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Archivo para abril, 2017

Ni Dios, ni Cristo, ni resurrección

Domingo, 16 de abril de 2017
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Pedro Y Juan ante la resurrecciónDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Una elección extraña

Las dos frases más repetidas por la iglesia en este domingo son: “Cristo ha resucitado” y “Dios ha resucitado a Jesús”. Resumen las afirmaciones más frecuentes del Nuevo Testamento sobre este tema.

Sin embargo, como evangelio para este domingo se ha elegido uno que no tiene como protagonistas ni a Dios, ni a Cristo, ni confiesa su resurrección. Los tres protagonistas que menciona son puramente humanos: María Magdalena, Simón Pedro y el discípulo amado. Ni siquiera hay un ángel. El relato del evangelio de Juan se centra en las reacciones de estos personajes, muy distintas.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:

― Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

María reacciona de forma precipitada: le basta ver que han quitado la losa del sepulcro para concluir que alguien se ha llevado el cadáver; la resurrección ni siquiera se le pasa por la cabeza.

Simón Pedro actúa como un inspector de policía diligente: corre al sepulcro y no se limita, como María, a ver la losa corrida; entra, advierte que las vendas están en el suelo y que el sudario, en cambio, está enrollado en sitio aparte. Algo muy extraño. Pero no saca ninguna conclusión.

El discípulo amado también corre, más incluso que Simón Pedro, pero luego lo espera pacientemente. Y ve lo mismo que Pedro, pero concluye que Jesús ha resucitado.

El evangelio de san Juan, que tanto nos hace sufrir a lo largo del año con sus enrevesados discursos, ofrece hoy un mensaje espléndido: ante la resurrección de Jesús podemos pensar que es un fraude (María), no saber qué pensar (Pedro) o dar el salto misterioso de la fe (discípulo amado).

Los relatos de los próximos días de Pascua nos ayudarán a alcanzar la tercera postura.

¿Por qué espera el discípulo amado a Pedro?

Es frecuente interpretar este hecho de la siguiente manera. El discípulo amado (sea Juan o quien fuere) fundó una comunidad cristiana bastante peculiar, que corría el peligro de considerarse superior a las demás iglesias y terminar separada de ellas. De hecho, el cuarto evangelio deja clara la enorme intuición religiosa del fundador, superior a la de Pedro: le basta ver para creer, igual que más adelante, cuando Jesús se aparezca en el lago de Galilea, inmediatamente sabe que “es el Señor”. Sin embargo, su intuición especial no lo sitúa por encima de Pedro, al que espera a la entrada de la tumba en señal de respeto. La comunidad del discípulo amado, imitando a su fundador, debe sentirse unida a la iglesia total, de la que Pedro es responsable.

Las otras dos lecturas: Beneficios y compromiso.

A diferencia del evangelio, las otras dos lecturas de este domingo (Hechos y Colosenses) afirman rotundamente la resurrección de Jesús. Aunque son muy distintas, hay algo que las une: 

a) las dos mencionan los beneficios de la resurrección de Jesús para nosotros: el perdón de los pecados (Hechos) y la gloria futura (Colosenses);

b) las dos afirman que la resurrección de Jesús implica un compromiso para los cristianos: predicar y dar testimonio, como los Apóstoles (Hechos), y aspirar a los bienes de arriba, donde está Cristo, no a los de la tierra (Colosenses).

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:

― Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados. 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4

Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. 

José Luís Sicre

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Domingo de Pascua

Domingo, 16 de abril de 2017
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8461470921_30a1ef6ec4_zJn 20, 1-9

Jesús había alcanzado la VIDA antes de morir. Y él fue consciente de ello. Él era el agua viva, dice a la Samaritana, Él había nacido del Espíritu, como pidió a Nicodemo; él vive por el Padre; él es la resurrección y la Vida. Ya en ese momento, cuando habla con sus interlocutores, está en posesión de la verdadera Vida. Eso explica que le traiga sin cuidado lo que pueda pasar con su vida biológica. Lo que verdaderamente le interesa es esa VIDA (con mayúscula) que él alcanzó durante su vida (con minúscula).

No debemos entender la resurrección como la reanimación de un cadáver. Un instante después de la muerte, el cuerpo no es más que estiércol. Los sentimientos que nos unen al ser querido muerto, por muy profundos y humanos que sean, no son más que una relación psicológica. Esos despojos no mantienen ninguna relación con el ser que estuvo vivo. La muerte devuelve al cuerpo al universo de la materia de una manera irreversible. La posibilidad de reanimación es la misma que existe de hacer un ser humano partiendo de un montón de basura. Eso no tiene sentido ni para los hombres ni para Dios.

Jesús sigue vivo, pero de otra manera. Debo descubrir que yo estoy llamado a esa misma Vida. A la Samaritana le dice Jesús: el agua que yo le daré se convertirá en un surtidor que salta hasta la Vida eterna. A Nicodemo le dice: Hay que nacer de nuevo; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es Espíritu. El Padre vive y yo vivo por el Padre, del mismo modo el que me asimile, vivirá por mí. Yo soy la resurrección y la Vida, el que cree en mí aunque haya muerto vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. Jesús no habla para un más allá, sino en presente. ¿Creemos esto?

Jesús había conseguido, como hombre, la plenitud de Vida del mismo Dios. Porque había muerto a todo lo terreno, a su egoísmo, y se había entregado por entero a los demás, llega a la más alta cota de ser posible como hombre mortal. Este admirable logro fue posible, después de haber descubierto que esa era la meta de todo ser humano, que ese era el único camino para llegar a hacer presente lo divino. Esta toma de conciencia fue posible, porque había experimentado a Dios como Don. Una vez que se llega a la meta, es inútil seguir preocupándose del vehículo que hemos utilizado para alcanzarla.

La liturgia de Pascua no está diciéndonos que en cada uno de nosotros, hay zonas muertas que tenemos que resucitar. Nos está diciendo que debemos preocuparnos por la vida biológica, pero no hasta tal punto que olvidemos la verdadera Vida. Nos está diciendo que tenemos que estar muriendo todos los días y al mismo tiempo resucitando, es decir pasando de la muerte a la Vida. Si al celebrar la resurrección de Jesús no experimentamos en nosotros una nueva Vida, es que nuestra celebración ha sido simple folclore.

Meditación

Yo soy la resurrección y la Vida.
Resurrección y Vida expresan la misma realidad, no son cosas distintas.
En la medida en que haga mía la Vida,
estoy garantizando la resurrección.
………………

No te preocupes de lo que va a ser de ti en el más allá.
Además de ser inútil, te llevará a una total desazón.
Lo importante es vivir aquí y ahora esa nueva VIDA.
Todo lo demás ni está en tus manos ni debe importarte.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La verdad no es un agujero en tierra.

Domingo, 16 de abril de 2017
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532_10_462003dd0683c“La verdad no es un agujero en tierra. La verdad es lo infinito del amor recibido a veces en esta vida cuando ya no nos quedaba nada más. Un segundo basta para conocerlo y comprender –incluso si “comprender” no es la palabra– que este infinito tiene necesariamente un lugar que a su vez tiene que ser también él necesariamente infinito. Un agujero en la tierra no es lo bastante grande para contener todo eso”.

Lo escribe Christian Bobin, lo escribieron con su gesto antes que él estas mujeres que fueron al sepulcro en la madrugada del primer día de la semana. Lo mismo que todos los que pasaron el sábado encerrados en el cenáculo, se sentían engullidas por la muerte, fracasadas en todas sus expectativas, envueltas en la tiniebla del sin sentido. Y, junto a ellas, quizá también nosotros, abrumados por la ausencia de Dios, el exceso de dolor y la desesperanza, como si siguiéramos aún en el anochecer del viernes, volviendo con ánimo abatido de enterrar en el sepulcro proyectos, ilusiones y promesas.

Aferrados a la reacción más fácil: “la verdad es un agujero en tierra” y reaccionando “llorando y hacer duelo” (Mc 16,10) “cerrando las puertas por miedo…” (Jn 20,19). La piedra es demasiado grande para nuestras fuerzas, el orden internacional demasiado injusto, la violencia demasiado arraigada, la presencia creyente irrelevante, la Iglesia demasiado temerosa…

Vamos a prolongar el sábado, vamos a refugiarnos en una espiritualidad evadida y permanecer en una parálisis inerte. Volvamos a Emaús, lejos de los sepulcros y de los crucificados, escapemos no sólo de su dolor sino también de su memoria.

Pero hay en la mañana del “primer día de la semana” un camino alternativo:

“En la madrugada del primer día de la semana, fueron María la  Magdalena y la otra María a ver el sepulcro (…) De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: —Alegraos. Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies”(Mt 28,1.8)

Lo mismo que ellas, sigue habiendo hoy gente que echa a andar todavía a oscuras y se acerca a los lugares de muerte para intentar arrebatarle a la muerte algo de su victoria. Como intentaban borrar algo de su rastro aquellas mujeres a fuerza de perfumes.

Saben que no pueden mover la piedra pero eso no les detiene. Son conscientes de la fragilidad y la desproporción de lo que llevan entre las manos, pero esa lucidez no apaga el incendio de su compasión ni hace su amor menos obstinado.

Quizá no viven todo eso desde la plenitud de la fe, ni le ponen el nombre de esperanza a sus pasos vacilantes en la noche. Pero hacen ese camino abiertos al asombro, apoyados en el recuerdo de palabras que prometen vida, dispuestos a dejarse sorprender por una presencia oscuramente presentida.

Los evangelios de Pascua “están de su parte”. Se lo dicen, nos lo dicen a todos, esas mujeres que irrumpen de nuevo en nuestros cenáculos anunciando: “¡Hemos visto al Señor!”.

De ellas recibimos la buena noticia: Un agujero en la tierra no era lo bastante grande para contener tanto amor. El Viviente sale siempre al encuentro de los que le buscan, los inunda con su alegría, los envía a consolar a su pueblo, los invita a una nueva relación de hermanos y de hijos.

Él va siempre delante de nosotros. Galilea es la encrucijada de todos nuestros caminos.

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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Apostar por la vida

Domingo, 16 de abril de 2017
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Resurrección2Hermanos, cuando uno es cogido por la fuerza de la Resurrección de Jesús, comienza a entender a Dios de una manera nueva, como un Padre que pone vida donde nosotros ponemos muerte; que genera vida donde nosotros la destruimos. Oremos.

Jesús, queremos apostar por la vida

• Que nuestra Iglesia sea la comunidad de hombres y mujeres comprometidos incondicionalmente y de manera radical en la defensa de la vida, y una vida digna, humana y justa para todos.

Jesús, queremos apostar por la vida

• Que nuestra alegría pascual nazca de ese deseo de una nueva creación, que siembre en nuestro corazón el gozo y la utopía de un futuro distinto y urgente.

Jesús, queremos apostar por la vida

• Que nuestra fe en el resucitado nos lleve a acoger a los pobres, el canto de los que aman la vida, la alegría de los que se entregan, el gozo de los que perdonan, la fe de los que no tienen miedo, la ternura de los que ofrecen misericordia, la utopía de los que trabajan por una sociedad más justa.

Jesús, queremos apostar por la vida

• Que todos nosotros nos pongamos tras las huellas del Resucitado, le reconozcamos en el que tenemos a nuestro lado y nos dejemos encontrar con El en los más desfavorecidos.

