Fotografía de Lucia Gamu
Del blog Homoprotestantes:
Estudiaste música en el Conservatorio Municipal de Música de Barcelona, y ahora diriges varios coros como la “Coral del Casal de Gent Gran Bac de Roda” o el grupo “B-Side A Cappella”. ¿Qué significa para ti la música? ¿Qué te ha aportado en tu desarrollo personal?
Primero que nada, agradecer la entrevista y el interés por el tema: espero aportar mi granito de arena por lo que me ha tocado vivir a quien me pueda leer.
Y pasando a la música, una de las cosas de las que más agradecida estoy a mi madre es que me ofreciera la opción de estudiar música. Al principio no fue sino un “hobby” sin más. Pero en una vida de muchos ‘tumbos’ (muchos) y de probar muchas cosas, al final esa vida ha querido que me terminara dedicando a esto.
La música en sí me ha aportado y me sigue aportando muchas cosas: te puede transportar, relajar o revitalizar. Además, que por lo general, la música no es algo que hagas sola, sobretodo en el mundo coral: he de reconocer que los ensayos con la gente de B-Side, es más, la gente de B-Side me alegran la vida, ellos lo saben pero no quiero dejar de decirlo. Además de la satisfacción de escribir algo (no compongo pero si hago adaptaciones de temas actuales) y que ellos lo interpreten tal y como lo tienes en la cabeza o que te digan lo mucho que les gusta como quedan mis versiones… que todo eso es muy satisfactorio, el ver como se implican en algo en lo que crees, y además que con ello lo pasan, lo pasamos genial y nos reímos mucho.
Y esta unión entre el grupo es, en parte, gracias a la música: ya dicen que se sincronizan hasta los ritmos cardíacos haciendo música juntos. Estoy muy feliz siendo músico y de poder hacer música
Marta formas parte también de la asociación trans* de Barcelona “Generem!”. ¿Qué supuso para ti conocer esta asociación? ¿Colaboras de alguna manera en “Generem”? ¿Qué te aporta realizar este trabajo?
Generem! poco a poco se está convirtiendo en un referente para las personas trans* en Barcelona y en Catalunya (incluso fuera): a pesar de ser una asociación bastante joven, o quizá por eso, son gente con ganas de cambiar las cosas y de defender los derechos.
Aunque es verdad que mis primeros pasos los di sola, ya estaba en contacto con Generem! desde antes de salir del armario, y tras dar el paso, me quise implicar en esta asociación. Creo que es importante tener cerca gente que te comprenda y te entienda por haber pasado lo mismo que tú, que te puede aconsejar y en cierta manera guiar. Tuve la suerte de conocer gente así en mi previa y si puedo servir para lo mismo, estoy encantada, sea por medio de Generem!, o por leer esta entrevista o por coincidir en cualquier otro momento.
Creo que lo más necesario para la sociedad en general es cubrir la falta de información y visibilización de nuestro colectivo y por eso procuro ayudar en este sentido en Generem!: un ámbito importante en el que trabajamos es con formaciones en diversos ámbitos, charlas, colaboraciones académicas y de todo tipo para mostrar que somos personas normales, que intentamos convivir en sociedad, con nuestras vidas, nuestros trabajos, nuestros buenos momentos y nuestros problemas, como cualquiera.
Aún así, en pleno siglo XXI las personas trans* seguimos teniendo muchos derechos que se nos son negados sin escusas razonables: un campo que nos afecta enormemente es el campo sanitario y por eso es el que centra la actividad no sólo de Generem!, sino del resto de asociaciones (unidas en la plataforma Trans*forma la Salut). Defendemos un modelo sanitario de acompañamiento y no de juicio ni de patologización que se va implementando poco a poco a través de Trànsit, el nuevo modelo de referencia en Catalunya. Pero mientras no se cierre definitivamente los modelos como el de la UTIG del Hospital Clínic que nos catalogan de enfermas mentales a quienes diagnosticar y curar y que no nos permitan vivir la diversidad libremente, seguiremos trabajando e impulsando un acompañamiento médico de calidad y un acceso a las cirugías para quien las precise con las medidas que sean oportunas.
