No hay misericordia sin justicia (Cátedra Chaminade: 24.1.17).
La Cátedra de Teología del Colegio Mayor Chaminade, de Madrid (http://www.fugjchaminade.com/catedra-teologia-madrid) desarrolla en este curso 2016/2017, desde diversas perspectiva, el tema de Teología desde las víctimas (cf. programa, al final de esta postal).
El próxima martes, día 24, a las siete y media, me toca exponer una materia central, titulada No hay misericordia sin justicia, cuya introducción y programa presento en lo que sigue, reelaborando motivos que expuse en libro que escribí con J.A. Pagola (Entrañable Dios. Las obras de misericordia, Verbo Divino, Estella 2016)
He participado varias veces en esta Cátedra Chaminade, y ha sido siempre un placer y una enseñanza, el contacto con profesores y alumnos. Un año más, y éste es el 36, el Colegio Mayor Chaminade, de la Ciudad Universitaria de la Universidad Complutense de Madrid (Metro Metropolitano) sigue enseñando la mejor teología del momento, abriendo así un camino de cultura y compromiso dentro de la Sociedad y de la Iglesia.
Buena semana a todos. Hasta pasado mañana, si nos vemos por allí (Paseo de Juan XXIII, 9, 28040 Madrid.Teléfono: 915 54 54 00).
INTRODUCCIÓN. 1. JUSTICIA Y MISERICORDIA. UN TEMA ABIERTO, UN RETO
Dos experiencias radicales, dos tradiciones
Son quizá los elementos principales de la historia cultural y social de occidente y del mundo, uno más vinculado a la tradición greco-latino, otro al judeo-cristianismo, y de forma de relacionarse y fecundarse depende también nuestro futuro. La Biblia ha insistido más en la misericordia, pero ella incluye un tipo justicia, que no se identifica sin más con la de tipo greco-latino (dyke, ius), pero que está muy relacionada con ellas. La tradición occidental ha destacado más la justicia, pero en su fondo se ha dado siempre y debe darse un tipo de misericordia.
‒ Como seguiré indicando, la misericordia bíblica tiene varios nombres o elementos: es rehem (amor originario) y hanan (gratuidad): es siendo hesed (fidelidad al pacto de la vida: justicia) y ‘emuna (firmeza, fidelidad) (Ex 34,6-7). Así tiene su propia identidad, que deriva de la revelación de Dios, pero se vincula de un modo muy intenso, dentro de la misma Biblia, con la tsedaqa y mishpat, que tienen rasgos de justicia y que conectan de un modo directo con la tradición greco-romana, y con la historia posterior del cristianismo, como seguiré indicando.
‒ Por su parte, la tradición occidental, heredera de Grecia y Roma y ratificada por la Ilustración moderna (siglos XVII-XIX), ha insistido más en la justicia (dyke, ius), y aunque conoce la misericordia (concebida básicamente en latín como pietas), la concibe como algo derivado o secundario. En esa línea, la justicia más legal (o racional) ha realizado un inmenso servicio a la humanidad, pero corre el riesgo de secarse en sí misma y de volverse injusta, si no se alimenta en la misericordia y justicia de la tradición bíblica.
Según eso, la misericordia bíblica incluye cierto tipo de justicia interna (y se ha vinculado pronto con la experiencia racional de la justicia greco-romana), aunque más tarde, en la tradición cristiana de occidente ha corrido el riesgo de olvidarlo, insistiendo así en una especie de emoción intimista y de arbitrariedad que es incapaz de fundar y organizar la vida humana. Por su parte, la justicia greco-romana incluía cierto tipo de pietas o misericordia; pero ha veces ha corrido también el riesgo de olvidarlo, destruyendo de esa una de sus posibles raíces.
Por eso es necesario que planteemos nuevamente el tema, vinculando misericordia y justicia, desde la misma tradición bíblica (como haré de un modo especial en lo que sigue) y desde la fecundación de las dos grandes tradiciones del pensamiento y vida de occidente, la bíblica y la greco-romana, en un momento en que parece que los viejos equilibrios corren el riesgo de romperse.
Como los dos árboles del paraíso, esto es, de la vida humana
Diremos así que la misericordia y la justicia son distintas, de manera que no pueden identificarse sin más, pero añadiendo que deben fecundarse desde el fondo, como los dos árboles del paraíso (de Gen 3), uno del conocimiento del bien y del mal, otro de la vida. De esa fecundación depende en gran parte lo que podamos ser y seamos en el futuro.