Jesús, queremos apostar por la vida

Padre, no permitas que pongamos nuestra fe, esperanza y amor en lo que sólo aparentemente es vida. Que tu Sí a la vida en tu hijo Jesús, nos haga sembradores de vida cada día. Gracias porque en la Resurrección de tu Hijo está la semilla de nuestra vida.

Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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Hay luz de mañana nueva.

Domingo, 16 de abril de 2017
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DOMINGO DE PASCUA: LA SONRISA DE MARÍA

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Esta mañana es diferente, la luz es distinta, el corazón late con más alegría, María sabe que el plan de Dios está cumplido. Su alma se estremece de gozo y su sonrisa, ilumina la mañana con una luz nueva. Estamos invitados a vestir la vida y el corazón con esta luz, y a contagiarla con sonrisas, porque el Amor, por mucho ruido que el mal quiera hacer, siempre saldrá victorioso.

ALELUYA, ALELUYA
Abrid ventanas y puertas
Respirad la brisa fresca
Llamad, anunciad con fuerza
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)

ALELUYA, ALELUYA
No hay soledad ni tristeza
no hay sepulcros, hay promesas
de vida, alegría y fiesta
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)

ALELUYA, ALELUYA
No hay dolor, ni tierra yerma
la esperanza germina la tierra
los cansancios se visten de fiesta
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)

ALELUYA, ALELUYA
No hay espanto, no hay ausencia
la vida camina serena
el amor es la tierra buena
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)

ALELUYA, ALELUYA
Hoy la vida se renueva
Jesús ha resucitado
con su fuerza, nos alienta
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)

ALELUYA, ALELUYA
María sonríe dichosa
¡hoy se cumple cuanto anhela!
la tierra entera se goza
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)

  *

Salomé Arricibita

***

Para descargar la canción pinche el siguiente enlace: Hay luz de mañana nueva.mp3 y dele al botón derecho del ratón y guardar como…

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , ,

Sábado Santo: Vigilia Pascual en la noche Santa

Sábado, 15 de abril de 2017
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Textos para la Vigilia Pascual

Primera lectura:

Génesis 1,1-2,2

Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.

Y dijo Dios: “Que exista la luz.”

Y la luz existió.

Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla; llamó Dios a la luz “Día”; a la tiniebla, “Noche”.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.

Y dijo Dios: “Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas.”

E hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda.

Y así fue.

Y llamó Dios a la bóveda “Cielo”.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.

Y dijo Dios: “Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes.”

Y así fue.

Y llamó Dios a los continentes “Tierra”, y a la masa de las aguas la llamó “Mar”.

Y vio Dios que era bueno.

Y dijo Dios: “Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra.”

Y así fue.

La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.

Y dijo Dios: “Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra.”

Y así fue.

E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

Y dijo Dios: “Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra frente a la bóveda del cielo.”

Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hizo pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Y Dios los bendijo, diciendo: “Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra.”

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.

Y dijo Dios: “Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies.”

Y así fue.

E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.”

Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.

Y los bendijo Dios y les dijo: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.”

Y dijo Dios: “Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento.”

Y así fue.

Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.

Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos.

Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.

*

Salmo responsorial: 103.

Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor;
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas. R.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R.

Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre. R.

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R.

O bien; :

Salmo responsorial: 32.:

La misericordia del Señor llena la tierra

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.

La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano. R.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.

Segunda lectura:
Génesis 22, 1-18

El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: “¡Abrahán!” Él respondió: “Aquí me tienes.” Dios le dijo: “Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.”

Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.

El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus criados: “Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros.”

Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.

Isaac dijo a Abrahán, su padre: “Padre.”

Él respondió: “Aquí estoy, hijo mío.”

El muchacho dijo: “Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?”

Abrahán contestó: “Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.”

Y siguieron caminando juntos.

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: “¡Abrahán, Abrahán!”

Él contestó: “Aquí me tienes.”

El ángel le ordenó: “No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.”

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.

Abrahán llamó aquel sitio “El Señor ve”, por lo que se dice aún hoy “El monte del Señor ve”.

El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: “Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa.

Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.” Leer más…

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Fray Marcos: Es la fiesta de la Vida. La de Jesús y la mía

Sábado, 15 de abril de 2017
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DibujosBiblicosJesucristoLaResurreccionMt 28, 1-10

Decíamos al principio de la cuaresma que no se podía entender ese tiempo litúrgico sin tener presente la Pascua. Hoy al celebrar la resurrección de Jesús, damos sentido a todo ese tiempo de preparación para este acontecimiento. Naturalmente, no se puede resucitar si antes no se ha muerto. Tal vez sea este aspecto el más complicado para nosotros hoy. Por eso no podemos conformamos con celebrar externamente lo que sucedió a otra persona (Jesús) en una fecha histórica ya muy lejana.

El centro de esta vigilia es el fuego y el agua como principios de la vida biológica. Esta es la primera clave para entender lo que estamos celebrando en la liturgia más importante de todo el año. Del fuego surgen dos cualidades sin las cuales no hubiera podido surgir la vida que conocemos: luz y calor. El agua es el elemento fundamental para formar un ser vivo. El 80% de cualquier ser vivo, incluido el hombre, es agua. Recordar y renovar nuestro bautismo, es pieza clave para descubrir de qué Vida estamos hablando. Hoy el fuego y el agua simbolizan a Jesús porque le recordamos como Vida. En el prólogo del evangelio de Jn dice: “En la Palabra había Vida y la Vida era la luz de los hombres”.

La vida que hoy nos interesa, no es la física (bios), ni la psíquica (psiques), sino la espiritual y trascendente. Por no tener en cuenta la diferencia entre estas vidas, nos seguimos armado un lío con la resurrección. La vida biológica no tiene importancia en lo que estamos tratando. “El que cree en mí aunque haya muerto vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”. La biológica y la psíquica tienen importancia, solo porque son las que nos capacitan para alcanzar la espiritual. Solo el hombre que es capaz de conocer y de amar, puede acceder a la Vida divina. Nuestra conciencia individual tiene importancia solo como instrumento, como vehículo para alcanzar la Vida definitiva.

Lo que celebramos esta noche, es la llegada de Jesús a esa plenitud de Vida. Jesús, como hombre, alcanzó la más alta cota de esa Vida. Posee la Vida definitiva que es la misma Vida de Dios. Esa Vida ya no puede perderse porque es eterna. Podemos seguir empleando el término “resurrección”, pero debemos evitar el aplicarla inconscientemente a la vida biológica y psicológica, porque es lo que nosotros podemos descubrir por los sentidos. Pero lo que hay de Dios en Jesús no se puede descubrir mirando, oyendo o palpando. Ni vivo ni muerto ni resucitado, puede nadie descubrir su divinidad.

Tampoco puede ser el resultado de alguna demostración lógica. Lo divino no cae dentro del objeto de nuestra razón. A la convicción de que Jesús está vivo, no se puede llegar por razonamientos. Lo divino que hay en Jesús, y por lo tanto su resurrección, sólo puede ser objeto de experiencia pascual. Para los apóstoles como para nosotros se trata de una vivencia interior. A través del convencimiento de que Jesús les está dando VIDA, descubren los seguidores de Jesús, que tiene que estar él VIVO. Solo a través de la convicción personal podemos aceptar nosotras la resurrección.

Creer en la resurrección exige haber pasado de la muerte a la vida. Por eso en esta vigilia es tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo. El cristiano debe estar constantemente muriendo y resucitan­do. Muriendo a lo terreno y caduco, al egoísmo, y naciendo a la verdadera Vida. Tenemos del bautismo una concepción estática que nos impide vivirlo. En tal día a tal hora, han hecho el signo sobre mí, pero lo significado, es tarea de toda la vida. Todos los días tengo que estar haciendo mía esa Vida.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El Arco Iris

Sábado, 15 de abril de 2017
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jesus-era-gay-1436216028En tiempos bíblicos, salían los hombres a cazar y a pelear contra otras tribus. A la vuelta colgaban el arco en la puerta de sus chozas y así se podía saber que estaban en paz. El arco en la choza anunciaba  paz y armonía.

Por eso, el escritor bíblico, cuando veía el arco iris en la atmósfera, lo interpretaba como un arco de paz puesto en la gran choza del mundo.

No hay guerra entre los hombres y Dios. No está Dios enojado ni necesita la muerte de su Hijo en la cruz.  Sus brazos extendidos en la cruz anuncian a todo el mundo que hay Paz, que hay armonía entre Dios y los hombres Sus brazos están doblegados por el peso del amor.

Los brazos extendidos en la cruz realizan un gran arco. Es el arco de una vida moldeada con la cruz al ir haciendo en cada momento la entrega y el esfuerzo por ese mundo nuevo.

Es el signo y el gesto y el resultado de unos brazos entregados a hacer un mundo nuevo más allá del templo, de los políticos, de los intereses propios de la humanidad.

Tanto se acercaron los brazos de Jesús para tocar a los leprosos, para abrazar a los niños, para perdonar, que sus brazos quedaron hechos un arco… Y lo clavaron en la cruz. El agua con el sol hace brillar los colores del arco-iris. Dios, con su amor, da todos los colores de salvación a la humanidad y la transita de amor y perdón.

Ahora nos queda a nosotros trazar el arco con nuestros brazos, caídos para la guerra y la violencia y transidos de amar y servir a los demás; cansados de hacer el bien, de perdonar, de tanto llevar en nuestros brazos a los hermanos heridos y sufrientes.

El arco que Jesús forma con su cuerpo y sus brazos en la cruz proclama a todo el mundo que un mundo y unas personas nuevas van a surgir, porque el padre resucita a su Hijo Jesús y en Él nos colma de salvación y vida.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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Has resucitado, Jesús

Sábado, 15 de abril de 2017
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Jesus resucitado bendice RDHermanos, celebrar la Pascua es entender la vida de manera diferente: es intuir con gozo que el resucitado está ahí, en medio de nuestras pobres cosas, sosteniendo siempre todo lo bueno, lo bello, lo limpio que florece en nosotros. Oremos.

Verdaderamente has resucitado, Jesús.

• Que nuestra Iglesia no se quede contemplando la tumba vacía porque el “ausente” está “en Galilea”, construyendo Reino junto a los que más le necesitan.

Verdaderamente has resucitado, Jesús.

• Que todos nosotros, que celebramos con tanta alegría esta Pascua, seamos conscientes de que a Jesús resucitado se le experimenta siguiéndole y prosiguiendo su causa.

Verdaderamente has resucitado, Jesús.

• Que no olvidemos que celebrar la Pascua es creer que ningún ser humano vive olvidado, que ninguna queja cae en el vacío, que ningún grito deja de ser escuchado.

Verdaderamente has resucitado, Jesús.

• Que todos los niños y adultos que en esta noche van a recibir el bautismo, encuentren en su entorno padres, familia y conocidos que les acompañen en el camino de la fe.

Verdaderamente has resucitado, Jesús.

Padre, que seamos conscientes de que la experiencia de la resurrección no sólo nos salva, nos libera, nos trasmite la plenitud de la vida, sino que nos hace ser testigos, misioneros, anunciadores, transmisores de lo que en nosotros es ya una realidad. Gracias por la resurrección de tu hijo Jesús.

Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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Sábado Santo. Descendió a los infiernos, un compromiso en la historia

Sábado, 15 de abril de 2017
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17903930_775496642627530_7979820271437443145_nDel blog de Xabier Pikaza:

La confesión pascual fundante del NT incluye la certeza de que Jesús fue sepultado, como indican de formas convergentes tradición paulina (1 Cor, 15, 4) y evangelios (cf. Mc 15, 42-47 par). Pues bien, el Credo de los apóstoles añade que descendió a los infiernos expresando de esa forma un misterio de muerte y de victoria sobre la muerte, que pertenece a la experiencia más honda de la iglesia antigua y de la moderna ortodoxia (icono de la resurrección).

Ese infierno se ha entendido de forma básicamente “moral” (en plano intimista o social), y así lo ha destacado Dante A. en la Divina Comedia, recreando con rasgos cristianos pero también (y sobre todo paganos, e incluso musulmanes) la vida de los condenados, en sus diez círculos, divididos a veces en varios giros. En sentido estricto, Dante no presenta sólo el infierno de más allá, sino el infierno de la historia humana, ofreciendo el retrato más sangrante de los males (de los malos) de este mundo.

Ciertamente, el infierno sigue siendo un tema moral y psicológico…, pero tiene también unos elementos sociales. Y en ese sentido podemos y debemos hablar de diversos círculos de infierno (y compararlos con los 10 círculos del Infierno de Dante):
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1. El infierno del dolor, de la enfermedad y la tortura…
2. El infierno del hambre, de la opresión social, de la exclusión (Mt 25, 31-46)
3. El infierno de la droga, con sus implicaciones personales y sociales
4. El infierno de la trata de niños y mujeres, de las disputas familiares…
5. El infierno del miedo, del miedo al infierno, que a veces han cultivado los mismos que debían superar el infierno de este mundo con su vida y su entrega por los otros.

Al papa Francisco nos habla cada día de la necesidad de descender a los infiernos de la historia humana (cárceles, lugares de opresión, bolsas de hambre, hospitales…) para liberar a los hombres de los infiernos actuales del mundo, esperando la gran liberación final de Dios.

Hablaré quizá otro día de los diversos tipos de infierno… no sólo el de Dante, sino el que vio y sintió Santa Teresa. Hoy quiero detenerme en el infierno de la “muerte” salvadora de Jesús, es decir, a su “descenso” al infierno de la historia, según el Credo de los Apóstoles… para indicar también la forma en que los comprometidos por Jesús han de bajar a los infiernos históricos, para liberar a los que allí sufren oprimidos.

Hablaré en esa línea de los tres infiernos… deteniéndome al final en la posibilidad de un infierno eterno… que desde la perspectiva de Dios es imposible, pero que podría ser posible desde la maldad humana (a pesar de Dios).

1. Muerte e infierno.

Porque asume nuestra vida en finitud, Jesús ha tenido que aceptar nuestro destino, expresando su misterio radical de Hijo de Dios en nuestra propia condición de seres para la muerte. Porque asume nuestra condición de pecado (violencia), ha tenido que penetrar en el abismo de la lucha interhumana, introduciendo el cielo del amor y gracia de Dios en el infierno de conflictividad de nuestra historia, donde envidia y violencia le han matado.

Algunos iconos de Oriente presentan la cuna de Jesús como sepulcro donde el mismo Dios comienza a morir ya cuando nace como humano. Pues bien, invirtiendo esa figura, el evangelio ha interpretado la muerte como nuevo nacimiento y cuna de la historia. Lógicamente, esa muerte puede presentarse como principio de discernimiento: para que se revelen los pensamientos interiores (dialogismoi) de muchos corazones (cf. Lc 2, 35).

– La muerte de Jesús es el momento del máximo pecado, c

omo muestran las palabras de los sacerdotes que pasan y pasan, en torno al patíbulo, diciendo:”Tú, que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, ¡sálvate a ti mismo y baja de la cruz si eres el Hijo de Dios! Ha salvado a otros y a sí mismo no puede salvarse ¡Dice ser rey de Israel! Que baje de la cruz y creeremos en él.

Había puesto su confianza en Dios; que Dios le salve ahora, si es que de verdad le quiere, pues se había presentado como Hijo de Dios “(Mt 27, 42-43). Así ríen de Jesús los que le acusan y expulsan como chivo emisario de sus males. Ellos le entierran en el infierno de la violencia suprema, haciéndose (haciéndole) culpable “de toda la sangre de los justos derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la de Zacarías” (Mt 23, 35).

– Pero la muerte de Jesús aparece, al mismo tiempo, como principio de resurrección,

fuente de gracia: “Entonces se rasgó el velo del templo, tembló la tierra, las piedras se quebraron y se abrieron los sepulcros, de tal forma que volvieron a la vida muchos cuerpos de los justos muertos… Al ver lo sucedido, el centurión glorificaba a Dios diciendo: ¡Realmente; este hombre era inocente! Y todas las gentes que habían acudido al espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron a la ciudad golpeándose en el pecho (cf. Mt 27, 51-53; Lc 23, 47-48; Mc 15, 39: ¡Era Hijo de Dios!).

Del infierno de condena, desde el mismo subsuelo de la historia donde Jesús ha descendido brota la esperanza de la vida.

Todos los seres humanos, lo sepan o lo ignoren, se encuentran unidos al Cristo que grita en la noche (¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?: Mc 14, 34) y de un modo igualmente intenso están unidos al Señor de la aurora pascual que abre los sepulcros, ofreciendo esperanza a los humanos (cf. Mt 28, 1-3).

Desde ese fondo queremos evocar la palabra quizá más extraña y misteriosa del Credo: ¡bajó a los infiernos!, al lugar donde todos los humanos estábamos unidos en el destino común de la muerte, como rebaño para de perdición. Jesús ha penetrado en ese abismo, llegando así a lo que la iglesia llama “los infiernos”, el sub-mundo donde mueren los difuntos.

Estos infiernos no son condena anticristiana de aquellos que rechazan la salvación de Jesús, sino perecimiento pre-cristiano de aquellos que mueren aplastados por la finitud de la vida y la violencia de la historia. Conforme a la visión tradicional del judaísmo y de la iglesia antigua, este infierno (scheol, hades, seno de Abrahán…) es el destino de muerte de todos los humanos, a no ser que Dios venga a liberarles por el Cristo. La muerte misma en cuanto destrucción: eso es el infierno. Pues bien, el credo afirma que Jesús “ha descendido” al lugar o estado de ese infierno, para liberar a los humanos de la muerte, ofreciéndoles su resurrección.

2. Bajó a los infiernos. Misterio de pascua.

Diciendo que bajó a los infiernos el credo destaca el abismo de dureza, destrucción y muerte donde Cristo culminó su solidaridad con los humanos. Quien no muere del todo no ha vivido plenamente todavía: no ha experimentado la impotencia poderosa, el total desvalimiento. Jesús ha vivido en absoluta intensidad; por eso muere en pleno desamparo.

Ha desplegado la riqueza del amor; por eso muere en suma pobreza, preguntando por Dios desde el abismo de su angustia. De esa forma se ha vuelto solidario de los muertos. Sólo es solidario quien asume la suerte de los otros. Bajando hasta la tumba, sepultado en el vientre de la tierra, Jesús se ha convertido en el amigo de aquellos que mueren, iniciando, precisamente allí, el camino ascendente de la vida:

– Jesús fue enterrado (cf. Mc 15, 42-47 y par; l Cor 15, 4). Sólo quien muere de verdad puede resucitar “de entre los muertos”: Jesús ha bajado al lugar de no retorno, para iniciar allí el retorno verdadero.

– Como Jonás “que estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches…” (Mt 12, 40), así estuvo Jesús en el abismo de la muerte, para resucitar de entre los muertos (Rom 10, 7-9). Leer más…

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Sábado Santo… en silencio ante el Señor.

Sábado, 15 de abril de 2017
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© Carmelo Blazquez 2013

(Fotografía de Carmelo Blazquez)

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte hasta que con su resurrección se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta días pascuales.

Hombre en Soledad

 Contigo vengo, Dios, porque estás solo
en soledad de soledades prieta.
Conmigo vengo a Ti, porque estoy solo,
sintiendo por el pecho un mar de pena.
Qué tristeza me das, Dios, Dios, sin nadie
que te descanse, Dios, de tu grandeza,
que te descanse de ser Dios, sin nada
que te pueda inquietar o te comprenda.
Qué tristeza me doy, perdido en todo,
y todo mudo, tan lejano y cerca,
cada vez más presente ante mis ojos
en un mutismo que no se revela,
con el corazón loco por saberte,
preguntando en la noche que se adensa.
Con voz de espadas clamo por mi sangre,
rebusco con mis manos en la tierra
y escarbo en mi cerebro con mis ansias.
Y silencio, silencio, mudez tensa.
Dios, pobre mío, todo lo conoces.
Para Ti todo ha sido: nada esperas.
Hasta lo que me duele y no me encuentro
Tú lo conoces ya, porque en mí piensas.
Yo no conozco nada, Dios, y tengo
socavones de amor llenos de inquietas,
oscuras criaturas que me gritan
palabras, no sé dónde, que me queman,
preguntas que me tuercen y retuercen,
sábana viva chorreando estrellas.
Qué compasión me tengo, Dios, pequeño
llamando siempre a la inmutable puerta
con las palmas sangrando, a la intemperie
de mis luces y dudas y tormentas.
Qué compasión te tengo, Dios, tan solo,
siempre despierto, siempre Dios, alerta,
sin un pecho bastante, Dios, Dios mío,
que ofrezca su descanso a tu cabeza.
Cómo me dueles, Dios. Cómo me dueles,
herido por la angustia que te llena,
sin poder descansarte, sin caberte
en mis entrañas ni aun en mis ideas.
No puedo más Contigo, que me rompes
creciendo por mi dentro y por mi fuera,
cercándome, estrechándome, ahogándome,
dejando, sin saberlo, en mí tu huella.
Y soy hombre, Señor. Soy todo caspa
de angustiosa esperanza contrapuesta,
arcilla informe de reseco olvido,
quizá, capricho de tu indiferencia.
Señor, qué solo estás. Cómo estoy solo,
yo con mi carga insoportable a cuestas.
Tú, con todo y sin nada —(¡todo, nada! —
más que Tú, Dios perdido en tu grandeza,
muerto de sed de amor de algo supremo,
Dios, algo que te alegre y que te encienda.
Sin nada superior a Ti creado,
mi voz alzada al límite no llega
a rumor que resbale por tus sienes,
a brisa en tus oídos, que se secan
de no oír desde nunca una palabra
que antes de estar en hombre no supieras,
pobre Creador, Dios mío sin sosiego,
preso en tu creación, en diferencia.
A Ti vengo, Señor, porque estoy solo,
a veces aun sin mí. Pero no temas,
Señor que has puesto en mí necesidades
sin darme el modo de satisfacerlas.
Perplejo, recomido de inquietudes,
de Ti tengo dolor; de mí, conciencia
de ser como no quiero: ser inútil,
vana palabra, humana ventolera
con sabor de cenizas y de ortigas
clavándome alfileres en la lengua,
y un huracán de vida por la carne
que no ha encontrado carne que florezca.
Versos, versos, mas versos, siempre versos,
¿y para qué, Dios mío? Dentro queda
una fuente de llanto sofocado
minándome la hirviente calavera,
sin encontrar salida a la congoja
cada vez más patente. Y todo niebla.
Contigo vengo, Dios, porque estoy solo;
me huyes cada vez, más te me alejas.
¿No tienes qué decirme, Dios, qué darme?
¿No ves, Señor, no ves, Dios, cómo tiembla
este vaho que se alza de mi vida,
hierbecilla perdida que se hiela?
Encallece mi alma, Dios. Haz dura
la mano y la mirada: hazme de piedra.
Quítame el sentimiento que me escuece.
Borra, Señor, con sol, mi inteligencia.
Déjame en paz, en flor, en roca, en árbol,
en muda, resignada, dulce bestia
caminante con ritmo y sin sentido
por un mundo de instintos e inocencia,
o dame con la luz aquel sosiego
original del prado que apacientas

*

Ramón de Garciasol, Hombre en soledad,

***

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Un dios murió …

Sábado, 15 de abril de 2017
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Del blog Pays de Zabulon:

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Un dios ha venido esta mañana para
Cumplir sus deberes hacia los de abajo.
Se excusó, lloró,
miró una vez a los humanos.
Los miró, los comprendió
Todos ellos, transformados, diferentes.

