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Archivo para Domingo, 23 de abril de 2017

Felices los que creen sin haber visto ( Jn 20, 29)

Domingo, 23 de abril de 2017
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Domingo de la Misericordia

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Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacedlos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre de ellos,
y sólo para ti quiero tenerlos.

Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.

*

San Juan de la Cruz,

Cántico Espiritual, estrofas 10 y 11

***

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

“Paz a vosotros.”

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.”

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

-“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

-“Hemos visto al Señor.”

Pero él les contestó:

Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.”

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomas con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

-“Paz a vosotros.”

Luego dijo a Tomás:

-“Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.”

Contestó Tomás:

-“¡Señor mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

-“¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.”

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

*

Juan 20,19-31

***

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"Migajas" de espiritualidad , , , , , , , , , , , , ,

“Jesús salvará a la Iglesia”. 23 de abril de 2017. 2 Pascua (A). Juan 20, 19-31.

Domingo, 23 de abril de 2017
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thomas-et-jesusAterrados por la ejecución de Jesús, los discípulos se refugian en una casa conocida. De nuevo están reunidos, pero no está con ellos Jesús. En al comunidad hay un vacío que nadie puede llenar. Les falta Jesús. ¿A quién seguirán ahora? ¿Qué podrán hacer sin él? “Está anocheciendo” en Jerusalén y también en el corazón de los discípulos.

Dentro de la casa, están “con las puertas cerradas”. Es una comunidad sin misión y sin horizonte, encerrada en sí misma, sin capacidad de acogida. Nadie piensa ya en salir por los caminos a anunciar el reino de Dios y curar la vida. Con las puertas cerradas no es posible acercarse al sufrimiento de las gentes.

Los discípulos están llenos de “miedo a los judíos”. Es una comunidad paralizada por el miedo, en actitud defensiva. Solo ven hostilidad y rechazo por todas partes. Con miedo no es posible amar el mundo como lo amaba Jesús, ni infundir en nadie aliento y esperanza.

De pronto, Jesús resucitado toma la iniciativa. Viene a rescatar a sus seguidores. “Entra en la casa y se pone en medio de ellos”. La pequeña comunidad comienza a transformarse. Del miedo pasan a la paz que les infunde Jesús. De la oscuridad de la noche pasan a la alegría de volver a verlo lleno de vida. De las puertas cerradas van a pasar pronto a la apertura de la misión.

Jesús les habla poniendo en aquellos pobres hombres toda su confianza: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. No les dice a quién se han de acercar, qué han de anunciar ni cómo han de actuar. Ya lo han podido aprender de él por los caminos de Galilea. Serán en el mundo lo que ha sido él.

Jesús conoce la fragilidad de sus discípulos. Muchas veces les ha criticado su fe pequeña y vacilante. Necesitan la fuerza de su Espíritu para cumplir su misión. Por eso hace con ellos un gesto especial. No les impone las manos ni los bendice como a los enfermos. Exhala su aliento sobre ellos y les dice: “Recibid el Espíritu Santo”.

Solo Jesús salvará a la Iglesia. Solo él nos liberará de los miedos que nos paralizan, romperá los esquemas aburridos en los que pretendemos encerrarlo, abrirá tantas puertas que hemos ido cerrando a lo largo de los siglos, enderezará tantos caminos que nos han desviado de él.

Lo que se nos pide es reavivar mucho más en toda la Iglesia la confianza en Jesús resucitado, movilizarnos para ponerlo sin miedo en el centro de nuestras parroquias y comunidades, y concentrar todas nuestras fuerzas en escuchar bien lo que su espíritu nos está diciendo hoy a sus seguidores y seguidoras.

José Antonio Pagola

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“A los ocho días, llegó Jesús”. Domingo 23 de abril de 2017. 2º Domingo de Pascua.

Domingo, 23 de abril de 2017
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24-PascuaA2Leído en Koinonia:

Si la resurrección de Jesús no tuviera efecto alguno en la vida del discípulo, es decir, si la Resurrección no tuviera como sentido final la re-creación del ser humano y por tanto la re-creación de un nuevo orden, entonces eso de la Resurrección de Jesús no habría pasado de ser un asunto particular entre el Padre y su Hijo. Pero, como la resurrección de Jesús es la base y fundamento de una comunidad y el horizonte hacia el cual tiende toda la creación, por eso, tanto el evangelio de hoy como la primera lectura de Hechos, tratan de iluminarnos sobre cuál es ese horizonte y cuáles, por tanto, son los efectos inmediatos, reales y concretos de la Resurrección.

Las fallas, los tropiezos y las caídas en el proceso de construcción de una comunidad igualitaria y justa no hay que verlos como la demostración de que no se puede lograr esa construcción; esos aspectos negativos se pueden percibir como el signo de que ciertamente no es fácil, pero en todo caso no es imposible, máxime si hay plena conciencia de que ése es el proyecto de Dios y que por ese proyecto Jesús hasta derramó su sangre y entregó su vida. Pero, también por ese proyecto, el Padre lo resucitó, para que quienes confesamos ser seguidores suyos veamos si nos comprometemos o no con ese “su” proyecto que él quiere compartir con nosotros y que ciertamente él respalda y acompaña en todo momento. Ese es el principal sentido de la Resurrección y eso es lo que los discípulos no entienden de manera inmediata.

