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James Alison reclama a la Iglesia “hablar bien de la homosexualidad en primera persona”

Sábado, 20 de mayo de 2017

james-alisonJames Alison: “La proporción del clero gay es mucho mayor que la normal en la sociedad civil”

“Si sales del ‘armario eclesiástico’, no hay protección, dado que pasas a ser un traidor”

(Jesús Bastante).- ¿Pecado o bendición? La homosexualidad sigue siendo tabú en el interior de la Iglesia. El sacerdote y teólogo gay James Alison reclama la necesidad de abordar el “gran reto” de la Iglesia de hoy: hablar de la homosexualidad “en primera persona”.

Vamos a comenzar hablando de algo que en las últimas semanas ha estado en el meollo mediático. Has escrito en News Week “Las reflexiones de un sacerdote gay”. Hablar de la homosexualidad en la Iglesia es muy complicado. Y hablar desde dentro, imagino que más.

Sí, pero yo creo que el gran reto es aprender a hablar bien de esas materias en primera persona, porque hablar de “ellos” constantemente, cuando más bien debería ser “nosotros”, es medio ridículo.

En esos temas tabú uno siempre se pregunta, no solo por el tema de la sexualidad, sino por las situaciones que para la Iglesia oficial siempre han sido problemáticos y difíciles de abordar, o directamente sujetos de condenación o de apartamiento.

¿Cómo vive esto alguien que es sacerdote gay y que quiere mantenerse fiel a su conciencia y a su fe en el Evangelio, en una institución que, “per se”, rechaza ese tipo de situaciones?

Hace cierto tiempo llegué a ser una especie de no persona, y más que una condenación es silencio; no te contestan las cartas, no te reciben. Eso es lo normal. Uno deja de existir para el sistema. Y esto, en algunas personas es suficiente para que se vayan a hacer otra cosa. Lo difícil es aceptar el estado de “no persona” como base a partir de la cual llegar a hacer algo.

En mi caso, mi situación canónica es irregular. Y estoy esperando a que lo regularicen, pero esto significaría que alguien, de muy arriba, lo examinara muy bien.

Bueno, estamos en un pontificado de sorpresas y muchas de ellas agradables. Tengo la sensación de que en estos últimos cuatro años se puede hablar de cualquier cosa dentro de la Iglesia. Luego, evidentemente hay posturas, pero hay una ristra de temas tabúes en discusión. Algunos no lo aceptan, pero la sensación de que se pueden plantear opciones. ¿La estás sintiendo tú también?

Absolutamente, y en muchas materias. Además, mucho más rápidamente de lo que se pensaba. Tengo que decir que esto comenzó a ser verdad bajo Ratzinger. Él era más suave en dejar que las cosas fueran tratables que su predecesor.

Pero sí, se ha acelerado muchísimo con Francisco. Y ya se ve que muchos temas están siendo debatidos entre altos clérigos de una manera que antes era impensable, porque todos tenían una misma voz a pesar de no creer mucho en lo que estaban diciendo. Y esto me parece muy sano. Tenemos a Kasper diciendo esto, a Müller diciendo lo otro… Me parece bien.

El sano diálogo en una sociedad en la nos estamos acostumbrando a posturas enfrentadas y los matices parecen estar desapareciendo. Es sanísimo que en una institución tan anquilosada en el tiempo, como algunos piensan que es la Iglesia católica, esto se pueda dar.

Sí y de hecho, se está dando en todos los niveles.

¿Qué es lo que más te duele de la postura de la Iglesia ante la homosexualidad? O ante los homosexuales, que no es exactamente lo mismo.

La postura oficial se basa en una premisa que es un deducción “apriorística”, un método de pensar muy antiguo. Este pensamiento significa que existe una cosa esencial, que es el acto sexual. Este acto, sería una cosa ya hecha que tiene su propio orden interno y está movido siempre por las mismas fuerzas, que serían la necesidad de llegar a la reproducción y la necesidad de llegar a producir unidad entre los cónyuges.

Básicamente, las relaciones sexuales orientadas hacia la procreación.

