Un surtidor de agua eterna.
En quien hay amor y dulzura, en él también está la luz de Dios (Jacob Böhme)
Domingo 19 de marzo. III de Cuaresma
Jn 4, 5-42
El agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna.
En la lectura del Éxodo, el pueblo de Israel, cabreado, se encaró con Moisés en el desierto y le pide agua para beber (Éx 17, 2). Moisés golpea la roca de Horeb y hace brotar el agua. Jesús en Jn 4, 14 promete a la Samaritana un manantial de agua que se convertirá dentro de quienes la beban en un surtidor que salta hasta la vida eterna. Y saltará cuando el venero aflora e inunda el mundo entero. Decía el Maestro Eckhart, sentando los pilares de su doctrina: “Somos seres encarnados para descubrir en experiencias la sabiduría del amor”. Para el gran místico alemán,el sentido de la experiencia de la vida es hallar la unidad en nosotros mismos, con el prójimo y con toda la existencia. Todas la vías confluyen en el Amor, en Dios.
En su óleo sobre tabla La parábola de los ciegos, el pintor flamenco Pieter Brughel el Viejo (1525-1599), nos presenta a seis ciegos guiados por otro ciego. Al final todos acaban cayendo en el agujero. La pintura se basa en un hecho narrado por Mateo 15, 14 en el que Jesús dice que “Si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo”.
También yo estoy sediento –Señor de nubes, de mares y de fuentes– y quiero, si es posible, que la apagues. ¡Difícil tarea, nos propones, Maestro! No me importan las fuentes, los mares y las nubes sino la fe de amor que en mí se encierra. Como cantaba el mozo de mulas de la posada (El Quijote, capítulo XLIII): Marinero soy de amor / y en su piélago profundo / navego sin esperanza / de llegar a puerto alguno. Amor sí, desesperanza no, porque en la luz brillante del horizonte mío hay siempre un grito feliz de vida y de esperanza.
En la ópera La princesa de las Czardas del compositor húngaro Imre Kalman (1882-1953), los personajes nos manifiestan los motivos en estas expresiones:
“La felicidad está donde reina el verdadero amor”
“No hay refrán que te diga hasta dónde te puede llevar el amor”
“Qué feliz sería la vida si sólo viviéramos para amar”
Porque como dice San Pablo en su primera carta a los corintios. “El amor es paciente, es amable, no es envidioso ni fanfarrón, no es orgulloso ni destemplado, no busca su interés,no se irrita, no apunta las ofensas, no se alegra de la injusticia, se alegra de la verdad. Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Un retrato realista de belleza única y de un amor hipnotizante donde, como en la película francesa Romance de amor (2007)dirigida por François Girard, se unen Oriente y Occidente. En el amor, lo eterno está presente. ¿Quizás porque Dios está en todas partes? ¿O quizás en ninguna?
Una de las figuras más representativas de la corriente heterodoxa de la Alemania protestante primitiva, Jacob Böhme (1882-1953), dijo: “En quien hay amor y dulzura, en él también está la luz de Dios”. En él está el surtidor de agua eterna, capaz de iluminar y regar nuestra existencia. En nuestro texto de hoy, Paul F. Knitter, nos lleva a meditar sobre todo ésto con unas reflexiones personales hechas en una Conferencia pronunciada en Padang, Indonesia, y que transcribe en su reciente obra “Sin Buda no podría ser cristiano” (Fragmenta editorial, febrero 2016).
YO SOY CRISTO
“Sentí con poderosa claridad que yo soy Cristo, que Cristo vive en mí, que mi vida no es otra cosa que darle a Cristo la oportunidad de continuar su Espíritu y su forma de vida en mí y como yo. Eso es la existencia. Si habrá inmortalidad individual, si habrá un mundo que sea uno con el Reino de Dios, si algún día seremos capaces de resolver nuestros conflictos sin violencia, todo esto realmente no importa. Sólo hay que dejar que el amor, la compasión y la preocupación por la justicia que Jesucristo era, vivan en mí.
“No vivo”: Creo que lo que Pablo quiso decir con eso es que si puedo sentir al Cristo viviente viviendo en mí, entonces no estaré preocupado por “mí”… Como dijo ayer Sebastián durante nuestro largo paseo, deja que Cristo sea un sujeto en mí”.
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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