‒ Planteando el tema de un modo muy general, debemos afirmar que la misericordia ha de crear justicia, como indica la ley originaria del Pentateuco: proteger a huérfanos, viudas y extranjeros), y como ratifica Mt 25, 31-46, al fijar las seis obras de misericordia, que el texto llama de justicia: dar comida al hambriento y bebida al sediento, acoger al extranjero y vestir al desnudo, servir al enfermo y encarcelado. En ese sentido, la justicia incluye actualmente (año 2017) una base de misericordia explícita, como evocan esas obras de Mt 25, 31-46 (que todos coman, que todos tengan dignidad…), que están en la base de nuestros ordenamientos jurídicos.
En esa línea, una misericordia que no crea justicia o no la incluye ni se expresa a través de ella corre el riesgo de volverse un sentimiento irracional, como ha podido suceder, en contra de la inspiración bíblica. Por su parte, en nuestro contexto cultural, la justicia greco-romana debe mantener, si quiere seguir siendo significativa, las aportaciones de la “misericordia bíblica”, entendida de algún modo en forma de proto-justicia, como seguiré indicando.
‒ Misericordia y justicia se vinculan, pero sin identificación, como he señalado evocando los dos árboles del paraíso. (a) Por un lado está la justicia que pertenece al orden racional del conocimiento y de la práctica socio-política. (b) Por otro lado está la misericordia que forma parte del orden de la fe, es decir, de la experiencia religiosa, aunque ha de expresarse, de un modo necesario, en un tipo de justicia, si es que quiere ser significativa.
La justicia es una “virtud humana” (en la línea de las llamadas virtudes cardinales), mientras que la misericordia, vinculada con la fidelidad y el amor gratuito, se sitúa más en la línea de eso que la tradición ha llamado las virtudes teologales (con la fe y la caridad). Pero ambas, justicia y misericordia, se han vinculado de hecho en la praxis concreta de los hombres, y así deben respetarse y vincularse, para crecer juntas, al servicio del ser humano.
‒ La tradición jurídica y moral de occidente (y en parte, paradójicamente, la misma ley de Iglesia) han insistido más en la justicia greco-romana que en el mensaje de misericordia teologal de la Biblia. Dentro de la iglesia ha venido a darse, incluso, un tipo de posible esquizofrenia: En ciertos momentos, ella apela a la misericordia, pero en su institución jurídica se ha fundado más en la justicia, en la línea del derecho romano, que ha estado y sigue estando en la base de su legislación canónica.
Desde ese fondo, la misma justicia de la Iglesia ha tendido a cerrarse en sí misma, de un modo legal (sin dejarse fecundar por la misericordia), corriendo así el riesgo de olvidar la conexión profunda que en la tradición bíblica se ha dado entre justicia (krisis), misericordia (eleos) y fidelidad (pistis) (cf. Mt 23, 23). De esa conexión quieren tratar estas reflexiones, elaboradas básicamente en un contexto cristiano, desde una experiencia bíblica.
Según todo eso, en las reflexiones que siguen he querido unir ambos motivos (la misericordia bíblica, la justicia greco-romana), pero destacando más el motivo de la misericordia bíblica (cristiana) poniendo de relieve los rasgos de justicia que ella implica. Quizá ha llegado el momento de vincular de manera más intensa las dos tradiciones (la tradición greco-romana de la justicia racional y la tradición bíblica de la misericordia), no sólo para recrear el equilibrio y tarea de la vida humana, sino también para afrontar los nuevos retos de la humanidad en este momento de grandes riesgos, responsabilidades y tareas, a comienzos del tercer milenio. Así lo haré desde una perspectiva histórica y temática. Ciertamente, sin justicia no hay misericordia, sino pura arbitrariedad, pero sin misericordia tampoco hay justicia verdadera, sino un tipo de imposición legal inhumana.
¿Cúmplase la ley, muera el mundo? ¿Hágase la misericordia?
