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Dom 26.2.17. Nadie puede servir a dos señores. Dios y Mamona

Domingo, 26 de febrero de 2017

imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 8, tiempo ordinario, ciclo A. Mt 6, 24-34. Este evangelio es muy largo, y consta de dos partes. La primera (Mt 6, 34) trata de Dios y Mamona. La segunda (6, 35-34) de Dios y la preocupación. Hoy comentaré la primera parte, en dos días la segunda.

El ídolo primero, opuesto a Dios, no es el placer desordenado, ni siquiera el mismo Diablo, como existencia separada, sino Mamona, la riqueza en sí, entendida como capital, sentido y meta de la vida. Mamona no es el dinero material, sino como signo y compendio de un sistema destructor (de violencia y muerte), que no está al servicio de la vida, sino de la opresión organizada que se opone a lo divino. Dios es gratuidad, Mamona interés; Dios libera, la Mamona esclaviza y destruye (oprime). Dios es comunión, gozo de vida compartida, la Mamona separa, divide, mata:

6, 24 Nadie puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro. O se apegará a uno y despre-ciará a otro. ¡No podéis servir a Dios y a Mamona!

imagessEste pasaje ha sido formulado con precisión, de un modo solemne, con principio general, explicación y aplicación.

El punto de partida se aclara desde paralelos judíos y paganos: Existen dos realidades (¡dos señores!) que nos marcan y llenan de tal forma que no pueden compartirse. Pero más valioso, aquel a quien la tradición llama «único» (pues el otro no es, sino que que hace no-ser), en clave de monoteísmo radical, es Dios (Dt 6, 4; cf. Lc 10, 42), un bien que todos pueden compartir, sin robarlo, ya que él se entrega a todos.

Aquello que no-es y destruye, pues nos lleva al «deseo de dominio violento y al enfrentamiento, en línea de poder y posesión, es el dinero absolutizado o Mamona, que puede interpretarse como capital supremo y pecado del hombre .. Buen fin de semana.

Dos señores enfrentados

Esta revelación del carácter antidivino (diabólico) de Mamona es quizá la aportación teológica fundamental del Q (cf. Lc 16, 13), recogida aquí por Mateo, en el centro del Sermón de la Montaña (Mt 6, 24), como objeto falso de “fe”, aquello en lo que el hombre confía, entregándole su vida. En ese contexto, no se puede hablar de un Diablo separado; el Diablo, Mal supremo, el Anti-Dios es la misma Mamona entendida como principio universal de muerte, que puede situarse en tres niveles.

‒ Dos servicios, dos señores… Hay un señor y servicio que esclaviza y destruye (cf. 20, 24-29). Los grandes de este mundo no liberan de verdad, no ayudan a ser, sino que se imponen y oprimen, por más bienes que en otro plano puedan conceder. En esa línea, servir al poder o al dinero termina destruyendo a ser humano. No le libera, le aniquila. Por el contrario, servir a Dios es vivir libertad, es madurar en la luz, es desarrollar la vida en plenitud. En este contexto se entiende la gran palabra de la alianza, cuando Dios mismo dice a los israelitas en el desierto: Pongo ante ti el bien y el mal, la muerte y la vida (Dt 30, 15). El hombre es un ser que puede destruirse a sí mismo .

— Plano personal. El hombre es un viviente creado para transcenderse, para vivir abierto a la gratuidad. En ese nivel se sitúa la apertura a Dios, que es la Vida en la que el hombre puede asentarse, trascenderse, encontrar su realidad. El hombre vive en gratuidad o se destruye a sí mismo en aquello que él desea. Como dice el mismo Juan de la Cruz: “Más vive el hombre donde ama que allí donde alienta (CB, 8, 3). Vive el hombre en el amor que le fundamenta, o se destruye a sí mismo. Desde ese fondo se entiende la Mamona como “deseo o pasión”, que se puede expresar en forma de avaricia: Tener para asegurarme en mi mismo, es el Capital Primero, principio de todo Pecado.

El hombre es un viviente de buenos deseos, pero cuando ellos se pervierten en forma de deseo supre-mo (voluntad y razón) de tenerlo todo (para mí, para mi grupo) a costa de los otros, surge la Mamona, que es el egoísmo pervertido: Asegurarme en algo externo a mí mismo, no en la gracia de la vida…aquello que la tradición de Pablo presenta como primer pecado (Col. 3, 5; Ef 5, 5; cf. Lc 12, 5).