Justamente el evangelio de hoy nos da la pista para entender que el descubrimiento de los efectos y alcances de la resurrección de Jesús no se comprenden rápidamente, de un momento a otro. Aunque los dos discípulos han comprobado que Jesús “no está” en la tumba y una vez que María Magdalena les anuncia que Jesús está vivo y que ha hablado con él (cf. Jn 20, 1-18), los discípulos siguen encerrados. Dos veces en el pasaje de hoy escuchamos estas dos expresiones, “los discípulos estaban con las puertas bien cerradas” (v.19) y “ocho días después los discípulos continuaban reunidos en su casa” (v. 26), lo cual es signo de que esto es un proceso de maduración de la fe. No nos dice el evangelista que los discípulos “no creyeran” en el Resucitado; con excepción de Tomás, todos lo habían visto y creían en él; pero una cosa es creer y otra abrirse a las implicaciones que tiene la fe, y ese es el proceso que le toma a la comunidad de discípulos un buen tiempo, tiempo por demás en el que Jesús, con toda paciencia y comprensión, está ahí cercano, acompañando, animando y ayudando a madurar la fe de cada discípulo.

Tal vez a nosotros, como creyentes de este tiempo, nos hace falta madurar aún mucho más el aspecto de la fe; tal vez nuestros conceptos tradicionales aprendidos sobre Jesús y su evangelio no nos permiten ver con claridad cuál es el horizonte de esa fe cristiana que confesamos tan folclóricamente y que, por tanto, no impacta a nadie. Valdría la pena hacer el ejercicio de desaprender; vaciar completamente nuestro ser, nuestro corazón, hacer lo de Tomás, viendo el caso de Tomás desde la óptica más positiva, claro está; es decir, si no lo juzgamos de entrada como “el incrédulo”, sino como el que quiere creer y poner en práctica su fe, pero que desde su vacío interior necesita ser llenado por la presencia de su Señor. Éste es el camino que estamos llamados nosotros hoy a recorrer. Leer más…

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Dom 23.4.17. ¡Mete tu mano en la llaga…! Pascua es curar la herida y perdonar

Domingo, 23 de abril de 2017
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18010821_777799465730581_4255531844022211615_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 2 Pascua, ciclo A, Jn 20, 19-31. Este evangelio contiene dos partes principales:

‒ 20, 19-23: Pascua es perdonar. La comunidad reunida (sin Tomás, el discípulo “espiritual”) “ve” a Jesús que le ofrece su paz y le concede la gracia del Espíritu Santo, que se expresa en forma de perdón, curando a los heridos.

‒ 20, 24-29: la pascua es memoria y presencia de Jesús crucificado. Meter la mano en la llaga de su pasión (curar la llaga de los heridos, acompañar a los crucificados, para hacer posible así el perdón).

Este evangelio responde así a los dos grandes problemas de la primera comunidad cristiana y de la iglesia (de la humanidad actual), que son los problemas de perdón y de la ayuda a los heridos:
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‒ Resucitar es aprender a perdonar y hacerlo de hecho, de un modo personal o social (en comunidad). No es vengarse o responder con “pura justicia” (sin misericordia ni amor) a los que han matado a Jesús, sino superar la justicia en forma de amor gratuito, para no quedar prendidos en la falta de perdón, que es el odio sin fin, que destruye a la humanidad. Jesús resucitado no viene para vengarse de aquellos que le han condenado y matado, sino para ofrecerles perdón, a través de sus seguidores.

‒ La resurrección es “tocar las llagas” de la humanidad enferma y herida, para superar así el dolor e injusticia de la historia… No es meter el dedo en la llaga, para que sufra más, sino “tocar la llaga”, para curarla.

Resucitar es curar a los enfermos, cuidar a los heridos, transformar de esa manera este mundo injusto de muerte, superando así la injusticia de los que piensan avanzar llenando de llagas de muerte a los otros.

17952669_777801579063703_8841043660598547873_nAmbos elementos son complementarios:

— el perdón que vincula en amor a los creyentes…
— y la curación de las llagas.

Ésta es la experiencia clave de la Iglesia y su más alta tarea:

— el descubrimiento de Jesús “curado”, que quiere curar las heridas de los hombres y mujeres llagados del mundo;
— la unión del perdón con la curación de las llagas, como ha planteado de forma sorprendente y genial este evangelio de Juan. en este ¿Cómo tocarle, cómo tocar su llaga en la historia de los hombres?

Buen domingo pascual a todos.

a. Resucitar en perdonar, discípulos sin Tomás (Jn 20, 19-23)

Está reunida la comunidad de los amigos de Jesús, que le recuerdan y le aman, pero no creen todavía en su resurrección. Podemos suponer que en ella se ha integrado, ofreciendo su mensaje, María Magdalena, la primera creyente (cf. 20, 11-18); también parece estar el discípulo querido, que no ha visto Jesús pero cree, pues le basta la experiencia del sepulcro vacío (cf. 20, 8).

Debe hallarse igualmente Pedro (del que también se ha ocupado el texto anterior (cf. Jn 20, 2-4). De los demás no se sabe nada. El texto les presenta como “hoy mathêtai”, los discípulos, en sentido extenso. Son toda la Iglesia reunida, que recuerda a Jesús, pero no acaba de creer y vive llena de miedo.

Estos discípulos están reunidos, en una casa cerrada, por medio de los judíos (20, 19). Forman comunión, pues Jesús les ha convocado y por fidelidad a él están reunidos. Son iglesia en frágil, oración y dudas, son comunidad que necesita la presencia del Señor. En este contexto se inscribe la primera experiencia eclesial de la pascua que, lo mismo que en Lc 24, 23-48, se dirige a toda la iglesia y no sólo a los Doce, cosa que tendrá gran importancia:

A la tarde de aquel día primero de la semana,
y estando cerradas las puertas del lugar donde estaban los discípulos,
por el medio a los judíos,
vino Jesús y se colocó en medio de ellos diciendo:
¡La paz con vosotros!
Y diciendo esto les mostró las manos y el costado.
Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Y les dijo de nuevo:
– ¡La paz con vosotros!
Como me ha enviado el Padre os envío también yo.
Y diciendo esto sopló y les dijo:
– Recibid el Espíritu Santo,
a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados;
y a quienes se los retengáis les serán retenidos (Jn 20, 19-23).

