1.5.17. San Jesús Obrero. Trabajador de pico y pala, con riesgo de paro
Jesús no fue dueño de tierras, un hombre que se valora y eleva por su trabajo digno,en tierra propia, quizá con siervos y empleados a su servicio.
Tampoco fue dueño de un taller de construcción, un autónomo con medios propios para producir unos bienes importantes de consumo, en el campo de la construcción (albañil, herrero, carpintero…), quizá también con ayudantes y siervos.
Jesús fue un trabajador eventual, al servicio ajeno, obrero de pico y pala preparando tierras para la construcción… al servicio de los dueños, que eran entonces los gobernadores, sacerdotes y nuevos enriquecidos, en una agricultura que se ponía al servicio del gran comercio.
En un sentido muy profundo, Jesús fue un líder obrero, al servicio de la nueva conciencia de la “clase” de los dominados y prescindibles, a quienes él ofreció dignidad, como hijos de Dios, como personas… Su mensaje y proyecto se sitúa en el contexto de los obreros eventuales… que dependen del mercado del trabajo, en un mundo dominando por los nuevos reyes/cortesanos, dueños de grandes terrenos y comerciantes, a principios del siglo I de nuestra era, en Palestina.
La fiesta del trabajo de Jesús (Uno de Mayo) ha de situarse en este contexto de las clases” sociales más significativas de su entorno . Él no aprendió su doctrina estudiando la Escritura o en un entorno elitista (como el de F. Josefo, escritor, político y sacerdote de su tiempo), sino en el taller del trabajo eventual y de las contradicciones laborales y sociales de su tiempo.
Así lo indica Mc 6, 3 al decir que es tekton (artesano) y lo ratifica Mc 13, 55 al añadir que es “hijo de artesano”. En ese trasfondo se debe situar su conocimiento, tal como ha destacado Mc 6, 3: «¿Qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿No es éste el carpintero?». He desarrollado extensamente el tema en Historia de Jesús (VD, Estella 2015)
Jesús el obrero. Trabajador al servicio ajeno.
Marcos le define directamente como “el tekton” (Mc 6, 3). No es simplemente un “tekton” (un carpintero/obrero como otros), sino “ho tekton”, es decir, como el artesano: Un obrero a merced de los demás, alguien a quien otros pueden llamar y mandar, para encargarle unas tareas, de las que él ha de vivir. Mateo parece suavizar esa afirmación y presenta a Jesús como “el hijo del tekton” (Mt 13, 5).
Ese cambio puede responder a un intento de “atenuar” la dureza de su estado laboral, pero en realidad no la atenúa, sino que la refuerza y endurece. Jesús no es simplemente un “nuevo tekton”, alguien que acaba de empobrecer, por situaciones inmediatas de familia, sino que aparece como “el hijo de”, alguien que ha nacido en una familia que carecía ya de la seguridad económica que ofrece la propiedad de un campo, cultivado directamente, como signo de bendición de Dios.
Jesús no aparece como alguien que puede trabajar su propia tierra (con autonomía), sino como alguien que depende de la oferta de trabajo ajeno, al servicio de los demás, dentro de un duro mercado de oferta y demanda. Así ha podido conocer la realidad social desde la perspectiva de precariedad y pobreza de los campesinos expulsados de su tierra. No vive del trabajo directo de la tierra y de cuidado de animales, sino de la oferta de trabajo ajeno, en un mundo dominado ya por el dinero.
En general, los artesanos son campesinos que han perdido la propiedad y el uso de sus tierras, de manera que no pueden cultivarlas por sí mismos, sino que se están obligados a vender su trabajo, poniéndolo y poniéndose al servicio de ciudades o templos, de comerciantes o propietarios ricos. Por no tener, no tienen más propiedad que su trabajo y deben venderlo para así vivir.
Siempre ha habido “artesanos” (carpinteros, herreros, alfareros, albañiles, expertos en pozos y riegos…), pero, normalmente, antes de la división de clases, ellos eran agricultores que, además de trabajar su tierra, tenían más capacidad o experiencia que otros para realizar algunas funciones especiales, sin dejar de ser propietarios de sus tierras. Pues bien, cuando la mayoría de los agricultores se vuelven campesinos sometidos y algunos pierden su tierra (por confiscación, deudas, movimientos migratorios o super-población) empiezan a multiplicarse los campesinos “sin campo”, que no tienen más remedio que “vender” su trabajo como renteros, braceros para todo o artesanos más especializados (carpinteros, herreros, albañiles, obreros de la construcción etc.).