En resumen, solo pretendemos que las personas trans* podamos desarrollar una vida plena, sin restricciones, garantizando todos los derechos, y cubriendo tanto las necesidades médicas como la integración social, laborales, y luchando contra cualquier tipo de discriminación. En definitiva, los mismos derechos que cualquier otra persona.
Puedes contarnos cómo fue tu infancia ¿Cómo vivías tu identidad de género? En una ciudad de unos 10.000 habitantes como Pego, ¿fue difícil ser diferente?
La verdad es que yo siempre he sido, y no sé si por todo esto o no, una niña bastante tímida —ya ves que me refiero a mi misma en femenino, incluso hablando del pasado: personalmente creo que nunca he sido un niño, no puedo referirme de otra manera, aunque en algún momento lo pareciera—, con lo que mis “conflictos” con el género han sido siempre un tanto secretos. También he de decir que nunca supuso un problema fingir en ese rol masculino: me he conformado con lo que había y ya está, pero siempre con el sueño o la ilusión, un poco quizá viéndolo como una fantasía, de cambiarlo.
No sé de dónde surgió, pero es algo que ha estado siempre ahí: desde bien pequeña, quizá con 4 o 5 años me recuerdo con faldas, incluso antes de que yo lo recuerde, algunas compañeras de clase me lo han recordado como jugando, mis disfraces siempre eran femeninos… Pero aunque nadie nunca me enseñó que esta tendencia a la feminidad era incorrecta, quizá por temor o vergüenza la mantuve oculta. Es cierto y creo que era evidente que yo me he sentido más cómoda jugando con otras niñas en el recreo y no haciendo deporte con los niños y que siempre he sido una niña tranquila y poco enérgica, lo cual, al no encajar ni en un lugar ni en otro, supongo que hizo que fuera difícil sociabilizar como el resto de niños. Aún así, no por ello me identificaría como víctima de discriminación o bullying, también porque me esforzaba en disimular y no mostrarme diferente al resto (cosa que no sé si conseguía).
Por esto no sé si mi timidez fue fruto de no encajar como supuesto niño, por mi carácter o por otros motivos, o por todos ellos: pero sí que es cierto que ese sentirme diferente en muchos sentidos hizo que me aislara en mi misma, potenciando de algún modo esa timidez.
En los últimos años se han aprobado leyes contra la LGTBI-fobia en diferentes lugares del Estado, sin embargo en los centros educativos muchos adolescentes LGTBI continúan sufriendo discriminación y acoso. ¿Cómo viviste tú la adolescencia? ¿Quiénes fueron tus referentes?
Parece que no pero ha pasado mucho tiempo y en los años de mi infancia y mi adolescencia, en la década de los ‘90, no tenía acceso a ningún referente ni ningún modelo en el que basarme: documentales como el Trànsit, menors transsexuals de TV3 no existían en aquellos años y aún recordando charlas de educación sexual en 1º de ESO (curso 98-99), siquiera se incluían referencias a la homosexualidad, mucho menos a las personas trans*.
De todas formas, aquello que ya surgió siendo pequeña, se mantuvo en mayor o menor medida en mi adolescencia, por supuesto. La falta de referentes LGTBI fue más patente puesto que mi educación en esos años tomo un cariz completamente religioso católico al decidir entrar en el seminario menor para emprender el camino al sacerdocio. En este sentido, se nos educó para prepararnos para el celibato (olvidando en cierto modo que éramos adolescentes con todo lo que ello implica). Insisto que tampoco recuerdo condenas a estas ideas, pero simplemente se obviaban, como si no existieran.
Esto no impidió que aquella jovenzuela pudiera tener acceso a Internet y pudiera descubrir nuevas posibilidades y ver que esos sueños de la infancia tenían cierta posibilidad de realizarse. Así, ya con 15 o 16 años, al poder tener correo electrónico, creé dos cuentas, una “oficial” como supuesto chico y otra como chica, pudiendo desde entonces desarrollar una especie de segunda personalidad aunque fuere solo por este medio.
Así que toda mi incertidumbre siguió bien encerrada en el armario, no tuve problemas, ni fue censurada porque supongo que nadie se la imaginaba.