A partir de esta base, que como digo es “apriorística”, se deduce que lo que para nosotros sería una orientación sexual hacia personas del mismo sexo, no es esto, sino una forma muy grave de concupiscencia. Un desorden con respecto a su objeto, por eso es un desorden objetivo.

Pero eso es una cosificación de la persona homosexual. Es plantear que su tendencia está únicamente ligada a la comisión de unos actos pecaminosos, dado que no están orientados a la vida reproductiva.

Es el resultado del pensamiento “apriorístico”. La Iglesia, ha estado más bien dispuesta a moverse en otras áreas donde antes se regía por pensamientos “apriorísticos”. Pero en esta área todavía tienen mucho miedo a soltar. Toda su mal llamada enseñanza, que no es enseñanza sino protección contra la posibilidad de enseñar en materia de sexo, está regida por esas deducciones “a priori”.

Entonces, es un problema más bien con el sexo en general.

Sí, pero las consecuencias son psicológicamente muy fuertes para la gente con una orientación homosexual. Nosotros tenemos que aprender, desde muy jóvenes, que lo que estamos sintiendo es parte de lo que somos o sería un desorden terrible, algún tipo de monstruosidad que llevamos dentro donde de ninguna manera tenemos que dejar que influya en nuestro yo. Solamente puede ser considerado como fuente gravísima de tentaciones. Entonces, mi yo tiene que separarse completamente.

Y sublimarse.

Bueno, eso es un lenguaje florido, pero de alguna manera es deshacerme de ello, sacrificarme de alguna forma. Las consecuencias psicológicas de estas dos posturas son radicalmente diferentes en la vida de cada uno.

La primera posición, a estas alturas del juego, es la sana y la que lleva a las personas a crecer en responsabilidad y capacidad de aprender lo que es el amor, lo que no es y cómo relacionarse con los demás. Mientras que la otra priva a la persona de la capacidad de relación y de aprender lo que es el amor, además de hacerle portador de valores abstractos pero sin la capacidad de relacionarse personalmente. O sea, es perfecto para vivir una caricatura clerical. Esto no solo se da en el mundo clerical, se da en otros ambientes, también.

El problema es que una de estas dos posturas es dañina y no es parte de la voluntad de Dios. Ahora cualquier joven que se va a desarrollar como gay crece con tensión, gracias a Dios, cada vez con menos problemas porque están diciendo: si soy así, tengo que serlo de la mejor manera posible. Y también sus parientes y amigos están diciendo lo mismo.

Al final, la base del amor, y no solo en el colectivo LGTB, en cualquier otro ámbito, significa amar las cosas con las que tú puedes no estar de acuerdo, y no solo creerlo sino aprender a aceptar, que es el primer paso para empezar a entender.

Exactamente. Pero en esta área es como si tuviéramos dos mundos funcionando. Una astronomía ptolemaica que ha llegado a deducir que cierta cosa es así, y una astronomía copernicana que ya ha visto que las cosas funcionan de otra manera.

Pero la persona que vive este asunto, particularmente, vive como atrapada en el engranaje de las dos cosas al mismo tiempo. Creo que por eso es que produce esta alergia. Es un asunto que no debía ser tan importante, pero las consecuencias de salir del mundo ptolemaico en esta área, para el mundo clerical es muy fuerte.

¿La Iglesia ha perdido el tren del mundo homosexual? ¿Va a ser imposible que haya una vuelta de muchas personas que se han educado como creyentes, pero que han visto cerradas todas las puertas de cualquier tipo de misericordia?

Porque los gays, y las lesbianas ni te cuento, eran, aparte de pecadoras, blasfemas, sin moral y perdidas de todo punto y condición. A las que casi no alcanzaba esa misericordia de Dios.

Recordemos que no se hablaba mucho de esta realidad hasta hace poco. Creo que una de las grandes cosas que hemos ido viendo en el mundo moderno, es la bifurcación entre los que se han manifestado, han hecho visible cómo son y se han enfrentado a lo que antes era más bien un desprecio silencioso. Y los otros, que han entrado dentro del sistema de mantenerlo silenciado. O sea, en el armario.

La espiral del silencio y el otro armario, el eclesiástico.