Las zonas rurales de Galilea habían mantenido por mucho tiempo su agricultura de subsistencia, que de alguna forma reflejaba la situación del principio de la historia de Israel. Pero los cambios de los nuevos tiempos, vinculados a la urbanización y al lujo de las ciudades, convertía a los hijos de agricultores no sólo en campesinos sometidos, sino en artesanos aún más sometidos, como era Jesús.
a. Había artesanos “asentados”, que podían parecer “clientes” del sistema político, económico y/o religioso del que dependen y al que sostienen. Ellos actuaban en general como operaros fijos al servicio de los gobernantes, de las ciudades o los templos (como el de Jerusalén) que les contratan y pagan. Entre ellos están los que trabajan en las grandes obras “reales” de Palestina (Cesarea y Sebaste, Séforis y Tiberíades) o en la re-construcción del templo de Jerusalén, donde se dice que, desde el tiempo de Herodes, había más de 15.000 trabajadores, artesanos “oficiales” al servicio de un sistema rico que podía pagarles. Gran parte de la población de Jerusalén estaba formada por obreros del templo, quienes, como es normal, no respaldarán a Jesús, pues él reflejaba otros ideales e intereses.
b. Había artesanos “itinerantes”, sin estabilidad, eventuales al servicio de agricultores más ricos o de propietarios con ciertos medios económicos. Entre éstos parece haber estado Jesús, que no ha sido (presumiblemente) obrero de la construcción del templo de Jerusalén, ni de las ciudades y cortes de los reyes galileos. Estos artesanos dependían de un “mercado” de trabajo inestable. Aunque dominados de algún modo por comerciantes y ciudades, los campesinos propietarios seguían disponiendo de una tierra que era símbolo de estabilidad y de bendición de Dios. Por el contrario, estos artesanos (campesinos sin tierra) dependían totalmente de las condiciones sociales y laborales de otros más ricos.
b. En un mundo de pobres, clases inferiores. En el último escalón de la sociedad se sitúa una serie de grupos y gentes que están fuera del esquema anterior, que no pueden llamarse ni siquiera pobres en el sentido de trabajadores con pocos recursos (que eso significa penes), sino que son son ptojoi (pobres por-dioseros, mendigos sin propiedad alguna o esclavos).
a. Esclavos. El sistema romano terminaba siendo básicamente esclavista. Fundaba su economía y administración en la existencia de personas-objeto, que carecían de derechos propios. Pero en el contexto rural de Galilea, en tiempos de Jesús, apenas había esclavos. Jesús no ha iniciado una “rebelión de esclavos” (como pudo hacer Espartaco en Roma, el 71 aC), sino un movimiento de Reino, con campesinos, artesanos y mendigos. Sea como fuere, su proyecto se expresa en un movimiento de igualdad (gracia sanadora) donde resulta impensable la existencia de esclavos.
b. Personas impuras, degradados… Están cerca de aquellos que en otros contextos sociales se llaman intocables o manchados. No parece que en Galilea formaran una “clase especial” (como ha podido suceder en la India), pero ellos emergen con mucha frecuencia en el evangelio. En este contexto se sitúan algunos enfermos (como los “leprosos”) y en especial los posesos o endemoniados, tan abundantes en el contexto de Jesús. En relación con ellos podemos hablar también de expulsados sociales (publicanos) o socio-religiosos (prostitutas), que se encuentran, de algún modo, en el corazón del evangelio (del mensaje de Jesús), como destinatarios de su reino.
c. Prescindibles. Son aquellos que carecen de valor para el sistema, pues no tienen influjo ninguno, ni en un plano laboral, ni en un plano afectivo o simbólico. Pueden ser prescindibles los esclavos que ya no ofrecen rendimiento, las prostitutas envejecidas, incapaces de realizar su “servicio”, algunos enfermos, especialmente los locos.
El número de “prescindibles” varía de sociedad a sociedad y ellos pueden volverse relativamente numeroso en momentos de crisis (como fueron los tiempos de Jesús). Son prescindibles porque parece que no aportan, ni importan a nadie, de manera que todo seguiría igual si ellos murieran. Éstos son los pobres en sentido más radical: aquellos que malviven al margen de la sociedad (por “culpa” propia o por razón del sistema) sin posibilidad de que se escuche su palabra. De esa forman dependen totalmente de los demás. Entre ellos ha iniciado Jesús su movimiento de trasformación, es decir, de Reino.
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