La ocasión merecía que se sacasen a las calles las banderas del arco iris, escoltadas por reivindicativos carteles de “Ningún amor es ilegal” o “Nuestro pasado es su presente”. Todos los allí congregados se unieron en una misma voz al coro de “Esta embajada está ensangrentada”, “hijos de Putin” y “Chechenia matando y la ONU mirando”.
Varios centenares de personas se concentraban en la tarde de ayer frente a la Embajada de Rusia en Madrid, para protestar por los casos de persecuciones y asesinatos de hombres gais en Chechenia. Se ha llegado a hablar de la existencia de un campo de concentración para homosexuales en un antiguo complejo militar de Argún. Juan Carlos Rodríguez, que creó la página de Facebook “Parad el exterminio y tortura de homosexuales en Chechenia” y ha sido uno de los organizadores de la concentración, ha aseverado que “estamos aquí, para demostrarle a Rusia, la existencia de homosexuales en Chechenia, porque no podemos ayudar a quien, según su Gobierno, no existe”. Él y otro activista, así como la diputada Carla Antonelli, la periodista Berta Collado y el director de cine Alejandro Amenábar, han leído cartas de víctimas de la homofobia en la República de Chechenia. Por su parte, la FELGTB ha anunciado nuevas movilizaciones para la próxima semana.
Dosmanzanas ha participado en la concentración en repulsa por los sucesos homófobos de Chechenia, que tenía lugar ayer por la tarde frente a la Embajada de Rusia en España (ubicada en la calle Velázquez de Madrid). Pasadas las 20.15 horas seguía llegando gente. Dado el modesto interés informativo que el tema ha venido despertando en España (al margen de los medios LGTB) ha sido sorprendente encontrarse con la cantidad de periodistas, fotógrafos y cámaras de televisión que se agolpaban junto a los activistas (por falta de espacio). Berta Collado, Carla Antonelli y Alejandro Amenábar han sido algunas de las voces que han leído los testimonios de las víctimas.
En declaraciones a dosmanzanas, Juan Carlos Rodríguez ha explicado que “ahora toca que a nivel institucional se comience a actuar poco a poco”. Y es que, a estas alturas, el Gobierno de España todavía sigue guardando oficialmente silencio sobre el tema. Por su parte, Carla Antonelli, diputada socialista en la Asamblea de Madrid, también ha insistido en que “tenemos que alzar todos y todas nuestras voces, porque es una cuestión fundamental de derechos humanos”. Según ha justificado, “no podemos permitir que en los momentos de descontento social siempre se va a perseguir a colectivos como el LGTBI, recordemos que ya nos metieron durante el nazismo cámaras de gas y ahora están hablando de campos de concentración”.
Precisamente por lo que argumentaba Antonelli y respondiendo a la petición de la propia convocatoria, la mayoría de las personas concentradas frente a la Embajada de Rusia en Madrid llevaban un triángulo rosa (igual que el que los nazis obligaban a llevar a las víctimas LGTB para su identificación).
Antes y después de las distintas intervenciones, los congregados han gritado lemas como “esta embajada está ensangrentada”, “hijos de Putin” o “ni uno menos, hermanos chechenos”, así como otros más genéricos a otras protestas y manifestaciones igualitarias como “si tocan a una, nos tocan a todas”. Muchas banderas arcoíris se alzaban todo el tiempo por encima de las cabezas de los asistentes.
Aunque la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) se ha sumado a esta concentración, “con la intención de poder concentrar el mayor número de actos en una misma jornada” está convocando actos de protesta y solidaridad por toda España. Tendrán lugar el próximo martes 25 de abril y ya están confirmados los de Alicante, Cádiz, Cartagena (Murcia), Córdoba, Huelva, Madrid, Málaga, Santa Cruz de Tenerife, Sevilla, Terrassa (Barcelona) y Vigo (Pontevedra). El acto en Madrid tendrá lugar a las 18.00 horas en la plaza de Pedro Zerolo. Otras organizaciones como Wado LGTBI+ Castilla-La Mancha aprovecharán sus actos del Día de la Visibilidad Lésbica, del próximo miércoles 26, para denunciar la situación del colectivo en Chechenia.