Los discípulos forman un grupo amenazado, miedoso, pero viene Jesús y les conforta con su palabra y su poder de perdonar. No son los Doce, como a veces se ha supuesto, de forma equivocada (para defender quizá que sólo los Doce y sus sucesores obispos pueden perdonar y decir misa), sino la comunión de todos los creyentes. Es toda la iglesia (formada por hombres y mujeres) la que está reunida y la que recibe la gracia de la experiencia pascual y la tarea de realizar la misión (envío y perdón) del Señor resucitado.

La Pascua se expresa como presencia y envío de Señor resucitado que se muestra a sus discípulos, haciéndoles testigos de su gracia, enviados de su reino. El signo primero y más fuerte de la pascua es esta “presencia” de Jesús en la comunidad de los creyentes reunidos por miedo a los que hace salir de su encierro, enviándolos al mundo como mensajeros de su perdón.

– La Pascua es ante todo paz. Jesús saluda a sus discípulos dos veces, con la misma palabra: paz a vosotros (eirênê hymin: 20,19.21). Sobre un mundo atormentado por la guerra y la violencia, ofrece Cristo paz fundante, creadora. Sobre una comunidad encerrada por el miedo extiende el Cristo pascual la gracia de su vida hecha principio de misión universal.

– La pascua es presencia gloriosa del crucificado. El Señor resucitado es el mismo Jesús que se entregó por los hombres. Como señal de identidad, como expresión de permanencia de su pasión salvadora, Jesús mostró a sus discípulos las manos y el costado (20, 20), en gesto que después va a recibir nuevo contenido ante el rechazo de Tomás (cf 20, 24-29).

Creer en la pascua es descubrir que el mismo Jesús crucificado (no un espíritu celeste) es el Señor glorioso. En contra de todo espiritualismo, no hay pascua sin “memoria de Jesús asesinado”, sin memoria de los asesinados…En el fondo está la misma experiencia teológica de Lc: ¡Era necesario que el Cristo muriera…! (Lc 24, 26.46).

– La misma Pascua aparece así Pentecostés. Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos diciendo recibid el Espíritu Santo (20, 22), en gesto de nueva creación. El mismo Dios había soplado en el principio sobre el ser humano, haciéndole viviente (Gen 2, 7). Ahora sopla Jesús, como Señor pascual, para culminar la creación que en otro tiempo había comenzado. Recordemos que Lucas 24 y Hech. 1 habían separado cuidadosamente los matices, poniendo primero la Pascua y después Pentecostés, Juan ha vinculado ambos momentos, uniéndonos en un único misterio: la misma aparición pascual se vuelve efusión del Espíritu de Dios (que es Espíritu del Cristo resucitado) sobre el conjunto de la iglesia.

– La pascua se vuelve misión: ¡como el Padre me ha enviado así os envío yo! (20, 21). A lo largo de todo el evangelio, Juan ha presentado a Jesús como enviado de Dios: misión es toda su existencia. De ahora en adelante, los discípulos de Jesús en cuanto tales (no los Doce como grupo cerrado) son enviados de Jesús. Realizan una obra que es propia del Señor resucitado: expanden y despliegan su camino, realizan su misterio sobre el mundo.

– El texto culmina en un signo de perdón: a quienes perdonéis los pecados… (20, 23). El camino de Jesús se expresa en el perdón. Éste es el tema, ésta la tarea de la iglesia: en el mundo no hay perdón, los hombres se encuentran divididos, destruidos; carecen de medios para expresar el perdón, todo se hace por ley y por venganza, en una espiral de violencia y contra-violencias.

Pues bien, sobre ese desierto de pecado (falta de perdón), Juan ha interpretado la pascua como experiencia de perdón. Por eso presenta estas palabras en las que Jesús dice a todos sus discípulos (sin distinción de clérigos y no clérigos): “a quienes perdonéis…”. Éste es el perdón pascual de la Iglesia, el perdón de todos los cristianos, pues todos, varones y mujeres, sin distinción entre posibles sacerdotes consagrados y no consagrados, aparecen aquí como mensajeros y testigos del Perdón de Jesús, de su Espíritu Santo.

– ¿Perdón y no perdón? Ciertamente, el texto divide a las personas de una forma que parece simétrica (a quienes perdonéis, a quienes retengáis…), de tal modo que alguno pudiera pensar que la iglesia es una institución neutral, que reparte perdón o no perdón de forma indiferente. Pues bien, en contra de eso, a la luz de todo el evangelio, debemos afirmar que la iglesia es sólo signo y fuente de perdón, de un perdón abierto a todos: ella misma viene a presentarse así como encarnación del perdón, por encima de todas las imposiciones, leyes y venganzas del mundo. Pero allí donde no se ofrece ni recibe el perdón la humanidad queda en manos de la muerte. Leer más…

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23.4.17. Jesús es la Biblia. La Pascua del Libro

Domingo, 23 de abril de 2017
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imagesMañana, 23 de Abril, se celebra en muchos países de lenguas hispanas el día de San Jorge, matador de dragones, patrono de doncellas, pero también el Día del Libro (es decir, de la Biblia y de Cervantes, por citar dos textos significativos). En esa línea quiero hablar de la Pascua del Libro, presentando a Jesús como aquel que ha resucitado en el Libro (entendido de forma universal, humana…).