Las dos cosas se han abierto y creo que, por cerrar, se han hecho peor en los últimos treinta o cuarenta años, curiosamente. Precisamente, por el intento de llegar a la realidad se han abierto cada vez más las dos opciones, y con ello se ha hecho más terrible. Para unos es conveniente esconderse y pintar a los otros como depravados, por un lado, y para los otros es conveniente pintar a aquellos como baluartes de oscurantismo.

La verdad es, que en los dos bandos somos muchos los maricones (risas). Y la cuestión es de qué manera comenzar a vivir esto honestamente.

Respecto a los jóvenes, una de las maravillas de los últimos quince o veinte años, ha sido estar en diferentes lugares del mundo y ver que jóvenes nacidos durante el papado de Juan Pablo II y que nunca conocieron cómo era el mundo anterior, están llegando a ser bastante tranquilos en esta materia. Se aceptan y tienen ganas de participar en la Iglesia, por supuesto. Casi no entienden el por qué de que este asunto sea tan problemático para sus mayores, gracias a Dios. Lo cual, ha sido muy reconfortante ver la adultez, la tranquilidad de muchos que sí han conseguido mantener la fe y forman parte de grupos que no esperan gran cosa de la oficialía, pero están dispuestos a seguir trabajando, y están muy animados por la promesa de Francisco.

Tenemos un Papa que ha dicho públicamente “quién soy yo para juzgar”, y está también el primado de la conciencia en estos asuntos.

Mirando para Francisco, ¿sientes que esto se puede normalizar con bastante más tranquilidad de lo que parecía en tiempos de Juan Pablo II, en los que parecía imposible?

Sí, creo que la temperatura está bajando en lo público. Imagino que muchos de los que están en contra de Francisco temen el colapso del mundo que significaría el fin del armario eclesiástico. Y por eso son muy resistentes en cosas que probablemente no tendrían tanta importancia.

¿Hay mucho armario?

Sí. El mundo eclesiástico es muy extraño en ese sentido. Yo nunca era minoría, cuando estaba en el seminario, como persona homosexual. Y la proporción del clero que es gay es mucho mayor que el 2 a 4%, que es lo normal en la sociedad civil.

¿Por qué sucede esto?

En parte uno tendría que pensar que algo tiene que ver con la llamada de Dios, que quiere cierto tipo de talentos para utilizar. También la búsqueda, por una bondad de la que uno se siente incapaz. También, que al aceptar la promesa eclesiástica, en cierto sentido, significa que con tal de que no digas qué eres y de que aceptes el magisterio como si fuese una figura paterna en tu vida, y te comportes así, nadie va a mirar qué haces.

Lo que pasa es, que eso de guardar las apariencias, no deja de ser seguir viviendo en ese armario.

Claro. Y además, es motivo de enorme tensión para muchas personas. He conocido a muchos que viven esto con un gran sufrimiento, porque quieren ser honestos y descubrieron lo que eran y la mendacidad del sistema cuando era demasiado tarde. Pasando una cierta edad, ya saben que nunca van a conseguir empleo.

Parece una tontería, pero es muy importante lo personal para mucha gente.

Claro. Si uno se da cuenta a los veinte o treinta años, es una cosa. Pero si se da cuenta a los cuarenta o cincuenta, pues es muy difícil. Hay mucho sufrimiento, y es por esto de la vivencia, de la imperativa de la honestidad que es cada vez más fuerte. Las personas quieren ser honestas y transparentes y no les ayuda en nada el sistema de pertenencia a su profesión.

¿Cuál podría ser una solución para que el mundo LGTB pudiera vivir, como cualquier otro colectivo dentro de la Iglesia, sin que la Iglesia pudiera sentir que estaba traicionando unos “supuestos” principios?

Creo ya tenemos cierto camino recorrido, porque leyendo Amoris laetitia, lo que el Papa dice respecto a la manera de construir la conciencia y cómo esto tiene prioridad sobre toda regla, es evidente que es la enseñanza cristiana.