Las cartas de las víctimas de Chechenia
Juan Carlos Rodríguez, en calidad de organizador de la concentración frente a la Embajada de Rusia en España, en repulsa por los acontecimientos homófobos de Chechenia, empezaba reconociendo que “puede que algunos de los testimonios de las cartas nos parezcan de una brutalidad y odio que nos quedan lejanos, pero tenemos que recordar que, no hace mucho, era una costumbre aceptada y aplaudida en este país que las personas de nuestra comunidad sufrieran acoso, fueran objeto de mofas y de abusos constantes”.
Asimismo el también responsable del grupo de Facebook “Parad el exterminio y tortura de homosexuales en Chechenia” proseguía: “no hay que olvidar que solo hace 50 días que ocurrió la última agresión homófoba en Madrid y que hace menos de un mes se condenara, tratada en género masculino, a Cassandra, en un juicio que giraba en torno a la humillación, el respeto y la dignidad”. Se refería al caso de la estudiante trans Cassandra Vera, condenada a un año de cárcel por publicar en Twitter chistes sobre la muerte de Carrero Blanco.
Desde dosmanzanas hemos querido reproducir de forma literal y completa las cartas, por su importancia y para que los lectores saquen sus propias conclusiones.
Berta Collado ha leído una titulada “yo no me quiero ir de Chechenia”. Antes de la lectura, ha comentado que, aunque parezca increíble, “hay gente que tiene más miedo en salir de ahí que en quedarse”. Collado ha querido presentar el perfil de las mujeres en esta república semiautónoma de la Federación de Rusia: “la mujer en Chechenia es susceptible de sufrir asesinatos por honor, violencia doméstica y secuestros con el fin de casarlas, siendo niñas. Les quitan a sus hijos si se divorcian. La violencia sexual ejercida por familiares cercanos, que ocurre con frecuencia, ni siquiera es perseguida por la ley. Si estos crímenes se hacen públicos, la víctima es asesinada para limpiar la vergüenza de la familia”. Y ha añadido que “sabiendo esto, entenderéis mejor la carta que voy a leer”. Esta es la carta que ha leído la periodista y actriz:
«Yo no me quiero ir de Chechenia, eso sería una vergüenza para mi familia y, sobre todo, para mi hermana pequeña, que nunca podrá casarse por mi culpa. Yo no puedo permitir que ella sea juzgada por perder el honor y no puedo permitir que sea culpable de todas las desgracias de mi familia.
Si mis padres se enterasen de mi orientación, me matarían. Sería la única forma de limpiar el honor: matarme. Por eso necesito casarme ahora con una chica para limpiar mi imagen, para utilizarla como una cortina de humo. He conocido a una chica con la que estaría dispuesto a ello, pero no tengo dinero para pagar el matrimonio. Esta sería mi única salida para superar la vergüenza.
Cuando me case, la gente dejará de sospechar de mi orientación. Para mí, mi familia y el honor es más importante que mi propia vida»
A continuación, otro activista LGTB ha leído la carta de un chico gay checheno, que se trasladó hace un par de meses de una ciudad (que han evitado revelar por su seguridad). Reproducimos la carta:
«Quería establecerme aquí, pero no encontré trabajo y me vi en la obligación de volverme a Chechenia a mediados de marzo. Intenté ponerme en contacto con un amigo, a lo largo de una semana, pero me fue imposible. No conseguí localizarlo y a la semana siguiente me dijo que había sido detenido por la fuerzas del Gobierno de Chechenia. Le detuvieron por homosexual.
Intentando sonsacarle información, le flagelaron con una manguera y le realizaron descargas eléctricas. Él me dijo que en esa misma estancia podía haber unas 30 personas y que las fuerzas que lo detuvieron fueron las mismas fuerzas de seguridad de la República de Chechenia.
A los detenidos nos obligaban a dar el contacto de otros homosexuales y por eso, cuantas más personas detuvieron, a más personas podían detener posteriormente».
