre: haber podido visitar y acompañar, durante varios días, al obispo Don Pedro Casaldáliga, en su casita-palacio de Sao Felix do Araguaia. Ha sido una gracia tocar al santo, tratar a su comunidad, visitar sus ‘santos lugares’, conocer a su gente y cruzar su río Araguaia.
Iba con ciertos temores. ¿Cómo estará? ¿podrá hablar todavía? ¿Tendrá ganas de vernos? Y los miedos se disiparon desde el primer momento. Despide bomdad y en su silencio emite buenas vibraciones. Sigue siendo un junco, aunque ahora esté doblado. Un junco de Dios.
A Dios entregó su vida, encarnándose hasta el final en su Prelatura, con su pueblo, con su gente. Sin cambiar nunca de chaqueta. Sigue viviendo en la misma casita de tejado de uralita de siempre. Sigue teniendo de mitra, un sombreto sertanejo; de báculo, un remo y de anillo, uno de tucum (el anillo de los indios, hecho de una nuez de coco).
Es tanta la fuerza del icono y la potencia del mito que su simple presencia alimenta el alma. Y si encima, tienes la suerte, como yo he tenido, de poder recorrer una a una las cuatro estancias de su casita y ver con detalle todos sus recuerdos, sus símbolos, sus libros de cabecera, sus estolas y sus objetos más personales, el gozo es total.
Lúcido dentro de lo que el Parkinson le permite, conoce a la gente, intenta decir alguna cosa, asiente a las preguntas, sigue la misa con unción, mueve los labios para cantar y, de vez en cuando, se produce el milagro…y habla. Fue un día, después de desayunar, con varias personas en torno a su mesa: Padre Ángel, Eduardo Lallana y su mujer, Félix Valenzuela, Deolice, Ana y Alba. Y de pronto, se puso a hablar y a contestar a las preguntas que quisimos hacerle. Y el profeta habló con palabras. Porque con la vida lleva años haciéndolo.
Una gracia conocer a Casaldáliga en persona, acariciarlo, coger sus manos entre las mías, contarle la cantidad de gente que me pidió su bendición, mientras él asiente y se limpia la comisura de los labios con un paño de colores que tiene siempre encima de las rodillas. ¡Cómo disfrutamos el Padre Ángel y yo de esos momentos de silencio a su lado! Simplemente, cogiéndole las manos y estrechándoselas.
Una gracia conocer a la señora Deolice, que le hace la comida y le cuida como si fuera su madre. O a Zezé, la abogada luchadora d elos derechos humanos, ahora jubilada, que vive, en una casita de al lado, con sus gatos y sus recuerdos.
Una gracia conocer a la comunidad de agustinos que cuida a Don Pedro desde hace años: Felix Valenzuela, José de Jesús Saraiva e Ivo. Tres agustinos de una pieza, que siguen la estela marcada por el obispo-profeta y poeta. Valenzuela fue su vicario general y lleva con él más de 30 años. Y ahí siguen, al pié del cañón, luchando por el Reino y queriendo a Don Pedro. ¡Con qué mimo y ternura lo tratan!
Una gracia conocer sus proyectos. Como la Asociación de Educación y Asistencia Social Nuestra señora de la Asunción (ANSA), con más de 40 años de presencia en el Araguaia, que sigue actuando como el brazo social de la Prelatura.
Una gracia y una emoción ver en vivo y en directo el mural de Maximino Cerezo de la iglesia-catedral de Sao Felix. ¡Cuántas veces lo había visto en fotos! Pero, ahora, estar ante él, verlo de cerca, poder examinarlo al detalle es una bofetada de belleza. Una obra que ha entrado en los corazones del mundo, para concienciar a la gente. ¡Eres un gran pintor de la liberación, Mino Cerezo!
Una gracia visitar el cementerio de los abandonados, sin tumbas, sin cruces, donde se enterraban los campesinos sin tierra y los niños en cajas de zapatos. Ahí, frente al majestuoso Araguaia, es donde quiere descansar el profeta Casaldáliga. Para estar eternamente al lado de los suyos y para que, quizás, su cementerio se convierta en un lugar de paregrinaje de los que siguen luchando por el Reino.
Una gracia cruzar el Araguaia, visitar una aldea karajá o asistir, desde el paseo al lado del río al anochecer y al amanecer, mientras miles de cotorras levantan el vuelo y abandonan los enormes mangos en los que se refugian para pasar la noche. “¡Esto es el paraíso!”, susurra a mi lado el padre Saraiva que, como buen músico, sabe mucho de belleza, de arte, de poesía, de utopía y de cuidado de la casa grande de Dios.
Gracias por todo, hermanos agustinos. Alguien, en vuestra orden o en la Iglesia (de España y de Brasil) tendría que reconocer, de alguna manera, la labor extraordinaria que estáis haciendo por Don Pedro, por su obra y por su legado. Aquí va el mío, sentido y orgulloso de que siga habiendo religiosos como vosotros.
¡Cuidad mucho al poeta, al obispo, al santo, al profeta! Que, con solo su presencia, remite al Dios de la Justicia, de la ternura y del amor. Y cuidad mucho su obra, su memoria y su legado. Que nos pertenece a todos los que, de una u otra forma, le acompañamos en la caminhada.
José Manuel Vidal
General, Iglesia Católica
Kaïros, Pedro Casaldáliga, São Felix do Araguaia
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