Toda la gente que se queja no ha entendido algo absolutamente fundamental, que es cómo llega a ser, cualquiera de nosotros, hijo e hija de Dios. Y esto es, siempre, “por persona”, y no “por categoría”. Pienso que nos está exigiendo que nos hagamos hijos de Dios, y en cierto sentido se verá lo queda en pie. Las reglas.

Curiosamente, creo que el asunto de los gays es mucho más fácil que el de los divorciados vueltos a casar, porque ahí hay elementos mucho más complicados de teología y de razonamientos. Que la llegada a la conciencia de un hijo de Dios gay, es mucho menos complicada que la llegada a la conciencia, entre dos personas, de qué ha sido su pasado matrimonial. Es un camino.

Ahora, este tipo de señal se ve más bien al lado y no enfrente. Francisco ha dicho que no hay que esperar respuestas del magisterio sobre todas las cosas. Ha dicho muy claramente que en estas cuestiones morales no hay depender de argumentos “apriorísticos”. Curiosamente, ya está desatornillando la cosa. Todos esperamos el día en el que esto se vea más palpablemente, en el sentido de poder reconocer que hay opiniones diferentes.

Hay gente que por buena conciencia y por vocación, defienden la posición, digamos, que acabo de describir. Y otras que no. Pero no es un asunto de primera importancia en la vida de la gente.

También tiene un poco que ver con la propia institución en el sentido de que tanto diálogo, tanto debate, tantos temas abiertos y discutibles, atentan contra la esencia misma de una institución que es absolutamente piramidal y que se basa en el cumplimiento de unas normas. Una institución que se ha basado, durante dos mil años, en una determinada serie de cosas, en vez de basarse más en el Evangelio de Jesús.

Pero todo esto con muchos matices porque si no hubiese existido la Iglesia, probablemente, tampoco lo hubiera hecho nuestra civilización.

Sí, en este punto, este es un asunto que afecta directamente a las formas que han predicado, como el asunto del clero casado o no, o la cuestión del clero femenino, si en forma de diaconado o en forma de sacerdote. Todo esto toca directamente al sistema de formación clerical.

Sería inimaginable el grado actual de clericalismo, habiendo honestidad con respecto a estos temas. Esto es una cosa sabida. Estas cuestiones tienen que ser resueltas todas juntas, al mismo tiempo.

Hablabas antes de dos modelos, uno que defendería una apertura y que denunciara la cerrazón dentro de la Iglesia-institución, y otro dentro de la Iglesia-institución, que prefiere permanecer oculto e incluso con una postura de ataque a los querrían airearlo. Decías que había gays en todas partes.

Por ejemplo, me ha tocado hablar con obispos, personas que querían ser honestas en la medida de lo posible, que me han dicho: “Pero James, ¿por qué se tiene que decir? Cuando yo era joven, eso de andar enamorado con un compañero de seminario, o lo que fuera, era una realidad que se podía hacer con tal de que no dijeras nada. No había problema. ¿Por qué no podemos mantener aquel mundo donde había mucha misericordia interna y absoluta cerrazón hacia afuera?”

Y le dije: “Todo esto es el mundo desde antes de Stonewall, cuando probablemente, el sistema clerical de la Iglesia era uno de los lugares más seguros en un mundo bastante violento para ser gay. A partir del momento en que el genio sale de la lámpara, ya no se puede volver a meter”.

Una vez que ha llegado a ser decible esta realidad, intentar obligar a lo que antes era una forma de hipocresía, hace que la forma blanda se vuelva una forma muy severa. Y la gente ha comenzado a notarla.

Creo que esto es lo que ha pillado por sorpresa a la Iglesia; el movimiento de la sociedad hacia la posibilidad de hablar. Ha pillado a gente que quisiera ser muy misericordiosa pero sigue presa dentro de cierto modelo que, probablemente, era lo más tranquilo que se podía vivir en las sociedades homosociales, como en el mundo islámico por ejemplo, donde hay mucha gente en esta situación.

Era un modelo muy válido para los sacerdotes, pero no para los homosexuales de a pie que querían seguir siendo creyentes. Que querían comulgar y participar en plenitud de derecho.