Suele decirse que la justicia es una regulación racional de las relaciones humanas que se establece en forma de ley y se sanciona de un modo consecuente, con premios y/o castigos adecuados. Por el contrario, la misericordia sería una virtud intimista y sentimental, que sólo puede aplicarse en pequeños espacios de familia o amistad, y que no puede aplicarse a la vida social. La justicia pertenecería al plano de la naturaleza y la razón, al orden político-social. Por el contrario, la misericordia sería propia del campo de la fe y la religión, y sólo podría ejercerse de un modo intimista. Pero esa oposición no es tan clara, pues, como he dicho, una justicia sin misericordia acaba siendo injusta, y una misericordia sin justicia deja de ser inmediatamente misericordiosa:
‒ La justicia pertenece, en principio, a las cuatro virtudes cardinales, que son como quicios sustentantes que regulan de manera armónica la vida social (con la prudencia, la fortaleza y la templanza). En ella se supone que el orden de las cosas es sagrado, de manera que debe mantenerse, como si hubiera sobre el hombre un poder, un equilibrio cósmico-racional, en el que debe sustentarse. En esa línea podemos afirmar que, como virtud suprema, representada en forma de diosa (Dîke), la justicia tiene un fondo religioso. Pero en el fondo ella acaba siendo una religión de talión, de pura equivalencia, sancionada y defendida, al fin, por los poderes políticos de la sociedad, sin experiencia radical de gratuidad.
‒ La misericordia va más allá de la justicia cósmico-social, insistiendo en el amor personal, y en el valor supremo de cada uno de los hombres, poniendo así de relieve los valores de la gratuidad, que se expresan de un modo especial en la defensa de los más pobres. Ella ofrece la experiencia de un Dios creador que elige a los hombres de un modo personal, y les permite ser libres, capacitándolos para asumir libre y positi¬vamente la vida, en un contexto donde cada necesitado (hombre o mujer) tiene valor infinito. En esa línea, la misericordia es gratuidad, pero sin vincularse a la justicia ella corre el riesgo de abandonar al hombre en manos de la pura ley.
La justicia racional apela al equilibrio de la sociedad, que cada uno debe respetar, manteniendo su lugar en el conjunto, tanto el rico como el pobre, el esclavo como el libre; el hombre como la mujer, de forma que ella puede aceptar un tipo de profunda desigualdad dentro del orden del conjunto. En esa línea, una ley que se sitúa por encima de los hombres corre al fin el riesgo de utilizarles (y de ser utilizada) al servicio de los poderosos, es decir, de los que manejan la ley al servicio de sí mismos.
El lema de la justicia (dar a cada uno lo suyo) es bueno, pero insuficiente, porque no sabemos de antemano lo que significa mío y tuyo, y porque ella corre el riesgo de abandonar a su suerte a los pobres (pues la ley se pone por encima de la vida de cada hombre, como diciendo fiat lex/iustitia, pereat mundus: Que se cumpla la justicia, aunque perezca el mundo, es decir, los pobres). En otras palabras, justicia no crea, sino que regula lo que existe, conforme una ley que puede terminar poniéndose al servicio de los más fuertes.
La misericordia, en cambio, reconoce ante todo el valor de cada persona, de manera que pone la justicia al servicio de cada uno de los hombres (en especial de los pobres). Por encima de todas las leyes concretas (que son al fin parcial, temporales…), la misericordia se inclina a ayudar a los necesitados, no para negar las leyes de la justicia, sino para fundarlas de nuevo, desde un plano más alto.
En ese sentido quiero insistir en el valor más alto de la misericordia, entendida como principio de toda justicia, poniendo de relieve el valor infinito de cada persona (en especial del pobre), que es más importante que el universo entero, de manera que el lema antiguo del derecho podría formularse de otra manera diciendo: fiat misericordia, pereat mundus… Es decir: cúmplase la misericordia, aunque tenga que perecer y ser superado este tipo de mundo, esta justicia, no para negar la vida de los hombres, sino para fundamentarla.
En un momento de crisis, ante un gran cambio
En ese contexto he querido poner de relieve el hecho de que el modelo bíblico de la misericordia ha quedado casi inoperante en el plano de la vida social (en econo¬mía, política) del mundo cultural cristiano (de occidente), donde ha seguido imperando, en el mejor de los casos, un orden de justicia que, siendo en su base muy bueno, tiende a ponerse al servicio de los privilegiados del sistema. Así ha podido crearse una fuerte dicotomía, que todavía subsiste, para mal de ambos modelos (del modelo de la justica racional y del modelo de la misericordia teológica). Por eso, el tema que ahora sigue no es de tipo meramente teórico, sino práctico. No se trata sólo de conocer los principios, sino de marcar las tareas que han de guiar el camino de la vida en un tipo de gran crisis como el nuestro.