Estos días ha sido noticia la campaña de la organización ultraconservadora Hazte Oír, que pretendía recorrer las calles con un autobús que mostraba el mensaje transfóbico: “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen”. Un mensaje que parece que nadie había escuchado antes, pero que es el que se enseña a niñas y niños en la mayoría de escuelas del país. Por experiencia, ¿cómo crees que podría influir en niñas y niños trans* leer estos mensajes?
En primer lugar creo imprescindible señalar que, aunque se defiende que el mensaje de Hazte Oír es una verdad biológica incuestionable, numerosos estudios científicos y médicos internacionales muestra que la sexualidad humana no se define únicamente por los genitales o los cromosomas, sino que es el cerebro quien lo define, mostrando diferencias según el sexo, que se mantienen también en las personas trans*.
Dicho lo cual, además de ser un mensaje mentiroso, es un mensaje que humilla, menosprecia y ningunea las realidades trans*, como si no fuera posible que existiera nada más de lo que es aparentemente visible (que son los genitales: quizá este mensaje podría dar a entender que la religiosidad tampoco es posible, ya que se basa en realidades invisibles, pero este es otro tema).
En mi infancia no se me acusó de ser lo que no soy porque… nunca manifesté ser diferente, pero testimonios de muchos padres cuentan que si la genitalidad es definitoria, los niños quieren cambiarla: si por tener pene la niña trans* no puede ser tenida como tal, pues… cortamos el pene. Por tanto, este mensaje, además de claramente mentiroso y humillante, le hemos de añadir que pretende malograr la integridad física de los niños y sino la física, al menos la psíquica: también hay estudios sobre los malestares psicológicos de los niños trans* no por serlo sino por no permitirles expresar su verdadero “yo”.
Provenga de esta organización como de cualquier otra (a veces, sin darnos cuenta, las mismas escuelas públicas siguen esta tendencia por considerarla compleja o minoritaria) un mensaje de este estilo debe ser censurado.
Hazte Oír, apela a la libertad de expresión para realizar la campaña, y denuncia la imposición de la ideología de género por parte del lobby LGTBI. ¿Qué opinas de esto?
Con que pretenden apelar a un derecho constitucional, prefiero citar ese mismo texto: el artículo 20.1.a garantiza la libertad de expresar pensamientos, ideas y opiniones. Pero ese artículo no se queda ahí, el punto 4 pone límites muy claros a dicha libertad. Cito literalmente, «estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título (que habla de los derechos humanos), en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia».
Como ya comentaba en la anterior pregunta, creo que está claro que, aunque afirmen no pretenderlo, su mensaje puede lesionar la integridad de los niños. Derecho al honor, es claro que el menosprecio de la propia identidad puede atentar a ese derecho, por mucha libertad de expresión que exista. E incluso derecho a la intimidad: el pene o la vagina de nuestros niños son asunto suyo. Quizá los casos de sacerdotes pederastas no tenían claro este punto, y quizá Hazte Oír podría promover una campaña para recordárselo.
Que esta organización quiera apelar a la libertad de expresión podría permitir que se apele a lo mismo ante insultos, faltas de respeto, o incluso ante la violencia. Por eso debe ser censurada esta campaña como han hecho bien los tribunales.
La diferencia entre ese supuesto “lobby gay” y organizaciones como esta es que desde los primeros se defiende la diversidad, por tanto cabe toda opinión, incluso el creer en duendes o hadas y demás fantasías (comparables a la pseudo-ciencia que defienden). Sin embargo, Hazte Oír defiende sus mensajes como verdades absolutas que, además, hace mucho que están demostradas como falsas.
Sea como fuere, personalmente, y leyes aparte, los asuntos médicos yo prefiero consultarlos con los médicos (son los médicos quienes, en su caso, recetan hormonas y no ningún activista gay, ni tampoco ningún gurú de eso que llaman “ideología de género”), y a los sacerdotes les consulto los temas espirituales. Ellos no hablan de temas espirituales en esta campaña, pero según su propio ideario se muestran fieles a una «concepción cristiana de la persona y del orden social».