Para las religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo, Islam) el libro ha venido a ser signo de Dios, de manera que algunos han podido decir que el mismo Jesús ha resucitado en el Libro, como “rollo” escrito de forma duradera, en forma de llamada a la conciencia personal y a la libertad, libro testimonio y enseñanza. Por eso, Jesús aparece como “icono” llevando en la mano el libro.

images118057643_779450732232121_7215456754634406710_nAsí pasamos del rollo cerrado de bronce o de plomo, de algunos testimonios antiguos… al Cristo Jesús, que es libro abiertol… Jesús mismo es el libro. En esa línea, el libro del evangelio ha venido a convertirse en signo y testimonio de Jesús resucitado. Por eso, ellos pueden afirmar, de alguna forma, que Jesús ha resucitado en el Libro, es decir, en la Palabra Compartida que se lee y se convierte en principio de maduración, de convivencia

Por eso, ha podido y se puede decir que Jesús es la Biblia, el mismo Dios hecho palabra de llamada y comunión para los hombres, una carta de amor.

En un sentido el libro escrito (copiado en piedra, ladrillo o manuscrito, y más el libro impreso) puede tener los días contados, pues forma parte de un momento muy particular de la historia de algunos pueblos, pues no tiene más que unos pocos milenios, y puede desaparecer.

Pero en libro en sí, como testimonio de la Palabra que se proclama y escucha, se comparte y se transmite… forma un elemento esencial de la revelación de Dios y/o de la historia humana. En ese sentido, las religiones han hablado y hablan de un libro eterno de Dios (que para los cristiano está vinculado a Jesucrito).

18033810_779446568899204_5158012924408174405_nDios no es espada que mata, ni es pura vida inconsciente de estrellas o plantas, sino que se hace libro, Gran Palabra que llama e invita a la vida, para crecer en forma dialogada, para compartir los saberes y los amores, para caminar hacia el futuro del conocimiento pleno.

No es un libro que se cierra en sí mismo para imponerse desde fuera, como poder de los letrados contra los iletrados, sino que se abre por dentro de un modo universal, de forma que seamos libro abierto los unos para los otros, como flor de belleza y misterio de llamada. Ese es el libro que Jesús lleva en la mano (=que Jesús “es” en todos los iconos de oriente.

Por eso, en la liturgia de Jesús se colocan y abren dos mesas: la mesa del pan (la eucaristía, de la que he tratado más en este blog) y la mesa de la palabra (de la que hablamos hoy, con ocasión de la Fiesta del Libro).

En un día como hoy, los catalanes de Barcelona ofrecen en la calle un libro con una rosa… y los cristianos de todo el mundo quieren ofrecer y compartir el Libro de la Pascua con el Pan de Jesús.

historia-de-jesus---epubYo también quiero ofrecer este día mi pequeño testimonio del libro, pues esa ha sido en gran parte mi tarea en la sociedad y en la iglesia … Con un libro tomado casi al azar de aquellos que he venido escribiendo quiero felicitar a todos mis amigos en este día del libro, que sigue siendo para mí el Dia de la resurrección de Jesús.

El judaísmo y las religiones del libro.

En sentido estricto, sólo las religiones vinculadas al judaísmo han “canonizado” (es decir, han establecido de un modo fijo y “dogmático”) un libro sagrado, entendido como teofanía o manifestación personal de Dios. Evidentemente, eso implica que son religiones de un momento cultural en el que el libro es importante y puede ser sacralizado (canonizado), religiones que pueden estructurarse y definirse en unos códigos fijos, de tipo histórico y conceptual.

a. Las religiones cósmicas o paganas

ponen de relieve la presencia o manifestación de Dios en los fenómenos básicos del mundo o de la vida, especialmente en los procesos de la naturaleza (vida y muerte, cielo y tierra, plantas y animales, hombres y mujeres…). Estas religiones tienden a ser politeístas o panteístas; no tienen Biblia, pues su “libro” es el mundo y los mitos de sus dioses, suelen transmitirse de forma oral, aunque a veces toman cierta forma escrita, como libros sagrados (el Libro de los Muertos en Egipto, los Vedas en la India, un tipo de Popol Vuh entre algunos mayas etc.).

En esa línea se puede afirmar que todo el mundo es una especie de “libro” de Dios. Algunos afirman que, en ese nivel, seguimos siendo de alguna forma paganos: vemos a Dios y oímos su voz en el hermano sol, en la hermana luna, en la madre tierra y en la hermana muerte. El primer libro de Dios es el mundo del que formamos parte. Los hombres religiosos no necesitan escritos, les basta la Palabra de la vida y la comunicación personal; los hombres religiosos no necesitan “documentaciones”, que corren el riesgo de dejar a los fieles en manos de los “escribas” de cualquier tipo, que terminan fosilizando las experiencias espirituales.

b. Las religiones místicas,

más propias del lejano oriente (hinduismo, budismo, taoísmo) acentúan la presencia de Dios en el corazón humano. Según ellas, más que en el mundo, lo divino se despliega y manifiesta en el mismo proceso de interiorización, en la experiencia de liberación mental, en la hondura o vacío (=plenitud) de la mente que se siente unida al Absoluto.

Estas religiones tienden a ser panteístas. Pueden tener unos libros sagrados, más o menos importantes (las Upanishadas de la India, el Tao de China, la Tripitaka del budismo), pero estrictamente hablando su Biblia o Corán es la vida interior de cada hombre o mujer, que descubre lo divino dentro de sí, a través de un tipo de yoga o meditación trascendental. Leer más…

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“Una aparición muy peculiar. 2º Domingo de Pascua. Ciclo A.”