‒ Plano económico-social (objetivo). Ese deseo-mamona se manifiesta en instituciones racionales (y pasionales) encarnadas en la Mamona, que es el “tesoro externo”, expresado en posesiones cada vez mayores, de cam-pos/casas o de bienes simbólicos, que se concretan en eso que actualmente se llama Capital (de cabeza), que desembocan en un tipo de Capitalismo. De esa manera lo que es bueno, la Biblia dice incluso muy bueno (árboles y campos, animales, comida y, sobre todo, otras personas) se convierte en lo muy malo.

La mamona, pecado de muerte

La Mamona es un pecado social, material, objetivado en cosas, tesoros materiales, armas para la gue-rra, oro, dinero, posesiones… La mamona se concreta, sobre todo, de un modo especial, en el dinero convertido en capital: Lo que es para mí en la cabeza de la que vivo, en el pensamiento del que pienso… Pensar y vivir sólo desde el capital que nos separa de los otros y de nuestro tesoro interior, y del mismo Dios. Esa es la gran destrucción.

‒ Plano religioso (intento de trascendencia). Tanto el deseo subjetivo como los bienes objetivos se “divinizan”, convirtiéndose en Dios, conforme a un proceso de idolatrización que han estudiado con rigor varios Padres de la Iglesia en el siglo IV. La Mamona se convierte de esa forma en el “Dios objetivado”, el único Señor que domina de verdad sobre la tierra .

Una parte considerable de la religión (entendida como idolatría) es el deseo de asegurar la vida en aquello que tenemos y que, al final, nos acaba teniendo, dominando. Ese Dios Mamona no es un poder irra-cional, como un Dios loco, sino que se presenta signo de una racionalidad muy atrayente, llena de reclamos, pero que nos termina oprimiendo. En general, la antropología filosófica de tipo griego había sido idealista, propia de hombres «ociosos» y ricos, que se hacían alimentar por sus siervos o esclavos. En contra de eso, la antropología bíblica ha sido y sigue siendo materialista: entiende al hombre desde la perspectiva de la gracia de Dios y, al mismo tiempo, por una inversión que es normal, desde el poder y riesgo del dinero.

Excurso. Dios y Mamona (Mt 6, 24)

En Mt 6, 24 culminan y se ratifican en los dos pasajes anteriores de Mateo: No atesoréis tesoros en la tierra (6, 19-20), no convirtáis vuestra luz en oscuridad (6,21-23). Sólo en ese contexto, retomando todo el argumento del Sermón de la Montaña, Mateo puede afirmar que lo opuesto a Dios es Mamona, cuando dice:¡No podéis servir a Dios y a Mamona! Éstos son sus riesgos principales.

‒ Caducidad que mata. Mamona es riqueza caduca, amenazada por el orín y la polilla. Dios hizo al hombre para la vida (para que busque eternidad, en comunión con los otros seres humanos), pero hombre tiende a cerrarse en una trama de muerte, que caracteriza y define todas las riquezas del mundo, incluidos ejércitos, imperios y sistemas económicos. Esta es la gran idolatría: vamos construyendo tesoros que el tiempo se en-carga de roer o apolillar, cayendo así en un tipo de ansiedad contradictoria, pues el deseo de asegurar nuestra vida en aquello que tenemos nos acaba haciendo esclavos de la muere.

‒ Envidia. Mamona es aquello que enciende el deseo de ladrones y competidores, suscitando así una guerra sin fin entre los que tienen y los que quieren tener. En este plano es imposible conseguir una paz externa, a no ser por dictadura de algunos (los triunfadores) o del sistema mismo que domina sobre todos. La desigualdad en el nivel de las posesiones materiales suscita siempre envidia: lo que uno posee crea en el otro un deseo de tenerlo o un rechazo que le lleva a destruirlo, de forma que surge y se expresa la gran antítesis teológica y social, antropológica y eclesial que ha puesto de relieve el evangelio.

Posiblemente, esta sentencia que opone a Dios y la Mamona provenga de Jesús y recoja su experiencia religiosa y social originaria, pero ella ha sido formulada por el Q, que había ofrecido su versión radical del evangelio en su relato de las “tentaciones” de Jesús (4, 1-11). Retomando lo ya dicho al hablar de las tentaciones, aquí expongo, de un modo general siete rasgos de mamona:

1. Lo contrario a Dios no es sólo el deseo subjetivo, sino una estructura objetiva construida y absolutizada por los hombres: la mamona (capital en su forma opresora). Lo malo no es el mundo; lo contrario a Dios no son las cosas de la creación finita como podría suponer un dualismo gnóstico, que condenaba la materia, el sexo. Desde una perspectiva “idealista”, en su Crítica de la Razón Práctica, al afirmar que lo único bueno es una buena voluntad, I. Kant estaba suponiendo que lo único malo es una mala voluntad, en línea subjetiva.
Pues bien, sin negar ese principio kantiano, nuestro pasaje añade que el mal se ha concretado (encar-nado) en una entidad trans-subjetiva, fabricada por los hombres, con su propia estructura de poder, en forma de sistema de dominio económico, es decir, como Mamona. Eso significa que el mal no es algo puramente interior, un movimiento de “deseo” de la voluntad, sino que tiene una entidad “objetivada”, contraria a Dios, es un “ídolo”. La Mamona, ése es el ídolo supremo. Ése es en el fondo el Diablo.

