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¿Un Cristo demasiado humano? II. Las ocho palabras en la cruz

Viernes, 14 de abril de 2017

jesus-vazquezeroLas primeras comunidades no podían comprender que el Mesías libertador muriera crucificado, incluso recordaban la sentencia del Deuteronomio “maldito todo el que cuelga de un leño”; por eso necesitaban buscar una explicación acorde con la Biblia.

Tradicionalmente mencionamos las siete palabras, y estrictamente hablando son siete palabras; sin embargo Marcos menciona una última expresión de Jesús, una expresión sin palabras pero más expresiva que cualquier palabra: “Jesús, lanzando un grito, entregó su espíritu”. Un grito que hizo que se rasgara (simbólicamente) el velo del templo y que el centurión exclamara: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.

Estas siete palabras en la cruz han centrado la piedad sobre este último momento de la vida de Jesús; las hemos considerado como rigurosamente históricas, y en una cierta progresión que las va complementando hasta el momento en que muere entregando su vida al Padre. Puede decepcionarnos saber que la historicidad de estas palabras es poco probable; Marcos nos dice que ningún cristiano estuvo a los pies de la cruz (Mc 15,40-41), y no pudieron transmitirlas.

Las primeras comunidades no podían comprender que el Mesías libertador muriera crucificado, incluso recordaban la sentencia del Deuteronomio “maldito todo el que cuelga de un leño”; por eso necesitaban  buscar una explicación de acorde con la Biblia. Esto es lo que le atribuye Lucas al mismo Jesús con los discípulos que huían desconcertados camino de Emaús: “Y empezando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que sobre él hay en todas las Escrituras” (Lc 24,27). Estas son las explicaciones que se fueron elaborando en las primeras comunidades para responder a las dificultades de propios y extraños, y para rellenar el vacío de un relato sobre la pasión.

Es significativo que cada evangelista le aplica a Jesús palabras distintas, a pesar de que Lucas y Juan conocen el relato de Marcos. Cada evangelista quiere transmitir a sus comunidades matices diferentes, mensajes diferentes, de este momento trascendental de la muerte de Jesús.

Estas diferencias es lo que queremos mostrar aquí para comprender que no se trata de la exactitud histórica sino de una interpretación espiritual de un suceso histórico. Veamos la interpretación de cada evangelista.

El evangelio de Marcos

“Dios mío, ¿por qué me has abandonado” (Mc 15,34).

En el primer evangelio, Marcos, que es el más brusco y espontáneo, sólo le aplica la cita del Salmo 21,2 “Dios mío, ¿por qué me has abandonado”. Marcos –o el texto que le sirve de base– supone que Jesús recordaría este salmo y se identificaría con la situación del Siervo doliente. Y es muy probable que estos fueran los sentimientos de Jesús en esos momentos. No resulta tan probable que emitiera esta exclamación con una gran voz, y menos aún que los presentes –¿romanos o judíos?– creyeran que llamara a Elías.

Esta es la exclamación inicial y la más dura de todo el salmo 21; luego pasa a una súplica de ayuda e incluso al reconocimiento de que Dios “no ha escondido su rostro al pobre desgraciado”.

Los lectores de Marcos conocían de memoria el salmo entero, y sabían que esa súplica de Jesús refleja un tremendo sentido de fracaso, aunque tenga un trasfondo de confianza. Una cosa es lo que sentimos y otra es lo que aceptamos racionalmente. Lucas y Juan omiten esta queja de abandono, solamente la recoge Mateo.

“Y dando un fuerte grito expiró” (Mc 15,37).

Esta es la última expresión inarticulada de Jesús, que exterioriza un profundo sentimiento, y que Marcos deja sin interpretar. Un final de Jesús que queda abierto, como queda abierto el evangelio de Marcos con las mujeres que reciben el mensaje del ángel y, por miedo, no se atreven a comunicárselo a los discípulos. Lucas interpretará este grito con palabras de serena aceptación. Algunos comentaristas dudan de la posibilidad de que un crucificado pudiera emitir este grito.

El evangelio de Lucas

Lucas es más conciliador, le aplica tres palabras más serenas de misericordia y confianza en el Padre:

“Padre, perdónales porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34).

Estas palabras parecen añadidas al texto original, porque interrumpen el relato, faltan en algunos manuscritos importantes, y pueden estar tomadas de la oración de Esteban en Hechos 7,60. Sin embargo la excusa de la ignorancia en la condena de Jesús es un tema que se repite en Hechos (Hch 3,17; 13,27; 17,30) y el tema de la misericordia concuerda con todo el mensaje de Jesús y con las características del evangelio de Lucas.

“Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43).