Domingo, 23 de abril de 2017
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expo3Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Todas las apariciones de Jesús resucitado son peculiares. Incluso cuando se cuenta la misma, los evangelistas difieren: mientras en Marcos son tres las mujeres que van al sepulcro (María Magdalena, María la de Cleofás y Salomé), y también tres en Lucas, pero distintas (María Magdalena, Juana y María la de Santiago), en Mateo son dos (las dos Marías) y en Juan una (María Magdalena, aunque luego habla en plural: «no sabemos dónde lo han puesto»). En Mc ven a un muchacho vestido de blanco sentado dentro del sepulcro; en Mt, a un ángel de aspecto deslumbrante junto a la tumba; en Lc, al cabo de un rato, se les aparecen dos hombres con vestidos refulgentes. En Mt, a diferencia de Mc y Lc, se les aparece también Jesús. Podríamos indicar otras muchas diferencias en los demás relatos. Como si los evangelistas quisieran acentuarlas para que no nos quedemos en lo externo, lo anecdótico.

Uno de los relatos más interesantes y diverso de los otros es el del próximo domingo (Juan 20,19-31).

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
–Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
– Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
– Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
– Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
– Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
– Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
– Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
– ¡Señor Mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
– ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Las peculiaridades de este relato de Juan

1. El miedo de los discípulos. Es el único caso en el que se destaca algo tan lógico, y se ofrece el detalle tan visivo de la puerta cerrada. Acaban de matar a Jesús, lo han condenado por blasfemo y por rebelde contra Roma. Sus partidarios corren el peligro de terminar igual. Además, casi todos son galileos, mal vistos en Jerusalén. No será fácil encontrar alguien que los defienda si salen a la calle.

2. El saludo de Jesús: «paz a vosotros». Tras la referencia inicial al miedo a los judíos, el saludo más lógico, con honda raigambre bíblica, sería: «no temáis». Sin embargo, tres veces repite Jesús «paz a vosotros». Algún listillo podría presumir: «Normal; los judíos saludan shalom alekem, igual que los árabes saludan salam aleikun». Pero no es tan fácil como piensa. Este saludo, «paz a vosotros» sólo se encuentra también en la aparición a los discípulos en Lucas (24,36). Lo más frecuente es que Jesús no salude: ni a los once cuando se les aparece en Galilea (Mc y Mt), ni a los dos que marchan a Emaús (Lc 24), ni a los siete a los que se aparece en el lago (Jn 21). Y a las mujeres las saluda en Mt con una fórmula distinta: «alegraos». ¿Por qué repite tres veces «paz a vosotros» en este pasaje? Vienen a la mente las palabras pronunciadas por Jesús en la última cena: «La paz os dejo, os doy mi paz, y no como la da el mundo. No os turbéis ni os acobardéis» (Jn 14,27). En estos momentos tan duros para los discípulos, el saludo de Jesús les desea y comunica esa paz que él mantuvo durante toda su vida y especialmente durante su pasión.

3. Las manos, el costado, las pruebas y la fe. Los relatos de apariciones pretenden demostrar la realidad física de Jesús resucitado, y para ello usan recursos muy distintos. Las mujeres le abrazan los pies (Mt), María Magdalena intenta abrazarlo (Jn); los de Emaús caminan, charlan con él y lo ven partir el pan; según Lucas, cuando se aparece a los discípulos les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de palparlo para dejar claro que no es un fantasma, y come delante de ellos un trozo de pescado. En la misma línea, aquí muestra las manos y el costado, y a Tomás le dice que meta en ellos el dedo y la mano. Es el argumento supremo para demostrar la realidad física de la resurrección. Curiosamente se encuentra en el evangelio de Jn, que es el mayor enemigo de las pruebas física y de los milagros para fundamentar la fe. Como si Juan se hubiera puesto al nivel de los evangelios sinópticos para terminar diciendo: «Dichosos los que crean sin haber visto».

4. La alegría de los discípulos. Es interesante el contraste con lo que cuenta Lucas: en este evangelio, cuando Jesús se aparece, los discípulos «se asustaron y, despavoridos, pensaban que era un fantasma»; más tarde, la alegría va acompañada de asombro. Son reacciones muy lógicas. En cambio, Juan sólo habla de alegría. Así se cumple la promesa de Jesús durante la última cena: «Vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os la quitará» (Jn 16,22). Todos los otros sentimientos no cuentan.

5. La misión. Con diferentes fórmulas, todos los evangelios hablan de la misión que Jesús resucitado encomienda a los discípulos. En este caso tiene una connotación especial: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo». No se trata simplemente de continuar la tarea. Lo que continúa es una cadena que se remonta hasta el Padre.

6. El don de Espíritu Santo y el perdón. Mc y Mt no dicen nada de este don y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio lo sitúa en este momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los pecados. ¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la confesión sacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros evangelios, la misión de los discípulos está estrechamente relacionada con el bautismo. Parece que en Juan el perdonar o retener los pecados tiene el sentido de admitir o no admitir al bautismo, dependiendo de la preparación y disposición del que lo solicita.

Dos lecturas contra Tomás

Las dos primeras lecturas le quitan la razón a Tomás cuando piensa que para creer hace falta una demostración personal y científica. Las dos hablan de personas que creen en Jesús resucitado y viven de acuerdo con esta fe sin pruebas de ningún tipo.