‒ Mamona, mal objetivado. Ciertamente, el mal brota de la mala voluntad (de la envidia/deseo de dominio de los hombres), pero no es sólo un rasgo de ella, sino que se objetiva y concreta a lo largo de la historia humana, y de esa forma puede recibir y ha recibido una realidad idolátrica, externa: La mamona. El mal es algo que el hombre mismo hace (construye) para luego quedar esclavizado por ello, en la línea de aquello que la Biblia llama ídolo (cf. Sab 13-15): representación que carece en sí misma de verdad o fuerza, pues no tiene más que aquella que nosotros le damos, y así termina dominándonos.
Eso significa que el mal no es creación positiva de Dios; pero tampoco es pura nada, sino que algo que nosotros construimos, cuando intentamos adueñarnos del árbol del paraíso (Gn 2-3), para construir de esa manera un tesoro que al fin nos sobrepasa y destruye. De esa forma “hacemos” la Mamona con la intención de dominarla (de “salvar” en ella nuestra vida), pero de tal forma que al fin nos domina ella. En este contexto no hace falta que hablemos de Satán o sus demonios, de Mastema y sus espíritus perversos (vigilantes invasores) como en 1 Henoc, pues la misma Mamona que hacemos nos des-hace, el demonio que creamos, nos des-crea.

2. Mamona, ídolo englobante, todos los “demonios”. Otros libros de la Biblia, como Sab 13-15 presentaban el tema de otra forma. El relato de las tentaciones (Mt 4, 1-11) interpretaba casi al Diablo como encarnación del mal, anti-Dios. Pues bien, nuestro pasaje le identifica con la Mamona, que así aparece como equivalente universal de un tipo de riqueza que nos enfrenta y domina, y de la oscuridad que nos per-vierte. Éste es el “pecado” estrictamente en sí, una construcción que los mismos hombres elevamos «contra Dios» (es decir, contra la gracia), como los falsos ingenieros de la Torre-Ciudad de Babel (Gen 11).
Este relato se mantiene así en la línea de aquello que Pablo (tan distinto de Mateo en otros planos) ha presentado como “pecado original” que es propio de los hombres, no de Satán o sus poderes perversos (cf. Rom 5).

Según este pasaje de Mateo, el pecado aparece como una especie de estructura de mal que se apodera de los hombres para destruirles. En esa línea, al identificar a la mamona con el antidiós, nuestro pasaje ha realizado una opción hermenéutica de grandes consecuencias: Lo que en plano de pecado une a los hombres no es la razón común que emplean para conocer, ni la pasión vital, ni algún tipo de ateísmo o anti-religión; lo que a todos iguala y destruye, en un nivel concreto (deseo de “tesoro” de este mundo) es el gran «edificio del capital», entendido como Torre de Babel en que los hombres quieren refugiarse sin lograrlo. Mateo no desarrolla una doctrina sobre el Diablo como poder personal perverso, sino sobre la Mamona, como anti-Dios objetivado.

3. Mamona es un ídolo engañoso que suele camuflarse en ropajes de piedad, libertad o sacralismo. Muchos de aquellos que “adoran” o sirven a Satán, que se revela en forma de Mamona, siguen entregándose a sus cultos de tipo social o religioso, pensando que es allí (en su religión particular) donde se expresa la verdad de su existencia. Así, de modo consiguiente, van al templo, diciendo que dialogan con Dios, pero Mt 21, 12-13 sabe que el mismo templo de Jerusalén se ha vuelto esclavo del dinero, bajo el dominio de Mamona, tesoro que queremos dominar y nos domina, pues «allí donde está tu tesoro está tu corazón» (cf. Mt 6, 21).
Los judíos habían adorado a Dios en un templo, griegos y romanos adoraban también a sus dioses; y, por su parte, filósofos y sabios posteriores han seguido trazando sus discursos conceptuales para defender de esa manera a su divinidad cósmica o racional. Pues bien, al fondo de esos dioses y del gran pensamiento de los sabios se ha escondido normalmente la materia pervertida de una adoración económica, un tipo de culto concreto a Mamona.