(…)

Esta mañana un dios ha muerto:
Y nadie en el mundo se sorprende.

Un dios ha venido esta mañana para
Cumplir sus deberes hacia los de abajo.
Se excusó, lloró,
miró una vez a los humanos.
Los miró, los comprendió
Todos ellos, transformados, diferentes.

Un dios puso pie en tierra
Para mirar alrededor de él.
La sangre del universo se pierde,
Un dios hace frente al estado de hombre.
Ya ha comprendido:
el esqueleto del mundo muerto se corroe
Condenado a romperse,
En el interior, en sí mismo
Debido al peso de todo este tiempo perdido
Hasta ahora,
Por aportar nada más que palabras.
Un dios se ha negado,
Como un hombre encerrado en un mundo moribundo.

***

Fuente traducción : almanito

***

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Hágase

Sábado, 15 de abril de 2017
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SÁBADO SANTO: ¡HÁGASE!

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Mujer de pocas palabras y gran silencio sonoro. María, no dijo simplemente “sí”. Dijo ¡hágase!, porque su silencio, su confianza y su espera son activas. Al pie de la Cruz, en la entrada del sepulcro o llorando su dolor en privado, María, como también lo hizo Jesús,  sigue diciendo en su interior a Dios, ¡hágase!. Sigue esperando, aún sin comprender, confiada en el plan de amor de Dios. No cierra el corazón. Mantiene la esperanza y el amor, a pesar de lo que la realidad parece decir.

 

¡Hágase!…hágase en mí, hágase en mí según tu voluntad
eres la Vida, el Amor, eres Verdad
¡hágase! Hágase en mí según tu voluntad

Quiero creer que tu Palabra hará brotar
cada semilla que mi alma quiere dar
te doy las gracias, sienta o no sienta que estás
pues desde siempre me llenaste de tu paz

¡Hágase!…hágase en mí, hágase en mí según tu voluntad
eres la Vida, el Amor, eres Verdad
¡hágase! Hágase en mí según tu voluntad

Sé que no puedes otra cosa más que amar
y resucitas lo que no quiero mirar
sé mi esperanza y fuerza en la debilidad
hoy quiero en Ti estar dispuesta y confiar

¡Hágase!…hágase en mí, hágase en mí según tu voluntad
eres la Vida, el Amor, eres Verdad
hágase en mí según tu voluntad
Hágase en mí
Hágase en mí según tu voluntad
Hágase en mí
Hágase en mí

  *

Salomé Arricibita

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Fuente Fe Adulta

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¿Por qué el Señor está desnudo …?

Viernes, 14 de abril de 2017
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Del blog Pays de Zabulon:

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Me  pregunto por qué Nuestro Señor quiso estar totalmente desnudo en la cruz. La primera razón fue porque, por su muerte, quería poner al hombre en estado de inocencia, y los vestidos que llevamos son la marca del pecado. ¿No sabes que Adán mismo tan pronto como transgredió todo empezó a avergonzarse de sí mismo, y se hizo lo mejor que pudo vestidos con hojas de higuera? Porque antes del pecado no había en absoluto vestidos y Adán estaba totalmente desnudo. El Salvador por su misma desnudez mostraba que era la misma pureza, y además, que reparaba a los hombres su inocencia.

Pero la principal razón fue para enseñarnos cómo es necesario, si queramos agradarle, despojarnos y reducir nuestro corazón a la misma desnudez en la que estaba su sagrado cuerpo, despojándolo de toda clase de afecciones y pretensiones, a fin que no ame ni desee a otro que Él.

Un día el gran abad Serapion fue encontrado totalmente desnudo en una calle por algunos de sus amigos; éstos, movidos por la compasión, le dijeron: quién pusoos ha puesto en tal estado y quién os ha robado vuestros hábitos?. Oh, es este libro  el que me ha despojado así, hablando del libro de los Evangelios que sostenía.

Y yo, te aseguro que nada es tan limpio para despojarnos, que la consideración del incomparable despojo y la desnudez del Salvador crucificado.”

*

San Francisco de Sales,
Sermón para el Viernes Santo, 28 de marzo de 1614

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Fuente: : francoisdesales.wordpress.com

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Ante la Cruz…

Viernes, 14 de abril de 2017
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ANTE LA CRUZ

Ante la cruz me llamas
en tu agonía.
Ante la cruz me llamas.
Y he aquí que tropiezo
con las palabras.

Porque si dices ante
¿no me pides, Señor,
sino que mire
frente a frente la cruz
y que la abrace?

Si te miro, Señor,
y Tú me miras,
es un horno de amor
lo que en ti veo,
y lo que veo en mí,
Señor, no es nada,
nada, nada, Señor,
sino silencio.

Un silencio vacío:
si Tú lo llenas
se habrá hecho la luz
en las tinieblas.

Y si en la cruz te abrazo
y Tú me abrazas,
el silencio, Señor,
es más palabra.

Ante la cruz, Señor,
aquí me tienes,
ante la cruz, Señor,
pues Tú lo quieres.

II

VÍA DOLOROSA

I

PARA DECIR LO QUE PASÓ AQUEL VIERNES…

…a Jesús, en cambio, lo hizo azotar
y lo entregó para que fuese crucificado.
(Mt.27,26)

Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén y en sus afueras
no bastan las palabras.
Por eso no hay
en las avenidas del relato
-Mateo, Marcos, Juan- sino una capa
de misericordia, un leve
y condensado recuerdo a los azotes.
Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén: la sangre,
los insultos, los golpes, la corona
de espinas,
los gritos, la locura, la ira desatada
contra el más bello y puro de los hombres,
contra el más inocente…
para decir lo que pasó aquel viernes
solo valen las lágrimas.

II

SIMÓN DE CIRENE SE ENCUENTRA CON LA CRUZ

Al salir encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón,
y le obligaron a que cargara con la cruz de Jesús.
(Mt. 27, 32)

Pesan los días y pesan los trabajos
y en las venas el cansancio es veneno
que apresura los pasos hacia el dulce
reposo del hogar;
los pasos hacia el dulce
abrazo del amor y del sueño.
Ni siquiera
hay espacio en el alma para el canto
de un pájaro. Tampoco para el sordo
rumor que empieza a arder
sobre el polvo en la plaza.
Viene Simón el de Cirene convertido
en pura sed, en pura
materia de fatiga.
Esa cruz
le sobreviene como un alud de asombro
y rebeldía.
Pero
entre la náusea de la sangre sabe
que siempre hay un dolor que añadir al dolor.
Entre la náusea de la sangre mira
y encuentra esa mirada como un pozo
encendido,
como un pozo
donde se funde el Galileo
con el dolor del mundo.
Apenas un instante y el abrazo
del corazón y la madera hasta la cima.
Vuelve Simón el de Cirene. Queda
una cruz en su piel.
Y una mirada.

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III

MUJER EN JERUSALÉN

Lo seguía muchísima gente, especialmente
mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
(Lc. 23, 27)

Mis ojos suben por las calles de Jerusalén
bajo una lluvia de dolor,
bajo una lluvia
que va a lavar el mundo.
Mis ojos suben arrimados
a la cal de las paredes
mientras todo el fragor del sufrimiento
se hace eco en mis párpados.
Puedo sentir tu sed,
la quemazón de tus rodillas rotas
sobre los filos de la tierra.
Toma mi corazón, toma mis lágrimas,
déjalas que ellas laven tus heridas
ahora que soy
mujer en Jerusalén y que te sigo.
Mis ojos se adelantan
por los empedrados de Jerusalén
para encontrar los tuyos.
Y no hay en ellos
rebeldía.
Bajo la cruz
Tú eras una antorcha
de mansedumbre. Derramabas
una piedad universal con cada aliento.

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
(Lc.23,28)

¿Y cómo no llorar, Señor?
Déjame, al menos,
si no llorar por Ti, llorar contigo.

III

GÓLGOTA

I

EL CORAZÓN DE LAS MUJERES

Muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea
para asistirlo, contemplaban la escena desde lejos.
(Mt 27, 55)

Estirándose sobre la distancia,
el corazón de las mujeres
se hizo cruz en el Gólgota.
¡Oh corazón de las mujeres, cruciforme,
arca lúcida,
oscura estancia del amor y permanente
arcaduz del misterio!
¡Oh corazón de las mujeres,
prodigioso arroyo fiel que mana
desde el mar de Galilea hasta el Calvario!
¡Y más allá del Calvario, hasta los límites
verticales y alzados,
hasta la orilla de la fe donde se trueca
el destino del hombre!
Mujeres, con vosotras he visto
la salvación del mundo,
su rostro ensangrentado, la medida
de sus brazos abiertos,
la extensión de su abrazo,
que acerca hasta nosotros
la dádiva incansable de sus manos
abiertas y horadadas para siempre.
Y he visto su corazón de par en par,
su corazón como una cueva dulce,
su corazón, abrigo
para toda intemperie.
He visto con vosotras
los pies del redentor, nunca cansados
de venir hacia mí, también heridos
de mí, por mí, también clavados
para la eternidad.
¡Oh pies de Cristo
impresos
sobre la arena de mi corazón!
¡Oh Cristo que atrajiste
hasta Ti el corazón de estas mujeres,
déjame ahora
latir en su latido:
contemplarte.

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II

STABAT MATER

Estaba la madre al pie
de la cruz. La madre estaba.
Enhiesta y crucificada,
color de nardo la piel.
En el pecho el hueco aquel
que vacío parecía.
No me lo cierres, María
que quiero encerrarme en él,
que quiero encerrarme y ver
todo lo que tú veías.
Sé tú mi madre, María,
como lo quería Él.