La primera, de Hechos, ofrece un cuadro espléndido, quizá demasiado idílico, de la primitiva comunidad cristiana. Que en medio de numerosas críticas y persecuciones un grupo de gente sencilla desee formarse en la enseñanza de los apóstoles, comparta la oración, los sentimientos y los bienes, es algo que supera todo expectativa. Estas personas creen, sin necesidad de prueba alguna, que Jesús ha resucitado y las salva.

Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

La segunda lectura ofrece en sus palabras finales, las que indico en rojo, el mejor comentario a lo que dice Jesús a Tomas:

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe –de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego– llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

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Domingo II de Pascua. 23 Abril, 2017

Domingo, 23 de abril de 2017
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pascua

“Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo tengáis en él vida eterna.”

(Jn 20, 19-31)

Hoy es fácil hablar de los apóstoles reunidos “a puerta cerrada” o de las dudas de Tomás. También de la insistencia des resucitado en ofrecerles paz a aquellos discípulos amedrantados por el miedo.

Y está muy bien hablar de todas estas cosas. Ya que muchas veces el conocer la experiencia de otras personas nos ayuda a confrontar nuestras vidas.

Pero lo cierto es que al leer el evangelio me han golpeado los dos últimos versículos. Los que la Biblia de la Casa de la Biblia titula: “Finalidad del evangelio”. Los dos versículos con los que hemos empezado este comentario:

“Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo tengáis en él vida eterna.” (Jn 20, 30-31)

De manera que el evangelio, los evangelios, no pretenden contarnos la vida de Jesús, un Galileo del siglo primero. Tampoco nos quieren contar lo que sucedió en un momento dado, no son una crónica. El evangelio es un despertador.

Su finalidad, lo que quiere conseguir es que CREAMOS y “para que creyendo tengáis en él (en Jesús) vida eterna.”

Por eso no podemos acercarnos a los evangelios buscado una respuesta. Algo así como la receta exacta para la felicidad plena.

No hay recetas. La fe no es una respuesta, es un camino. Casi podríamos decir que la fe es una pregunta. Y creer es tratar de dar respuesta a ese anhelo. Como enamorarse. Cuando te enamoras no encuentras una respuesta, lo que encuentras es un camino lleno de novedad.

Podemos decir que los evangelios fueron escritos para “enamorarnos”. Para mostrarnos un camino lleno de novedad.

Si creemos, si amamos… entonces comenzamos a dar pasos, a entrar en la VIDA eterna, en la vida plena.

Oración

Trinidad Santa, despierta nuestro corazón para que CREAMOS.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Solo en la comunidad se puede descubrir a Jesús vivo.

Domingo, 23 de abril de 2017
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image2Jn 20,19-31

Es esclarecedor que en los relatos pascuales Jesús solo se aparece a los miembros de la comunidad. O como es el caso de la lectura de hoy, a la comunidad reunida. No hace falta mucha perspicacia para comprender que están elaborados cuando las comunidades estaban ya constituidas. No tiene mucho sentido pensar, como sugieren los textos, que el domingo a primera hora de la mañana o por la tarde ya había una comunidad perfectamente establecida. Los exegetas han descubierto algo muy distinto.

“Todos lo abandonaron y huyeron”. Eso fue lo más lógico, desde el punto de vista histórico y teológico. La muerte de Jesús en la cruz perseguía precisamente ese efecto demoledor para sus seguidores. Seguramente lo dieron todo por perdido y escaparon para no correr la misma suerte. La mayoría de ellos eran galileos, y se fueron a su tierra a toda prisa. Seguro que el domingo por la mañana, aún no habían dejado de correr.

Hoy tenemos claro que en el origen del cristianismo, existieron dos comunidades, una en Judea (Jerusalén) y otra en Galilea. La de Jerusalén, parece ser que sustentada por sus familiares más cercanos y la de Galilea por sus discípulos que se volvieron a su tierra, decepcionados por la muerte de su maestro. Las dos siguieron trayectorias distintas y tenían muy diversas maneras de interpretar a Jesús. Más tarde surgieron otras, las de Pablo, que no procedían de ninguna de las dos y que se desarrollaron en la diáspora.

Cómo se fueron estructurando esas primeras comunidades, es una incógnita. Ese proceso de maduración de los seguidores de Jesús no ha quedado reflejado en ninguna tradición. Los relatos pascuales nos hablan ya de la convicción absoluta de que Jesús está vivo. Es una falta de perspectiva exegética el creer que la fe de los discípulos se basó en las apariciones. Los evangelios nos dicen más bien, que para “ver” a Jesús después de su muerte, hay que tener fe. El sepulcro vacío, sin fe, solo lleva a la conclusión de que alguien se lo ha llevado y las apariciones, a pensar en un fantasma.

Esa experiencia de que seguía vivo, y además les estaba comunicando a ellos mismos Vida, no era fácil de comunicar. Antes de hablar de resurrección, en las comunidades primitivas, se habló de exaltación y glorificación, del juez escatoló­gico, del Jesús taumaturgo, de Jesús como Sabiduría. Estas maneras de entender a Jesús después de su muerte, fueron condensándose en la cristología pascual, que encontró en la idea de resurrección el marco más adecuado par explicar la vivencia de los seguidores de Jesús. En ninguna parte de los escritos canónicos del NT se narra el hecho de la resurrección. La resurrección no puede ser un fenómeno constata­ble empíricamente.

La experiencia pascual sí fue un hecho histórico. Cómo llegaron los primeros cristianos a esa experiencia no lo sabemos. En los relatos se manifiesta el intento de comunicar a los demás esa vivencia, que está fuera del tiempo y el espacio. Fueron elaborando unos relatos que intentan provocar en los demás de lo que ellos estaban viviendo. Para ello no tuvieron más remedio que encuadrarlos en el tiempo y el espacio que por sí no tenía.

