Testigos de Fe
Y ese es uno de los rasgos del cristiano, que ha recibido la luz en el Bautismo y debe darla. Es decir, el cristiano es un testigo (Papa Francisco).
25 de junio. XII domingo del TO
Mt 10, 26-33
Al que me reconozca ante la gente, yo le reconoceré ante mi Padre del cielo
Jeremías, profeta perseguido por predicar contra los poderosos, era testigo de fe proclamando su disconformidad con ellos: “He escuchado las calumnias de la gente: -¡Terror por todas partes! ¡Denunciadlo, vamos a denunciarlo!” (Jr 20, 10-13). La Historia de los Macabeos es igualmente un relato de testimonio frente al poder tirano. Incluso las fuerzas religiosas se arrogan con frecuencia tales poderes. Pío IX lo hizo cuando escribió estas desafortunadas palabras: “Solo hay dos maneras de ser cristiano: los que tienen el derecho de mandar y los que tienen la obligación de obedecer”.
Jesús hace gala de esta legítima rebelión en Mateo 10, 26-27, exhortando a los suyos a un acto de valor: “Por tanto no les tengáis miedo (…) Lo que os digo de noche decidlo en pleno día; lo que escucháis al oído pregonadlo desde las azoteas”. Estos versículos animan a los predicadores del evangelio para que la palabra alcance a todos. Por eso es necesario que nada sea obstáculo a que lo desvelado y oculto se proclame a voz en grito. “Al que me reconozca ante la gente, yo le reconoceré ante mi Padre del cielo” (Mt 10, 32). Un reconocimiento que significa expresar o mostrar que son de Cristo por su disposición a dar su vida por él. No es una confesión verbal, sino vital.
Tertuliano, escribía en el año 197 la famosa frase de que “La sangre [de los mártires] es semilla de los cristianos”. Idea que se repite ya a mitad del siglo II, en el discurso de autor desconocido dirigido al pagano Diogneto: “¿No ves que arrojados a las fieras con el fin de que renieguen del Señor, no se dejan vencer? ¿No ves que, cuanto más se los castiga, en mayor cantidad aparecen otros?” Otro contemporáneo, Hipólito Romano escribía durante la persecución de Septimio Severo que un gran número de hombres, atraídos a la fe por medio de los mártires, se convertían a su vez en mártires. (Comentario sobre Daniel II, 38).
Esta convicción de fe de los primeros cristianos se basa en un fundamento sólido, porque Jesús, refiriéndose a su muerte redentora, dice: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24). Y como reza el prefacio de los santos mártires: “Han atestiguado con su sangre tus prodigios”. Y esto siempre en la historia de la Iglesia. Hoy y en tiempos de San Ambrosio que, refiriéndose a su época y cuando ya no había persecuciones, decía en su Comentario al Salmo XVIII: “¡Cuántos hoy son mártires en secreto y dan testimonio al Señor Jesús!”
Hoy hay mártires incruentos en todas las sociedades, que –creyentes o no– dan testimonio en sus vidas defendiendo valores perennes de la Humanidad, y que serían dignos de figurar en todos los Santorales de la misma.
El Papa Francisco manifestó en una homilía en Santa Marta esta necesidad de dar constantemente testimonio. Dijo: “Y ese es uno de los rasgos del cristiano, que ha recibido la luz en el Bautismo y debe darla. Es decir, el cristiano es un testigo”.
Rabindranath Tagore hace destacar poéticamente en su poemario Gitanjali, la idea de que la luz de su música –la de Jesús y la nuestra– sean testimoniales. Música y luz –sonido y fuerza–, con las que proporcionemos generosamente felicidad y alegría al mundo entero.
¿CÓMO CANTAS, SEÑOR?
¿Cómo cantas Tú, Señor? ¡Siempre te escucho mudo de asombro!
La luz de tu música ilumina el mundo, su aliento va de cielo a cielo, su raudal santo vence todos los pedregales y sigue, en un torbellino, adelante.
Mi corazón anhela ser uno con tu canto, pero en vano busca su voz.
Quiero hablar, pero mi palabra no se abre en melodía; y grito vencido.
¡Ay, cómo envuelves mi corazón en el enredo infinito de tu música, Señor!
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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