Bautismo del Señor.
Somos desiertos, pero poblados de tribus, de faunas y de flores (Giles Deleuze)
8 enero II domingo del TO
Jn 1, 29-34
Detrás de mí viene un varón que es más importante que yo, porque existía antes que yo.
Flavio Josefo (37-100 d.C.), historiador judío, escribió acerca de ese varón más importante que ya había venido: “Entonces apareció Jesús, hombre sabio, maestro para quienes reciben con gusto la verdad”. Y le describe como poseedor de dos cualidades esenciales: sabiduría y capacidad para ejercer el magisterio.
-”Tertuliano (Cartago 160-220 d.C.), buen conocedor de este Jesús sabio y maestro, pide en su Apologeticum a las autoridades que ostentan el poder en la Iglesia, que otorguen libertad sin restricciones a los fieles para expresar su religiosidad: “Dejad siquiera libre la elección de divinidad; permítase que uno adore a Dios si otro adora a Júpiter; que uno extienda las manos devotas al cielo si otro las extiende a las aras sacrificiales; que uno haga oración mirando al cielo o “contando las nubes” como vosotros decís”.
Bien sabía él que el hombre necesita una espiritualidad que circula y se expande al margen de las normas impuestas y los credos, y que brota directamente del interior de las personas. Como lo sabía también por experiencia Agustín de Tagaste, otro memorable cristiano paisano suyo: “No vayas fuera, entra en ti mismo: en el hombre interior habita la verdad”.
Para lograrlo tenemos que aprender, como sugiere Xavier Güel en su obra Música de la memoria, a romper los diques para navegar en libertad y conseguir arrastrar nuestra alma a los confines del yo universal. El célebre poeta y místico sufí persa Muhammad Rumi se expresó con una gran apertura ecuménica de esta manera: “Nuestro cuerpo es semejante a María: cada uno tiene un Jesús en su interior, pero éste no puede nacer hasta que los dolores de parto no se manifiesten en nosotros”.
Es decir, hasta que no hayamos tomado conciencia de que el vientre de María que somos cada uno de nosotros, nos urge a ir al paritorio y, gozosos parturientos, demos a luz –evidencia mostrada al mundo entero– al Jesús que todos llevamos dentro en las entrañas. Y, como dice el Evangelio (Jn 16, 21) nuestra alegría será grande porque hemos traído nuestro Jesús personal a la vida. Para eso, nos dice en Jn. 10, 10, que vino al mundo: para que tengamos vida, y la tengamos en abundancia.
Giles Deleuze (1925-1995), poeta y uno de los fiósofos franceses más destacados del siglo XX, ha dicho que: ”Somos desiertos, pero poblados de tribus, de faunas y de flores”. Es decir, que en ese vientre nuestro aparentemente inhóspito, albergamos la plenitud de vida existente en los principales reinos de la Naturaleza. Una vida que, como sugerimos en nuestro Poema, mañana las campanas despertarán el alma con sus notas.
En el pasado diciembre se ha estrenado la película francesa dirigida por Anne Fontaine Las inocentes, en la que se impone la espiritualidad y servicio al ser humano frente a toda convención o norma. La letra mata -como aparece en la actitud ortodoxa a ultranza de la madre abadesa- y el espíritu da vida. Una historia real en la que un grupo de monjas quedan embarazadas por soldados del ejército ruso. El film es un prodigio de respeto a la dimensión religiosa y, al mismo tiempo, de canto a la vida; y sobre todo a la mujer maltratada y violada brutalmente.
ADIÓS, TIERRA DOLIENTE
Hoy bautizan a un niño en el poblado:
adiós, tierra doliente de mis sueños.
Amanecen solares berroqueños
en el azul del árbol deshojado.
El reloj de la Iglesia ha retrasado
el lento caminar de sus ensueños.
Soplan los vientos gélidos norteños:
las agujas del tiempo se han parado.
En el alma cristiana ahora dormida,
hibernan cuarzos, lirios y marmotas,
los sueños funerales de lo eterno.
Mañana las campanas de la vida
despertarán el alma con sus notas,
y en la Tierra, habrá muerto el Invierno.
(NATURALIA. Los sueños de las criaturas. Ediciones Feadulta)
Vicente Martínez
Fuente Fe adulta
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