Este relato coincide con la información recogida por dosmanzanas el pasado 7 de abril, en el que nos hacíamos eco de la tortura a un joven gay, oriundo de la ciudad de Grozni. Entonces, publicábamos que gracias a la mediación de la organización Russian LGBT Network se empezaban a conocer algunos casos como este. Esta red igualitaria rusa estableció una línea telefónica confidencial, operativa las 24 horas, para recoger más datos, llegar a las víctimas y, cuando corresponda, proceder a su urgente evacuación.
El mismo activista ha leído una segunda carta frente a la Embajada de Rusia en España:
«Ya que avanza la tarde, a su coche llegó un Toyota Camry negro y sin matrícula, del que se bajaron un grupo del cuerpo de seguridad ruso de reacción rápida. Metieron al chico en el coche y se fueron a un sitio desconocido para él, sin avisar a su familia de su detención. El joven fue torturado y detenido durante varios días.
Los familiares consiguieron saber el lugar en el que se encontraba su allegado y el padre prometió que su hijo y la vergüenza que les trajo sería condenada en el acto y públicamente. El joven fue liberado, ahora desconocemos su paradero. Solo sabemos que no ha conseguido salir de Chechenia»
La incombustible activista Carla Antonelli ha insistido que, aunque en este caso, se esté hablando mayoritariamente de “hombres gais”, la persecución es en general “contra todo el colectivo LGTBI, ya que también hay personas transexuales. Puede ser un poco impensable que una persona trans pueda realizar un tratamiento en un país donde su propio presidente niega la propia existencia de que haya gais”. Este es el testimonio al que ha dado voz Antonelli:
«Voy a hablar de mí. Hace unos días crearon un cuarto de reclusión, no una cárcel, para homosexuales, aquí en Chechenia. Desde entonces, he perdido el contacto con algunos amigos míos y estoy muy asustado. Tengo miedo de que me descubran si investigan sus teléfonos móviles.
Han matado a un amigo mío que trabajaba en la Orquesta Filarmónica Estatal y él tenía mi número de teléfono escrito en el WhatsApp. Ellos registran los teléfonos móviles y tengo miedo a que me encuentren. No sé si borró o no nuestra conversación y tengo esa incertidumbre. Aquí en Chechenia, la vida humana no tiene ningún valor y mucho menos si eres gay, si eres LGTBI.
Rezo todos los días a Alá para que mi familia no sepa de mi orientación sexual. Lo más duro es que tengo más miedo de mi propia familia que de la policía misma. Mi padre se murió hace tres años y, desde entonces, vivo con mi madre y mis hermanos. Para ellos sería una vergüenza saber que yo soy gay. Mis hermanos me matarían para limpiar el honor de la familia. Aquí la tradición es muy fuerte y ser gay, LGTBI, es una de las mayores vergüenzas.
Mis propios hermanos me agarrarán un día y me matarán. Me arrojarán a un pozo. Nadie me buscará, ni me echaran en falta. Como muchos dirían: me fui para que no hubiese vergüenza en la familia. Además, confunden la homosexualidad con la pedofilia y creen que somos peligrosos para los niños.
Tengo miedo, mucho miedo. Solo salgo a la calle los viernes para ir a la mezquita. El resto de los días permanezco encerrado en casa. Por el día duermo, porque si vienen en a detenerme prefiero estar dormido. Por las noches estoy despierto y dejo el tiempo pasar viendo la televisión. De hecho, he dejado de ir al trabajo, porque cuando comenzaron las detenciones y asesinatos, me paso el día entre cuatro paredes y estoy cansado de todo. Estoy moralmente cansado. Estoy muy triste. Siento que voy a perder el juicio.
Seguir manteniendo el contacto con mis amigos es peligroso. Algunos chicos empezaron a quedar y a hablar de sus problemas. Al poco tiempo fueron todos detenidos. Muchos de ellos trabajan en puestos de importancia: son médicos, periodistas y funcionarios. Con tres de esos chicos yo he tenido relaciones. Por eso no quiero hablar con nadie.
