Rebelde con causa.
David y Goliat, por Jules-Elie Delaunay
Pensar contra la corriente del tiempo es heroico; decirlo, una locura (Ionescu)
7 de mayo. IV domingo de Pascua
Jn 10, 1-10
Yo soy la puerta: quien entra por mí se salvará; podrá entrar y salir y encontrar pastos
La Biblia -y en particular el NT- invitan constantemente a los hijos de Dios a la dignidad y libertad de conciencia. Las palabras de Jesús en Juan son pasaporte legal para entrar y salir de su redil sin cortapisas; para buscar los pastos que más apetecen y convienen. En Hechos 2, 37 se dice: “Lo que oyeron les llegó al corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles ¿qué debemos hacer hermanos?” Pero la idea de Jesús parece ser más bien ésta: es cada uno de nosotros quien debe dar respuesta a cuanto el Evangelio nos pregunta y nos conmueve. Pablo nos dice (Rom 2, 21) que la humanidad tiene que emanciparse de la esclavitud de la corrupción “para obtener la libertad gloriosa de los hijos de Dios”. Pero sobre todo para, como dice el último versículo del evangelio de hoy, para que sus ovejas “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).
Al contrario del Rebelde sin causa, del director estadounidense Nicholas Ray 1955, Jesús sí tuvo motivos para rebelarse y está más próximo a los protagonistas de otra película de rebeldes –The Outsiders, dirigida por Francis Ford Coppola 1983- en la que los protagonistas buscan un espacio en una sociedad en la que no se ven reflejados, e incluso luchan por transformarla. Lucha sin estridencias, sin ruidos de sables, como lo describe Mozart en duelo en que muere el Condestable; sin gigantes que derrotar, pues con frecuencia son tan sólo molinos de viento, señor Don Quijote de la Mancha. Y esto hay que distinguirlo claramente.
Como hay que distinguir también la rebeldía frente a la sociedad y la frente a sí mismo. Con frecuencia nos gustan más los combates contra molinos externos que contra los internos: son más vistosos y halagan más el ego. Lo habitual es pensar que quienes tienen que cambiar son los otros. Y esto tiene que ver con el término griego metanoia, que significa “cambio de mente”. Su sentido pleno va más lejos, implica tomar una decisión de girar, afrontar una nueva dirección, dar vuelta hacia la luz. Cosa que nos cuesta aceptar y afrontar. Un gesto escénico, el de mirar dentro de nuestro teatro interior, que no nos gusta porque al hacerlo se suele apoderar de nosotros un cierto miedo escénico.
“La rebeldía a los ojos de todo aquel que haya leído algo de historia, es la virtud original del hombre”, escribió Oscar Wilde. Jesús la poseía en grado óptimo porque la había leído casi toda. Particularmente la del AT. Por eso puso tanto empeño en practicarla en el Nuevo. Con cierta santa ira a veces (Mc 11, 15); en ocasiones con inusitada templanza (Lc 2, 49); en otros momentos, enormemente sabio (Mt 5, 7).
Revolucionario es el que lucha o se esfuerza por cambiar esquemas y estructuras que no cumplen con sus funciones correctas. Y en este sentido podemos afirmar que Jesús fue un líder revolucionario, aunque pacífico. Ofrecía un mundo mejor y una nueva forma de practicar la vida moral-religiosa y de amar al prójimo. Se enfrentó a los jerarcas religiosos de su tiempo y les criticó llamándoles hipócritas, raza de víboras y sepulcros blanqueados (Mt 23, 13-33).
Sin duda alguna, su doctrina preocupaba muy seriamente a las máximas autoridades judías. Fue particularmente un predicador de paz, amor, y solidaridad humana. Sus enseñanzas revolucionaron y cambiaron moral, espiritual y humanamente una gran parte del mundo. Por eso le prendieron y mataron, como ha ocurrido con tantos otros en la historia.
Khalil Gibran dijo que “Jesús no vivió como un cobarde ni murió quejándose de su suerte, pero vivió como un revolucionario y fue crucificado como un rebelde. Vino a soplar en nosotros un alma nueva y fuerte, que hace de cada corazón un templo, de cada alma un altar y de cada ser humano un sacerdote”.
Musicalmente, Jackson Browne (Heidelberg 1948) le cantó en su famoso villancico The Rebeld Jesus, y dice en la letra: “Le llamaremos Príncipe de la Paz. / Rezamos cuando truenan fariseos / ebrios de poder, de opulencia y de soberbia. / Habéis hecho del templo de piedad y fe / una cueva de ladrones”.
El dramaturgo Eugène Ionesco ha dicho que “Pensar contra la corriente del tiempo es heroico; decirlo, una locura”. Jesús lo pensó, y tuvo el sensato delirio de decirlo.
DAVID Y GOLIAT
(Siempre es Historia)
El circo de mi vida, cerrado estuvo un tiempo.
Eran los años del panem et circenses,
más tarde trasladado al Vaticanus Mons
y de él al mundo entero.
Siguió el Circo cerrado. Y dentro,
-degollando el cristiano que yo era-
Goliat con dogmática espada y legal solideo.
–“La sombra del ciprés es alargada”,me dije con Delibes.
Armado de valor, eché mano a la honda.
Del morral de mi mente
saqué con rabia el guijarro certero
que le impactó en la frente.
Mi Colosseum Flavian quedó abierto
y en Roma… un filisteo gigante
vive muerto.
(EN HIERRO Y EN PALABRAS. Ediciones Feadulta)
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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