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III

CIERRA EL CIELO LOS OJOS …

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde
la tierra se cubrió de tinieblas.
(Mt. 27, 45)

Cierra el cielo los ojos:
cae
la noche a plomo sobre el mediodía
de aquel viernes de abril en el Calvario.
No puede el cielo ser tan impasible
cuando en la cruz está muriendo un hombre,
ya solo sufrimiento y sangre,
cuando muere
el amado de Dios.
¿O acaso vuelve el rostro el cielo
también
y es abandono
lo que creían sombra?
Pesa, pesa, pesa…
Pesa esta oscuridad
que hace crujir los hombros
mientras el ser se vence
inexorablemente hacia el abismo.
Esta tiniebla tiene
peso, longitud, altura,
y penetra en el alma
y duele y vela
la mirada de Dios en la distancia.
¿No hay otro modo, Señor, no hay otro modo
de morir, de vivir, que hacer a ciegas
esta larga jornada de camino?
Pues si ha de ser así, Señor, te pido
que al menos en la muerte no me falte
un bordón de plegaria: que no olvide
tu nombre dulce con el que llamarte.

IV

EL GRITO

Y Jesús, dando de nuevo un fuerte grito entregó su espíritu
(Mt.27, 50)

Un grito. Luego el silencio.
Y en silencio estoy aquí
mientras resucitas Tú
y resucitan los muertos.
¡Cristo, ten piedad de mí!

Con Cristo

*

Mercedes Marcos Sánchez,

Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)

***

 

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Viernes 14 de Abril de 2014. “Viernes Santo”.

Viernes, 14 de abril de 2017
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De Koinonia:

Camino del Calvario

Isaías 52,13-53,12

Él fue traspasado por nuestras rebeliones

Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,
así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y contemplar algo inaudito.
¿Quien creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;
como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte,
y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,
él tomo el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.

Salmo responsorial: 30

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí. /
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cachorro inútil. R.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: “Tú eres mi Dios.”
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón, /
los que esperáis en el Señor. R.

Hebreos 4,14-16;5,7-9

Aprendió a obedecer
y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación

Hermanos:

Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

 

Juan 18,1-19,42

Pasión de N.S.Jesucristo según san Juan

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús sabiendo todo lo que venia sobre él, se adelanto y les dijo:

+. “¿A quién buscáis?”

C. Le contestaron:

S. “A Jesús, el Nazareno.”

C. Les dijo Jesús:

+. “Yo soy.”

C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: “Yo soy”, retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:

+. “¿A quién buscáis?”

C. Ellos dijeron:

S. “A Jesús, el Nazareno.”

C. Jesús contestó:

+. “Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.”

C. Y así se cumplió lo que había dicho: “No he perdido a ninguno de los que me diste.” Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

+. “Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?”

* Llevaron a Jesús primero a Anás

C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: “Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.” Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

S. “¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?”

C. Él dijo:

S. “No lo soy.”

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentÁndose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contesto:

+. “Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.”

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. “¿Así contestas al sumo sacerdote?”

C. Jesús respondió:

+. “Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?”

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy

C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

S. “¿No eres tú también de sus discípulos?”

C. Él lo negó, diciendo:

S. “No lo soy.”

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S. “¿No te he visto yo con él en el huerto?”

C. Pedro volvió a negar, y enseguida canto un gallo.

Mi reino no es de este mundo

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en le pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:

S. “¿Qué acusación presentáis contra este hombre?”

C. Le contestaron:

S. “Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.”

C. Pilato les dijo:

S. “Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.”

C. Los judíos le dijeron:

S. “No estamos autorizados para dar muerte a nadie.”

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. “¿Eres tú el rey de los judíos?”

C. Jesús le contestó:

+. “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”

C. Pilato replicó:

S. “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mi; ¿que has hecho?”

C. Jesús le contestó:

+. “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.”

C. Pilato le dijo:

S. “Conque, ¿tú eres rey?”

C. Jesús le contestó:

+. “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

C. Pilato le dijo:

S. “Y, ¿qué es la verdad?”

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:

S. “Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?”

C. Volvieron a gritar:

S. “A ése no, a Barrabás.”

C. El tal Barrabás era un bandido.

* ¡Salve, rey de los judíos!

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los saldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S. “¡Salve, rey de los judíos!”

C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. “Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.”

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S. “Aquí lo tenéis.”

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. “¡Crucifícalo, crucifícalo!”

C. Pilato les dijo:

S. “Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.”

C. Los judíos le contestaron:

S. “Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.”

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S. “¿De donde eres tú?”

C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:

S. “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?”

C. Jesús le contestó:

+. “No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.”

¡Fuera, fuera; crucifícalo!

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. “Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.”

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:

S. “Aquí tenéis a vuestro rey.”

C. Ellos gritaron:

S. “¡Fuera, fuera; crucifícalo!”

C. Pilato les dijo:

S. “¿A vuestro rey voy a crucificar?”

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. “No tenemos más rey que al César.”

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

Lo crucificaron, y con él a otros dos

C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: “Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.” Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. “No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos.””

C. Pilato les contestó:

S. “Lo escrito, escrito está.”

Se repartieron mis ropas

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron:

S. “No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.”

C. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados.

Ahí tienes a tu hijo. – Ahí tienes a tu madre

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

+. “Mujer, ahí tienes a tu hijo.”

C. Luego, dijo al discípulo:

+. “Ahí tienes a tu madre.”

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Está cumplido

C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

+. “Tengo sed.”

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

+. “Está cumplido.”

C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

*Todos se arrodillan, y se hace una pausa

Y al punto salió sangre y agua

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”; y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron.”

Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

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*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

(24 de marzo de 1978)

Queridos hermanos:

Después de escuchar la palabra de Dios en esta tarde del Viernes Santo, narrándonos la tragedia del Calvario, mejor sería guardar silencio y con el corazón agradecido adorar al Divino Redentor. Pero es necesario, es obligación del celebrante, aplicar esta palabra eterna a los que estamos viviendo esta ceremonia. Y es que la liturgia no es simplemente un recuerdo, la liturgia es actualización; aquí en la Catedral esta tarde de marzo de 1978, Cristo nos está ofreciendo la fuente inagotable de su redención a los que hemos venido con fe, con esperanza, a contemplar este misterio de la redención.

Es como si en este momento lo que se acaba de leer estuviera pasando aquí ante nuestros ojos y fuéramos nosotros los que nos estamos salpicando con esa sangre que se derrama en el Calvario. Las tres preciosas lecturas nos dan la medida sin medida de este gesto de amor que se llama la redención.

La primera lectura nos presenta el abatimiento de Cristo hasta la profundidad de una humillación que no tiene nombre. La segunda lectura, carta a los Hebreos exalta ese personaje humillado en la cruz hasta las alturas del cielo hecho pontífice supremo de nuestra salvación. Y el precioso relato de la pasión que los jóvenes seminaristas acaban de hacer, nos dice cómo sucedió todo esto: la humillación y la exaltación. Leer más…

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14.4.17. Viernes Santo, el grito de Jesús, con las Siete Cruces de cada día

Viernes, 14 de abril de 2017
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17903682_774749819368879_3111145497908297945_nDel blog de Xabier Pikaza:

La primera es hoy la de Jesús, la Cruz universal del Burro, que los romanos al principio interpretaron, de un modo sarcásticos en forma de burro.Ésta es la Cruz del Burro despreciado, a quien seguimos no sólo matando, sino echándole la culpa. El crucificado es ignorante y malo, hay que matarle.

En esa línea dice Pablo (1 Cor 1-2) que la Cruz de Jesús es necedad para los “gentiles” (los sabios del mundo) e impotencia y escándalo para un tipo de judíos, que quieren triunfar siempre, que siguen (seguimos creyendo) que Dios está con los que vencen en la historia.

17884364_774748012702393_2845430583553774665_nLa segunda es hoy la de la bomba inteligente y “buena”, que vuela guiada por los dos brazos en forma de alas… Es la cruz de un tipo de Imperio, de la gran cultura de occidente… Cruz de ciencia para matar, cruz de retórica para seguir destruyendo a los malvados, que tienden (se dice) a esconderse en los meandros internos de la tierra, para tramar desde allí atentados contra los buenos… No es por vergüenza la cruz de la bomba atómica (que es además peligrosa para todos por su radiación).

Esta es cruz de la bomba mata para gloria del sistema, cruz de todos los cruzados de una religión (cristiana, musulmana…)que destruye a los contrarios y de una ciencia o cultura que se cree con derecho para echar la bomba donde cree que hay peligro para ella. Liberanos Domine.

17523254_774748112702383_4369450444168380606_nLa tercera cruz sigue siendo hoy la de las niñas asesinadas…. Esta foto de hace un siglo recoge la crucifixión de niñas armenias, en manos de los “nuevos turcos”, que empezaron a “civilizarse” como nación moderna matando a los distintos, a los armenios cristianos, que iban en contra de su unidad… No hicieron un muro, como se hace hoy, tendieron a matar a los inocentes, a los que pueden “procrear y multiplicarse”, en este caso a las niñas, adolescentes, futuras madres de armenios.

Hoy, Viernes Santo, recordamos los genocidios que se siguen perpetrando en puro siglo XXI. En esta cruz queremos incluir el crimen de los que buscaron la unidad nacional alemana en la línea de los nazis, matando a los judíos. Esta es la cruz de los grandes imperios antiguos (asirios, babilonios, romanos…) y de los nuevos imperios (chino, británico, francés, de USA…) que de un modo o de otro destruye a los contrarios.

17903985_774748546035673_8045897263095402518_nLa cuarta cruz es la barbarie de grupos islamistas
que siguen matando no sólo a los cristianos, sino a otros grupos distintos (aunque en especial a los cristianos). No he querido poner la imagen de cristianos crucificados, degollados… Pongo de un modo más “austero” la cruz de los ahorcados por el sistema del tractor o de la grúa (dos grúas) que elevan en el aire los cuerpos de los pretendidos culpables, en un mundo de terror, donde se sigue matando a los distintos…

Ciertamente, un cierto tipo de islamismo militante es signo de cruz, cruz de barbarie, de inhumanidad, de muerte… Pero en el fondo de esa cruz está el principio de muerte de otros grupos sociales, nacionales… y especialmente la muerte que actúa a través de un capitalismo destructor de los pobres.

17903981_774811122696082_1397401278790719796_nLa quinta es la cruz de los mares convertidos en cementerio de pateras, . Cruz de aquellos que mueren porque algunos les expulsan o le obligan a marchar por hambre y persecución… y porque otros no quieren (no queremos) recibirles. En ellos se repite la palabra de Jesús: “Fue extranjero y exilado, y no me recibisteis…”.

Ésta es la cruz de todos los expulsados que vagan por todos los caminos del mar y de la tierra, sin derecho alguno, a merced de las inclemencias del agua… y de la fortuna de aquellos que quieran o puedan recibirles. Esta es la cruz de los que convierten al mundo en cementerio de mar o de desierto, para todos los contrarios o molestos de la tierra.

17903971_774821306028397_3000628194415100890_nLa sexta es la cruz de los muros y las vallas…, muros que cierran el paso de la gente que busca caminos, muros que dividen y matan, vallas de fronteras de muerte o de cárcel… “Estuve encarcelado y no me acogisteis ni visitasteis”. La Cruz es el signo de una humanidad que divide y expulsa, unas veces matando, otras sin matar directamente.

En este contexto quiero recordar la cruz de los guetos, de los barrios marginales, de los suburbios de las grandes ciudades donde se arroja la basura humana, fuera de los muros que protegen a los “buenos”.