La única salida que veo a todo esto es huir de aquí para siempre y no volver nunca más. Pero al tener ya 26 años y no estar casado levanto sospechas de que no soy capaz de amar a una mujer y han comenzado a sospechar de mi orientación sexual. De hecho, me han escondido el pasaporte internacional, para evitar una posible fuga. Mis hermanos, ya con 20 años, están casados y han tenido hijos. Mi situación es muy sospechosa para todos. Pero huir ahora de este infierno sería muy difícil para mí: no tengo dinero y no hablo español ni inglés. No sé adónde voy a poder encontrar trabajo para vivir. Esperaré a que llegue el verano para que, con la excusa de decir que me voy al mar, intentar cruzar la frontera o ir a Moscú, donde quizá tenga más posibilidades de vivir en paz.
El apoyo que nos estáis dando es muy importante para nosotros. Nos hace muy fuertes. Muchas gracias por todo, de verdad. Le pido a Alá todos los días que todo vuestro apoyo pueda salvarme algún día».
El último en intervenir ha sido Alejandro Amenábar, director de películas como Tesis, Abre los ojos, Los otros, Mar adentro o Ágora, abiertamente gay. En 2012, por ejemplo, agradecía a Madrid haberle dado libertad para vivir abiertamente su homosexualidad. Esta es la carta que leía Amenábar:
«El lugar al que me llevaron, aparenta ser un sitio abandonado, pero no lo es en absoluto. Parece más una prisión de cuya existencia nadie sabe nada. Éramos en torno a una docena de chicos. El número cambiaba constantemente, ya que de vez en cuando liberaban a alguno y, posteriormente, traían a otros nuevos.
Nos obligaron a sentarnos en una habitación de piedra, junto al resto de presos y allí nos dejaron, en un espacio de dos o tres metros a cada uno, sin posibilidad de salir. Permanecimos allí por semanas. Algunos, incluso meses. Tres veces al día nos llevaban a un baño que se situaba al otro punto de la calle. De hecho, varias veces al día nos golpeaban para intentar sonsacarnos información. Querían hacer una lista de contactos.
Para ellos, el hecho de que haya sido tomado como rehén, suponía que toda tu lista de contactos eran prácticamente homosexuales. Por esto mismo, nos prohibían apagar nuestros teléfonos, a la espera de recibir algún mensaje o llamada. Cualquier hombre que llamase o escribiese algún mensaje se convertía en una nueva víctima. A menudo, las personas eran invitadas a través de señuelos para así, posteriormente, capturarlos.
Nos atacaban con pistolas de descargas eléctricas. Es muy doloroso. Yo aguanté el dolor como pude. Pero pronto perdí el conocimiento y caí al suelo. El momento en el que el cuerpo entra en contacto con la electricidad, empieza a temblar y solo puedes gritar y llorar. Cada vez que una persona llegaba a la prisión, se iniciaba de inmediato la tortura con golpes con tubos de propileno por debajo de la cintura, piernas, muslos, nalgas y espalda. Mientras tanto nos decían cosas como “sois unos perros y no tenéis derecho ni a vivir”.
Los presos nos sentíamos sin ningún tipo de esperanza de ser liberados. Entendimos rápidamente que no teníamos opción ninguna y volvíamos a ser golpeados con palos. Nos pusieron en dos filas, una frente a otra, y empezamos a recibir sacudidas. Tres o cuatro golpes son dolorosos, pero cuando ya alcanza el vigésimo, es difícil mantenerse en pie. Yo no sabía cómo apaciguar el dolor y mordía mis nudillos hasta que me sangraban.
Algunas veces se ensañaban con alguien en especial. Había un hombre sentado con nosotros que era golpeado de manera brutal y terminó con el cuerpo lleno de heridas abiertas. Fue liberado y devuelto a sus familiares, pero nos enteramos de que al poco tiempo lo enterraron.
Además de torturas físicas, nos humillaron moralmente: obligados a limpiar la celda, mientras nos escupían en la cara. Constantemente nos repetían que no éramos libres. Cada día traían nuevas personas para someterlas a interrogatorios y conseguir nuevos contactos telefónicos. Después de varias semanas de estar tratados como animales, llamaban a nuestros familiares para “dejarnos en sus manos”».
General, Homofobia/ Transfobia.
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