4. El descubrimiento del carácter antidivino de Mamona tiene rasgos de revelación. No se descubre su “mentira” con discursos conceptuales o teorías cósmicas que siguen inscritas en lenguajes de «talión», que es en el fondo una expresión de la Mamona (es decir, de aquello que se compra). Solo podemos descubrir el carácter anti-divino de Mamona si subimos de plano, abriéndonos a una revelación más alta del poder de gratuidad de Dios, como principio de amor que fundamenta de manera amorosa la existencia de los hombres. Eso es lo que ha hecho Jesús, cuando nos muestra y enseña con su vida que lo opuesto al mesianismo de la gracia es el deseo de “tener”, es decir, la lucha por el dominio de los bienes del mundo.

Otros “dioses” (o revelaciones) nos siguen manteniendo en un nivel de “adoración cósmica”, buscando un equilibrio entre diversos poderes del mundo. Pues bien, en contra de eso, Jesús nos ha mostrado (revelado) la verdad de Dios, haciéndonos ver que Satán (enemigo de Dios) es Mamona, el deseo de seguridad que se expresa a través de unos bienes que se destruyen (nos destruyen) y nos llevan al enfrentamiento o lucha de unos contra otros .

5. Mateo 6, 24 contrapone revelación de Dios y mamona. Dios es creador, Vida que se regala; Mamona, en cambio, ha sido creada por los hombres (y se aprovecha de ellos y quiere devorarles, como el Dragón de Ap 12). Dios nos hace libres, para que podamos ser de forma autónoma. Mamona, en cambio, nos posee (como el diablo) y nos convierte en siervos al introducimos dentro de una especie de cada de hierro de mérito y negocio, de ganancia y juicio donde vale más el que más tiene, aunque al final todos acaban siendo esclavos del mismo sistema. Dios nos ama de manera personal y, al dirigimos su palabra de llamada, espera una respuesta.

En contra de eso, el dinero nos permite gozar y poseer pero al final nos esclaviza, sin dejar ya que podamos responderle, pues vive de nosotros y así nos enfrenta (nos divide) y nos entrega en manos de la muerte. Ciertamente, al oponer entre sí a Dios y a la Mamona, Mateo se mantiene fiel al monoteísmo israelita: «Escucha, Israel, Yahvé nuestro Dios es un Dios único; amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón…» (Dt 6, 45; cf. Mt 22, 34-40). Esa palabra (amarás a Dios…) sigue siendo valiosa, pero resulta insuficiente allí donde ese “amor” no se expresa en forma de superación de la Mamona y de todo lo que de ella deriva.

6. Lo opuesto al Dios del hombre es la Mamona o capital divinizado. En línea de Mamona, el mundo acabaría convirtiéndose en un puro mercado, con una moneda que lo compra y maneja todo, de manera que todos se midan (se igualen y distingan) por ella, y de esa forma se negocian, en un juicio inmenso donde el «juez» (que dicta sentencia de lo bueno y malo) es el mismo dinero. En esa línea, los hombres acaban siendo esclavos de un instrumento de cambio (de juicio) que ellos mismos han creado. Cesa el valor de la persona, pues ellas se compran y venden, como se compra el trabajo. Se pierde así el valor absoluto de la vida, y todo resulta al fin equivalente en el negocio de la nada (de aquello que al fin es nada).

Éste es el talión final: ojo por ojo, dinero por dinero, en un proceso de oposición y negocio que lleva siempre a la muerte. En contra de eso, el conocimiento de Dios se expresa en el despliegue de la vida en forma de gracia compartida, como ha venido mostrando el Sermón de la Montaña. Eso significa que Dios es más que pura emoción o sentimiento, más que idea, pues descubrirle implica descubrir y potenciar un tipo de existencia que se opone a los modelos que se imponen y extienden por dinero (capital), en un mundo donde sólo se valoran las empresas productivas (obras) y al final todo se adquiere y rechaza en el mercado.

7. El Dios del hombre, anti-Mamona. Frente al desvalor universal de la mamona (forjada en clave de juicio y compraventa) ha de expresarse la apertura universal del Dios que es gracia y que se expresa como unión gra-tuita. Este Dios humano, propio del evangelio de Jesús, se define (revela) como fuente de diálogo, amor y gracia para todas las personas. Pasan a segundo plano otros principios de vinculación social fundados en tradiciones populares o identidades de grupo. Lo que de verdad relaciona a todos es lo opuesto a la mamona: la gracia que libera a los hombres y les capacita para unirse en amor. En contra de Mamona, que es anti-gracia, principio de oposición y muerte, Dios se revela como Gracia Creadora, es Aquel que da Vida y nos permite regalarla y compartirla.