Que organizaciones como Hazte Oír se definan como católicas, o digan tener una inspiración católica, ¿cómo le hace sentir a una persona cristiana como tú? ¿En qué crees que no están siendo coherentes con el evangelio?
El problema es que la opinión de esta organización coincide en gran medida con la opinión del episcopado católico. Yo tampoco soy ninguna experta en ciencia ni en medicina, aunque haya vivido en experiencia propia lo que significa ser una persona trans*. Pero pensando en mi propia experiencia y la valoración desde la escritura, solo me quedaba repetir la frase de Job (1, 21): «El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó; ¡bendito sea el nombre del Señor!»
Tanto desde estas organizaciones como desde el seno de la Iglesia deberían replantearse qué significa ser trans. Se han quedado en una visión completamente trasnochada y, como decía, pseudo-científica, precisamente por no querer acercarse a las personas trans, escucharlas y conocer sus inquietudes. Muchas veces se concibe el hecho trans como un acto de rebeldía; también se ha relacionado con la depravación o con el vicio. Nada más lejos: es una necesidad. Ser trans no significa tener una vida cómoda ni fácil, te expones a las miradas de tu entorno, a la discriminación, a las burlas, a las incomprensiones no de estos grupos solamente sino de una sociedad que no tiene más ojos que para lo que quiere ver ni comprender. A pesar de todas estas dificultades, llega un punto que no puedes callártelo más: aunque no entiendas cómo ni por qué, tienes que vivir conforme a lo que eres.
No pueden pretender callar tu propia identidad y tu propio ser. Pueden decir que Dios nos creó a su imagen y semejanza, que Dios nos creó hombre y mujer… pues bueno, a mi Dios me creó mujer, aunque tardara en darme cuenta de ello: quizá se podría comparar con la vocación sacerdotal, a la que es Dios quien te llama, pero tienes que descubrirlo, descubrir la presencia de Dios en tu vida para responder a la llamada. No siempre el sexo está tan claro y a algunas nos toca ir descubriéndolo. Pero, volviendo a Job, no fue ni cosa mía, ni influencia del “lobby gay” (precisamente todo lo contrario, puesto que mi educación ha sido católica toda mi adolescencia y mi juventud, y aún así, no he podido acallar mi feminidad): fue un regalo de Dios.
Cuando Jesús nos ofrece el mandamiento del amor, lo decía bien en serio: no es amar si me caen bien, o si comparten mis enseñanzas o si… No: amaos unos a otros. Y lo del extra Ecclesiam nulla salus no forma parte del mensaje evangélico, sino del IV Concilio de Letrán (1215). Y lo peor ya no es que yerren en la comprensión del discurso evangélico, sino que en su error, escandalizan a muchísima gente y la apartan de un Dios al que creen vengativo y represor. Y ante esto, el evangelio es un poco más tajante: «más le valdría que lo arrojaran al mar con una piedra de molino atada al cuello…» (Cf. Lc. 17, 1-2). Lo importante, el “examen” final será sobre el amor (cf. Mt. 25, 31-46 ó también Jn. 13, 34-35), como bien lo expresaba S. Juan de la Cruz: «A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición».
A muy poca gente se le ocurre por ejemplo pensar en una persona transexual y cristiana: ¿qué te ha aportado tu fe cristiana en todo tu proceso como mujer transexual?
Como he señalado ya, mi formación en el seminario (en el que estuve desde 2º de ESO hasta 2º de Teología) se ha caracterizado por ser manifiestamente heteropatriarcal y binarista hasta el punto que siquiera se tenían en cuenta la posibilidad de homosexualidad o de transexualidad y mucho menos de géneros no binarios, por lo que todo lo que soy así como a las conclusiones a las que he llegado han surgido desde una experiencia personal y una vivencia propia, tanto a nivel personal, psicológico como trascendental que quizá me han aportado las vivencias espirituales y de experiencia de Dios que sí me ha aportado esta formación.
