Luz de las Naciones
“Sólo amanece el día para el que estamos despiertos”. (Thoreau)
15 de enero. II domingo del TO
Jn 1, 29-34
Detrás de mi viene un varón que es más importante que yo, porque existía antes que yo.
En 49, 6 dijo Dios a Isaías: “Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”. Y en el Salmo 39 dice el salmista al Señor que allí está él para anunciar su verdad y salvación, y para cumplir su voluntad. Anunciaron con ello lo que Jesús predicó e hizo en el Evangelio.
Cada ser humano que viene a la existencia pertenece al departamento de personal de esta gigantesca Corporación que llamamos Universo. Nuestra misión fundamental es preocuparnos por la Calidad de Vida de cuantos integramos su plantilla, sin olvidarnos de los restantes elementos básicos que la forman. Unas buenas políticas de Calidad empresarial velan por la calidad del producto y del servicio, por sus estrategias, estilo de liderazgo, recursos, proceso y procedimientos. A nivel de planteamiento general, esto parece lo más correcto, pero también es posiblemente más importante dar respuesta a esta trascendental pregunta: ¿cuál es mi trabajo en este mundo?
Y si nos sentimos incapaces de hacerlo, seamos entonces capaces de recurrir a quien sí lo supo hacer y está siempre dispuesto ayudarnos. En su drama fantasía Blancanieves (2012) el director de cine Pablo Berger, pone en boca de su protagonista Carmen este lamento refiriéndose a su padre, el torero Antonio Villalta: “Te busco y no te encuentro, te llamo y no contestas, pues no sé dónde estarás. Mándame una señal, por la Virgen del Calvario, que más no puedo esperar”. Al final de la cinta uno de los toreros enanos le dice cuando ella ha saltado al ruedo con capa y espada: “Déjale, te vas a jugar la vida”. A lo que ella le responde: “Tengo que terminar la faena de mi padre”.
Jesús, que también saltó al ruedo de la existencia sin temor a jugarse el tipo por nosotros, nos dice en Jn 18, 37: “Para eso he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad”; y en 6, 38: “Ésta es la voluntad del que me envió, que no pierda a ninguno de los que me confió”. En el Evangelio se consigna el Plan de Acción de todos los cristianos y se muestra cómo llevarlo a cabo. El Gran Timonel de nuestra Nave y su sucesor el Papa nos marcan con sus actos la manera de hacerlo. Jesús cambió la muleta y el estoque por la toalla y una palangana (Jn 13, 5), y Francisco celebró su 80 cumpleaños el 17 del pasado diciembre invitando a desayunar a ocho mendigos a su residencia, la Casa Santa Marta, ofreciéndoles dulces argentinos haciendo honor a su patria.
Para poder hacer todas estas cosas hay que estar en alerta porque, como dice Henri David Thoreau en Walden: “Sólo amanece el día para el que estamos despiertos”.
Y sólo quienes lo están podrán ver cómo de un olmo centenario y seco, en versos de A. Machado, resurgirá la vida gracias a esa primavera que todos llevamos dentro.
A UN OLMO SECO
Al olmo viejo, herido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes han salido.
¡Al olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado por pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus lenguas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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