‒ Muchos piensan que la justicia pura ha de seguir imponiéndose en un plano social (en el orden político, en la economía fáctica), aceptando las cosas como son y manteniendo el orden establecido (defensa del «status quo» en la distribución de las riquezas, clases sociales etc.). Pues bien, desde una perspectiva de misericordia cristiana (tal como se expresa, por ejemplo, en Mt 25, 31-46) la justicia normal de las naciones acaba siendo muy injusta (pues no se ocupa de resolver el tema del hambre, ni de acoger a los extranjeros, ni de garantizar el derecho a la reeducación de los encarcelados)
‒ El amor y la misericordia tienden a actuar sólo un plano de gracia, en un nivel interno y privado (sin consecuencias sociales), como virtud intimista, pero sin expresarse de verdad en el orden de las realidades sociales, económicas y políticas (que seguirían sus propias leyes, sin tener en cuenta la misericordia, entendida como defensa de los pobres). Entendida así, la misericordia valdría sólo en un plano particular, para compensar un poco los defectos de la justicia, pero sin influir radicalmente en ellas (como si el programa de Mt 25, 31-46 no pudiera expresarse en claves de justicia).
Pero no todos los políticos, ni los juristas y pensadores de occidente, han estado de acuerdo con esta división de niveles, especialmente aquellos movimientos que (diciendo por un lado que no quieren fundarse en las Iglesias establecidas) se inspiran de hecho en las tradiciones bíblicas para superar un tipo de justicia greco-romana que acaba identificando de hecho esa justicia con la defensa del orden establecido. En contra de esa situación han protestando algunos movimientos sociales del siglo XIX que han buscado una nueva noción de justicia, que no consiste en mantener lo que hay, sino en crear lo que debe haber, en una línea que ha querido apoyarse en la Biblia (en una línea que se acerca a la misericordia):
‒ Así se ha podido hablar de una justicia revolucionaria, que quiere ser misericordiosa, al servicio de los pobres. Muchos han visto que la justicia oficial es de hecho injusta (al servicio de unos poderes establecidos). Por eso, apelando a un orden más profundo de humanidad, han querido crear una justicia mejor, de libertad, igualdad y fraternidad (Revolución Francesa), afirmando que para que haya de verdad justicia ha de superarse un tipo de ley establecida, con dominio de unos sobre otros, para que surja la verdad humana. Ciertamente, la revolución francesa quiere recuperar los ideales de justicia del mundo greco-romano, pero de hecho sus grandes principios de inspiración transformadora son de fondo bíblico. En esa línea, las grandes revoluciones marxistas han querido ponerse al servicio de los más pobres, pero han podido caer en manos de un tipo de violencia social y finalmente de una dictadura que ha impedido el desarrollo de sus principios.
‒ Pues bien, esa justicia revolucionaria puede y debe apelar a la misericordia bíblica y a tsedaqá (justicia del Antiguo Testamento), que no consiste en mantener lo que hay, sino en liberar a los pobres. En ese aspecto, en un sentido, el pensamiento israelita está más cerca de las revoluciones modernas (incluso del marxismo) que de los esquemas ideales de armonía griega, donde cada uno ocupa un orden dado (superior o inferior) en el conjunto. En esa línea, apelando al principio supremo del rehem-hesed (misericordia entrañable), judíos y cristianos (y en algún sentido los musulmanes) quieren superar la justicia del orden social injusto de la actualidad, partiendo del principio más alto de justicia entendida como misericordia creadora.
En esa línea quiero situarme, pero insistiendo en la necesidad de la justicia, en el sentido profundo del término, es decir, en la defensa de los derechos humanos, en la gratuidad, partiendo de los principios de la misericordia bíblica.
2. PROGRAMA COMPLETO
NO HAY MISERICORDIA SIN JUSTICIA
1 JUSTICIA Y MISERICORDIA.UN TEMA ABIERTO, UN RETO
Dos experiencias radicales, dos tradiciones
Como los dos árboles del paraíso, esto es, de la vida humana
¿Cúmplase la ley, muera el mundo? ¿Hágase la misericordia?