A día de hoy, mi vida no es como me hubiera podido imaginar hace diez años que seria, y no por no desearlo ni ansiarlo sino, como también he dicho, porque lo vea imposible. Cuando la transición se iba haciendo más factible y más cercana, muchas dudas me acechaban: aunque creímos conveniente poner en pausa mi formación sacerdotal, no fue sino eso, una pausa: tras pasar toda la adolescencia “enclaustrada”, pensábamos que era mejor cambiar de aires, trabajar, tener otras ocupaciones, etc. Igual ahora, si es que saben de mí, mis profesores ahora mismo se arrepienten, porque gracias a esa pausa he podido llegar a reconocerme como la mujer que siempre he sido, no por ello he querido dejar Dios de lado y, si fuera posible un sacerdocio femenino católico o alcanzara a serlo, aún me plantearía volver a este camino, más bien lo veo como un regalo de Dios, un dejar de pensar que no encajaba en ningún lugar.
No sé si por mi fe, por mi carácter (más filosófico de lo que pensaba al estudiar filosofía), por mi timidez y mi, casi a la fuerza por mi poca socialibilidad, introspección o seguramente por todas ellas juntas, me han llevado a un mejor conocimiento de mi misma: a veces pienso que yo sola me sirvo de psicóloga, al menos para analizarme, porque es difícil encontrar las soluciones, más bien me ha llevado a mis propios dilemas.
Puede parecer que sea raro, pero yo es que no he sido forzada a ser cristiana ni tampoco a entrar en el seminario: en mi casa no eran practicantes siquiera. Fue Dios quien se hizo hacer el encontradizo conmigo. Pero creo que también ha sido Dios el que ha puesto en mi corazón todo lo que soy, con mis virtudes y mis aún más defectos. Como diría el mismo papa Francisco, «todo es gracia, todo es don gratuito de Dios y de su amor por nosotros».
Desde mi experiencia, desde mi vivencia, y aunque contravenga la opinión (creo que no dogmática) de la Iglesia católica, y sintiéndome incluso con ello hija de la Iglesia, me siento muy amada por Dios: Dios quiere algo de mí. En un primer momento pensaba en el sacerdocio, pero aunque no terminara ordenada sacerdote, aquella formación fue el germen de mi vivencia actual. No me arrepiento para nada de mi proceso, aunque no hay sido ni fácil ni cómodo. Pero, con todo, me he sentido acompañada por Dios en todo momento y en toda decisión tomada hasta ahora.
Parece que solamente Dios me acompaña: para Iglesia católica, para mis compañeros que hoy son ya sacerdotes debo ser… no sé, una endemoniada. Tampoco han venido a preguntarme ni cómo estoy ni cómo me siento, ni porque he tomado ésta decisión: salir del seminario me proscribió en cierta manera de este mundo (deberían ellos mismos pensar en cómo se relacionan con el prójimo, si alguna vez se les ocurre bajar del trono y verse al espejo…). Para mucha gente, que en ningún caso me ha rechazado por ser trans, pero… tampoco han hecho mucho esfuerzo por demostrarlo, pues… bueno, a veces hay halagos hablando de valentía o preocupaciones por mi supuesto sufrimiento, pero tampoco sé hasta qué punto hay siquiera un poco de empatía: nunca he sido una mujer de muchos amigos, siempre era la rarita en todas partes por una cosa y otra, y… ahora, hay más motivos…
Con todo, yo no pierdo la esperanza.
¿Y a la inversa? ¿Hay algo de tu experiencia como mujer transexual que te haya ayudado en tu fe?
Iba respondiendo a la otra pregunta y he cortado porque ya lo que iba a decir entraba más aquí, supongo. Ser mujer (así, sin más, no me gusta añadir etiquetas si no hace falta) me ha hecho ser sensible y empática, y empezar el tratamiento de sustitución hormonal ha potenciado todo esto.
Siempre he opinado que las mujeres (que nadie se me ofenda por esto) estamos más abiertas al arte, a la cultura, al pensamiento y, por ende, a la trascendencia. Supongo que esto hizo que no parara de rumiar y al final llegara hasta donde estoy. ¿Igual esto me ha alejado de la gente? ¿Igual la sociedad no es tan reflexiva? ¿O no es capaz de compartir su propio interior? No sé, debe ser más fácil vivir dejándose llevar por la corriente, aunque te lleves a alguien por delante.