A diferencia de Mamona, Dios es gratuitamente Vida: No se compra ni se vende (no es dinero), siendo, sin embargo, esencia radical y fuente de todo lo que existe; es creatividad gozosa, que ofrece libertad y acompañando en amor a lo creado. La Mamona no crea, sino que mantiene bajo su poder a lo creado (a las cosas que ya existen), y lo hace por la fuerza, con envidia: cada uno quiere lo que el otro tiene, para apoderarse de su savia, como puro parásito, sin jamás saciarse. De esa forma, la Mamona «fabrica» pobres: suscita la desigualdad entre los hombres, en proceso de competencia que lleva al enfrentamiento y a la opresión de los perdedores. En contra de eso, Dios es amigo de los pobres, principio de gracia, que se goza en dar precisamente a los que menos tienen, en proceso de generosidad gratuita .

Desde ese fondo, superando el nivel del juicio y la mamona, afirmamos que Dios es gracia y comunión, y que por su parte, al mismo tiempo, el hombre verdadero es también gracia. En ese plano, la vida no es simple mutación, sino creación. Ciertamente, en un plano, parece que las cosas no son más que un proceso de mutaciones, organizadas quizá en un proceso evolutivo (al menos en el nivel de los vivientes). Pero, en un plano de evangelio, la vida es más que evolución, es creación de algo nuevo, en libertad personal, gratuita.

Ésta es la experiencia clave, la gran mutación que está en el fondo del Sermón de la Montaña y que formula como posibilidad y camino de nueva creación. Eso significa que, según el evangelio, los hombres no podemos volver al esquema anterior de la evolución de la vida, de la que procedemos, pues en ella nada se crea, sino que se transforma sin cesar, sin que nada ni nadie permanezca, pues todo muere. Tampoco podemos refugiarnos en la cultura de la Mamona, que se expresa en forma de opresión de los más fuertes, matando y/o marginando a los más débiles. La vida humana es creación del mismo Dios en y por los hombres. En ese contexto, de un modo aproximado, podemos distinguir, desde una perspectiva bíblica, tres planos de realidad:

‒ Talión. En un primer nivel, el mundo es equilibrio de fuerzas: una estructura donde cada elemento necesita del otro, conforme a una ley de correspondencia. Ningún elemento puede subsistir por aislado. Cada uno sólo existe y actúa en relación con otros, dentro de un «juego de fuerzas» que podríamos definir como talión, al interior de un equilibrio tensional o de un proceso donde nada se crea y nada se destruye, sino que todo se trasforma, conforme a una ley de acción y reacción que la escolástica llamaba de generación y corrupción.

‒ Mamona. El hombre ha querido superar un tipo de talión donde todo es relativo, creando una especie de absoluto, una Mamona que parece superior, como un “dios” que no se identifica ya con el todo cósmico, sino el Capital que los hombres producen y divinizan. En esa línea no se mantiene ya la equivalencia, como en el plano anterior, donde nada se crea ni destruye, sino que surge un desnivel, pues el Capital se eleva sobre todo lo demás, y se impone sobre hombres, y les condena a la lucha por los bienes y a la destrucción de los más débiles. De esa manera, al “salir” del equilibrio natural anterior, el hombre, que debía ser “más que puro mundo” corre el riesgo de hacerse menos que mundo, y destruirse a sí mismo, al someterse a la Mamona que él mismo ha producido (no creado, pues la Mamona no es creación sino anti-creación). El talión cósmico tendía a equilibrarse por sí mismo, pero allí donde supera ese nivel de equivalencia natural, al convertir su mundo en objeto de capital y mercado (Mamona), el hombre corre el riesgo de quedar sometido bajo un poder que le destruye .

‒ Dios. Superando el nivel del puro mundo (talión), y la anti-creación de la Mamona, viene a situarse el Dios de Mateo, que no es naturaleza cósmica (talión), ni es Mamona que el hombre ha creado y que le encierra en manos de la muerte, sino gratitud creadora, sobre el talión, en contra de la Mamona: Dios se da a sí mismo y se regala, gratuitamente, sin necesidad de esperar o recibir nada a cambio. Dios no forma parte del sistema cerrado de fuerzas; no es talión, y así supera la ley de acción y reacción (generación y corrupción) de los poderes cósmicos. Pero Dios no es tampoco Mamona, creación humana en línea de poder-capital, sino principio creador de vida, gratuidad generosa y perdón, es Padre .

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