¿Vocación? ¡Discípula!
Bilbao.
ECLESALIA, 01/05/17.- Aunque sigas mirando al sepulcro que te tiene atrapada, yo te llamo. Te elijo de nuevo y te empodero para que prediques la Buena Nueva.
Tendrás muchas, muchísimas dificultades, hoy y dentro de veinte siglos, pero tú no te calles, sigue anunciando el Evangelio. Confío en ti como el primer día.
Y hoy, el primer día de la semana, de la nueva creación, te llamo por tu nombre, en el jardín, como cuando todo empezó, y sólo tú estabas ahí, sola, llorando, desfondada.
Así llamé a Abrán y Sara para que salieran del sistema patriarcal que les atrapaba. También a Moisés y Miriam, les pedí que salieran de su vida organizada y tranquila para que utilizaran sus dones y talentos recibidos para liderar a la comunidad en un largo y penoso proceso de maduración. Tuvieron, como vosotras, que encarar sus múltiples sombras, disfrazadas de “necesidades de ser necesitados”… para ser capaces de seguir la Promesa, la Luz.
La llamada personal a profetisas y profetas para que desbancaran el “ego” de personajes que se creían defender los derechos del pueblo utilizando la excusa de la guerra, la opresión, la religión para hacerse más fuertes, como hoy. Tarea de profetas, sólo posible, desde una experiencia de amistad y relación amorosa con el Dios que llama y envía.
En todas y todos ellos ibas viniendo tú, la discípula amada, la de las manos de partera y de panadera, capaz de ayudar a nacer y de alimentar esas comunidades incipientes que también hoy se forman cuando sobre todo discípulas, en mi nombre, libres de instituciones, dineros, papeleos… acercan mi presencia a sus vidas, con el don de la predicación que les he regalado.
Porque fuiste tú, discípula amada, la que fuiste convocada en el sepulcro, para que presenciaras la Vida y se la comunicaras a los hermanos escondidos y atrapados en sus cuevas ensombrecidas de traición, negación, abandono y miedo, mucho miedo a perder poder, protagonismo, bienes…
Ibas viniendo tú en la discípula elegida para anunciar la Resurrección. Y a pesar de que la historia se ha esforzado en mantenerte entre partos y panaderías, yo, el Resucitado, te sigo llamando por tu nombre.
A través de la Ruah, te levanto de tu tumba y tristeza y te encomiendo, de nuevo, la tarea de decirles que estoy Vivo y que mi proyecto es de Vida y de Comunidad de Iguales en toda la Creación, respetando la tierra y respetando a los más desfavorecidos, pero sobre todo respetando mi llamada a que fueran las mujeres las primeras enviadas a anunciar la Vida, y desde ellas los demás, no al revés (hoy da miedo decirlo, y resulta que es Evangelio puro, que a fuerza de torcerlo nos parece casi pecado).
Tendrás que enfrentar tu propio ego que querrá defenderse cuando los egos de los que se sienten especiales sientan amenazado su poderío. Pero tú no desfallezcas. La Ruah del Resucitado te levantará llamándote por tu nombre, día tras día.
El nombre que quisieran borrar de las páginas sagradas. Pero está ahí, recién pronunciado de nuevo en el corazón de personas que están atentas. Y es ese susurro en el hondón del alma lo que les pone en camino.
Esa llamada se hace efectiva cuando al transmitirla levanta a otras personas de sus tumbas y también se ponen en camino (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Es el camino de la comunidad de iguales. Quienes lo intentamos sabemos que si dejamos que sea su voz quien nos dirige, convoca, empodera, tenemos la Vida y en ella la respuesta al mal de la humanidad.
¿Cómo me atrevo? Porque cuando te llaman por tu nombre te cambian el corazón egoísta en corazón y pies y labios de discípula.
Feliz Tiempo Pascual.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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