17952484_774750099368851_10137508592135696_nSéptima cruz, un misterio. El Cristo de Velázquez

Quiero recordar aquí la cruz del misterio de Dios, que se expresa en el dolor de los hombres. Podría citar en este contexto las cruces románicas de majestad, con la cruces góticas del dolor… y las grandes cruces del renacimiento o el barroco. Pero desde una perspectiva hispana he querido proponer la cruz de Velázquez, que Unamuno comentó emocionado en Salamanca.

Ésta es la cruz que ha servido y sirve para meditar en la miseria y la grandeza humana, que es la grandeza y el dolor de Dios. Este es una cruz que podría convertirse en puro signo estético…, a no ser que recuerde las otras seis cruces anteriores, en oración y compromiso creyente.
Buen día de Viernes Santo para todos. Sigue la meditación.

JESÚS, EL GRAN GRITO

El Nuevo Testamento ha destacado el sufrimiento y pasión de Jesús (cf. Heb 5, 7; Mc 14, 34; 15, 34-37; Lc 12, 50) y recoge, de un modo especial, su llamada de muerte en la cruz: “Y dando un gran grito expiro” (Mc 15, 37). Pues bien, la tradición cristiana ha interpretado esa voz con las palabras del salmo 22, 1 (Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?: Eloi, Eloi. Lema Sabaktani: Mc 15, 34), pero ha citado es ese mismo contexto la opinión de aquellos que dicen que llamaba a Elías (Mc 15, 35-36).

De ese grito quiero hablar este día, grito de muerte de miles y millones de personas que siguen sufriendo con Jesús, personas a las que hoy recordados estremecidos, sin aliento. Ese es el grito que han escuchado las mujeres fieles, las únicas que han seguido a Jesús hasta la muerte. Ellas, las mujeres del Viernes Santo, son las fundadoras de la Iglesia de Jesús (Imagen: E. Munch, El Grito).

1. Un grito en la cruz.

Muchos exegetas han interpretado ese grito como invento de la iglesia (los crucificados mueren por asfixia y son incapaces de gritar). Otros lo han entendido como un signo apocalíptico del fin del mundo (como aparece en el Apocalipsis, libro de las últimas voces: Ap 4, 1; 5, 2; 8, 13 etc; cf. también Mc 1, 11). Pues bien, pensamos que ese grito constituye un recuerdo histórico. Precisamente porque los crucificados no suelen gritar, la tradición cristiana ha conservado el recuerdo de ese grito, a pesar de los problemas que podía plantear a los creyentes. Desde ese fondo se entienden los otros signos que los evangelios han vinculado a la muerte de Jesús.
La tradición recuerda que Jesús no ha muerto como un desesperado, pues en ese caso no podría haberse mantenido su recuerdo salvador. Pero sabe también que, en otro aspecto, su muerte en cruz ha sido un fracaso, aunque ella sepa que, mirando las cosas desde una perspectiva más alta, ese fracaso ha sido culminación de su vida, un momento del Reino que llega. Un Jesús externamente victorioso debería haberse colocado en la línea de los vencedores del sistema, es decir, de los reyes y los sumos sacerdotes, de los ricos y fuertes, los prepotentes. Un Jesús triunfador no podría seguir siendo Mesías de los pobres, expulsados y asesinados, por quienes y con quienes ha proclamado e iniciado un camino de Reino.

Sólo quien sabe perder puede amar de verdad a los demás y acompañarles. Los que quieren ganar siempre y tener siempre razón, acaban siendo dictadores, al servicio del sistema. Desde ese fondo queremos evocar la voz final de Jesús (“dando un fuerte grito, expiró”: Mc 15, 37), que requiere una aclaración, como sabe Marcos que ofrece dos interpretaciones diferentes.

1. Algunos pensaron que Jesús llamaba a Elías, para que viniera y le ayudara (15, 35). Esta opinión se sitúa en la línea del mensaje del propio Jesús, que se había presentado en forma de profeta-como-Elías y responde a la esperanza de aquellos que pensaban que el mismo Elías le sostenía y protegía (cf. Mc 6, 15 y 8, 28). Entendido así, este grito podría ser signo de fracaso: Desde su patíbulo de muerte, Jesús llamó al profeta de los milagros y de la justicia salvadora, pero Elías, el mensajero de Dios (cf. Mal 4, 5), no vino a liberarle. Pues bien, este grito puede interpretarse también en un sentido positivo: Jesús llama a Elías y Elías vendrá, de una forma u otra, avalando la misión profética de Jesús, en la línea que había iniciado Juan Bautista.

2. La iglesia ha escuchado en ese grito unas palabras dolientes del salterio («¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»: Mc 15, 34; cf. Sal 22, 2), reinterpretadas como llamada al Dios Padre, pues el testigo y protector de Jesús en su agonía no ha sido Elías, sino el mismo Dios, que le había ungido, diciéndole: ¡Tú eres mi Hijo querido, en ti me he complacido! (Mc 1, 11). Ese Dios del Reino parece abandonarle ahora. Por eso, Jesús le invoca, dolido, con la voz del Sal 22, 2: «¡Dios mío, Dios mío!…». No le abandona Elías, sino el mismo Dios Padre. Por eso, Jesús le llama, elevando su última palabra, haciendo suyo el grito de los condenados que acuden a Dios desde el mismo borde de su muerte.

–- Mc 15, 34- 37 supone que Jesús murió dando un grito (una voz: fônê), que puede ser un signo apocalíptico, una voz de del fin de los tiempos… o el recuerdo de un grito histórico, de una llamada última de Jesús, desde el Calvario. Ciertamente, en ese contexto se suele recordar que los crucificados no gritan (mueren de asfixia). Pero no es imposible que ellos se esfuercen por decir su última palabra y Jesús debió decirla. Desde ese fondo se entienden las observaciones siguientes.

(1) La tradición ha mantenido el recuerdo del grito, que fonéticamente habría contenido un sonido parecido a “eli”, que podía interpretarse en relación con Dios o con Elías. No se puede demostrar que llamaba a Elías, pero esa llamada tiene un sentido dentro de la tradición. Tampoco es fácil demostrar que llamaba a Dios, pero ella se sitúa también dentro de toda la historia de Jesús y de la tradición israelita.

(2) Desde la perspectiva cristiana, lo más normal es pensar que Jesús llamaba a Dios, pero algunos pensaron que llamaba a Elías. Ellos habrían confundido la palabra “Eli” (Dios mío) con un tipo de Eli-yah (mi Dios es Yahvé) o con un Eliya-ta (Elías ven). Desde el punto de vista puramente filológico es difícil resolver la cuestión y, además, la venida de Elías y la de Dios se encuentran vinculadas. (3) El tema nos sitúa quizá ante una controversia entre seguidores y no seguidores de Jesús. Los cristianos tenderían a pensar que Jesús llamó a Dios, mientras que los no cristianos pensarían que llamó a Elías (que no vino a ayudarle).

El evangelio de Marcos recoge la interpretación de los que pensaron que murió llamando a Elías, pero sin rechazarla expresamente. Algunos exegetas piensan que Marcos quería oponerse a la opinión de los que afirmaban que Jesús murió llamando a Elías, aunque esa figura le había acompañado desde el comienzo de su ministerio (desde su contacto con Juan Bautista; cf. también Mc 9, 4).

En esa línea, la referencia a Elías está llena de sentido: humanamente hablando, resulta lógico que Jesús llamara al profeta de los milagros, al testigo de Dios, en cuyo nombre había salido a proclamar la llegada del Reino. Pero, como hemos vito ya (en cap. 1), Elías esta también profeta de la venganza y del fuego del cielo (cf. 1 Rey 18, 38; 2 Rey 1, 10), de manera que podría creerse que, en el momento final, Jesús le habría invocado para que realizara el juicio de Dios sobre sus enemigos. (4) El evangelio ha interpretado el grito de Jesús como invocación a Dios, con las palabras del salmo 22, 1: “Díos mío, Dios mío….”. Así lo suponen aquellos que, según Marcos, están ante la cruz.

Los sacerdotes han acusado a Jesús diciendo que Dios le ha rechazado (cf. Mc 15, 29-32; más expresamente en Mt 27, 39-43). Jesús responde llamándole: “Dios mío, Díos mío: ¿por qué me has abandonado?”. Así lo han entendido los cristianos, interpretando esas palabras desde una perspectiva teológica, iluminando así la muerte de Jesús desde el Salmo 22, donde el orante israelita llama a Dios desde su abandono. Sea como fuere, Marcos no ha espiritualizado la muerte de Jesús, sino que ha dado testimonio de su dureza, añadiendo, sin embargo, que se mantuvo firme en la prueba, sin morir desesperado.

En este contexto debemos recordar los personajes de fondo de la historia de Jesús: Moisés, Elías, David… Parece que Jesús ha muerto como un David fracasado. Como a rey falso le han condenado, poniendo como razón de la condena este letrero: ¡Rey de los Judíos! Como rey derrotado y falso perece Jesús fuera de su ciudad (cf. Mc 15, 26 par). También muere como falso Moisés, pues ha sido condenado por los sacerdotes, custodios de la Ley mosaica. Muere, finalmente como falso Elías, como parecen suponer los que dicen: ¡está llamando a Elías! Leer más…

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“Unidos por el amor a un crucificado”, por Carlos Osma

Viernes, 14 de abril de 2017
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discipulo-amado

De su blog Homoprotestantes:

Una reflexión de Jn 19, 17-30.

“Jesús, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, en hebreo, Gólgota. Allí lo crucificaron con otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio”.

El Jesús del Evangelio de Juan es tan diferente al del resto de evangelios que a menudo nos desconcierta. Y lo hace porque el evangelista en su intento de presentar a Jesús en plena intimidad con Dios, parece deshumanizarlo y alejarlo de nosotros. Es evidente que hay una intencionalidad teológica, pero ver a Jesús cargando su cruz y marchando con ella hacia el Gólgota, como quien decide darse un paseo triunfal hasta el trono en el que ocupará el lugar central, no ayuda para que empaticemos con la experiencia histórica de una persona que fue torturada y asesinada de una forma tan cruel.

Sin embargo el evangelista no busca nuestra empatía, sino que, en un momento histórico en el que el cristianismo tenía que reafirmarse frente a un judaísmo de carácter fariseo, era necesario dar valor al elemento central de su conflicto: a Jesús. Y en la medida en el que aquel Mesías se convertía en un ser divino, la ruptura con el fariseísmo estaba servida. Así que la estrategia del autor (o autores), no fue en ningún momento la de buscar puntos de conexión o elementos de encuentro, sino la de reafirmar el elemento central de la fe cristina. Puede parecernos más o menos acertada su intención, pero deberíamos preguntarnos si los cristianos y cristianas del siglo XXI utilizamos la misma estrategia para lidiar con nuestras diferencias.

Que no pretendiese tender puentes de diálogo, no significa necesariamente que la voluntad de Juan fuese la de hacerlos saltar por los aires. La obra no va dirigida a los fariseos, sino a los seguidores de Jesús, para reforzar y profundizar su fe en un momento de confrontación. Y si hay algo que tiene muy claro el evangelista, es que sólo poniendo la mirada en Jesús y a él como centro, el cristianismo puede tener algo que decir en un mundo donde la diversidad va en aumento. Si eso se traduce en rupturas, pues bienvenidas sean.