Reunidos el primer día de la semana. Jesús comienza la nueva creación el primer día de una nueva semana. Esta práctica se hizo común muy pronto entre los cristianos. Los que seguían a Jesús, todos judíos, empezaron a reunirse después de terminar la celebración del Sábado. Al reunirse en la noche, era ya para ellos el domingo. El texto se ve que en las comunidades, estaba ya consolidado el ritmo de las reuniones litúrgicas.

Se hizo presente en medio sin recorrer ningún espacio. Jesús había dicho: “Donde dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Él es para la comunidad fuente de vida, referencia y factor de unidad. La comunidad cristiana está centrada en Jesús y solamente en él. Jesús se manifiesta, se pone en medio y les saluda. No son ellos los que buscan la experiencia sino que se les impone.   

Los signos de su amor (las manos y el costado) evidencian que es el mismo que murió en la cruz. No hay lugar para el miedo a la muerte. La verdadera vida nadie puedo quitársela a Jesús ni se la quitará a ellos. La permanencia de las señales, indica la permanencia de su amor. La comunidad tiene la experiencia de que Jesús comunica vida.

Sopló” es el verbo usado por los LXX en Gn 2,7. Con aquel soplo se convirtió el hombre barro en ser viviente. Ahora Jesús les comunica el Espíritu que da verdadera Vida. Termina así la creación del hombre. “Del Espíritu nace espíritu” 3,6. Esto significa nacer de Dios. Se ha hecho realidad la capacidad para ser hijos de Dios. La condición de hombre-carne queda transformada en hombre-espíritu.

La aclaración de que Tomás no estaba con ellos, prepara una lección para todos los cristianos. Separado de la comunidad no tiene la experiencia de Jesús vivo; está en peligro de perderse. Solo cuando se está unido a la comunidad se puede ver a Jesús.

Cuando los otros le decían que habían visto al Señor, le están comunicando la experiencia de la presencia de Jesús, que les ha trasformado. Les sigue comunicando la Vida, de la que tantas veces les ha hablado. Les ha comunicado el Espíritu y les ha colmado del amor que ahora brilla en la comunidad. Jesús no es un recuerdo del pasado, sino que está vivo y activo entre los suyos. Pero los testimonios no pueden suplir la experiencia personal.

A los ocho días, -es decir, en la siguiente ocasión en que la comunidad se vuelve a reunir- Jesús se hace presente en cada celebración comunitaria. El día octavo es el día primero de la creación definitiva. La creación que Jesús ha realizado durante su vida, el día sexto, y que tiene su máxima expresión en la cruz, llega a su plenitud en la Pascua. Tomás se ha reintegrado a la comunidad, allí puede experimentar la presencia de Jesús y el Amor.

¡Señor mío y Dios mío! La respuesta de Tomás es tan extrema como su incredulidad. Se negó a creer si no tocaba sus manos traspasadas. Ahora renuncia a la certeza física y va mucho más allá de lo que ve. Al llamarle “Señor y Dios” reconoce la grandeza, y al decir “mío”, reconoce el amor de Jesús y lo acepta dándole su adhesión.

Dichosos los que crean sin haber visto. Todos tienen que creer sin haber visto. El Jesús le reprocha la negativa a creer el testimonio de la comunidad. Tomás quería tener un contacto con Jesús como el que tenía antes de su muerte. Eso ya no es posible. Solo el marco de la comunidad hace posible la experiencia de Jesús vivo.

Meditación

Sin experiencia pascual, no hay cristiano posible.
si no vivimos lo que vivió Jesús no le conocemos.
Es necesario un proceso de interiorización de lo aprendido sobre Jesús
…………………….

El difícil paso que dieron los discípulos de Jesús,
del conocimiento externo y sensorial a la experiencia viva,
es el paso que tengo que dar yo, del conocimiento teórico de Jesús,
a la vivencia interna de que me está comunicando su misma VIDA.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Vicente Martínez: Todos uno.

Domingo, 23 de abril de 2017
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14-doubtingthomas_1No soy rico, pero un corazón os doy, un alma amante (Conde de Almaviva)

Jn 20, 19-31

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio y les dice: Paz con vosotros. (20, 19)

23 de abril. II domingo de Pascua

El domingo es el día en que los cristianos reunidos nos encontramos con el Señor Resucitado a quien no vemos, pero en quien creemos por la fe, como aquellos primeros cristianos que creyeron por el testimonio de los apóstoles y los signos que hacían.

Jesús siempre llega: al alba cuando le vio María Magdalena (Jn 20, 14) o al atardecer, cuando los de Emaús (Lc 24, 15). En nuestro caso, también al atardecer y a los ocho días, en el Cenáculo (Jn 20, 14). No es nunca protagonista de El viaje a ninguna parte (1986), de Fernando Fernán Gómez, en la que ninguno de ellos llega a su destino.

El Maestro de Nazareth llega para decirnos con Los Hechos de los Apóstoles, lo que son hechos. Que “Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común” (Hch 2, 42-47); que mediante su resurrección “nos ha regenerado para una esperanza viva” (1 Pe 1, 3); y dando paz a los hogares: “Cuando entréis en una casa, decid primero Paz a esta casa” (Lc 10, 5).Lo pre-anunció Ezequiel en 43, 4-5: “La gloria de Jehová entró en la casa por la vía de la puerta que daba al oriente. Entonces el espíritu me levantó y me llevó al atrio interior, y vi que la gloria del Señor llenaba el templo”.