En un momento de crisis, ante un gran cambio
2. MISERICORDIA QUE HACE JUSTICIA. PRINCIPIO BÍBLICO
Punto de partida. El principio misericordia (Éxodo 34)
Tres obras de misericordia (huérfanos, viudas y extranjeros)
Jesús 1. Misericordia como amor al necesitado (incluso al enemigo)
Jesús 2. El riesgo de la misericordia, condenado a muerte por la justicia
Pablo. Sobre una justicia de ley, justificación por gracia (=misericordia)
4 MATEO 25, 32-46. JUSTICIA DE DIOS, LAS OBRAS DE MISERICORDIA
Textos básicos. Un evangelio de la misericordia
Los tres pilares: Justicia, misericordia y fidelidad (Mt 23, 23)
El juicio de la misericordia (Mt 25, 31-46)
Misericordia creadora, las necesidades humanas
Misericordia mesiánica. Obras de Justicia y Servicio, Acogida y Episcopado…
Mesiánica creadora, una tabla creadora de justicia
5. CONCLUSIÓN.UN CAMINO ABIERTO
Plano social, misericordia encarnada. No hay justicia si…
En el principio de la historia cristiana, una conversión por la misericordia
Empezar de nuevo, una mística de la misericordia
Una mística activa. Conocer, actuando
3. – CÁTEDRA DE TEOLOGÍA CONTEMPORÁNEA JOSÉ ANTONIO ROMEO – Chaminade
– Martes 4 de octubre de 2016
– Presentación del libro del XXXV curso “LA IGLESIA EN UNA SOCIEDAD POSTMODERNA”.
– Presentación del XXXVI curso “TEOLOGÍA DESDE LAS VÍCTIMAS”.
– Mª Ángeles López Romero – Redactora Jefe revista 21rs; Consejo Asesor de la Cátedra Chaminade
– Martes 18 de octubre de 2016- LOS POBRES COMO LUGAR TEOLÓGICO
– Pepa Torres – Instituto Superior Pastoral, Universidad Pontificia de Salamanca
– Miércoles 2 de noviembre de 2016
– LOS HUÉRFANOS
– Francisco Castro Miramontes – Franciscano-
-Martes 15 de noviembre de 2016- LAS VIUDAS
– Neus Forcano – Instituto de Ciencias Religiosas de Barcelona
– Martes 29 de noviembre de 2016- LOS EXTRANJEROS
– José Luis Pinilla – Director de la Comisión Episcopal de Migraciones
– Martes 13 de diciembre de 2016- JUBILEO: TEOLOGÍA DE LA ACEPTACIÓN Y LA LIBERACIÓN
– Pedro Barrado – Licenciado en Sagrada Escritura, Asociación Bíblica Española
– Martes 10 de enero de 2017
– LAS OBRAS DE MISERICORDIA: ANÁLISIS Y ACTUALIZACIÓN
– Isabel Gómez Acebo – Ex profesora de la Universidad Pontificia de Comillas
– Martes 24 de enero de 2017- NO HAY MISERICORDIA SIN JUSTICIA
– Xabier Pikaza – Teólogo
– Martes 7 de febrero de 2017- TEOLOGÍA Y COMPROMISO SOCIOPOLÍTICO
– Bernardo Pérez Andreo – Instituto Teológico de Murcia
– Martes 21 de febrero de 2017- UNA IGLESIA POBRE PARA LOS POBRES
– Lucía Ramón – Facultad de Teología San Vicente Ferrer, Valencia
– Martes 7 de marzo de 2017- NUEVA MIRADA AL MUNDO DESDE LAS VÍCTIMAS
– Sebastián Mora – Secretario General de Cáritas Española
– Martes 21 de marzo de 2017- LAS BIENAVENTURANZAS
– Ianira Angulo – Universidad Pontificia Comillas
– Martes 4 de abril de 2017- UNA MÍSTICA DE OJOS ABIERTOS
– Mari Enrique Belvis, Teóloga
– Martes 18 de abril de 2017- LA UTOPÍA EVANGÉLICA: ¿QUÉ FUTURO DESDE LAS VÍCTIMAS?
– José Laguna – Teólogo; Cristianismo y Justicia, Barcelona
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