“Escribió también Pilato un letrero, que puso sobre la cruz, el cual decía: Jesús Nazareno, Rey de los judíos. Muchos de los judíos leyeron aquel letrero, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el letrero estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos, sino: Este dijo: Soy rey de los judíos. Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito”.

De repente Jesús desaparece de la escena, y ésta se centra en una discusión sobre su identidad. Definir a un ser humano al que se ha crucificado antes, no puede tener como intención entender quién es. Lo que quieren los representantes religiosos, es simplemente reafirmar su teología y su posición social. Es una falsa discusión, no hay diálogo, algo muy común en el pensamiento religioso que dice buscar la verdad, pero que cuando está ante ella la ignora porque rompe sus esquemas arcaicos. La verdad para Juan era un ser humano, y ellos lo habían crucificado. Y frente al que había sido torturado y traspasado por clavos, los sacerdotes solo quieren poner un broche final, uno que dice que tienen la razón y el ajusticiado no. Según el evangelista, los fariseos no quieren que la mirada de quienes pasan frente a la cruz se dirija hacía Jesús, sino hacia la letra, hacia un cartel que etiqueta al crucificado con una identidad que no es la suya, pero que permite que la teología farisea quede indemne, y a sus dirigentes disfrutar de sus beneficios.

Podríamos creer que el poder político sí ha entendido quien es Jesús y es capaz de definirlo correctamente. Pilato ha acertado, ¿ha entendido lo que al poder religioso se le escapa? El evangelista parece decirnos que no, que se puede dar la identidad que corresponde a Jesús por error, o simplemente por intentar provocar al fariseísmo recordándole quien ostenta el poder realmente. El cartel que manda colocar Pilato sobre la cruz expresa la identidad que Jesús mostró, pero no está basada en una mirada sincera hacia Jesús, en una aceptación real de su identidad. El crucificado seguía en la cruz, aquella a la que le habían subido quienes decían reconocer quien era. Y es que se puede ser muy comprensivo, tener toda la razón, y seguir subiendo a la cruz a quienes nos son incómodos, porque con esa cruz nuestro poder se impone frente a otros poderes que nos incomodan.

“Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro pares, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era costura, de un solo tejida de arriba abajo. Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Y así lo hicieron los soldados”.

Quienes mueven los hilos a su conveniencia, no se ensucian las manos de sangre, para ello tienen a sus soldados que ejecutan a la perfección las órdenes recibidas. En estos versículos la mirada sigue alejada del Jesús crucificado, pero también se aleja de los centros de poder que lo han llevado hasta el Gólgota, ahora la acción se sitúa en la mano de obra de la ideología dominante. Los soldados no piensan, ni dudan, ni sienten… se limitan a hacer lo que han hecho toda la vida, lo que es natural: “que quienes molestan sean eliminados”. Frente a una humanidad crucificada que parecen ignorar se comportan como simples máquinas, ¿dónde agoniza realmente la vida, arriba en la cruz, o delante de ella?

Los soldados cumplen a raja tabla la Escritura, ellos son sus guardianes, y al hacerlo desnudan a un Jesús sufriente que ya agoniza. Allí ante ellos todo se muestra en su verdadera humanidad, sin que nada quede escondido. Pero su mirada no se dirige hacia el cuerpo vulnerable y herido, hacia el sufriente, sino hacia ellos mismos, por eso se disponen a obtener algún beneficio. Y reparten sus vestidos de forma ordenada, organizada, como si estuvieran acostumbrados a hacerlo todos los días. Y es que los ejecutores de las ideologías asesinas, no suelen ser víctimas inocentes, aunque algunos discursos los presenten de esta forma. Los ejecutores se lanzan como buitres sobre los despojos que otros han decidido dejar por el camino, y de esta manera cumplen la Escritura, pero no por ello dejan de ser unos asesinos.

“Estaba junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre y al discípulo al que él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió como madre propia”.

Finalmente Juan nos devuelve a la cruz, al punto de partida. Y allí encontramos a la madre de Jesús, junto a otras mujeres, y al hombre al que Jesús amaba. Parece como si solo ellos tuvieran la vista puesta en el crucificado. A las tres Marías no les importa si en aquel momento se cumplían o no cumplían las profecías del Antiguo Testamento. Al amado de Jesús le traía sin cuidado si estaba o no frente al Rey de los Judíos. Lo que las Escrituras profetizaban podría ser relevante para quienes querían tener razón y poseer la verdad, pero lo que Juan destaca sobre cualquier otro elemento, es que las seguidoras y seguidores de Jesús están al lado del crucificado, mirándole a él, y sufriendo por/con él. Ese es el elemento central que quiere destacar, esa es la verdadera mirada cristiana, la que fundamenta cualquier reflexión, cualquier debate, cualquier acción. Se puede estar al lado de la cruz por muchas razones que no sean el amor a quién ha sido clavado en ella.

Y desde esta manera de estar frente a la cruz, se puede escuchar la voz de Jesús. El amor de María por su hijo, y el del discípulo por su amado, une irremediablemente a ambos, los convierte en una familia. Una madre que abre el corazón al hombre al que su hijo ama, y un hombre que abre su casa y su vida a la madre de quien le amó como ningún otro. Una familia contranatura para muchos, pero una familia cristiana para quienes son capaces de escuchar el mensaje de la cruz. Y así es como el evangelista Juan entiende la comunidad cristiana, como una familia que no sigue los dictámenes biologicistas, que no cumple la Ley sobre todas las cosas, que no se doblega frente a las costumbres y las exigencias de la religiosidad. Sino como un conjunto de hombres y mujeres unidos por el amor a un crucificado, y cuyas relaciones únicamente son juzgadas por el amor que contienen. Ese es el centro del cristianismo que propone, uno que tiene su mirada puesta únicamente en la cruz. Con esta mirada es posible que la comunidad Joánica esté abocada a una ruptura con el judaísmo fariseo, pero sin ella habrá perdido inevitablemente y para siempre su esencia cristiana, su motivo de ser. Sólo mirando a Jesús el cristianismo, sea del tipo que sea, sigue siendo cristianismo.

Carlos Osma

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Jesús no nos salvó con su muerte sino con su vida

Viernes, 14 de abril de 2017
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jesus-talhas-vinho03Jn 18,1-19,42

La celebración ayer de la última cena, la celebración hoy de la muerte y la celebración mañana de la resurrección, son tres aspectos de una misma realidad: La plenitud de un ser humano que llegó a identificarse con Dios que es Amor. Este es el punto de partida para que cualquier ser humano pueda desarrollar su verdadera humanidad. Pero el amor es la meta a la que llegó Jesús y a la que tenemos que llegar nosotros. Ese amor es lo más dinámico que podemos imaginar, porque es el motor de toda acción humana.

El recuerdo puramente litúrgico de la muerte de Jesús, sin un compromiso de mantener en nuestra vida las mismas actitudes que le llevaron a la muerte, es un folclore vació de contenido. Otro peligro que nos acecha en esta celebración, es caer en la sensiblería. Tal vez no podamos sustraernos a los sentimientos ante la descripción de una muerte tan brutal. El peligro estaría en quedarnos ahí y no tratar de vivir lo que estamos celebrando. Nos importan los datos históricos, pero solo como medio de descubrir la cristología que en ellos se encierra: Jesús es para nosotros el modelo de lo humano y de lo divino.

No podemos presentar la muerte de Jesús como el colmo del sufri­miento. La vida de Jesús se desarrolló con relativa normalidad y con una cierta comodidad. Los sufrimientos duraron solo unas horas. Millones de personas, antes y después de Jesús, han sufrido mucho más en cantidad y en intensidad. No podemos seguir hablando de sus sufrimientos como si fueran los únicos. Fue una muerte cruel, sin duda, pero no podemos presen­tarla como el paradigma del dolor humano. El valor de la muerte de Jesús no está en el dolor, sino en la motivación de esa muerte, en la actitud de Jesús y de los que lo mataron.

Tenemos que superar la idea de que “murió por nuestros pecados”. El autor de la carta a los hebreos, (que seguramente no es de Pablo) lo que intenta es hacer ver a los judíos, que ya no tenía sentido el repetir los sacrificios que habían sido la base del culto en el templo, porque ya estaba cumplida en Jesús toda la labor de mediación. Esta idea es posible, solo desde la perspectiva del Dios del AT que premia y castiga; y exige el pago por nuestros pecados. Este Dios no tiene nada que ver con el Dios de Jesús, que nos ama a todos, siempre e infinita­mente y que, si pudiera tener alguna preferencia, sería para con los débiles o los pecadores.

¿Por qué le mataron? ¿Por qué murió? Si no hacemos esta distinción, entraremos en un callejón sin salida. Le mataron porque la idea de Dios que él predicó no coincidía con la idea que los judíos tenían de su Dios. El Dios de Jesús, como veíamos ayer, no es el soberano que quiere ser servido, sino Amor absoluto que se pone al servicio del hombre. Esta idea de Dios es demoledora para todos aquellos que pretenden utilizarlo como instrumento de dominio y esclavitud de los demás. Ningún poder establecido puede aceptar ese Dios, porque no es manipulable ni se puede utilizar en provecho propio. Esta idea de Dios es la que no pudieron aceptar los jefes religiosos judíos. Este Dios nunca será aceptado por los jefes religiosos de ninguna época.

Jesús murió por ser fiel a sí mismo y a Dios. No se pueden separar las respuestas a las dos preguntas. Jesús como todo ser humano tenía que morir, pero resulta que no murió, sino que le mataron. Esto último, tampoco hace de su muerte un hecho singular. La singularidad de esa muerte hay que buscarla en otra parte. La muerte de Jesús no fue un accidente, sino consecuencia de su manera de ser y de actuar. Creo que en la aceptación de las consecuen­cias de su actuación está la clave de toda la vida de Jesús.

El hecho de que no dejara de decir lo que tenía que decir, ni de hacer lo que tenía que hacer, aunque sabía que eso le costaría la vida,es la clave para compren­der que la muerte no fue un accidente, sino un hecho fundamental en su vida. El hecho de que le mataran, podía no tener mayor importancia, pero el hecho de que le importara más la defensa de sus convicciones, que la vida, nos da la verdadera profundi­dad de su opción vital. Jesús fue mártir (testigo) en el sentido estricto de la palabra.

Las palabras y los gestos de Jesús en la última cena, sobre el servicio total a los demás, pueden significar la más elevada toma de conciencia de Jesús sobre el sentido de su vida. Tal vez en ese momento, cuando ya era inevitable su muerte, descubrió el verdadero sentido de una vida humana. Cuando un ser humano es capaz de consumirse por los demás, está alcanzando su plena consumación. En ese instante manifiesta un amor semejante al amor de Dios y puede decir: “Yo y el Padre somos uno”. Dios está allí donde hay verdadero amor, aunque sea con sufrimiento y muerte. Si seguimos pensando en un dios de “gloria”, será muy difícil comprender el sentido de la muerte de Jesús.