En Colombia trabaja en el departamento de La Guajira Ruth Consuelo Chaparro -Proyecto Cafam-, para demostrarle a su país y a mundo los sentimientos de amor, solidaridad, humildad y servicio de sus compatriotas indígenas. La línea básica de su pensamiento es que la eficacia de un gobierno se confronta observando los platos de los gobernados evitando las muchas muertes por hambre que en esa zona se producen. En la entrega del Premio a la Mujer, que se le otorgó en 2011, dijo en su discurso: “No hay derecho a que en nuestro país sobrevivan comunidades indígenas que por falta de recursos y de programas básicos en salud, educación y vivienda, no pueden disfrutar de las oportunidades de desarrollo que tenemos los demás colombianos. Los indígenas también son colombianos”. ¿No esto ser realmente en hechos “Todos uno”?

De Ruth -de Jesús, por supuesto y tantos otros, instituciones y personas- podríamos decir lo que, en la ópera El barbero de Sevilla, de Gioacchino Rossini, decía el Conde Almaviva a la protagonista: “No soy rico, pero un corazón os doy, un alma amante, que fiel y constante por vos sola suspira desde la aurora hasta el ocaso del día”.

Todos uno y uno con todos, como estuvo y sigue siempre estando Jesús para atender y satisfacer con generosidad, con solicitud y hechos las apremiantes necesidades de los otros.

Y ojalá no tengamos que preguntarle un día al Gran Sabio de la vida de nuestro Poema, lo de “¿por qué nos amasaste hombres y no Gansos?”

EL GANSO SALVAJE

Os he visto hacer la travesía
en punta de lanza
por el cielo.
Permanecíais unidos cogidos de la mano
y en equipo.
Remeros de los mares siderales
donde el espacio es siempre infinito
¿Quién ha sido el Gran Sabio de la vida
que os dijo: “así volando en sintonía
alcanzaréis mejor vuestro destino?”
Todos son
capitanes del barco y son remeros.
Todos tienen su turno
en el Puente de Mando y en el remo.
Todos graznan
y dan al Capitán coraje.
Todos se sienten solidarios;
y cuando alguno flaquea, se cansa o cae enfermo,
dos aguerridos dejan la formación y le acompañan
hasta facilitarle retomar el vuelo.
Gran Sabio de la vida:
¿por qué nos amasaste hombres y no Gansos?

(NATURALIA. El sueño de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Amar sin ver.

Domingo, 23 de abril de 2017
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0703still-doubting-jn-granville-gregoryJn 20,19-31

No habéis visto a Jesucristo y lo amáis; no lo veis, y creéis en Él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado (1Pe 1,8). Así dice el autor de la primera carta de Pedro en la segunda lectura del domingo siguiente a la Pascua. Un buen preludio del evangelio del día que ratifica estas palabras llamando “dichosos” a los que creen sin ver. Llamativo, teniendo en cuenta que estamos en el tiempo de las apariciones del Resucitado, donde los discípulos fortalecen su fe gracias al encuentro con Él, que les permite hasta tocarlo. Al menos eso sucedió con Tomás, el apóstol con quien nos identificamos, el que necesita pruebas palpables, el que no se fía del todo de las palabras de los otros (ni siquiera de las del mismo Señor a quien seguía), el que posee una visión plana de la realidad.

La petición de Tomás forma parte del interminable reguero de signos que ya antes otros habían pedido a Dios y que, a día de hoy, continuamos pidiendo nosotros para darle crédito. El problema, sin embargo, no está en el hecho de suplicar que se nos dé una señal, sino en que únicamente aceptemos la que queremos nosotros sin darnos cuenta de que hay multitud de ellas mucho mejores que la nuestra. De hecho, la que anhelamos es la menos valiosa (por poco relevante o porque contradice las auténticas). Les pasó a aquellos que merodeaban por delante de la cruz y le decían a Jesús que se desclavara porque así creerían (Mt 27,42). Una petición tramposa. Ellos la hicieron a sabiendas de que no iba a ocurrir; pero si hubiera sucedido, si hubiera bajado… ¿habrían creído? Y si les hubiera concedido ese deseo, ¿ya no habrían vuelto a pedir pruebas nunca más? ¿Habrían desaparecido las dudas para siempre? Sabemos que no.

Cuando Tomás pidió tocar sus heridas y meter la mano en el costado abierto del Señor estaba reclamando algo parecido a los que pasaban delante de la cruz: una demostración irrefutable de su poder que en el fondo no lo era tanto. Porque todo pasa, y hay un después. Y al día siguiente aparecería la duda razonable de pensar si, de verdad, lo visto y tocado fue real y no fruto de la imaginación y del deseo.

No bajó de la cruz porque habría sido una acción contraria al modo de ser de Dios; sin embargo, a Tomás sí le mostró sus heridas para que las tocara, porque en ellas se encontraba la clave para entender el contenido de la resurrección. Al apóstol incrédulo no le dio una prueba definitiva, como a él le hubiera gustado, sino que le dio algo mejor: le hizo ver que solo el amor tiene la palabra definitiva.

Ahora, fortalecer la fe está ya al alcance de cualquiera. Porque no depende de una visión extraordinaria. Porque se puede amar sin ver.

Que el Crucificado mostrara sus heridas fue una de las mejores noticias que trajo la resurrección, además de haber vencido a la muerte y estar vivo. Porque éstas se convirtieron en la señal de que el amor, efectivamente, deja huella, pero nunca va acompañado ni de la violencia ni de la venganza, sino de la paz y el perdón. Por eso, la mejor pista para encontrar la Vida es dejarnos conducir por el amor inspirado en Jesucristo pues, aunque no veamos, él nos llevará a la resurrección.

María Dolores López Guzmán

Fuente Fe Adulta

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