Supongo que esta introspección, estos momentos de reflexión que… no nos engañemos, ni nadie vaya a pensar que soy una mística: a veces son en el baño; pero supongo que me han llevado a acercarme a Dios. Y aunque a veces las evidencias científicas o las oposiciones eclesiales lo puedan hacer en cierto modo incoherente, creo que hay que ir más allá.
Ir más allá de mi propia corporeidad me ha hecho descubrirme como mujer y no como un simple bicho raro. Ir más allá de lo físico me ha hecho encontrarme con Dios. Supongo que ahora solo me falta encontrarme con la gente, compartir, encontrar a alguien a quien no le asusten los bichos raros, pero… supongo que tardar casi 30 años en encontrarme a mi misma ha hecho que esta sea mi asignatura pendiente.
Para finalizar, y agradeciéndote tu colaboración al aceptar compartir tu experiencia, me imagino que es posible que alguna de las personas que lea esta entrevista tenga un hijo o hija transexual y no sepa cuál es la mejor manera de ayudarle. ¿Qué le aconsejarías?
Yo creo que muchos padres y madres se imaginan al hijo perfecto: un hijo al que todo le vaya bien, que triunfe en sus estudios y en su profesión, que tenga una familia feliz, que tenga éxito en todas sus empresas… Y para que todo esto llegue, se imaginan cual es la mejor opción para su camino: cuál sería la profesión de éxito, cómo sería su pareja o sus amigos perfectos… Romper esquemas no es malo: ser trans* no significa que todo lo anterior no se pueda cumplir, pero a veces no nos encaja. Buscamos lo fácil, blanco y negro para todo…
A veces las dos opciones son incluso más fáciles de lo que pensamos: o que tu hijo sea quien realmente es y siga su vocación y su camino o… que no sea feliz. Esto es lo que debe pensar un padre. Repudiar un hijo por haber elegido mal (si así lo fuera) es lo peor que puede hacer: yo leo historias de padres de Chrysallis, la asociación de padres de menores trans*, y de cómo apoyan plenamente a sus hijos y lloro emocionada, o veo historias en documentales como el ya referido de TV3 y lo mismo.
Lo mejor que puede hacer un padre respecto a sus hijos es apoyarle siempre en sus decisiones. En el caso de los niños trans* no es ni mucho menos forzarle pero tampoco decirle que está mal: cortarle el pelo a una supuesta niña, ponerle ropa de chico y apuntarlo a fútbol (si es que le gusta) no supone nada. La gente de Hazte Oír cree que se dan no se qué extraños tratamientos u operaciones a los niños y no es el caso. Hay que dejarlos ser libres de elegir, de ser y que puedan disfrutar de su infancia.
Reprimir sus deseos hace que muchos niños se encierren en sí mismos llegando incluso a depresiones. Dejarlos elegir como quieren ser y actuar solo trae una consecuencia: niños y niñas felices.
En caso de cualquier duda, pueden ponerse en contacto con asociaciones como la nuestra, Generem! o con Chrysallis o incluso directamente a los profesionales médicos de Trànsit, el servicio de referencia en Catalunya. De todas formas, ver que tu hijo no es un rarito, que no está enfermo ni loco es lo que más suele tranquilizar a los padres y esto lo encontrarán a través de las asociaciones sobre todo. Pero, insisto: lo importante es que sientan el apoyo de sus padres, que intenten comprenderles e imaginarse en su situación, empatizar y ayudarles es fundamental. Que el niño se sienta querido y que se sienta libre de ser quien es o quien quiera ser. Para esto, también es importante que los padres estén informados al máximo (asociaciones o médicos, o una simple búsqueda en Google) y que piensen que con esto solo conseguirán tener hijos felices, sea en el ámbito que sea.
Como madre que espero ser algún día, espero que, les pase lo que les pase a mis hijos, confíen en mí, me sientan cercana y pueda ayudarles a lo más importante, a ser niños felices.
Muchas gracias
Carlos Osma
Mudejarillo General, Historia LGTBI 2017, Entrevista, Marta Siscar, Mujer, Trans, Transexualidad
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