Todo este mundo de cuando nadie podía hablar de todas estas cosas en público, donde había maneras de mantener, como en el mundo de hoy en un país islámico como Irán, o el que sea, donde ves que esta es una realidad muy viva.

Hoy, puedes llegar a entender que eso suceda en países como al que te refieres porque te estás jugando más cosas que tu honor personal, pero no en una sociedad como la nuestra, en la que, afortunadamente, estas cosas no te cuestan la vida. Te puede costar cosas como el trabajo, pero no hay comparación.

Estoy totalmente de acuerdo contigo, pero el mundo que yo te describo ha llegado a ser farisaico justamente en la medida que ha permitido misericordia dentro y cerrazón hacia afuera. Y esto, para mí ha sido motivo de gran tristeza, como por ejemplo, ver el caso de nuestra querida república hermana de al lado, en Francia, la absoluta invisibilidad de clero gay que podía hablar en primera persona de todo el proceso de la Manif pour Tous, que era mucho más violento, si quiere, que las cosas provocadas por Rouco en la época del matrimonio igualitario aquí.

Me asombraba porque conozco bastante clero francés que vive esta realidad bien entre sí, pero es como tú dices, viven en sí pero no hay manera de comunicar la posibilidad de vivirlo bien.

Y al final, seguimos en el armario.

El armario eclesiástico, donde hay muchos que viven en él y piensan que no están en el armario porque las reglas de comportamiento son protegidas por el sistema.

Pero en el momento que uno pone en primera persona eso y además, indica que es vivible hacia afuera, ahí no hay protección, dado que pasas a ser un traidor. Y es una forma de fariseísmo que ha de acabar, porque es evidente que no tiene nada que ver con el Evangelio, sino más bien su contrario.

La última salida del armario más conocida ha sido la del polaco Krzysztof Charamsa, uno de los secretarios de Doctrina de la Fe. No quiero compararla, pero su salida ha sido más gruesa que la tuya, porque ha sido una denuncia. No sé qué opinas tú.

Ha sido muy mediática, su manera de hacer las cosas. Y lo que espero de él es que saque en breve un relato más sociológico del funcionamiento interno. De los mecanismos que él ha vivido. Porque esto es lo interesante. Nuestra vivencia personal y emocional personal es muy digna de respeto y muy válida, pero lo importante es cómo funciona el sistema.

Aquí, no se trata de personas malas o de una manzana podrida, es el sistema el que produce y consigue que tantas cosas funcionen de esta manera. Entonces, cada cosa que nos permita entender esto con inteligencia y desacralizarlo, es esencial.

El gran miedo frente a este tipo de armario, de sistema, es que se hace sagrado invisiblemente, y el cristianismo tiende a desacralizar este tipo de cosas cuanto más se perciben. Por eso funciona así. Entonces, se quita un peso sagrado de encima y se ve que son decisiones tomadas por personas. O sea, entendiéndolo mejor, todos salimos ganando. Más cuerdos. Ese es el tipo de cosa que espero que Krzysztof produzca.

Respecto a las diferencias de asumirse, yo tenía asumido antes de entrar en el sacerdocio. Eso es lo extraño. Yo ingresé en la formación religiosa a los comienzos del pontificado de Juan Pablo II, y lo curioso es que solo ahora, estamos de regreso a aquel punto. Han sido treinta y cinco años de marcha atrás en muchos sentidos. En aquel periodo había más optimismo con respecto a cómo se iba a desarrollar esto.

Alguien que ha vivido toda su vida, como es el caso de Krzysztof, bajo esta situación, y más viniendo de Polonia donde estas situaciones son súper complicadas y donde la presión del clero ultra es fortísima, cómo no va a tener algún tipo de necesidad emocional de sacar todo eso de una manera intensa. “Chapeau” por mi parte, como dicen los franceses.

Ya que estás por aquí, por Madrid, aunque solo sea para lavar la ropa entre viaje y viaje, a ver si pronto podemos tener otra entrevista, en la que podamos hablar de otros temas que yo sé que te interesan y que pueden ser relevantes también para todos los que nos ven y nos escuchan.

Muchísimas gracias.

Un placer, James, y esta es tu casa, ya lo sabes.

Que nos veamos en breve.

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