Unirnos a la danza. (Cuaresma con Merton 5)
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“El Señor juega y se distrae en el jardín de su creación y si pudiéramos zafarnos de las obsesiones sobre lo que creemos que es “el sentido de todo”, podríamos oír su llamado y seguirlo en su danza misteriosa, cósmica.
No tenemos que ir muy lejos para percibir los ecos de ese juego, de esa danza.
Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad divisamos pájaros que emigran en otoño dejándose caer en un bosquecillo de enebros a comer y descansar; cuando vemos un grupo de niños comportándose como auténticos niños; cuando nos encontramos sintiendo amor en nuestro corazón; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos el chapoteo solitario de una vieja rana posándose en una laguna. En instantes como esos, el despertar, el trastocamiento de todos los valores, lo nuevo, la vacuidad y la pureza de percepción que se revelan, nos dan un destello de la danza cósmica.
Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. …
No hay desesperación personal que pueda perturbar la realidad o empañar la alegría de la danza cósmica en constante despliegue. De hecho, vivimos en medio de esa danza y ella está en nuestro centro, porque late en nuestra sangre, lo queramos o no.
El hecho es que se nos invita a olvidarnos conscientemente de nosotros, a dejar de lado nuestra espantosa solemnidad y a unirnos a la danza del todo.”
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Thomas Merton
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Texto incluído en el libro Tropiezos Celestiales de Roger Lipsey, Editorial Maitri.
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