Rusia recomienda a sus ciudadanos no ejercer la homofobia cuando viajan a Austria, Dinamarca, España o Canadá
Que el Ministerio ruso de Asuntos Exteriores se vea obligado a recordar a sus ciudadanos que insultar o agredir a ciudadanos por su orientación sexual no resulta apropiado en varios países del mundo dice mucho del nivel que la LGTBfobia ha alcanzado en Rusia. Algunos medios han elegido el enfoque paródico para comentar la noticia, pero desde luego a nosotros la noticia nos hace poca gracia cuando recordamos la situación a la que las personas LGTB rusas deben enfrentarse a diario.
Es una practica habitual que los gobiernos adviertan a sus ciudadanos que viajan al exterior que conviene tener en cuenta la realidad social de los países que visitan, y que determinados hábitos o conductas que en sus países son normales en otros son vistos con extrañeza o incluso con rechazo y pueden entrañar riesgos. El propio Ministerio de Asuntos Exteriores español, en sus consejos a las personas que vayan visitar Rusia, explica por ejemplo que en este país “la homosexualidad está reprobada socialmente. Se han producido algunos incidentes contra miembros del colectivo LGBT en las inmediaciones de locales de ocio nocturno. Además, en junio de 2013 entró en vigor una ley federal de ‘prohibición de la propaganda de las relaciones sexuales no tradicionales’. Se tipifica de forma vaga, las figuras de ‘difusión de información de imágenes o textos con contenido sexual no tradicional’ y la ‘propaganda de valores’ del mismo carácter. La ley establece distintas multas, según el infractor, por manifestaciones o actitudes públicas o por difusión de material en prensa o en Internet. Las expresiones públicas de orientaciones sexuales denominadas ‘no tradicionales’ están sujetas a sanción económica y pueden acarrear, dependiendo de los casos, la detención y deportación”.
Lo que nos llama la atención, y nos resulta desde luego muy sintomático, es que en el caso de Rusia esta recomendación se haga “a la inversa”, es decir, que se recomiende a los propios ciudadanos que puedan sentirse ofendidos ante la visibilidad de personas LGTB comportandose con normalidad que no las insulten o las agredan. En concreto, se hacen advertencias explícitas de este tipo en los casos de Austria, Dinamarca, España y Canadá (Al menos esos son los casos que hemos detectado usando las herramientas de traducción de Google del ruso).
En el caso español, en concreto, se advierte que “la expresión pública de actitudes negativas hacia las personas con diferente orientación sexual no cuenta con la comprensión de los demás”, por lo que uno se debe abstener de ellas. Y en el canadiense se explica que “además de la censura pública, en las grandes áreas metropolitanas con una presencia significativa de miembros de minorías sexuales (particularmente Vancouver, Toronto y Montreal)” existe el riesgo de que el peso de la leyes contra los delitos de odio recaiga sobre uno.
Rusia, epicentro de la homofobia
A veces los pequeños detalles dicen mucho. Ojalá llegue el día en que las autoridades rusas no se limiten a desaconsejar las prácticas homófobas de sus ciudadanos fuera de sus fronteras, sino que las persigan también en su propio país. Algo que hoy parece sin embargo muy lejano, tanto en lo jurídico como en lo social. A lo largo de los últimos años no hemos dejado de trasladar a nuestros lectores informaciones sobre la práctica impunidad de los grupos criminales homófobos, dedicados a la extorsión, acoso y tortura de personas LGTB, y que son muy tímidamente perseguidos por las autoridades.
De hecho, las autoridades alientan aún más la homofobia con leyes como la aprobada en 2013, que prohíbe informar positivamente de la homosexualidad a menores, a la vez que permite que quienes simplemente enarbolan una bandera arcoíris o reivindican la celebración del Orgullo sean detenidos, sancionados con multas considerables o incluso encarcelados. Una ley, recordamos, cuya defensa dio lugar a la articulación de una especie de “internacional homófoba” cuyas consecuencias seguimos sufriendo en el resto del mundo (organizaciones como HazteOír, por ejemplo, se contaron entre sus valedoras). Por no hablar de la inhibición de las autoridades rusas ante la persecución homófoba en Chechenia, al fin y al cabo una república de la Federación Rusa gobernada en estos momentos por los aliados de Vladimir Putin.
Y aun así sigue habiendo valientes que se atreven a dar la cara, como el joven Ivan Kravistin, del que hablábamos en 2016, que se niega a volver al armario y hacer más discreta su apariencia pese a haber sufrido una grave agresión por parte de un hombre al que no gustó su aspecto de “maricón”. Kravistin sí que denunció, y aunque el agresor fue acusado de “gamberrismo” no hubo la más mínima intención de considerar el ataque un crimen de odio.
Comentarios recientes