Del blog de Xabier Pikaza:
Domingo 2, tiempo ordinario. Ciclo A. Jn 1, 29-34. Comienza un nuevo ciclo litúrgico, el tiempo ordinario del año 2017, animado por el Evangelio de Mateo, pero que empieza con una imagen fuerte de Juan Bautista (recogida por Juan Evangelista), retomando el motivo del domingo anterior (Bautismo de Jesús), que hoy aparece con el signo de el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
— Juan Bautista dice, con una palabra del Antiguo Testamento, que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo… como si él tuviera que morir sacrificado, ante el altar de la “ira” de Dios, para así reparar los pecados.
— Pero el evangelio de Juan sabe y dice que Jesús no es cordero sacrificado ante la ira de Dios, sino el mismo Dios hecho pan compartido… De esa forma pasa y nos hace pasar el Antiguo al Nuevo Testamento.
Sea como fuere, este signo del cordero-pan (que es Dios) ha marcado y sigue marcando de forma poderosa la conciencia de los cristianos que, en general, seguimos estando en el Antiguo Testamento (con Juan Bautista) más que en el Nuevo Testamento de Jesús (y del evangelio de Juan). Por eso quiero destacar hoy tres motivos principales:
a. Éste es un signo teológico, que nos sitúa ante e el sentido del “sacrificio”: Cierta Iglesia cristiana ha seguido pensando muchas veces en claves de “expiación” (de reparación sangrienta), como si el cordero inocente tuviera que morir para que Dios quede satisfecho. No ha pasado del Antiguo Testamento.
b. Este signo tiene una inmensa importancia litúrgica: En todas las misas, tras el recuerdo de la Cena de Jesús (de la “consagración”), se repite: Cordero de Dios… Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo ¡dichosos los llamados a la Cena del Señor! También aquí corremos el riesgo de estar en el Antiguo de los sacrificios para aplacar a Dios más que en el Nuevo Testamento de la gracia. De todas formas, algo muy importante ha cambiado: ¡Decimos Cordero de Dios que quita el pecado del mundo… y tomamos una porción de y lo compartimos, en nombre de Jesús!
c. El tercero es un motivo de conciencia cristiana. ¿Se puede hoy creer en el valor del “sacrificio” (de la muerte del cordero para? para hablar de Dios? Hace cinco siglo, Lutero puso una interrogación sobre el sacrificio… hoy seguimos con el mismo tema.
Ciertamente, no puedo resolver esos y otros temas, pero quiero y debo plantearlos, con ocasión de este domingo, para situar mejor el tema del “sacrificio o no-sacrificio”, de la institución de la nueva alianza y de la expiación (si es que hay tal expiación…).
En esa línea me limito a evocar algunos rasgos del signo del Cordero en el conjunto de la Biblia y, sobre todo, en el Nuevo Testamento, partiendo de la entrada correspondiente de mi Gran Diccionario de la Biblia (Verbo Divino, Estella 2015).
Los mismos lectores del blog sabrán sacar las consecuencias y trazar las aplicaciones de este símbolo, uno de más ricos y problemáticos de la Biblia y de la historia cristiana.
Texto: Jn 1, 29-34
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
“Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.” Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.”
Y Juan dio testimonio diciendo: “He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.”
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.
El signo del Cordero. Acepciones principales
El cordero es para el Antiguo Testamento el animal sagrado (sacrificial) por excelencia. El Nuevo Testamento le vincula con Jesús, «cordero de Dios que quita los pecados del mundo» (cf. Jn 1, 29. 36), viniendo a convertirse de esa forma en un símbolo unificador del conjunto de la Biblia. Estos son algunos de los textos y figuras con los que puede vincularse ese Jesús, cordero de Dios.
(1) Cordero de la Aquedah o ligadura de Isaac. Aparece vinculado al sacrificio de Isaac, al que sustituye (Gen 22, 7-8). Desde ese fondo aparece, con frecuencia, como signo de la vida humana, en esa línea se puede afirmar que Dios «perdonó» a Isaac, pero nos ha ofrecido la vida de su Hijo, como auténtico cordero salvador (cf. Rom 8, 32).
(2) Cordero pascual. Cuando salieron de Egipto, los hebreos sacrificaron el cordero y con su sangre pintaron el dintel y jambas de sus puertas, de manera que el ángel exterminador pasara de largo ante sus casas, sin matar sus primogénitos (Ex 11, 2-14). Por eso, ellos siguieron comiendo por los siglos el cordero de la pascua, en memoria del paso del Señor, en actitud de agradeci¬miento. Este es el cor¬dero que les permitía caminar hacia la libertad, manteniéndoles en vida en medio del de gran riesgo de la muerte; era señal de Dios sobre la tierra.
(3) Cordero profético: Siervo de Yahvé. Al lado del cordero pascual influye la experiencia del cordero manso, que no se opone, ni combate, no se enfrenta con sus carniceros. Desde ese fondo, perseguido por sus enemigos, Jeremías se ha mirado a sí mismo como un «manso cordero llevado al matade¬ro» (Jer 11, 19). En esa línea avanza Segundo Isaías, cuando presenta al Siervo de Yahvé como cordero:
«El Señor cargó sobre él nuestros crímenes. Maltratado, se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, ¬como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia se lo llevaron ¿Quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirie¬ron» (Is 53, 6 8). Este pasaje misterioso ha servido de reflexión para generaciones de creyentes, judíos y cristianos.
(4) Cordero mesiánico. El texto más significativo está vinculado a un eunuco de la reina de Etiopía, que ha venido como prosélito judío al templo de Jerusalén, preguntando sobre el signo del cordero; pero en el templo no le han respon¬dido y así vuelve sobre el carro sin saber lo que el corde¬ro signifi¬ca. En¬tonces se le acerca Felipe evangelista y «partien¬do de este mismo pasaje» le presenta el evangelio (cf. Hech 8, 36 40). Comprender el sentido de ese cordero es comprender y aceptar el cristianismo. Sin más dilación, Felipe bautiza al eunuco, que no necesita más catecumenado.
(5) Cordero que quita los pecados del mundo. El evangelio de Juan ha reflexionado sobre el tema del cordero que quita los pecados. Ciertamente, está en el fondo la experiencia de los sacrificios de Israel, entre los cuales se encuentra también el del cordero, para expiación de los pecados (cf. Lev 4, 32; 5, 7; 9, 3; 14, 12.24-25, Num 6, 12 etc). Leer más…
Biblia, Espiritualidad
2º Domingo del Tiempo Ordinario, Cordero de Dios, Dios, Evangelio, Jesús, Juan Bautista, Tiempo Ordinario
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