¿Qué tuvo que ver Dios en la muerte de Jesús? El gran interrogante que se plantea sobre esa muerte recae sobre Dios. No podemos pensar que planeó su muerte, ni que la exigió como pago de un rescate por los pecados, ni que la permitió o la esperó. La paradoja está en que podemos decir que Dios no tuvo nada que ver en la muerte de Jesús, y podemos decir que fue precisamente Dios la causa de su muerte. Si pensamos en un Dios que actúa desde fuera, nada de lo que digamos en relación con esa muerte tiene sentido. Si pensamos que Dios era el motor de toda la vida de Jesús, de sus actitudes y de sus decisiones, entonces Él fue la causa de que Jesús fuera a la muerte.

La muerte de Jesús es una verdadero interrogante sobre Dios. Según todas las apariencias, Dios abandonó a Jesús a su suerte cuando le pedía a gritos que le ayudara. ¿Cómo podemos armonizar su silencio con la cercanía en el momento de morir? Aquí está la clave de comprensión del misterio Pascual. Dios no abandonó por un momento a Jesús para después reivindicarlo. Dios estuvo con Jesús en su muerte. Porque fue capaz de morir antes que fallarle, demuestra esa presencia de Dios como en ningún otro momento de su vida. En la entrega total se identificó totalmente con Dios y lo hizo presente. Cualquier otro intento de demostrar la presencia de Dios en Jesús (conocimientos, poder, milagros) es contrario a las enseñanzas más profundas de Jesús sobre Dios.

Creo que aún tenemos que reflexionar mucho sobre esa muerte para comprender el profundo significado que tuvo para él y para nosotros. Su muerte es el resumen de su actitud vital y por lo tanto, en ella podemos encontrar el verdadero sentido de su vida. Se trata de una muerte que manifiesta la verdadera Vida. Pero no se trata de la muerte física, sino de la muerte al “ego”, y por lo tanto a todo egoísmo, que hizo posible una entrega a los demás hasta la muerte. Este es el mensaje que no queremos aceptar, por eso preferimos salir por peteneras y buscar soluciones que no nos exijan entrar en esa dinámica. Si nuestro “yo” sigue siendo el centro de nuestra existencia, no tiene sentido celebrar la muerte de Jesús; y tampoco celebrar su “resurrección”.

Nosotros tenemos que separar la vida, la muerte y la resurrección de Jesús para intentar entenderlas, pero solamente las podremos entender si descubrimos la unidad de las tres realidades. La muerte fue consecuencia inevitable de su vida, pero en esa muerte ya estaba toda lo gloria que podía recibir Jesús. La trayectoria humana de Jesús terminó alcanzando la más alta meta: desplegar al máximo toda su humanidad, alcanzando y manifestando la plenitud de divinidad. Si no tenemos presente esto, podemos seguir echando balones fuera y sin descubrir lo que tiene de acicate para nosotros el darnos cuenta que un ser humano, en todo semejante a nosotros, pudo llegar a esa meta.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Todo se cumplió, pero… queda mucho por hacer

Viernes, 14 de abril de 2017
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kyris 1De su blog Vivir y Pensar en la Frontera:

Viernes Santo. Jesús muere gritando: no está todo consumado, os paso el testigo y entrego el Espíritu

En un twitter sedicente “anti-bergogliano”, leo que se alegran desde la oposición al Papa, diciendo así: “No le va a dar tiempo a su reforma, vendrá después un Juan Pablo III que haga volver la riada al cauce”.

En un blog digital de entusiastas de la primavera de Francisco, leo que se lamentan animados por su carisma, quienes dicen así: “Qué lástima, le va a faltar tiempo para culminar las reformas. Tememos que venga después otra vez la restauración ratzingeriana”.

Los anti-bergoglianos se alegrarían de que a Francisco no le de tiempo a consumar la tarea. Los pro-Francisco se impacientan temerosos de que no le de tiempo para decir consummatum est.

Unos y otros necesitarán (necesitaremos) meditar en Semana Santa el sentido exacto del Consummatum est: Todo está cumplido, sí, mas… no todo está consumado, puesto que aún queda mucho por hacer.

Pienso que a Francisco (que tanto repite lo de la prioridad del tiempo largo de discernimiento, más que el control de los espacios de poder) no le preocupa ninguna de estas dos voces (enemigas por defecto o amigas por exceso) sobre la falta de tiempo; ni le inquieta la voz de quienes desean acelerar su final, ni le seduce la de los que le desean larga vida.
Quien ha meditado y predicado, como Francisco, durante muchos años la tercera semana de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio: Pasión de Cristo, confórtame, conoce bien el tema: A Jesús no le dio tiempo, a Jesús se le quedó mucho, o casi todo, por hacer. Jesús muere quedándosele tantas cosas pendientes…

Aunque su muerte-resurrección consuma la obra de la salvación, Jesús muere encargando a sus seguidores la realización en la historia de la misión para la que les entrega su Espíritu al expirar.

Dos gritos estentóreos de Jesús al agonizar y expirar. Grita como fuera de sí. Un grito de queja y un grito de victoria.

Un primer grito que protesta: “¿Hasta cuándo, Padre, hasta cuándo? ¿Por qué, Abba, por qué? ¿Por qué a mí? ¿Por qué de este modo? Es el grito de Job. Es nuestro grito, cuando creemos en Dios, no porque resuelva el mal, sino a pesar de que se calla y no lo resuelve como quisiéramos. Es un grito de queja, fuera de sí ante lo insoportable del silencio de Abba.

Y, a continuación, otro grito, el de quien muere “expulsando el último aliento”, “expeliendo (en griego eksepneusen) su espíritu, su pneuma, entregando su espíritu a Abba y entregándonos su Espíritu para que nos haga vivir, dándones la fe en la resurrección como morir hacia la Vida.

Si el primer grito era el desesperado: “¿hasta cuándo, por qué?, el segundo grito es el que clama: “¡Por fin! ¡Al fin!”. Por fin se llega a un fin que es un comienzo. Aunque al crucificado se le quede todo por hacer en esta vida, su vida y misión sin terminar, sin embargo “todo está consumado y realizado”, no hay que añorar pasados nsotálgicos ni soñar futuros idealizados. Es el “hoy” del Presente de la Vida. Es la entrada en la otra cara del presente: ya no hay engaño de muerte y vida, sino vida verdadera resucitada. Muerte, resurrección y ascensión son todo uno en el Pentecostés del triunfo del Espíritu.

Acostumbrados a la traducción de la Vulgata latina, consummatum est: “todo está consumado” (Jn 19, 30), quizás pasa inadvertido el doble sentido tan rico de esa expresión: ya está cumplido y ya está entregado. Por una parte, Jesús muere demasiado pronto, quedándosele tantas cosas por hacer, tantas palabras que decir, tantos abrazos que dar… en el momento de morir hacia la Vida. Por otra parte, la continuación de su obra y la realización del Reinado de Dios está totalmente entregada en manos de la comunidad que se reunirá por su Espíritu. A ella le entrega el Espíritu al expirar el último aliento del suyo, que es el primero de la constitución de su iglesia por el Espíritu. Esta entrega, dramatizada en el brote de sangre y agua del costado abierto, es recibida por Juan y Magdalena, primera comunidad eclesial, amparada por la Madre de Jesús, la Piedad del Descendimiento, que se convierte en Madre de la Iglesia.

Jesús murió quedándosele mucho por hacer, pero su muerte no es una derrota, porque lo principal está cumplido y entregado. La garantía de su continuidad es su propio espíritu, entregado y vivo como Espíritu de Vida del Resucitado. Por eso pudo morir, por una parte, inclinando la cabeza (Jn 19, 30) y, por otra parte, puede morr gritando (Lc 23, 46 Mc 15, 37 Mt 27, 50). Muere gritando un grito de victoria, porque morir es salir fuera de sí para extenderse a todo, es salir de sí para entrar definitivamente en el misterio de la Vida. Morir es resucitar: no como re-vivir, sino como vivir plenamente y de veras en la vida de la Vida.

Ampliación exegética:

(Me disculpo por la extensión de estas líneas; el tema requiere una columna larga, más que un breve post del blog… Me alegraría que nos ayuden a meditar durante Semana Santa).

El cuarto evangelio lo cuenta así: “Cuando probó el vinagre, dijo Jesús: -Queda terminado (tetélestai, queda cumplido, acabado, concluído). Y, reclinando la cabeza, entregó el Espíritu” (Jn 19, 30).

El momento de expirar Jesús hacia la Vida (muerte y resurrección son simultáneas), es la génesis y entrega del Espíritu. Si se pone la frase en arameo, se expresaría con el mismo verbo: “entregar” (shelem, raíz S-L-M), lo que en griego y latín son dos verbos diferentes: 1) “todo está cumplido-entregado” (gr. tetelestai, lat. consummatum est) y 2) “entregó el espíritu” (gr. parédoken to pneuma, lat. tradidit spiritum). Lo comenta muy bien Abdelmumin Aya, en un libro cuya lectura no me canso de recomendar: El arameo en sus labios, Fragmenta editorial, Barcelona, 2013, pp. 133-136, cap. 22: La consumación).

Marcos relata escuetamente que Jesús muere gritando “¿por qué?”: “A media tarde clamó Jesús dando una gran voz (phoné megále): -Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?… Jesús, lanzando una gran voz, expiró (exepnéusen, expulsó el último aliento)” (Mc 15, 34-37). La expresión del “por qué”, dirigida a Dios, está tomada del comienzo del salmo 21 (22), que convierte en oración la queja ante el silencio divino: Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado; a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza. De día grito, y no respondes; de noche, y no me haces caso. Esta oración no es la de quien “tira la toalla, desengañado”, sino la que brota de las entrañas de fe y hace posible la paradoja de “desesperación esperanzada y la esperanza desesperada” (“Noche oscura del alma, eres nodriza / de la esperanza en Cristo salvador…” (Unamuno, El Cristo de Velázquez).

Mateo lo cuenta también recogiendo la tradición del doble grito (phoné megále) de Jesús antes de morir: “A media tarde gritó Jesús muy fuerte: -¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?… Jesús dio otro fuerte grito y exhaló el espíritu (aphéken to pneuma, dejó salir de sí efusión de espíritu” (Mt 27, 46-50). Frente a la incredulidad de quienes retaban a Jesús a bajarse de la cruz milagrosamente (la última tentación) e interpretaban el “por qué me has abandonado” como fracaso, la lectura de fe percibe en el grito estentóreo de Jesús un clamor de victoria, en el que se mezcla la angustia de Getsemaní (Mt 26, 38: aparta de mí este cáliz) con la efusión del Espíritu que había animado el camino de Jesús y animará a sus seguidores para llevar a cabo la misión que él les encargará (Mt 28, 16-20).

Luce en la majestad de tu tormento/ la luz del abandono sin reserva /resignación que es libertá-absoluta/ y el ¡Hágase tu voluntad! Reviste/ con velo esplendoroso tu martirio / Silencio, desnudez, quietud y noche/ Te revisten, Jesús, como los ángeles / de tu muerte; se calla el Dios desnudo / y quieto en su tiniebla. De tu Padre / dentro el silencio fiel tan solo se oye… Unamuno, El Cristo de Velázquez).

Lucas conserva la tradición sobre el fuerte grito (phoné megále) de Jesús al morir, pero las palabras que pone en labios de Jesús son las del salmo 30 (31): “A tus manos encomiendo mi espíritu. Y diciendo así, ex-piró (exekpnéusen).

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