Este episodio puede estar inspirado en el relato de Marcos «también los que estaban crucificados con él lo insultaban», pero Lucas –o su fuente L– desarrolla ampliamente la escena. Acentúa el contraste entre Jesús y los otros ajusticiados, a los que llama malhechores (kakourgai) ) en vez de forajidos (lêstai);  y escenifica la petición de un de ellos –¡que lo invoca como Jesús!– para acentuar su respuesta de misericordia, con la promesa del paraíso inmediatamente después de la muerte. Algunos dudan de la historicidad de este episodio porque es exclusivo de Lucas, pero es igualmente consecuente con todo su evangelio.

Padre, en tus manos entrego mi espíritu” (Lc 23,46).

Lucas corrige una vez más el relato de Marcos al interpretar el grito final de Jesús con estas serenas palabras de confianza, tomadas del Salmo 31,6 según la traducción de los LXX , sustituyendo la invocación de Señor por la de Padre.

El evangelio de Juan

Este evangelio interpreta la muerte de Jesús no como fracaso humano sino como exaltación divina. Clavado en la cruz, Jesús, con serena majestad se ocupa de la comunidad que deja, y del cumplimiento de las profecías. Su teología simbólica ha dado pie a diversas interpretaciones, y resulta difícil establecer qué sentido quiso darle el autor.

“Mujer, ahí tienes a tu hijo”, “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19,26-7)

Este pasaje contradice expresamente el texto de Marcos 15,40 que, respecto a los seguidores de Jesús, sólo habla tres mujeres “observando aquello de lejos” y ni siquiera está claro que una de ellas fuera su madre. Esta contradicción no tiene importancia porque la mayoría de los exégetas interpretan esta escena como simbólica: Jesús entrega a su madre –el Antiguo Testamento– al cuidado del discípulo, que simboliza el Nuevo Testamento; o, como interpretan otros, entrega la naciente comunidad al cuidado de su madre. Antiguo y Nuevo Testamento se reconocen y se integran en la nueva comunidad.

“Para que se cumpliese la escritura dice: tengo sed” (Jn 19,28)

Todo este pasaje insiste expresamente en el cumplimiento de la Escritura. Juan atribuye a Jesús la iniciativa al decir “tengo sed”, y no lo hace por la urgente necesidad que le ha provocado este martirio sino, con pleno dominio y majestad, “para que se cumpliese la escritura”. Los exégetas discrepan sobre si Juan alude a la sed física o a la espiritual. No hay ningún texto al que se refiera este cumplimiento; en sentido espiritual se cumple la escritura porque “los amó hasta el fin”, y porque entrega a los creyentes el don del Espíritu.

“Está cumplido” (Jn 19,30).

Plenamente dueño de sí, Jesús declara que ha dado cumplimiento al proyecto de Dios que habían anunciado los profetas. “Y, reclinando la cabeza, entregó el Espíritu”. Algunos comentaristas interpretan que reclinar la cabeza y entregar el Espíritu indican un acto consciente y voluntario, y añaden que Juan no dice que murió, sino que “entregó el Espíritu”, una expresión ambigua que puede indicar la muerte o la donación del Espíritu Santo.

Reflexión

Marcos, compañero de Pablo, escribió la primera biografía de Jesús para volver la atención desde el Cristo exaltado en su resurrección al Jesús de Galilea, y destacó los rasgos humanos de Jesús como la ira (Mc 3,5) y el “por qué me has abandonado”. Lucas, siguiendo una tendencia de la tradición, retomó al Jesús de Galilea pero limó las ásperas aristas de Marcos. El autor del evangelio de Juan continúa esta tendencia acentuando los rasgos espirituales de Jesús: no menciona su agonía en el huerto, y lo presenta en plena majestad en la cruz.

Los tres ven los mismos hechos con diversas perspectivas. Marcos ve el lado humano de Jesús, ve el revés nudoso del tapiz. Lucas y Juan ven los planes de Dios en esos mismos hechos, ven el dibujo del tapiz. Son tres legítimas consideraciones de la tradición cristiana.

Ya hemos comentado en la primera parte de “Marcos: ¿un Cristo demasiado humano?” el contraste entre la recomendación de Marcos de volver a Galilea y la recomendación de Lucas de perseverar en Jerusalén. Volver a Galilea significaba la ruptura radical con el judaísmo; permanecer en Jerusalén significaba conciliar el naciente cristianismo con el judaísmo. Cada cristiano puede acentuar una de estas posiciones –o combinarlas– según los signos de los tiempos y su propio camino espiritual.

(Este es el resumen escrito de una conferencia grabada en vídeo que puede verse aquí)

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Carlos Haya

Fuente Fe Adulta

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